7 | El numerito
Hay escenas fuertes en este capítulo, para lo más frágiles... no os aconsejo seguir leyendo.
Samy gemía, entre cortadamente, a cuatro patas, sobre una cama que no era suya, mientras Steeve metía su miembro en su boca, dándole leves palmadas en el rostro, para que no se durmiese, y Max le daba duro, por detrás, comenzando a llegar a la locura, corriéndose a borbotones después, sobre su espalda.
- De esto ni una palabra a nadie – pidió Max, el otro asintió, y luego miraron hacia Samy, que caía rendida sobre la cama, durmiéndose – ni siquiera a Jonathan, el moral.
- ¿Qué hacemos con ella?
- ¿Qué quieres hacer? – preguntó el otro - ¿Te parece que ella no quería? Si estaba encantada.
Llegué a casa, estaba agotada, y muerta de frío. Me di una ducha de agua templada, me desmaquillé y me acosté, estaba cansada. Pensaba pasarme el día siguiente tirada en la cama, sin hacer nada, hasta haberme olvidado de que tenía piernas.
El sonido de una nueva notificación en la aplicación de mensajes me hizo salir de mis pensamientos.
Número desconocido:
Le he pedido tu número a Samy. Espero que no te importe. Sólo quería que vieses lo mucho que jode cuando mientes... no pretendía... hacerte daño.
Yo:
Vete a la mierda.
Número desconocido:
Si me he pasado lo siento, no pretendía hacerte recordar a algo que te hizo tu ex.
Lo comprendí entonces, Samy se había ido de la lengua.
Yo:
No pienso contestar a tus mierdas de mensajes, voy a bloquearte.
Lo bloqueé entonces.
Me quedé dormida después de eso, y después de eso, me despertó un ruido infernal. Descolgué el teléfono y me lo llevé a la oreja.
- Amy – escuché a Samy, con voz temblorosa, aterrada.
- ¿Qué pasa? – me preocupé.
- No recuerdo lo que pasó anoche – me aseguró – me he despertado en la habitación de un hotel, tengo la boca manchada de semen y la espalda, y no recuerdo...
- ¿Por qué te quedaste ahí? – me quejé, molesta con todo aquello – tendrías que haberte venido conmigo.
- No te he llamado para que me eches uno de tus sermones – se quejó, entre lágrimas –sé que soy una idiota, que me pueden los chicos, que no tengo amor propio y que...
- Dime en qué hotel estás y voy por ti.
Samy me dio la dirección del hotel, y yo me monté en el taxi, estaba cerca del puerto, cuando me percaté de que eran cerca de las diez.
- ¿Le importaría si hacemos una parada en el club? – el hombre se detuvo, me bajé y caminé a paso decidido. Le indiqué al de seguridad que venía con Jonathan Khol, por supuesto no me puso ninguna pega.
Y entonces le vi, estaba allí, frente a un enorme yate, con la camisa entre abierta, gafas de sol, y una sonrisa de oreja a oreja, invitando a entrar a unas chicas que había invitado su amigo. No estaban sólo los tres tipos de anoche, si no que había otro tipo allí, sonriendo hacia él.
Él se quedó sorprendido de verme allí, sonrió, con malicia, ante la sola idea de que hubiese recapacitado, pero perdió esa idea en cuanto me detuve frente a él, y le crucé la cara, totalmente enfadada, haciendo que sus gafas saliesen volando y se sumergiesen en el mar.
Se tocó el rostro, dolorido, y miró hacia mí, molesto.
- ¿Qué coño...? – comenzó el tipo bien vestido que había a su lado.
- No creí que pudieses caer aún más bajo – espeté, dolida, con dagas como puñales. Negó con la cabeza, sin comprender por qué actuaba así - ¿quién ha sido? – grité, con lágrimas en los ojos - ¿cuál de los tres ha sido tan cobarde como para...?
- ¿De qué coño va esto, Jonathan? – preguntó Oscar, el cual me enteré más tarde, que era su hermano.
Él me agarró del brazo, sin tan siquiera hacer caso a su hermano, y yo volví a cruzarle la cara, momento que él aprovechó para hacerme una llave, y dejarme desarmada. Apretó mis manos detrás de mi espalda, e hizo la presión justa para hacerme el daño justo.
- Suéltame – me quejé, forcejeando, mientras él acercaba su boca a mi oído, haciéndome estremecer.
- Habla como una persona civilizada, Amy – susurró – no me montes un puto numerito ahora, no es un buen momento.
- Suéltame primero – pedí. Él lo hizo, y tan pronto lo hizo, volví a cruzarle la cara, haciendo que me mirase, con cara de malas pulgas. Agarró mis manos, impidiéndome que volviese a golpearle – si me llego a enterar de que has sido tú... te denunciaré por abuso laboral – rompió a reír.
- Sólo era una puta broma, joder – se quejó, soltándome, frotándose las manos contra el cabello, despeinándolo un poco – yo no me lo tomé tan mal cuando me dijiste que me habías mentido en la cara.
- No te hagas el inocente conmigo – me quejé, mirando un momento a su pecho, molesta – y tápate – tiré de ambos lados de su camisa y se la cerré. Él sonrió, divertido.
- Ese es el problema ¿no? – preguntó, mientras su hermano le llamase para que se fuesen de una vez. Levantó el dedo, en señal de que necesitaba un minuto más, y luego volvió a fijarse en mí – Te ha molestado tanto, porque en el fondo, eras tú, la que estaba deseando que me metiese entre tus piernas – indagó. Rompí a reír, sin ganas, y él pudo notarlo.
- Ni en tus sueños.
- Jonathan, deja a esa loca y vente ya, se nos va a ir la hora de salida – se quejaba el otro.
- ¿Quién es ese capullo? – preguntó, con un humor de perros.
- Ese capullo es ... mi hermano – tragué saliva, estaba metiendo la pata, cada vez más, por momentos – dime qué haces aquí, y dejemos las pullitas un rato.
- Pregúntale a tus amigos que hicieron anoche – espeté, sin dejarle nada en claro - ¿dónde dejaron a Samy? – él lo comprendió entonces.
- ¿Insinúas que ella no quería? – preguntó, algo molesto con la situación. Le miré entonces, algo confusa.
- Ella estaba borracha – contesté – no se acuerda de nada de lo que pasó, y está preocupada – asintió, tragó saliva, y luego miró hacia atrás, observando como los demás le hacían señas para que fuese. Él, sin embargo, volvió a mirar hacia mí.
- Si fue una violación, lo averiguaré – me aseguró. Estaba sorprendida, porque no esperé que él actuase de esa forma, menos cuando eran sus amigos los que podían ser culpables – tengo que irme ahora – me eché hacia atrás, dejando de sujetar su camisa, observando como esta se abría, a causa del viento, dejando ver su tableta de chocolate al desnudo. Me mordí los labios nerviosa, y él sólo sonrió – desbloquéame – pidió.
- ¿Qué vas a darme a cambio? – pregunté, porfiándole. Con él era difícil no hacerlo, siempre quería quedar por encima. Sonrió, divertido. Se sujetó la camiseta y comenzó a abrochársela - ¿crees que eso va a ser suficiente?
- ¿Qué quieres? – quiso saber, mientras sus amigos volvían a llamarle, y él les enseñaba el dedo corazón. Me lamí el labio inferior, y luego lo mordí. Tragó saliva, nervioso.
- Un beso – contesté, dejándole altamente sorprendido.
- ¿Un beso? – insistió, sin dar crédito aún. Me señalé la mejilla, y él sonrió, al darse cuenta de que sólo estaba jugando.
- Si no quieres... - estaba dispuesta a decirle que no iba a desbloquearle, ya casi había pronunciado la primera palabra cuando él besó mi mejilla, haciendo que un sinfín de sensaciones despertasen en mi interior al sentir sus labios húmedos en mi piel. Se retiró, con rapidez, y yo sonreí, triunfadora.
- Desbloquéalo ahora – pidió. Saqué el teléfono del bolsillo trasero del pantalón y lo desbloqueé, para luego mostrárselo.
- ¿Contento? – me quejé. Sonrió.
- Mucho – bajé la mirada, me mordí el labio y luego dejé escapar una sonrisa – tengo que irme, o estos van a matarme.
Caminaba hacia el taxi, sintiendo como las mariposas revoloteaban en mi estómago. Aquello era malo, yo no podía volver a confiar en un tío así cómo así. No después de lo que sucedió la última vez.
- ¿Qué te traes con esa chica? – preguntó su hermano, justo cuando él se subió al auto – no me gusta, se parece demasiado a Alice. Ella también solía montarte este tipo de pollos cuando se enfadaba.
- No es lo que crees – contestó, sin más. Se quitó la camiseta, pues hacía un calor terrible, y estaba más cómodo sin ella. Sonrió, justo después, al recordar mi cara al ver su torso desnudo.
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