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11 | La pelea.


Samantha comenzó a hacerme caso al otro día, a seguir mis consejos en todo lo que le decía. Para empecer cambié su look, iba mucho más elegante a trabajar y su actitud con los chicos también cambió. En tan sólo unos pocos de días, se convirtió en otra persona. Ya no se quedaba embobada cuando un chico la mirada o se sorprendía cuando le hablaba. Le enseñé a quererse más a sí misma, y a ser más positiva.

El viernes cenamos juntas, hablando sobre ello, de la cara de incredulidad de Billy al verla tan cambiada.

- Ya, pero recuerda... no estamos haciendo esto por los tíos, ni por Billy, estamos haciendo esto por ti – ella asintió, aunque yo sabía que una parte de ella sólo lo hacía para conseguir a los chicos. Ella era un caso perdido.

Mi teléfono comenzó a sonar, y al descolgarlo me sorprendí al escuchar a Billy, al otro lado.

- Has cumplido – me dijo, mientras yo me levantaba del suelo, dejando a mi amiga allí, y me marchaba al balcón – te dejo los patines en la puerta, no quiero entrar.

- ¿Cómo sabes que ella está aquí?

- Su coche está fuera – contestó – y no quiero tentar a la suerte. Ahora que me la he quitado de encima, no quiero volver a involucrarme. Porque luego se te pega como chicle y es imposible de despegar.

- Ella no es así.

- ¿Ah no? – dudó. Él tenía razón – Pensaba que era de otra forma, no parecía tan patética en la oficina, pero ...

- Odio cuando hablas así de ella – me quejé.

- Lo sé. Sé que es tu amiga. Pero ... ¡Joder, Amy! Yo quiero estar con alguien que tenga su propia personalidad, no que me diga que sí a todo, y tenga miedo de decirme cómo es.

- Es demasiado indecisa y ...

- El problema aquí es su puta autoestima – aseguró. Asentí, porque sabía que era cierto – bueno, dejemos el tema. Pásalo bien, y devuélveme los patines de una pieza, o mi tío me matará.

- Gracias.

- El próximo favor te costará más caro

- ¿Quién era? – preguntó mi amiga, cuando volví a entrar en la casa.

- Billy – contesté, porque no quería mentirle. Ella se sorprendió al respecto – me ha dejado los patines para mañana – aseguré, para luego abrir la puerta, y coger estos por los cordones, sorprendiéndola aún más.

- ¿Y qué te ha pedido a cambio? – quiso saber. Me quedé callada, sabiendo que hablarle sobre aquello había sido una mala idea. Ella ató cabos en seguida, poniéndose en pie de un salto, molesta.

- No es lo que piensas... - comencé, mientras ella cogía su abrigo y su bolso – Samy

- Todo esto... pensé que lo estabas haciendo por mí, porque te importaba – asentí, porque ese era el caso – pero sólo lo hacías para conseguir tus propios fines.

- Sabes que eso no es así.

- ¿No es así? – se quejó, empujándome – Siempre haces las cosas de la misma forma, y te da igual a quién te lleves por delante – negué con la cabeza, agarrándola del brazo, pero ella me cruzó la cara, con lágrimas en los ojos – por eso mi hermano te dejó, porque se dio cuenta de que sólo eras una manipuladora de mierda – la que le cruzó la cara en ese momento fui yo, dolida, porque ella sabía que eso no era cierto – y ahora vas a hacer lo mismo con el señor Khol.

- Ya te dije que sólo quiero divertirme – insistí – sólo voy a jugar con él y luego... - volvió a cruzarme la cara, dejándome sin palabras.

- No voy a perdonarte esto, Amy – negué con la cabeza, aterrada de perderla – eres una puta egoísta de mierda.

- ¿Una puta egoísta? – repetí, más alto de lo que debía, comenzando a estar cansada de aquella estúpida – Billy me dijo que estaba hasta la polla de ti, porque eres una puta pesada, te ha dicho por activa y por pasiva que no quiere nada contigo, tía. Pero tú sigues insistiendo, lo estabas agobiando, ¿es que no te das cuenta? Lo único que quería es que dejases de ser tan enfermiza con los tíos, que aprendieras a valorarte a ti misma, a respetarte, y a dejar de arrastrarte por la gente que no te valora.

- Prefiero ser todo eso – aseguró. Hablaba la ira en ese momento – a ser una zorra manipuladora como tú.

- Yo no soy...

- ¿Qué quieres conseguir del señor Khol? – preguntó, enfadada – vas a manipularle y a hacerle creer que quieres algo con él. Ni siquiera te importa que sea el jefe de la compañía o que tenga sentimientos, sólo te importa engañarlos a todos.

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