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6 | El engaño.

Samy no daba crédito a lo que estaba contándole, tenía la boca tan abierta, que parecía la boca de metro.

- ¿Y te invitó a ir mañana? – asentí, sin dar más detalles – Tienes que llevarme, yo también quiero ir.

- Samy – me quejé, mientras rebuscaba en el vestidor un vestido que ponerme – le he dicho que no.

- ¿Cómo? – puso el grito en el cielo – Pero... ¿cómo se te ha ocurrido? Cuando Jonathan Khol, el representante de HT Company, te invita a ir a su barco, tu respuesta nunca puede ser no – rompí a reír, la forma en la que ella lo decía me hacía reír – Lo digo en serio.

- No estoy interesada en ese tipo – contesté, despreocupada, sacando un vestido rojo, precioso – todo ese rollo del detector de mentiras me pone nerviosa.

- Sólo porque sabes que no podrás actuar como siempre con él, porque sabrá cuando mientes – declaró, la miré con cara de pocos amigos, mientras ella me quitaba la percha – este no, es el que usaré el lunes para el cumpleaños de mi padre.

- Entonces el de lentejuelas – saqué el rojo de brillantes, y ella puso peor cara – si no me lo dejas, me iré a casa, y no iré.

- Eres lo peor – se quejó. Le saqué la lengua, y me encerré en el baño a probármelo. Salí con el puesto, poniendo una pose sexy, haciéndola reír – Tengo una idea – dijo de pronto. Esa mirada sólo quería decir una cosa, iba a lanzar una de sus locuras, esas que sólo soltaba cuando yo estaba cerca. Era una mala influencia para ella, eso lo sabéis ¿no? – Fingiremos que somos unas zorras esta noche.

- Unas zorras borrachas – la ayudé. Sonrió, y me abrazó, entusiasmada. Reí, a carcajadas, me encantaba cuando ella dejaba a la vista su lado salvaje. Sucedía pocas veces, siempre estaba más preocupada de lo que opinasen los demás de sí misma, que de disfrutar.

Al final acabé con un vestido plateado de lentejuelas, un maquillaje en tono verde con destellos y los labios rojos a lo putón. Además, llevaba los tacones rojos a juego con el bolso y una peluca rubia que mi amiga me había dejado. Me quedaba espectacular el rubio, quizás debía teñírmelo. No. Adoraba demasiado el moreno.

Ella llevaba un traje rojo y negro, con zapatos rojos y bolso a juego, la maquillé con un ahumado negro, y los labios rojos. Le hice un recogido maravilloso, y le di pautas por si algún baboso se le acercaba.

El idiota de Billy nos devoró con la mirada en cuanto entramos, y yo agarré el rostro de Samy, para que ni se le ocurriese mirarle.

Bebimos más de la cuenta, y bailamos de forma sensual, los chicos no nos quitaban ojo, y no sólo los de nuestro grupo.

Me lo pasé genial, y logré mi cometido, Samy se olvidó de Billy, y estuvo tonteando conmigo toda la noche, para que los chicos despertasen interés en nosotras.

No podía dejar de reír, al salir del baño, justo cuando nos chocamos con Isaac, uno de los coordinadores que se había atrevido a seguirnos el ritmo a los agentes.

- No sabía que fueses tan fogosa, Amy – me dijo, mientras Samy se dejaba caer en su hombro, despertando su interés – ni tú, Samantha.

- Yo soy incluso más fogosa que ella – lanzó. Sonreí, divertida, pues tenía una buena alumna – cuando quieras podemos...

- No – le corté, tirando de su mano, apartándole de aquel tipo, la llevé hacia la pista – no puedes lanzarte a los brazos de un tipo sólo porque te haga caso – espeté – tienes que darte a valer. Si ese tipo te respeta como lo haces tú, te buscará. No puedes ponérselo en bandeja – ella asintió, en señal de que lo entendía.

- Amy – me llamó Steve, por detrás, otro de los coordinadores, que se había apuntado en último momento – nosotros ya nos vamos – señaló a otro tipo y a él - ¿queréis que os llevemos a alguna parte?

- Siiii – lanzó Samy. Parecía no haber aprendido nada. Negué con la cabeza, molesta con ella, observando cómo se cogía del brazo de Steve y le seguía al coche.

- Está muy borracha – le dije – no se lo tengas en cuenta – él no dijo nada, y yo lo agradecí.

Llegamos al aparcamiento, y observé ese dichoso auto allí. Steve le sonrió, y el otro tipo se subió al auto, haciéndonos una señal para que nos subiésemos detrás.

- Pensé que ibas a llevarnos tú – me quejé hacia Steve, el otro se encogió de hombros, mientras Jonathan me dirigía una de sus famosas sonrisas chulescas – no pienso montarme en ese coche... - dejé de hablar, tan pronto como vi a Samy subirse en él.

- Vamos, sube – pidió ella. La miré con cara de malas pulgas, la asesiné con la mirada, y me subí junto a ella, miré por la ventana, fijándome varias veces en el espejo del retrovisor, observando su mirada sobre él, poniéndome nerviosa.

- Amy – me llamó, haciendo que todos se fijasen en mí - ¿os apetece venir mañana a dar un paseo en barco?

- Sí – contestaba Samy. Volví a asesinarla con la mirada.

- No – contesté – ella está borracha, así que no cuenta.

- Saldremos del club a las diez – me mordí el labio, más que dispuesta a soltar una de mis mentiras para escapar de aquello.

- Yo no iré, tengo un compromiso.

- ¿Qué compromiso? – intervino la pesada de Samy. Iba a matarla – no me has dicho nada – él sonrió, divertido, mirándome por el retrovisor.

- Podríamos ir a tu casa a la piscina un rato – sugirió Steve, haciendo que este se quejase, molesto. Sólo por eso, estaba dispuesta a insistir con el tema.

- Es tarde, no creo que ...

- Sí, eso, aún es temprano – insistí. Él sonrió, al darse cuenta de lo que pretendía. Sabía que iba a molestarse, pero eso sólo me hizo sentir mejor.

- A las cinco como muy tarde os vais – contestó. Apreté los labios, molesta, al darme cuenta de que no me había salido con la mía – tenemos que estar frescos para lo de mañana.

En cuanto el auto se detuvo en su tremenda mansión, que tenía hasta tipos de seguridad y todo, protegiéndola, los chicos salieron de él con rapidez, al igual que yo, no quería quedarme a solas con él.

La casa era grande, tenía un largo pasillo con suelo de mármol, por donde resonaban el eco de mis tacones, el salón tenía incluso un piano en él, y las escaleras que daban a la parte de arriba, en forma de caracol, tenían terminaciones doradas. Me quedé muy quieta al ver el enorme mural que había en el salón, lo reconocí en seguida, era de un famoso pintor que estaba revolucionando el país. Le encantaba pintar gotas en los lienzos blancos, en aquella vez representaban el rojo de la sangre.

Podía escuchar los gritos divertidos de Samy, en la piscina, que había por detrás de la casa, en el exterior, y a los chicos silbándole para que se tirase al agua.

- Así que... querías venir a mi casa – me giré, de forma sensual, sujetándome los cabellos detrás de mi oreja - ¿no?

- Sólo quería molestarte – me atreví a decirle. Él sonrió, divertido, acercándose a mí, acortando las distancias entre ambos. Me giré, sin tan siquiera esperar a que dijese o hiciese nada, y me marché al fondo, dejando atrás la cocina, el comedor, hasta llegar a la puerta corredera que daba al jardín. La piscina era enorme, rodeaba casi toda la casa.

- Vamos a jugar a los retos – comenzó Steve, guiándole un ojo al otro chico. Sabía que eran lo que pretendía, incluso agarré la mano de mi amiga, con la intención de detenerla, en cualquier cosa que estuviese pensando – el que no se desnude y se meta en la piscina, tiene que beberse un chupito.

Ella comenzó a desnudarse, y yo la detuve.

- No – le dije, mirando con cara de pocos amigos, a los chicos, observando como Jonathan llegaba hasta nosotros, comenzando a desnudarse. Le detuve, antes de que se hubiese desabotonado la camisa - ¿qué estás haciendo? – me quejé. Los demás nos observaban, con cautela.

- Jugar – contestó, con una voz seductora, que hizo que me faltase el aliento. Se quitó la camisa frente a mí, mostrándome esa tableta de chocolate, los pantalones, con ese culito y su buen dotado... ejem. Sonrió, dejándome sin saliva, para luego tirarse al agua. Se acercó al borde, apoyó los codos sobre él y sonrió con chulería - ¿no vienes? – preguntó, hacia mí. Sólo por fastidiarle, estaba más que tentada a hacerlo, y lo hice.

Me quité el vestido, mientras a todos se les hacía la boca agua, deje caer este al suelo, la peluca, los tacones, y me acerqué al borde. Hacía frío, pero quería demostrarle a ese idiota...

Samy se tiró en bomba, sin haberse quitado el vestido, y todos estallamos a carcajadas, aquellos dos hicieron lo mismo, mientras él seguía mirándome.

- ¿Vas a tirarte ya, o vas a esperar que te lo pida? – preguntó, mientras se peinaba el cabello hacia atrás.

- Si me lo pides no me tiraré – porfié. Sonrió, divertido, para luego levantarse, dejando ver que no le cubría por esa zona, mostrándome su tableta mojada. Se mordió el labio, lamiéndoselo después, antes de decirme aquello.

- Tírate – pidió. Sonreí.

- La charla sin mentiras a cambio de que me tire – sonrió, divertido.

- Hecho – me sumergí entonces, y al salir, él me estaba mirando – recuerdas que soy un detector de mentiras humano ¿verdad? – asentí, mientras intentaba mantenerme a flote. ¿Cómo era posible que no diese a pie y a él le llegase el agua por la cintura? – hay escaleras a partir de esta zona – señaló hacia abajo. Le miré, asombrada – me gusta lo diferente – no hacía falta que lo jurase, sólo había que ver la forma tan rara de la piscina – ven – me cogió de la mano y me acercó a él, toqué el suelo entonces, dándome cuenta de que había unos escalones, los subí, y luego me puse de rodillas, para quedarme sumergida, frente a él.

- ¿Por qué tan serio? – pregunté, rompió a reír, y luego solo sonrió – te estás quedando conmigo ¿no? – él no dijo nada - ¿vives aquí solo? – pregunté, intentando cambiar de tema.

- Ahora sí – contestó, le miré en busca de más explicaciones. Él sonrió antes de dármelas – antes vivía con mi esposa – tragué saliva, algo incómoda, pero dije algo, antes de que se me notase.

- Y ahora traes aquí a todas tus conquistas – rompió a reír. Apoyando sus manos sobre sus piernas, algo nervioso, aterrado de hacer algo que no debía.

- Estoy demasiado ocupado con el trabajo últimamente, como para pensar en chicas – admitió.

- Qué raro... - comencé, llamando su atención – me había parecido que estabas desesperado por echarte novia – sonrió, sin decir nada.

- Me gustaría conocer gente.

- Conocer a chicas, querrás decir – le corregí.

- Sobre todo, a chicas – contestó, entre susurros, mientras bajaba un momento la mirada, mirando hacia mis labios, subiendo con rapidez, algo incómodo. Quería ponerlo nervioso, vengarme de él, ser más atrevida de lo que en realidad era – pero tú no quieres conocerme, Jonathan – le dije, con esa lengua envenenada, de forma sensual, apoyando las manos sobre las suyas, haciendo que levantase la vista para mirarme, sobrecogido – sólo quieres meterte entre mis piernas – sonrió, divertido, como si supiese lo que pretendía.

- No – me detuvo, antes de que hubiese logrado mi cometido. Me reí, negando con la cabeza, sin poder creérmelo, mientras él me empujaba hacia atrás, en tono broma, haciendo que casi me ahogase. Le salpiqué con agua, haciéndole reír, para luego acercarme al borde, con la intención de no hundirme. Él se apoyó en el segundo escalón, y en el borde de la piscina, acercándose a mí.

- ¿Ahora me vas a decir que no quieres follarme? – sonrió, divertido, al darse cuenta de la sensualidad que ponía al decir aquello. Acortó las distancias entre ambos, agarrándome de la cintura, atrayéndome hasta él. Mi corazón latía a mil por hora. Tragué saliva, aterrada, sin atreverme a quitar los ojos de los suyos.

- Yo no he dicho eso – susurró, dejando escapar su aliento sobre la piel de mi rostro, erizándome la piel – no negaré que eso ha pasado por mi mente, porque habría que estar ciego para no fijarse en ti, Amy – ladeé la cabeza, fijándome en Samy, intentando escapar de aquello, observándola allí, ligando descaradamente con Steve, mientras el otro daba golpes a su teléfono móvil, para sacarle el agua, cabreado, por no haberlo sacado primero de sus bolsillos. Sus labios, susurrándome algo, me hicieron salir de mis pensamientos – pero no es eso lo único que quiero.

- Yo no... no... - me trabé, ni siquiera sabía que decir, no cuando sus labios estaban tan cercas, no cuando no podía dejar de mirar como estos se abrían, como él mordía el labio inferior y luego lo relamía. Abrí los míos, con la respiración acelerada. Me moría por besarle, y eso era muy malo. Me soltó entonces, haciéndome salir de mi ensoñación.

- Sólo quería darte a probar un poco de tu ... - le empujé, cruzándole la cara tan pronto como subí los escalones, haciendo que los demás nos mirasen, con ojos como platos. Me salí de la piscina, agarrando mi vestido, cayéndome al suelo en cuanto intenté andar, por culpa del suelo mojado. Él se salió, intentando ayudarme, pero le empujé, y volví a cruzarle la cara.

- No necesito tu puta ayuda – espeté, marchándome sin más, rodeando el jardín, el césped, mientras Samy se salía y me seguía.

- ¿Qué le has hecho, tío? – se quejaba Steve, mientras él se encogía de hombros.

- Amy – me llamó, agarrándome del brazo, al fin. Mis dientes casteñeaban, al igual que los suyos - ¿se puede saber qué demonios te pasa?

- ¿Qué me pasa? – pregunté, echa un basilisco – que estoy harta de los tíos, eso me pasa.

- No te pongas así – insistió, porque odiaba verme tan enfadada – seguro que Jonathan no lo ha hecho con mala intención, seguro que ...

- Me ha manipulado, Samy – me atreví a reconocer, haciendo que ella abriese mucho los ojos, comprendiendo por qué actuaba de esa manera – tú puedes quedarte, yo paso – me marché después de eso, sin decir nada más.

- ¿Dónde está? – preguntó Steeve, cuando la vio aparecer sin mí - ¿se ha largado? – ella asintió, y él otro la miró, sin comprender - ¿por qué se ha puesto así? Pensé que la estábamos pasando bien.

- Ella está pasando por un momento difícil – aseguró. El alcohol suele soltarle la lengua. Cuando estamos solas está bien, el problema es cuando se junta con gente que no conocemos – acaba de romper con su novio y ... - él agarró la toalla, y se secó, fijándose en ella - ... no está acostumbrada a que los chicos la traten así, eso es todo – los demás asintieron, pero él insistió.

- No es el fin del mundo – se quejó – si la han dejado, tampoco es que ...

- Quizás para ti no lo sea, pero ella no está acostumbrada a confiar en los demás, estaba empezando a confiar en mi hermano, y de pronto... ZAS.

- ¿Tu Hermano? – quiso saber.

- No debería hablar sobre esto, estoy muy borracha y ...


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