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17 | La llegada de Jane.


Aquel lunes era diferente a cualquier otro, no me sentía yo misma en lo absoluto, no podía dejar de pensar en él, en lo que hicimos el día anterior en su casa, en las promesas que nos hicimos, y en lo irreal que parecía todo.

Fui a trabajar, como de costumbre, la centralita estaba hasta arriba, pues la aplicación dio un fallo a última hora del día anterior, y había miles de clientes molestos. Por lo que él se la pasó en su despacho, atendiendo llamadas, mientras trabajaba en el algoritmo que corrigiese dicho error.

- ¿Cómo que te acostaste con él? – preguntó Samy, poniendo el grito en el cielo, tan pronto como le conté lo sucedido el día anterior, en su casa. En nuestra parada de 20 minutos

- Sólo... surgió – me quejé, ella negó con la cabeza, sin dar crédito aún.

- Con mi hermano surgió miles de veces, pero siempre le parabas los pies – aseguró, y tenía razón. Con Jared las cosas fueron mucho más lentas, y la razón era obvia, no terminaba de confiar en él, del todo – si incluso te medio obligó a hacerlo, después de uno de sus conciertos.

- Podemos no hablar de Jared, por favor – pedí. Ella asintió, tapándose la boca, arrepentida de haberlo mencionado – He vuelto a quedar con él, para una cita, el sábado.

- ¿El sábado? Pero el sábado es la fiesta de la espuma en la sala Ego, me prometiste que vendrías – lo había olvidado, completamente.

Escribí un mensaje justo después de eso.

Yo:

Sé que estarás liadísimo hoy, pero ... tenemos que hablar.

Jonathan:

En la azotea, ahora.

- Voy al baño – le dije hacia mi amiga, esta asintió, y se sentó en una de las sillas, dando otro sorbo a su café.

Dejé la sala de descanso atrás, torcí a la izquierda, y seguí recto, hacia los ascensores, dejando a un lado el baño. Pulsé la última planta.

Se suponía que nadie podía estar allí arriba, pero allí estaba yo, atravesando el pasillo, hasta empujar la puerta que daba a la azotea, subiendo un par de escalones más, saliendo al exterior, observándole allí, fumándose un cigarro.

- No sabía que tenías este vicio – le dije, haciendo que se diese la vuelta, apagando el cigarro en el muro, dejándole caer al suelo después.

- Lo dejé hace años – aseguró – pero cuando estoy muy estresado... - metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, sacando las llaves de su casa – toma – le miré, sin comprender – hoy voy a quedarme todo el día en la oficina, intentando arreglar esta mierda – insistía. Agarré las llaves, y entonces sonreí.

- ¿le dejas las llaves de tu casa a una desconocida? – pregunté, divertida, él sonrió, antes de contestar. – podría...

- No eres una desconocida, eres la chica que me gusta, de hecho... eres la chica a la que estoy conociendo – sonreí, divertida.

- Así que... te gusto ¿eh? – rompió a reír, apoyándose en el muro de piedra, para luego reparar en mí.

- Me encantas – aseguró, besándome, apasionadamente - ¿de qué querías hablar? – sonreí.

- Había olvidado que el sábado por la noche tengo una cita con Samy – le dije – es la fiesta de la espuma en la sala Ego y ...

- Te traeré a tiempo para esa fiesta de la espuma – prometió, le miré, divertida – no voy a decirte a donde vamos, quiero dejarte tan sorprendida como me dejaste tú el otro día, en nuestra primera cita – rompí a reír, sintiendo después sus besos sobre mis labios, de nuevo.

***

Dustin, Jane y los servicios sociales llegaron las seis, justo cuando recogía la casa, guardando todas las fotos que encontré de él en la parte de abajo. Se suponía que era mi casa, no la suya.

Se quedaron sorprendidas con lo perfecta que era "mi casa" y me dejaron en paz. Jane me miraba recelosa, sin fiarse demasiado, era perfectamente normal, había vivido toda la vida con la zorra loca de mi madre.

- Ella no volverá a hacernos daño – aseguré, sobre su oído, separándome después de nuestro abrazo, haciendo que ella me mirase, sorprendida.

- ¿También te pegaba? – se atrevió a preguntar. Asentí, despacio, dándole un cálido beso en la mejilla, para luego tirar de ella hacia la piscina.

- ¿Te apetece un baño antes de irnos a nuestra verdadera casa? – pregunté, mientras Dustin, volvía a entrar en la casa.

- Pensé que era aquí dónde... - su voz se quebró al ver a Dustin.

- ¿De quién es esta casa? – preguntó, el pesado de mi amigo. Sonreí, sin la más mínima idea de contestar – Amy – insistió.

- De un amigo – dije sin más, volviendo a dirigirme hacia Jane – esto sólo era una mentira para que te dejasen quedarte conmigo – añadí – pero no es aquí donde viviremos.

- ¿El mismo tipo con el que estuviste ayer? – ni siquiera contesté ante aquello.

- ¿Nos vamos? – Jane agarró mi mano, sacándole la lengua a Dustin, que nos seguía, con desgana, hasta que salimos al exterior.

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