13 | Más citas.
Me sentía como una idiota, pero allí estaba, con mis medias tupidas y un vestido azul, el cabello suelto, y algo nerviosa.
- Hola – me saludó, un chico, al abrir la puerta, algo extrañado de verme allí. Lo reconocí en seguida, era su hermano, y él también pareció recordarme a mí, porque su rostro se cambió en seguida – soy Joan, ¿y tú? – estiró la mano para que la estrechase, y así lo hice.
- Soy Amelia – contesté – había quedado con Jonathan a las diez – admití. Él sonrió, tragó saliva, y luego me dejó entrar.
- No está – le miré sin comprender – anoche no volvió – tragué saliva. Sintiéndome más estúpida por momentos – creo que quedó con su ex o algo...
- ¿Su ex mujer? – me atreví a preguntar. Él otro sonrió, levantando la vista para volver a mirarme.
- ¿Te lo ha contado? – tragué saliva, asintiendo, despacio - ¿qué te ha contado exactamente? Porque dudo que te haya dicho la verdad.
- Que estuvo casado – contesté – me dijo que ella...
- ¿Qué le engañó? – asentí, tragó saliva, y luego me miró - ¿te contó también lo jodido que estuvo cuando ella le pidió el divorcio y se fue con otro? – negué con la cabeza - ¿te habló de que ella volvió a casarse? – negué de nuevo - ¿y de lo que hizo cuándo se enteró?
- No sé nada de eso – contesté. Tragó saliva, encerrando su cabeza entre sus manos, para luego observarme.
- Él estuvo muy jodido cuando ella le dejó, Amalia – aseguró, asentí, incómoda por la situación – él es una persona que no se rinde ante los problemas en pareja, siempre intenta arreglarlo, aunque no tenga solución... - tragué saliva, recordando el momento en el que él me habló de lo persistente que era, en la playa - ... es capaz incluso de... - se detuvo, malhumorado, apretando los puños, molesto – tú te pareces a ella.
- Es Amelia – le corregí, porque había dicho mal mi nombre – y ... no soy como ella.
- Ella era egoísta, sólo pensaba en ella, y siempre le estaba montando pollos frente a los demás, por cualquier tontería.
- Debería irme – comencé, dándome la vuelta, comenzando a andar hacia la puerta, observando como esta se abría, y él aparecía, con el cabello alborotado, y las mismas ropas que llevaba el día anterior.
Sonreí, sin ganas, levantando la vista poco a poco, pero él la evitaba, cuando habló no se estaba dirigiendo a mí.
- Tenías razón, sólo quería manipularme – tragué saliva, comenzando a andar hacia la salida, dejándoles atrás, pero me detuve cuando estuve junto a él, pues me habló a mí – dejemos nuestra cita para otro momento – pidió.
- No era una cita – le dije, levantando la cabeza, fijándome en él, que bajaba la cabeza, molesto, tragando saliva, aterrada – adiós, Jonathan.
- Espera – me detuvo, agarrándome de la mano, mientras su hermano sacaba su teléfono del bolsillo del pantalón, y se ponía a mirarlo, como si estuviese ocupado – dame un momento, me doy una ducha y ...
- Acabas de decir que no era un buen momento – le corté, tragó saliva.
- Y no lo es – aceptó.
- Entonces dejémoslo aquí – rogué.
- No – me detuvo – necesito distraerme, puedes... ¿puedes hacer eso por mí?
- Si quieres distraerte cómprate un mono – espeté, más que dispuesta a marcharme, pero me detuvo, volvió a agarrarme, esta vez de la cintura.
- Te daré cualquier cosa a cambio de esto – suplicó. Sonreí, más que dispuesta a volver a jugar, pero dejé de pensar en las muchas cosas que podría pedirle, tan pronto como recordé lo que su hermano me había dicho.
- Quiero la verdad – me miró, sin comprender – de cada pregunta que haga – tragó saliva, nervioso. Asintiendo después, mirando hacia su hermano, más que dispuesto a decir algo.
- Hablemos sobre ello luego – pidió hacia él, para luego agarrarme de la mano, tirando de mí hacia la planta de arriba. No me quejé, a pesar de que estaba histérica.
Entramos en su habitación. Era amplia, tenía la cama junto al balcón, era enorme. Estaba decorada en blanco y negro, pero los cuadros de las paredes eran cálidos.
Soltó mi mano, agarró una toalla del mueble junto a la entrada, y caminó hacia el baño, para luego girarse hacia mí.
- Sólo será un momento, date una vuelta por mi habitación, y piensa en las preguntas que vas a hacerme – asentí, quedándome a solas, fijándome de nuevo en su habitación. Su cama, el balcón, la cómoda, el baño y había una puerta más al fondo, a la izquierda.
Caminé hacia ese punto, abriendo la puerta después, descubriendo su vestidor. Era pequeño, con los trajes de chaqueta a un lado, y la ropa de sport al otro.
La puerta del baño se abrió, tan sólo diez minutos después, y él me descubrió allí, en el vestidor. Sonrió, mientras a mí me faltaba el aliento, me fijé en su torso desnudo, y en una cicatriz en el pecho, en la que ni siquiera me había fijado con anterioridad.
- Te contestaré la verdad de cinco preguntas – aseguró, mientras elegía una camiseta y un pantalón de la zona de sport.
- Ese no era el trato – me quejé. Él sonrió. Se colocó la camiseta roja, y luego miró hacia mí.
- ¿Cuántas preguntas quieres hacerme? – preguntó, me encogí de hombros, luciendo despreocupada.
- No lo sé – le dije – pero no quiero pensar en que haya un tope – sonrió, divertido, levantó la mano, y acarició mi mejilla.
- Dejaré que me hagas las que quieras, si yo también tengo opción a preguntar – me enfadé después de escuchar aquello, pero me di cuenta de que era justo, así que acepté aquello.
- Cinco – declaré – yo te haré cinco y tú me harás cinco – asintió – y no volveremos a hablar sobre esto jamás.
- Lanza la primera – rogó, mientras sujetaba un par de cabellos rebeldes detrás de mi oreja.
- ¿Dónde fuiste después de irte de mi casa? – sonrió, al darse cuenta de qué era lo que yo quería saber.
- Tenía una cita con un Alicia – aseguró – mi ex mujer – agarré su mano entonces, apartándola de mi rostro. Sonrió, antes de añadir algo más – pensé que sólo era para discutir los términos de algo que tenemos pendiente, para no entrar en la vía legal.
- ¿Dónde pasaste la noche? – sonrió, divertido, girando la cabeza, observándome desde otro ángulo – si no vas a contestar...
- En comisaría – aceptó – me han soltado esta mañana, después de que mi abogado hiciese lo posible.
- ¿Por qué estabas en comisaria? – ninguna de esas preguntas eran las que quería saber. Bueno, la primera sí lo era. Peros sus respuestas estaban siendo demasiado imprevisibles. Jamás esperé algo así.
- Me peleé en un restaurante con mi ex mujer, le crucé la cara, y la gente que nos observaba llamó a la policía – admitió.
- ¿Aún estás enamorado de ella? – quise saber. Él se sorprendió con aquella pregunta. Negó con la cabeza.
- No – tragué saliva, bajando la cabeza, aterrada, porque ni siquiera sabía que decir – ella me hizo mucho daño, sólo queda dolor, ira, arrepentimiento, y odio – tragué saliva – Te queda una última pregunta, piensa bien antes de ...
- ¿Qué quieres de mí? – al fin me atreví a preguntar aquello que había pretendido cuando acepté aquel estúpido trato - ¿por qué te empeñas en estas citas? ¿qué quieres...?
- Pensé que eso estaba claro – contestó. Negué, con la cabeza, sonrió, antes de contestar – quiero conocerte, me gustaba besarte y no me disgusta la idea de que haya más que eso.
- Yo no estoy preparada para esto, Jonathan – admití.
- Shhh – me calmó, volviendo a acariciar mi rostro – no tengo prisa.
- No quiero empezar nada con nadie – solté, sin filtro alguno. Asintió, despacio, sonriendo después.
- No pienses en las posibilidades – me dijo – sólo atrévete a decir que sí a las oportunidades que se te presentan. Te sorprenderás más de lo que imaginas, si te dejas llevar.
- No soy una mujer fácil – insistí, intentando asustarle.
- Me gustan los retos – concluyó – Bueno... es mi turno. Pero antes, deja que me ponga unos pantalones, hace frío – sonreí, dándole la espalda, escuchándole vestirse detrás de mí - ¿qué te hizo tu ex? – me giré, sorprendida por su pregunta.
- Me manipuló – contesté – me hizo creer que rompíamos por mi culpa, y ... no fue así. Rompimos porque se lio con la bajista de su banda – tragó saliva, sin atreverse a decir nada – por eso no quiero volver a confiar en nadie, no quiero volver a ser manipulada.
- ¿De verdad piensas que yo lo haría? – preguntó, cogiéndome desprevenida, agarrándome de la cintura para que no pudiese alejarme de él. Le miré, dándome cuenta de que él jamás me haría algo así, porque a él le habían hecho justo lo mismo. Miré hacia sus labios entonces, acortando las distancias para besarle, sorprendiéndole.
- Llevo toda la vida diciendo mentiras – admití, ante su atenta mirada – no será fácil empezar a decir la verdad – sonrió, divertido.
- Olvidas que soy un detector de mentiras – sonreí – si dices algo que no sea cierto lo sabré.
- ¿Cuál es otra de tus preguntas? – contesté, sonrió, antes de hablar.
- Quieres que sigamos conociéndonos, ¿verdad? – sonreí, bajando la cabeza, tragando saliva después, algo incómoda, sentándome en el banco que había en el centro, junto a la vitrina de los relojes – contéstame – pidió, sentándose a mi lado, volviendo a sujetar mis cabellos detrás de mi oreja.
- Sí – acepté – me haces sentir que todo es posible cuando estoy contigo – me atreví a decirle.
- Salgamos juntos – pidió. Le miré, sorprendida – conozcámonos y tengamos citas – bajó la mirada, algo incómodo, para luego entrelazar su mano alrededor de la mía. Sonreí, mientras él seguía esperando una respuesta.
- Has roto las reglas, sólo preguntas, aún te quedan tres preguntas por...
- No te lo tomes como un juego – pidió, molesto por mi actitud – estoy hablando en serio.
- Tengamos más citas – acepté, haciéndole sonreír – pero tomémoslo con calma. Yo aún estoy recuperándome de una ruptura y tú...
- Yo ya me olvidé de Alicia, acabo de decírtelo – asentí, en señal de que era cierto – Mi hermano se va en un rato al aeropuerto – declaró – tengo que hablar con él de un asunto antes de que se vaya, luego... soy todo tuyo – me mordí el labio.
- Me prometiste una lluvia de besos – sonreí, tras decir aquello, haciéndole reír. Asintió – los quiero todos después.
Se marchó justo después de eso, y yo saqué el teléfono de mi bolso, comenzando a escribirle a mi mejor amiga, a pesar de que estuviésemos enfadadas.
Yo:
Siento lo del otro día, siento si sentiste que lo hice por Billy. Lo estaba haciendo por ti, para que te des cuenta de que eres más maravillosa de lo que crees. No necesitas insistir en estar con un tío que no te valora, porque ahí fuera hay un tipo que lo hará.
Samy:
Yo también siento lo que dije, me enfadé como una tonta. Sé que lo hiciste por mí. Siempre me aconsejas que cambie, que me quiera más, para que los demás me respeten, así que sé por qué lo hiciste, no hace falta que te disculpes.
¿Cómo fue tu cita con el señor Khol?
Yo
Fue genial. Él es más interesante de lo que creía.
Samy:
¿Qué significa eso? O.o
Yo:
Creo que voy a dejar de jugar con él, voy a dejarme llevar y a pensar menos.
Samy:
¡No me lo puedo creer! ¡Te gusta!
Yo:
Él es increíble, Samy.
Samy:
Wuau, jamás pensé que te escucharía hablar así de un tío.
Yo:
Estoy en su casa, y no estoy ni un poquito asustada.
Samy:
O.o
¿Vas a acostarte con él?
Yo:
Claro que no.
Un mensaje emergente apareció de pronto.
Número desconocido:
Sal, estoy junto a la piscina. Mi hermano acaba de irse.
Me lo encontré bañándose en la piscina, en ropa interior, mirándome divertido. Negué con la cabeza, antes de que lo hubiese propuesto si quiera.
- Ven aquí – insistió, haciéndome una señal con la mano, negué con la cabeza, de nuevo, y él se sumergió bajo el agua, saliendo después, sacudiéndose el cabello – un baño antes de desayunar.
- Si seguimos posponiéndolo se juntará con el almuerzo – bromeé, el rompió a reír, volviendo a hacerme una señal para que entrase – no pienso meterme, hace frío.
- Te haré entrar en calor – prometió. Negué con la cabeza una vez más, y él sonrió, divertido, acercándose al borde de la piscina, mientras yo me echaba hacia atrás. No me fiaba de él, ni un pelo – vamos – volví a negar con la cabeza - ¿recuerdas nuestro trato? Tenías que distraerme.
- Te odio – le dije, haciéndole reír, observando después como me quitaba la chaqueta, dejándola caer al suelo, las medias tupidas y el vestido, quedándome en ropa interior. Me tiré al agua entonces, y cuando salí a la superficie, él estaba allí, con una gran sonrisa, lo noté entonces - ¿por qué el agua está caliente?
- Estoy haciendo unos experimentos con la piscina – bromeó. Sonreí, divertida, mientras él se acercaba hacia mí – va a molar cuando consiga lo que me propongo, ya verás.
- Como con esa aplicación tuya que te ha hecho millonario – añadí, rompió a reír, negando después con la cabeza.
- Es incluso mejor que la aplicación – aseguró – Bueno... ¿qué deberíamos hacer ahora? – ambos acercamos los rostros, apoyando la frente sobre el otro, uniendo nuestros labios después, dejándonos llevar por aquello. Me aferré a su cuello, mientras él me agarraba de la cintura, hasta que un carraspeo nos hizo separarnos a ambos, mirando hacia este.
- ¿Tú no te ibas? – se quejó él, mientras yo rompía a reír, no podía evitarlo, y ambos miraban hacia mí.
- Sólo venía a por la cartera que olvidé sobre la mesa – la levantó en alto, sonriente – pero ya me voy, así que podéis seguir...
- Joan – se quejó él. El otro levantó las manos, como si hubiese venido en son de paz.
- Tranquilo, hermano, no voy a decir nada – miró entonces hacia mí – suerte – y se marchó sin más.
Él volvió a besarme, y yo me dejé llevar de nuevo, hasta que mi teléfono comenzó a sonar, fuera de la piscina. Él no me dejó parar, pero yo me aparté, echándole hacia atrás, salí de la piscina, y agarré el teléfono del bolso.
- Dustin – reconocí en cuanto vi su número en la pantalla.
- He estado en tu casa y no estabas – se quejó – Bueno... el caso es que mañana por la tarde te traen a Jane – sonreí, como una idiota, estaba más que entusiasmada con la idea - ¿has preparado el lugar dónde va a quedarse?
- Se quedará conmigo – contesté, justo cuando él salía de la piscina, agarrando las toallas – esa casa no tiene más de una habitación, así que...
- Puedo hablar con mi madre para que te alquile el ático – insistió – tiene dos habitaciones más.
- Sí, pero es el doble de cara, y no tengo dinero para afrontar ese gasto – insistí – Jane y yo estaremos bien.
- Tiene catorce años, quizás necesite su propio espacio – aseguraba, mientras Jonathan ponía sobre mí una toalla. Miré hacia él, dedicándole una sonrisa – Dará una mala impresión si no tienes un lugar para ella, Amy.
- Si ese es el caso está bien – me quejé – puedo recibirla en otro lugar, y decir que es donde vivo, y luego...
- Amy, si te cogen estarás jodida – insistía él.
- No puedo permitirme ese gasto, ya te lo he dicho, Dustin.
- ¿Algo va mal? – preguntó él a mi lado, haciendo que Dustin se diese cuenta de que yo estaba con alguien. Negué con la cabeza – voy dentro, no te quedes mucho aquí fuera, hace frío – asentí, y vi cómo se alejaba sin más.
- ¿Has vuelto con Jared? – quiso saber mi mejor amigo.
- ¿De verdad piensas que volvería con ese idiota?
- Entonces ... ¿con quién estás?
- Hablaremos de todo lo de Jane cuando vuelva a casa, luego – le colgué el teléfono. Me coloqué el vestido después de secarme un poco y entré en la casa, con el resto de mi ropa en la mano, observando como él ponía la mesa, sacando de una caja de plástico unas magdalenas de bollería industrial.
Me acerqué a la mesa, acepté el té que me servía, y una magdalena, mientras él me sonreía, allí, sentados en la alfombra, frente al sofá y la televisión.
- ¿Quién es Dustin? – preguntó, le miré, sorprendida – aún me quedan tres preguntas.
- Ya perdiste el turno de hacerlas – me quejé. Se arrastró por el suelo, colocándose lo más cerca de mí que pudo, y luego se levantó, agarrándome de la mano para que yo también lo hiciese. Justo iba a quejarme, cuando él habló.
- Quiero que te tomes esto en serio – comenzó, agarrándome de la cintura con la mano izquierda, mientras acariciaba mi mejilla con la otra – lo de estar juntos, las citas y demás.
- Me lo tomo en serio – me quejé. Él asintió, despacio, acercando mi boca a la suya, deteniéndose antes de haberla rozado si quiera.
- Ese Dustin ... no es tu novio, amante ni nada, ¿no? – sonreí, divertida, logrando molestarle – dime que no te atreverías a hacerme eso, Amy.
- Es como mi hermano – contesté, aclarando el malentendido. Sucedió entonces, se abalanzó sobre mis labios y me besó con desesperación. Apreté mis manos, pellizcando su camiseta, evitando caerme hacia atrás, por la pasión que ponía en aquello. Me tiró sobre el sofá, apoyándose en él, subiéndose sobre mí, mientras yo bajaba mi vestido, arrepintiéndome de no haberme puesto las medias. Él volvió a besarme, mientras yo apoyaba las manos en su pecho, asustada.
- Relájate – me pidió, entre besos, metiéndose entre mis piernas, subiéndome el vestido, lamiendo mi barbilla, comenzando a besar mi cuello. Eché la cabeza hacia atrás, dejando de pensar, dejándome llevar, mientras él apretaba el bulto de sus pantalones contra mi sexo. Subió mi vestido un poco más, metiendo las manos por debajo, aferrándose a mi nalga, haciéndome estremecer. Se levantó cuando me escuchó gemir, mientras me retenía a su merced, apretándome las manos contra el sofá, aprisionándomelas, apoyando las rodillas, para luego dejarse caer sobre mí, apretando el bulto de sus pantalones contra mi sexo, haciéndome gemir, de nuevo – Tranquila – volvió a calmarme – soy quiero recorrer todo tu cuerpo con mis besos – añadió, dejando de hacer presión, sobre mis manos, enervándose, quitándome el vestido, para luego comenzar a besar mi piel desnuda
- Espera – le pedí, justo cuando hubo llegado a mi pelvis. Me observó, preocupado, por el tono tan aterrador que había usado – verás yo ...
No pude continuar, porque sus manos acariciaban mis muslos en ese momento, sonriendo con malicia. Volvió a besarme, en los labios, mientras volvía a presionar su miembro contra mi sexo, hundiendo entonces su boca en mis pechos, mientras yo comenzaba a gemir.
Joder.
Nunca en toda mi vida había deseado tanto a alguien como lo deseaba a él.
Metió la mano por debajo de mí y me quitó el sujetador, mi respiración cada vez estaba más alterada, y mis manos aún se encontraban en el mismo lugar, sin saber bien qué hacer.
Su mano acarició mi cuello, bajando por mis pechos, mientras sus labios, se abrían para introducir mi pezón en su boca, mordisqueándolo después. Abrí las piernas, sin tan siquiera darme cuenta, sintiendo como se me humedecían las bragas, y mis gemidos crecían, conllevando a que apareciesen los suyos, y el bulto de sus pantalones creciese.
Se quitó la camiseta, mostrándome su torso desnudo, haciendo que me fijase en esa cicatriz, muy cerca de su corazón. La acaricié, despacio, haciendo que él perdiese el hilo.
- El turno de preguntas ya ha terminado – me dijo, antes de que lo hubiese preguntado. Acerqué mi boca a su pecho y besé ese lugar – fue un tiro – me dijo, haciendo que le mirase, sin comprender – es una larga historia....
- No voy a ir a ninguna parte – le dije, levantando, la pierna derecha, aferrándome a su cintura, aferrándole a mí. Sonrió, encantado con aquello.
- Te lo contaré todo luego – prometió – ahora estamos ocupados – rompí a reír, no pude evitarlo. Le besé justo después de eso, mientras él volvía a hacer fricción entre nuestros sexos.
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