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16 | Confiando.

Tomábamos un par de polos de nata, en la terraza, justo debajo de la piscina, sentados, el uno junto al otro, en el banco de madera que había junto a la pared, hablando sobre nosotros. Era raro, porque yo no solía abrirme con la gente de esa manera...

- ... tampoco es como si lo hiciese siempre – añadí, él sonrió, le encantaba escucharme hablar – pero Samantha opina que debería dejar de hacerlo, que me vuelvo una persona manipuladora y ... No es algo que pueda evitar – dije, en mi defensa – después de decir la primera mentira...

- ¿Cuál fue la primera mentira que dijiste? – quiso saber. Tragué saliva, aterrada, porque no quería hablar sobre ello – A veces... hablar sobre ello ayuda, quizás si sabes qué fue el detonante, puedas detenerlo.

- Mi madre – contesté. Me miró, sin comprender – el detonante fue mi madre – se quedó esperando a que dijese algo más – cuando tenía 6 años, ahí dije mi primera mentira.

- Es un tema bastante personal – se percató – así que, si no quieres hablar de ello, lo entenderé – sonreí, agradecida.

- ¿y qué me cuentas de ti? – levantó una ceja - ¿cuándo empezaste a ser un detector de mentiras? – rompió a reír, mientras yo volvía a meterme el polo en la boca, saboreándolo un poco.

- Me volví todo un profesional después de lo que pasó con mi esposa – añadió – cada gesto, cada mirada, cada palabra... lo estudio todo – asentí.

- Te engañó con otro – declaré, observando como él asentía – te pidió el divorcio y luego se casó con él, ¿no?

- ¿Qué quieres saber? – preguntó, tragué saliva, sin saber qué decir - ¿quieres saber lo que hice al enterarme de que se casaba?

- Si es un tema personal no...

- ¿o prefieres la parte ...?

- Si piensas que hablar de ello te hará sentir mejor... soy todo oídos – le dije – pero... si va a ser difícil para ti... podemos cambiar de tema.

- Soy una persona que no está acostumbrada a rendirse – contestó – tirar la toalla no está en mi vocabulario.

- Fuiste a buscarla – adiviné. Él asintió.

- Fui a buscarla a Cádiz, donde vivía con el que ahora es su actual marido – contestó – y ... bueno... hablamos, hasta que apareció ese tipo, y me dijo que si no me marchaba la cosa acabaría mal – añadió – por supuesto no obedecí, y acabé con un tiro en el pecho – tragué saliva al escuchar aquello. Aterrada, incluso me llevé la mano a la boca, sorprendida – Uno aprende, por estas cosas, que a veces hay que rendirse, aunque parezca imposible hacerlo.

- Yo soy más de rendirme antes de haber empezado – le dije, intentando hacerle sentir mejor, sonrió, entrelazando nuestras manos – no me es fácil confiar en las personas.

- ¿Te traicionaron en el pasado? – quiso saber. Asentí, estaba siendo más sincera con él que con nadie en toda mi vida. él podía lograr eso – Entonces es por eso, después de ser traicionado cuesta volver a confiar.

- Samantha y Dustin, son las únicas personas en las que confío – añadí, asintió, en señal de que lo entendía – Samy siempre estuvo ahí, desde que tengo uso de razón. Dustin apareció después, cuando tenía dieciocho, pero siempre ha estado ahí, como un buen amigo.

- Ahora también me tienes a mí – me dijo. Sonreí, rompiendo a reír justo después – oye, he pensado, que, si te apetece, podríamos ir a dar un paseo en barco, más tarde.

- Hoy no puedo – le dije – tengo que ir a casa a dejarla presentable para ... - me detuve entonces, mientras él me miraba extrañado, y yo sonreía, maliciosa, pues una de mis ideas había cruzado mi mente - ¿puedes hacerme un favor? – asintió, sin tan siquiera preguntar – verás... mañana me traerán a mi hermana, para que venga a vivir conmigo – se sorprendió, no esperaba que tuviese una hermana – y mi casa es... bueno... demasiado pequeña... el caso es que... había pensado... que quizás.... Podría hacerles creer que vivo aquí y ... así dar buena impresión.

- Cuéntame más – pidió. Le miré, divertida – sobre tu hermana, y puede que acepte esta locura – rompí a reír, porque él era demasiado imprevisible.

- Es mi hermana pequeña – admití, mientras él asentía – a la que no veo desde que era un bebé – añadí, sorprendiéndole – pero mi padre murió poco, así que...

- ¿y tu madre? – quiso saber. Él pudo notar en seguida que algo realmente malo sucedía con ella, pues mi rostro cambió, y se volvió sombrío.

- Ella está loca, es una zorra loca – contesté – no está capacitada para cuidar de ella – tragué saliva, observando como él volvía a asentir.

- Te dejaré que les hagas creer que vives aquí – me dijo. Sonreí, agradecida, escuchándole decir algo más – pero quiero algo a cambio – me reí, divertida – una cita para el sábado.

- ¿Y dónde vas a llevarme? – pregunté, mordiéndome el labio, haciéndome sonreír.

- Es una sorpresa.

- Odio las sorpresas – me quejé, haciéndole reír, durante un rato. Se levantó entonces, tirando de mi mano para que también lo hiciese, haciendo que el sol incidiese sobre ambos, y luego apoyó su frente sobre la mía, rozando nuestras narices.

- Ya no tienes excusas para pasar el resto de la tarde conmigo – bromeó, sonreí, para luego sentir sus labios sobre los míos.

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