Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

20 | Un beso bajo la lluvia.


Estaba en la puerta de su casa, después de haber pasado el mejor día de mi vida, junto al hombre más maravilloso que había conocido jamás.

- Me lo he pasado bien – aseguré, mientras él tiraba de mí, para que me sentase en los escalones de la entrada, junto a él – ha sido la mejor cita de mi vida – añadí, mientras él seguía mirando hacia mis labios, acercando su rostro al mío, hasta que nuestros hombros chocaron.

- No tiene por qué acabar si no quieres – añadió – podríamos ir a cenar, y luego a bailar, y si quieres quedarte a ... - me mordí los labios, porque me apetecía mucho más con él, pero no podía, tenía que volver a casa.

- Tengo que volver a casa – le corté, antes de que hubiese dicho nada más – Jane debe estar esperándome.

- Os invitaré a cenar a ambas – aseguró.

- Y luego tengo que ir a esa fiesta de la espuma que te dije – añadí, mientras él apoyaba su frente sobre la mía – y ...

- Llámame cuando termines – pidió – y voy a recogerte – le besé, antes de que hubiese dicho nada más – al menos deja que te lleve a ... - dejó de hablar, tan pronto como un trueno resonó en aquella tarde, y la lluvia comenzó a caer sobre el césped. Ambos sonreímos - ... casa.

- Sí, llévame a casa – pedí.

Ambos caminamos hacia su garaje, y allí estaba su auto rojo, con la capota puesta. Se veía claro que alguien lo había puesto allí, y no éramos nosotros. Pues recordaba que él lo dejó aparcado en el parking del puerto, antes de que nos fuésemos en su yate.

Me subí en él, y puso rumbo hacia casa. Deteniéndose más tarde frente a ella. Salió del auto, sacando el paraguas del maletero, para luego abrirme la puerta, e invitarme a salir.

- Gracias por este día mágico, Jonathan – agradecí, junto a las escaleras que daban a la planta de arriba, a mi apartamento – me has hecho sentir como la princesa de un cuento – bromeé. Él sonrió, dándome un cálido beso en la mejilla, para luego susurrar algo en mi oído.

- Estaré esperando tu llamada – sonreí, para luego responder al beso, esta vez en su mejilla, marchándome escaleras arriba, justo después de eso. Abriendo la puerta, encontrando a mi hermana allí, sobre el sofá, viendo la tele.

- ¿Ya estás aquí? – preguntó, asentí, entré en la habitación, dejé el bolso y la chaqueta sobre la cama, y volví a salir.

- ¿Cenamos? – le dije, con una gran sonrisa. Levantó la vista de la tele, la apagó y luego se elevó, caminando hacia mí.

- ¿Qué propones para la cena? – preguntó.

- Algo ligero... ¿te apetece un salteado de verduras? – pregunté, sonrió, asintió, y se marchó a la cocina, abrió el frigorífico y sacó las verduras, ayudándome a preparar la cena.

Recogía la cocina, después de una cena magistral, con mi hermana hablando por teléfono con un amigo.

- No, ya te he dicho que no Isaac – se quejaba – no, y no porque mi hermana no me deje, es porque yo no quiero – colgó el teléfono y luego se acercó a mí, por detrás - ¿a qué edad perdiste la virginidad? – su pregunta me cogió desprevenida, dejé de prestar atención a los vasos que secaba, los dejé sobre la encimera, y me di la vuelta – veras... hay un chico que me gusta, en realidad estamos saliendo, pero ... él quiere dar el siguiente paso, pero no sé si estoy preparada.

- La perdí a los dieciséis – aseguré – me pasó como a ti. Estaba con un chico, mi primer novio, el único chico en el que confié después de lo de mamá – añadí.

- ¿Qué pasó? – quiso saber.

- Me obligó a hacerlo – contesté, dándome la vuelta, volviendo a fijarme en los vasos. Odiaba hablar sobre esa parte de mi vida – no estaba preparada aún, pero él... - mi voz se quebró, y yo sentí su abrazo por detrás – no dejes que a ti te pase lo mismo, si no quieres hacerlo... párale los pies.

- ¿Vas a salir ahora con Samy? – preguntó, cambiando de tema, mientras yo me limpiaba un par de lágrimas que acababan de escaparse por mis mejillas.

- Sí, sólo voy a estar un rato, y luego...

- No te preocupes por mí – me calmó – estaré bien, y si necesito algo llamaré a la señora Carmen – asentí, calmada, dándome la vuelta, dedicándole una gran sonrisa.

- Si necesitas algo, quiero que me llames a mí. Tendré el móvil cerca en todo momento – asintió, y me besó en la mejilla.

- Gracias por todo lo que haces por mí, hermana – dijo, abrazándome, mientras mi corazón se reblandecía al escucharla llamarme de esa forma – por tus consejos, por salvarme de mamá, y por seguir aquí.

- Siempre estaré aquí – prometí, besando su cabeza, limpiando mis lágrimas, para luego apartarla, despacio, y marcharme a la habitación, a arreglarme.

***

Estaba en la puerta de aquel antro, esperando a Samy, cuando vi a Billy con los mongolos de sus amigos. Pensé que se haría el idiota y no me saludaría, pero lo hizo. Yo iba de escándalo, con un traje naranja, con un escotazo. El mismo que mi mejor amiga me regaló por mi cumpleaños, no tenía otro, para qué os voy a engañar, al menos no tan sensual.

- Amy – me saludó – no esperaba encontrarte aquí. Espero que hoy si me pagues el baile que me debes – sonreí, divertida.

- Búscame luego – le dije – un trato es un trato – sonrió, con malicia, para luego marcharse al interior, junto a la panda de tarados que tenía por amigos.

Samy llegó tan sólo un par de minutos después, pero no fue eso lo que hizo que me faltase el aliento, si no la persona que la traía en coche. No era otro que Jared.

- Hola, Amy – me saludó, como si tuviese derecho a hacerlo – estás muy guapa.

- Lo sé – solté, sacando esa careta que me defendía de los cabrones – es una lástima que tú vayas a perdértelo – sonrió, divertido, al darse cuenta de que aún estaba dolida. Mi amiga se acercó a mí - ¿por qué lo has traído? – me quejé, ella se encogió de hombros, mientras él cerraba el auto y salía de él, siguiéndonos. Me agarró de la mano antes de que hubiese entrado en el local.

- Hablemos – pidió.

- Tú y yo no tenemos nada de lo que hablar – contesté, sin más, soltándome, introduciéndome en la sala, tras mi mejor amiga, tirando de ella hacia la barra para pedir una copa, mientras el idiota de Jared nos seguía.

- ¿Nunca has cometido un error, Amy? – me dijo, detrás de mí, en la oreja, agarrándome de la cintura. Me di la vuelta y le crucé la cara, mientras Samy se marchaba, dejándonos a solas – La cagué ¿vale? Pero no soy tan malo como piensas.

- Me hiciste creer que lo dejábamos por mi culpa – me quejé, mientras él negaba, con la cabeza – dijiste cosas horribles aquella noche, Jared.

- Estaba borracho – se excusó – y dolido porque ibas a aceptar ese trabajo en vez de seguir en el grupo.

- Yo no era parte del grupo, sólo os estaba haciendo un favor – me quejé – sólo accedí, porque María iba a volver después de tener al niño – insistí – pero sólo era algo temporal, y tú lo sabías.

- Ya... - no sabía que decir, porque sabía que tenía razón en todo – mi hermana dice que te va bien.

- No tienes derecho a preguntar cómo estoy – me quejé – han pasado 3 meses...

- Un pajarito me ha dicho que estás quedando con un tío... - iba a matar a Samy.

- Te he dicho que eso no...

- Me importa – me corrigió, agarrándome de la cintura para atraerme hasta él – porque eres mi chica.

- Nosotros cortamos hace tres meses, Jared – le contesté, mientras él negaba con la cabeza – y no cortamos por mi culpa, lo hicimos porque te tiraste a Jess.

- No – me cortó – cortamos porque te hice creer que me tiré a Jess – le miré, sin comprender – lo hice para que dejases el grupo y aceptases el trabajo, porque la enana me hizo darme cuenta de que era lo mejor para ti – lo que acababa de decir no tenía ningún sentido.

- No te creo – le dije.

- ¿Por qué? – quiso saber – porque en esta ocasión soy yo el que ha mentido ¿no? Estabas acostumbrada a ser siempre tú la única mentirosa de los dos.

- Os vi, maldita sea.

- Sólo viste lo que yo quise que vieras – añadió.

- De cualquier forma... terminó – insistí – han pasado 3 meses. Y en todo ese tiempo he tenido paz. Así que... sea el motivo por el que terminó, sea mentira o no... no quiero que volvamos a eso.

- Porque ¿estás empezando algo con alguien?

- Sí – mentí, aunque ni siquiera sabía si era mentira o no – también es por eso.

- Acabas de conocerle – me cortó, dolido – y ya te has acostado con él – tragué saliva. Iba a matar a mi amiga, eso lo sabéis ¿no? – sólo estás mintiendo con todo esto para vengarte de mí, ¿Verdad?

- No – insistí – me he acostado con él porque me apetecía, no tiene nada que ver contigo – añadí, mientras mis malas ideas comenzaban a aparecer – me alegré tanto al descubrir que él era mucho mejor que tú en la cama, incluso la tiene más grande –eso hirió su orgullo, y sabía que, de un momento a otro, empezaría a hablar pestes de mí, sólo era cuestión de tiempo.

- Todo lo que me contaste sobre el tipo que te violó era mentira, ¿no? – soltó, sin más, sin filtro alguno – sólo eres una zorra egoísta manipuladora y mentirosa, capaz de decir cualquier cosa por conseguir tus fines.

- Pero eso ya lo sabes ¿no? – contesté, sin parecer ni un poco afectada – lo que sería capaz de hacer para conseguir lo que quiero – asintió, dolido, cambiando de parecer tan pronto como sintió mi mirada de júbilo en su rostro.

- Lo sé – admitió – que estarías dispuesta a hacer cualquier cosa – añadió – pero ... - agarró mi cuello con la mano, acercando su rostro al mío, hablándome tan cerca, que era aterrador - ... ¿tienes idea tú de lo que yo haría para conseguir lo que quiero? – metió la mano entre mis piernas, mientras yo intentaba apartarle.

- No – supliqué, pero era en vano, él era más fuerte que yo. Se detuvo entonces, mirando hacia mis labios, para luego aferrarse a ellos, mientras yo luchaba por respirar, por volver a la cordura, mientras él metía sus dedos por debajo de mis bragas, haciéndome estremecer.

- Quédate quieta – pidió, separándose entonces de mí, lamiendo los dedos que previamente habían estado dentro de mí – sólo quiero... probarte.

- Eres un asqueroso – me quejé.

- Pero eso es lo que más te gusta de mí – aseguró. Le crucé la cara en ese justo instante, para luego marcharme, sin más, dejándole allí tirado.

Saqué el teléfono, con manos temblorosas, y marqué el número de la única persona que podía ayudarme, la única que podía arreglarlo todo, pero al mismo tiempo, estropearlo.

- No esperaba tu llamada tan pronto – dijo al otro lado, escuchando mis sollozos al otro lado - ¿qué pasa?

- ¿Puedes venir por mí? – pregunté, aterrada, observando como Jared aparecía en mi campo de visión – date prisa.

- Aún no he terminado de hablar – resonó en mitad de la calle, aún tenía el móvil sobre la oreja - ¿me estás escuchando? ¿eh, zorra? – me agarró del cuello, estampándome contra la pared, haciendo que dejase caer mi teléfono al suelo, y yo luchase con todas mis fuerzas para soltarme de él – eso que dijiste la última vez, sobre que te violaron... - insistió – acabó de entender la razón por la que ese tío lo hizo – le escupí a la cara, llevándome una buena bofetada en todo el rostro. Me rompí en ese justo instante, mi mente se inundó de recuerdos, y vi aquella zorra loca golpeándome, en el salón de mi casa, asegurándome lo terriblemente mala que era.

"Cuando seas mayor – aseguraba, agarrándome del cuello, mientras mis lágrimas caían – los chicos harán fila para follarte – volvió a pegarme, esta vez con el puño cerrado, dándome de lleno en el labio, haciéndome un feo corte – sólo por tus pechos, tu figura y tu rostro, pero ninguno de ellos querrá otra cosa de ti, ¿me oyes?"

- Basta – supliqué, en aquel momento no estaba viendo a Jared, era a mi madre al que le decía aquello – por favor.

- ¿Crees que esas lágrimas de cocodrilo van a salvarte esta vez? – preguntó, aunque no era su voz la que yo escuchaba, si no la de mi madre.

"Esas lágrimas sólo harán que te golpee más fuerte – aseguró, volviendo a golpearme – yo no soy como tu padre, a mí no puedes engañarme con esa cara de mosca muerta. Voy a quitarte de la cabeza cualquier pensamiento que tengas sobre relacionarte con chicos, ¿me has entendido?"

- Ese tipo con el que te acuestas ahora... ni siquiera lo sabe ¿no? La clase de zorra maldita que eres – apretó su agarre, haciendo que me costase respirar – les mientes, juegas y luego los echas a un lado.

- Lo nuestro no terminó por mí – insistí, logrando echarle hacia atrás – fuiste tú quien mentiste, jugaste y luego me echaste a un lado.

- Ya te he contado por qué lo hice, y tú...

- Me da igual, yo no quiero volver con un cabrón como tú – sonrió, con malicia, intentando mostrarme que no le había molestado, en lo absoluto.

- No decías lo mismo cuando te follaba cada noche – se quejó – cuando te tocaba... - metió la mano entre mis piernas, subiéndome el vestido, mientras yo le golpeaba, intentando alejarme - ...aquí – acarició mi sexo por encima de las bragas, mientras yo volvía a golpearle, haciéndole daño – quédate quieta, joder – pidió, para luego besarme, sin darme tregua, metiendo un par de dedos en mi interior, mientras yo luchaba con todas mis fuerzas por apartarle – eres mía, Amy, ¿lo entiendes? – mi teléfono comenzó a sonar, en el suelo, mientras yo luchaba con su lengua, para intentar separarle, pero él no me daba tregua.

Le crucé la cara en cuanto conseguí soltarme, apartándole, pegándole un puñetazo en toda la cara, mientras él reía, con malicia, mancándose los dientes con su propia sangre.

- Se acabó – mi cuerpo temblaba, mis lágrimas no podían dejar de salir, y yo sólo pensaba en todas las veces que mi madre me golpeó – no volverás a ponerme una mano encima, nunca – le aseguré, haciendo que él volviese a la realidad, dándose cuenta de lo que había logrado. Pude verlo, lo arrepentido que estaba – cualquier mínima posibilidad que había para que estuviésemos juntos, te las cargado, Jared – recalqué. Negó, con la cabeza, arrepentido, aterrado de que fuese cierto – No quiero volver a verte, me das asco – recogí el teléfono del suelo, viendo la llamada perdida de Samy, caminando calle abajo, mientras mis lágrimas seguían empañándolo todo a su paso.

"Nadie te querrá nunca, Amelia – aseguraba mi madre, una de las últimas noches - ¿por qué crees que ese niño te ha follado a la fuerza? – preguntó, mientras mis lágrimas seguían saliendo – no eres digna de recibir amor, ni siquiera tu padre te ha querido nunca.

Eso no es verdad – contesté, ganándome la primera bofetada – mi padre... él ...

¿Te quiere? – preguntó, divertida – Entonces... si te quiere tanto... ¿por qué se marcha y no se queda a salvarte?

Es porque tiene que trabajar para alimentarnos – contesté, ganándome una segunda bofetada, y una tercera.

Eso es lo que tú te crees, pero la verdadera razón es más oscura de lo que puedes llegar a comprender"

Mi teléfono comenzó a sonar, nuevamente, lo descolgué sin pensar, y lo llevé a mi oreja.

- ¿Dónde estás? – era Samy – Mi hermano no quiere decirme lo que ha pasado entre vosotros y yo ...

- Se acabó, nuestra amistad – ella comprendió lo que quería decir enseguida – le has contado las cosas que te dije, confiaba en ti y tú...

- Amy... no es lo que ...

- Mi madre siempre tuvo razón sobre ti – le dije, haciendo que ella comprendiese que aquello era malo. Los recuerdos habían vuelto, y yo creería toda aquella mierda que me hacía daño – me traicionarías al final.

- Amy, no... - le colgué el teléfono, y bloqué su número, antes de que hubiese dicho nada más.

Ella tenía razón, a pesar de lo que siempre pensé, que quería hacerme daño, destruirme, siempre me dijo verdades como puños, yo solo fui la única que no quise hacerle caso.

Marqué el número de Dustin, sabiendo lo que aquello significaba, no iba a volver a casa.

- ¿sabes la hora que es? – se quejaba el otro, al otro lado del teléfono.

- Necesito irme unos días – le dije – cuida de Jane por mí.

- ¿A dónde vas? – colgué el teléfono, sin tan siquiera responder, bloqueando luego su teléfono.

- Amy – llamó una voz, frente a mí, haciendo que levantase la vista para observarle. Era él - ¿qué...? – limpié mis lágrimas con rapidez, aunque sabía que ya era demasiado tarde.

- Dejemos esto – pedí – las citas – me miró, sin comprender – yo no soy buena para ti – él negó, sin entender la situación – todas esas cosas que hoy hiciste por mí... me hiciste creer que era posible, que podía tener esperanza... - mis lágrimas volvieron a caer – no puedo tener esperanza, Jonathan.

- Siempre hay esperanza – aseguró.

- No para mí – le detuve – yo siempre he sabido que no era digna de recibir amor.

- ¿por qué dices eso? – acortó las distancias entre ambos, y yo me eché un poco hacia atrás, aterrada de que me convenciese de lo contrario – Amy...

- Yo no soy una princesa de cuento – concluí – adiós, Jonathan – todo debía terminar ahí, pero él me agarró de la mano, antes de que me hubiese marchado, estropeando mi final perfecto.

- Me has llamado hace un momento – se refugió en eso – querías que viniese a rescatarte, justo como hacen los príncipes azules – sonreí, durante un momento, perdiendo la sonrisa entonces – y eso es justo lo que voy a hacer – tiró de mi mano, abrazándome después, aferrándome a su cuerpo – te salvaré de ti misma, del miedo, de cualquier cosa que necesites. Seré como tu ángel guardián.

- Ya soy mayor para esas cosas – me quejé, sin apartarme ni un poco, estaba bien en sus brazos, me sentía a salvo, como jamás me había sentido en toda mi vida, ni siquiera con Jared – nunca tuve uno.

- Mereces recibir amor – me dijo, rozando su nariz sobre mi oreja – y voy a demostrártelo – sonreí, sintiendo sus labios en mi mejilla.

- No sabes nada sobre mí – me quejé.

- Estaré dispuesto a escucharte cuando te sientas preparada para hablarme sobre ti – volví a sonreír, aferrándome a su abrazo un poco más – y ahora te llevo a casa – me agarró de la cintura y me condujo hacia el auto.

Nos montamos en él, justo cuando empezó a llover, y mi corazón se calmó, al mirar hacia él, varias veces, incluso me olvidé de mamá, tan sólo quería estar con él.

Desbloqué a Dustin y le envié un mensaje.

Yo:

Olvida lo que dije antes, me puse dramática. No iré a ninguna parte sin Jane.

Dustin:

¿Qué ha sucedido?

Yo:

Todo está bien ahora.

En tan sólo unos minutos el auto se detuvo frente a mi edificio. Él abrió su puerta, sacó el paraguas y luego fue a abrirme a mí.

- No vuelvas a decir eso nunca – me dijo, altamente molesto, frente a mí, agarrándome del brazo, aún sin avanzar hacia mi casa – que no eres merecedora de recibir amor – le observé, sorprendida – hasta las peores personas reciben amor. Mira a mi ex mujer, después de todo el daño que me hizo, un asesino que va a la cárcel también lo recibe, una niña que tiene cáncer también, entonces... ¿por qué tú...?

- Alguien me dijo una vez esas palabras – contesté.

- Esa persona no te quería en lo absoluto – aseguró – era un idiota que no sabía amar y ...

- Fue mi madre – añadí, sorprendiéndole altamente, tanto que se quedó sin palabras – mi madre...

- Una madre no es la persona que te engendra – me cortó, antes de que hubiese dicho nada más – es la persona que se comporta como tal – entendí su punto de vista - ¿ella... alguna vez se comportó...? – negué con la cabeza, despacio, haciendo que descubriese mucho más de mí misma, de lo que nadie jamás hubiese descubierto – Entonces esa mujer no es tu madre – sonreí, agradecida, para luego mirar a nuestro alrededor, seguía lloviendo, y ese olor a tierra mojada inundó mis fosas nasales.

- Me encanta cuando llueve – cambié de tema, de forma radical, sin tan siquiera darme cuenta – el olor a tierra mojada y pasear bajo ella, aunque me moje.

Dejó caer el paraguas, haciendo que ambos nos mojásemos, sonreí, como una idiota, mientras él cogía mis manos, aferrándose a mí.

- A mí también – aseguró, para luego besarme, apasionadamente, rompiendo a reír justo después, ambos lo hicimos, besándonos. Soltó mis manos, así que tuve la oportunidad de aferrarme a su cuello, abrazándole, mientras él lo hacía en mi cintura, incapaz de dejarme ir.

- ¿Quieres subir? – pregunté, cuando un trueno resonó en aquella oscura calle.

- ¿No sería inapropiado? – quiso saber – Jane estará arriba y ...

- Sube – pedí, él sonrió, levantó la mano para cerrar el auto con la llave, y luego me siguió hasta arriba, mientras yo entrelazaba nuestras manos.

Jane ya estaba dormida en nuestra habitación, así que cerré la puerta, para evitar que pudiese escucharnos, y luego caminé hacia él, hasta la bañera.

- Deberíamos... - ni siquiera terminé la frase, cuando él comenzó a besarme, bajándome la cremallera del vestido al mismo tiempo. Me eché un poco hacia atrás, ya en ropa interior, para luego quitarle la camisa, ante su atenta mirada. Sonrió, quitándose él los pantalones, los zapatos, los calcetines, sujetando entonces el borde de sus calzoncillos.

Volvimos a besarnos, apasionadamente, durante un buen rato, con las respiraciones agitadas, desnudándonos el uno al otro, hasta que estuvimos completamente desnudos.

Entré en la ducha, abrí el grifo, y dejé que me empapase, dándole la espalda. Entró detrás de mí, cazando con sus dientes el lóbulo de mi oreja.

Me dio la vuelta, y volvimos a besarnos, aún sin querer ser consciente de aquello que estaba ocurriendo entre nosotros. El agua caía sobre ambos, mientras yo chupaba esta de su piel húmeda. Sus labios, su mejilla, su cuello, su hombro, acariciándolo, mientras mis labios pasaban justo después, su pecho desnudo, y me detuve ahí, no quería hacerlo raro, incómodo, no con mi hermana durmiendo en la habitación de al lado.

Me agarró del cuello, volviendo a traerme hasta él, besándome apasionadamente, apoyando sus manos en mis nalgas, apretándome contra su erección, haciéndome estremecer.

Mordió mi mejilla, mi cuello, mi hombro, y no se detuvo aquí, siguió dejando un camino de besos, me dio la vuelta, y siguió besando mi espalda, volviendo a subir hacia arriba, deteniéndose en mi cuello, mordiéndolo después.

Me di la vuelta, colgándome de su cuello, volviendo a besarle, apasionadamente. Sus labios me llevaban al borde de la cordura, tan sólo quería seguir haciendo aquello que me encantaba, sin pensar en las consecuencias.

Volví a bajar las manos, apoyándolas en su pecho, recorriéndolo, mientras él apoyaba sus labios en mi mejilla, acariciando después mi oreja con ellos. Dejé caer mis labios en su cuello, y me quedé allí, haciendo la presión justa.

El agua comenzó a volverse fría, por lo que él tuvo que cerrar el grifo, sin dejar de besarme, aferrándose a mi cintura, uniendo sus labios a los míos, de forma pausada, pero apasionada. Me encantaban sus besos, suaves, lentos, e intensos.

Un leve escalofrío me recorrió entera. Hacía frío, era normal. Lo que lo llevó a abrazarme en sus brazos, apoyando su tableta de chocolate en mi pecho desnudo.

Su teléfono comenzó a sonar, con insistencia, en el suelo del baño, dentro de sus pantalones, pero ninguno de los dos le hizo caso, siguió haciendo aquello, entre besos desesperados, escuchando el ruido que estos hacían, y las respiraciones aceleradas del otro, la forma desesperada del otro por intentar recuperar el aliento, y lo poco que queríamos parar.

Ese maldito aparato no estaba dispuesto a parar, y él terminó separándose, dejándome con ganas de más.

- Mierda – se quejó, se agachó, recogió su pantalón, sacó el móvil, y lo descolgó - ¿Qué? – lucía malhumorado – Sí, estuve allí, sólo fue una comida de trabajo – añadía – No, no tuve tiempo de pasarme por casa, no seas pesada, mamá. Tengo que colgar, estoy ocupado ahora.

Me tapé con la toalla, y abandoné el baño, para dejarle un poco de intimidad. Me coloqué el pijama que había recogido el día anterior del tendedero.

- ¿Dónde pongo esto? – preguntó, enseñándome sus ropas húmedas, echas una bola. Abrí el tendedero portátil, y le indiqué que las pusiese en él. Puse la estufa justo debajo, y luego encendí la calefacción – me quedo hasta que se sequen y luego... - se sentó junto a mí, en el sofá.

- Puedes quedarte a dormir – sugerí, mirando hacia sus labios, mientras él hacía justo lo mismo, acercándose a mí, hasta que nuestros hombros chocaron – en el sofá, si quieres.

- Me iré en un rato – aseguró – si me quedo terminaré follándote duro, y despertaremos a tu hermana – sonreí, mirando hacia sus ojos – no sería apropiado, Amy.

- Quedaremos mañana – dije, mordiéndome el labio, más que con ganas de que se metiese entre mis piernas – para follar, en tu casa – sonrió, con malicia, acercando su boca a la mía, cazándome, haciéndome reír, en su boca.

- Sal conmigo en serio – pidió, abrí mucho los ojos, y me eché hacia atrás.

- Sólo hemos tenido dos citas – me quejé.

- Podemos tener más, si quieres, pero ...

- Entonces saldremos en serio después de esas citas – sonrió, divertido, fijándose en mí.

- ¿Cuántas citas tendremos antes de que esto se vuelva serio?

- Mmm – pensé en ello un momento – al menos 20 – rompió a reír, deteniéndose en cuanto se percató de que podía despertar a Jane.

- 20 son muchas – se quejó.

- ¿Diez? – pregunté.

- Después de diez citas serás mi novia – pidió, tragué saliva, aterrada, pues ni siquiera Jared había sido mi ex novio, nunca le había llamado con ese apelativo, tan sólo estábamos juntos y ya - ¿Cuánto tiempo tardará en secarse esa ropa?

- Toda la noche – bromeé, mientras él se acercaba a mí, cazando mis labios entre los suyos, aferrándose a ellos, sin darme tregua.

- Hablemos – pidió, en cuanto se dio cuenta de que si seguíamos terminaríamos haciendo más, en aquel sofá. Asentí, despacio - ¿qué ha pasado esta noche? – le miré sin comprender – sé que algo ha sucedido, me has llamado demasiado rápido y ...

- Jared – contesté – me encontré con él.

- ¿Tu ex novio? – asentí, despacio - ¿qué pasó?

- Discutimos – contesté, no quería contarle nada más, y él pudo notarlo, pues entrelazó sus dedos alrededor de los míos, aferrándose a mi mano.

- ¿Aún le quieres? – preguntó.

- Era una relación tóxica – contesté – estar con él no es bueno para mí – insistí – ni siquiera, aunque le quiera.

- Haré que te olvides de él – prometió, acercando sus labios a los míos, deteniéndose cerca – y que te enamores de mí – rompí a reír, porfiándole a tope.

- Te lo tienes muy creído, ¿no? – quise saber.

- Mucho – aseguró, abalanzándose sobre mis labios, haciéndome estremecer.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro