4 | Realidad virtual
Aquel sábado me la pasé a tope de trabajo. Tenía los fines de semana libres en HT Company, pero siempre aprovechaba para hacer algún trabajo de peluquería a domicilio, y justo aquel día, tenía una boda y tres bautizos. Así que acabé a las ocho de la tarde, reventada, en casa de Carmen, esperando a que Dustin llegase de trabajar, para ponernos al día sobre el caso de mi hermana pequeña.
Jane era mi hermana, y ni siquiera la conocía. En realidad, me marché de casa cuando ella tenía tan sólo tres años de edad. Siempre sospeché que papá no era su verdadero padre biológico, sabía que mi madre le había sido infiel, pero ni siquiera me atreví a decirlo, aquella mujer siempre me dio pánico, no sólo por las terribles palizas a las que me sometía de niña, por lo mucho que me obligaba a mentir a mi entorno sobre los moratones, era por esa mirada suya, aterradora, que me hacía darme cuenta, de que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa, por loca que pareciese para someterme a su antojo.
No quería pensar en el pasado, y menos en aquellos horribles días, así que, saqué el teléfono, y comencé a responder mensajes.
Samy:
Esta noche salimos con los chicos del trabajo. Billy acaba de avisarme, eso es una señal, ¿no crees?
Yo:
Te he dicho miles de veces que no contestes cuando te hable, tienes que hacerte la dura, la interesante, si no ... siempre estarás jodida.
Samy:
Bueno... pero ¿vienes? Di que sí.
Yo:
Tengo reunión con Dustin, ni siquiera sé a la hora que terminaré.
Samy:
Tráetelo. Me cae bien.
Yo:
Es como mi hermano, no voy a salir de fiesta con él, me niego.
Samy:
Al menos vente tú.
Yo:
Estoy despierta desde las seis de la mañana, así que... no prometo nada.
- Amy – me llamó Dustin, a mis espaldas – siento haberte echo esperar, he tenido una reunión de última hora, y no he podido escaparme – asentí, con calma, entrando en la casa tras él – vamos – me hizo una señal para que entrase en su habitación. Me senté en su cama, mientras él sacaba los documentos, algo nervioso, de su maletín – verás esto... - apoyé mis manos en las suyas, intentando calmarle, y le sonreí en cuanto me miró.
- Soy yo, Amy – le dije, sonrió, torpemente – no me tengas miedo – tosió, algo incómodo, apartándose, para luego poner los documentos sobre la cama, sentándose frente a mí, algo confundido.
- Esta es la autorización que debes firmarme y estos son los documentos que tienes que leer – agarré el papel y lo firmé sin tan siquiera mirarlos. Él iba a quejarse, cuando hablé.
- Confío en ti – le calmé – sé que nunca me traicionarías – sonrió, agradecido por esas palabras - ¿lograste adelantar el juicio? – asintió, algo dubitativo – Avísame, quiero estar presente.
- Al firmar este documento, me das poder a mí, y ya no tienes que presenciar eso – me calmó. Sonreí, calmada.
- Quiero estar allí – insistí – Prometo no hablar, sólo quiero mirar a la cara a esa maldita hija de puta, mientras me llevo a su hija – tragué saliva al decir aquello. Él asintió, sin decir nada, sabía que yo no le diría nada más sobre el asunto.
- Amy – llamó mi atención, justo cuando me ponía en pie – tu madre también la golpeaba – añadió. Apreté los puños, molesta – tiene moretones por todo el cuerpo, y miedo a volver a casa con ella.
- Por supuesto no quiere hablar – terminé por él. Asintió, en señal de que era cierto – conmigo estará a salvo, jamás le pondré una mano encima a esa niña – él asintió, y yo sonreí, agradecida – gracias por todo esto, Dustin.
- Ya sabes que siempre puedes contar conmigo – aceptó él. Sonreí, y le abracé, porque me salió así, de dentro.
- Lo sé – le dije, para luego besar su mejilla – eres como un hermano pequeño.
- Amy, ¿ya te vas? – preguntó doña Carmen, al verme aparecer por el salón, junto a él. Asentí – pensé que te quedarías a cenar.
- Ella tiene cosas que hacer, mamá – intervino él por mí. Era un cielo, siempre sacándome de apuros. Sonreí, di un beso cálido a la mujer en la mejilla, y me marché sin más, subiendo luego a la planta de arriba. Pero me detuve antes de haber entrado en casa. Saqué el teléfono y llamé a Billy.
- Amy – me llamó, al reconocer mi número - ¿a qué debo el placer de ...?
- Dile a tú tío que esta noche me paso por el local – contesté, sin más. Él sonrió, divertido.
- Si quieres un pase, vas a tener que darme algo a cambio – sonreí, divertida. Odiaba a ese tío, me parecía un asqueroso, y un baboso, aún no entendía cómo podía tener loquita a Samy.
- Iré luego a la quedada con el grupo – admití, el rio, al otro lado – y bailaré contigo, pero como tengas las manos sueltas... te partiré la cara, ¿lo has entendido?
- Me vale – contestó – aviso a mi tío. ¿Llevarás tus propios guantes?
- No, dile que me prepare los de la última vez – Colgué el teléfono, bajé las escaleras, y corrí hacia el autobús, que justo estaba por irse, me subí y comencé a escribirle a mi amiga.
Yo:
Iré a la fiesta de esta noche, pero tienes que empezar a seguir mis consejos ya. Deja de demostrarle a ese capullo que se te caen las bragas por él. Hay más peces en el mar.
Samy:
Sabes que siempre termino estropeándolo con todos.
Yo:
Empieza por seguir mis consejos, por una vez.
Voy a ir a desquitarme un rato al King Of King, nos vemos luego en tu casa, y me dejas uno de esos vestidos caros que tanto me gustan.
Samy:
Ten cuidado.
- ¿Qué va a ser hoy, Samy? – me dijo Quino, en el mostrador – tiro al plato, el crush, boxeo, jumanji, o tu favorito, el cazador.
- Ya sabes esa respuesta – sonreí, con chulería, y él me dio los pases, entré en la sala, me acerqué a las taquillas, dejé mis pertenencias, y me acerqué a la pantalla. Me coloqué los guantes, las gafas de dimensión virtual, elegí mis armas, mi nombre de jugador, y me preparé para empezar, con una sonrisa pícara en mi rostro. Agarré las armas, una a cada mano, estaba más que lista.
Mi avatar era una lagarta de tres ojos, de tono verdoso, cabello pelirrojo al viento, y vestía muy sexy, pero al mismo tiempo, era letal.
"Laghetha" era mi nombre en el juego.
Me encantaba ese juego, estaba comenzando a ser adictivo, por eso tenía que hacer favores al idiota de Billy para conseguir pases gratis, porque no podía pagarme algo así, jamás.
La batalla comenzó, mi misión era la de siempre, conseguir el aro dorado, y había tres jugadores más, que debía vencer para conseguirlo.
El primero me pareció de risa, era un tipo muy musculoso, afroamericano, con el cabello cortado al cero, a excepción de una cresta rosa, surrealista, y unos dientes que eran incluso más grandes que sus ojos. Me caía falta. "The Boss" era su nombre.
El segundo era un tipo bajito, con el pelo de punta y rubio, ojos saltones, que sabía manejar muy bien los cuchillos. Su apodo era Rush.
El tercero era un Dios. Había creado el aspecto de un dios del olimpo, con grandes pectorales, pelo rubio, con un tupé, que llevaba bien peinado hacia atrás, y una sonrisa que brillaba. Era como mirar hacia un galán de los dibujitos animados de príncipes y princesas. Su apodo era "Te King"
El juego comenzó, y en el segundo nivel ya me había cargado a Rush, avancé, matando enemigos, cargando mi pistola, y descargándola como si fuese toda una profesional.
- Laghetha – me llamó el afroamericano petado. Sonreí, sin ganas, haciendo que mi avatar imitase mis pasos – eres una mujer... no deberías estar en un juego así... no quiero hacerte daño.
- Veremos quién hace daño a quién – porfié, dejé caer las pistolas ya sin balas, y me puse en posición de ataque. Él dejó caer su espada al suelo, y me enseñó los puños. Peleé como una auténtica karateka, y en el último momento, me metí por debajo de él, y le pegué un puñetazo en las pelotas. Este cayó al suelo, con dolor, y el letrero de "Game Over" apareció en su monitor. Mientras yo sonreía, con malicia.
En el décimo nivel, justo cuando iba a coger el aro dorado, The King apareció, blandiendo su espada. Me aparté como pude, agarrando el anillo, intentando defenderme con él, justo iba a terminar la partida, justo iba a ganar, cuando él cortó mi mano, agarrando el anillo después, mientras yo me moría de dolor.
Me quité las gafas, molesta, tirándolas al suelo, para luego salir de la cabina, sin tan siquiera ponerme la ropa.
- Quino – llamé hacia el chico del mostrador, a gritos, haciendo que varios curiosos mirasen hacia mí – vuelve a meterme al juego, necesito una vida más – insistí – le cortaré el pelo a tu madre, gratis – prometí. Él asintió, y me hizo señales con la mano para que volviese dentro.
Volví a conectarme en la partida, haciendo que "The King" se quedase sorprendido.
- ¿Qué? – pregunté, con chulería, acercándome a él - ¿pensaste que habías ganado? – sonrió, divertido, mientras yo agarraba el aro, y tiraba de él, pero él no estaba dispuesto a soltarlo – si me das el aro te compensaré.
- ¿Qué tanto quieres ganar? – quiso saber él, tirando del aro, con la suficiente fuerza, hasta hacer que cayese sobre él. Me reí.
- No tanto – me quejé, echándome hacia atrás, sacudiéndome los hombros, observando como mi mano se regeneraba, esa que él había cortado previamente.
- Déjame verte fuera del juego y te dejo ganar – sonreí, divertida – sólo quiero ver tu aspecto fuera.
- Vale – agarré el aro, y le di a finalizar partida. Sonreí, divertida, para luego guardarme el aro entre los trofeos, y apagar la sesión.
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