Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1 | Hermanas Separadas al nacer.


Estáis de suerte, hoy os traigo el primer capítulo d esta historia. Ya tengo escritos los primeros 8 capítulos, así que iré subiendo poco a poco. Espero que os guste :D


Salí de la cafetería con prisas, poniéndome bien el bolso, y sin tan siquiera haberme limpiado la boca después de beber a morro mi café. Llegaba tarde, algo atípico en mí, que siempre solía ser puntual en el trabajo, y en todas partes en realidad.

Crucé la calle y entré en el enorme edificio, enseñando mi tarjeta de identificación que colgaba del cordón de mi cuello a los de seguridad, y me aventuré a subir al ascensor, justo cuando este comenzaba a cerrarse, un señor en el que ni siquiera me fijé detuvo el cierre, para que pudiese pasar. Le lancé un seco "gracias", para luego poner en silencio mi teléfono móvil, y guardarlo con rapidez en el bolso, saliendo como si me fuese la vida en ello, tan pronto como las puertas se abrieron.

Era mi tercer mes en aquella respetable empresa, y aunque yo no tenía ningún puesto importante en ella, tan sólo me ocupaba de la atención telefónica, en el departamento de atención al cliente, de aquella aplicación que tanto boom estaba dando en los últimos años, me encantaba mi trabajo.

Cuando llegué a la sala, la mayoría de mis compañeros ya estaban sentados en sus lugares, listos para empezar el día, tan sólo quedaban cinco minutos para que fuesen las diez, para que empezase mi jornada laboral. Eché un ojo a mi alrededor.

¡Maldita sea! No había ni un puesto libre.

Me senté en el primero que vi libre, pero al fijarme bien en el ordenador, me percaté de que le faltaba el cable de toma de corriente.

Levanté la mano hacia mi coordinador, pero este estaba ocupado con otro, y ni siquiera me echó cuenta.

- Pst – llamé hacia Samantha. Esta se giró, y me observó con una gran sonrisa, mientras yo recogía y volvía a levantarme - ¿qué ha pasado hoy? ¿Por qué está todo lleno?

- Han reincorporado a los que estaban tele trabajando – me informó - ¿dónde vas a sentarte? – me encogí de hombros, para luego ponerme en pie – creo que hay sitio al fondo – asentí, y me marché hacia donde ella indicaba.

Me senté al fondo, justo al lado del despacho financiero y la sala de reuniones, conecté el teléfono, abrí los programas, y saqué mis apuntes, más que dispuesta a hacer frente a una jornada llena de gente impertinente, pero no todo era malo, eso lo tengo que reconocer.

Estaba hablando con un cliente, sobre los diferentes tipos de causas de que la aplicación dejase de funcionar, cuando un tipo tocó mi hombro.

- No se retire – pedí al hombre con el que hablaba – voy a consultar una cosa, vuelvo en seguida – puse al tipo en espera y miré hacia arriba.

- No puedes estar aquí – me dijo. Le miré, sin comprender – la zona de atención es aquella – señaló hacia mis compañeros – necesito esta zona libre para la formación de las doce.

- Toda aquella zona está ocupada – contesté. Me miró, con cara de malas pulgas, antes de contestar.

- Háblalo con tu coordinador, pero aquí no puedes estar – espetó. Me hervía la sangre, ni siquiera os podéis imaginar cuánto odiaba la impertinencia de los coordinadores que se creían superior a los agentes.

Terminé de atender al hombre, y luego me desconecté, recogí mis cosas, y volví a levantarme, malhumorada. Odiaba cuando me hacían perder el tiempo, y en aquel momento... debía estar trabajando no de un lado para otro haciendo el tonto.

- ¿Por qué no estás trabajando? – preguntó uno de los coordinadores de mi zona.

- Estaba trabajando – contesté – pero parece ser que no puedo estar en aquella zona – señalé al fondo. Ella asintió.

- Esa zona tiene que estar despejada para los alumnos que entran a las doce – explicó, justo lo que me había dicho su compañero – siéntate en el puesto que está al lado del de Samantha – sonreí, sin ganas. Me estaban entrando ganas de matar a alguien, impotencia, amigos míos, así se llama eso.

- No tiene cable de toma de corriente – contesté, sin más, porque no quería hablarle mal a un superior. Yo era demasiado educada, pero en aquel momento sólo tenía ganas de asesinar con la mirada a aquella estúpida.

- Espera, voy a ver si encuentro alguno – se marchó, al despacho de la derecha, y se llevó en él un buen rato, mientras yo me cruzaba de brazos, exasperada.

- ¿Se puede saber por qué estás aquí de pie sin trabajar? – preguntó otro coordinador. Crispándome los nervios un poco más.

- No tengo sitio – contesté – el único sitio libre que hay no tiene toma de corriente, Angelines ha ido a buscar uno.

- Bueno, pero siéntate, el representante está a punto de llegar, y no puede verte sin hacer nada, siéntate y finge que trabajas – ordenó. Le hice caso, porque no quería montar un escándalo, pero por dentro estaba deseando mandarle a la mierda. Me toqué las muelas con la lengua, intentando calmarme, altamente enfadada.

- ¿Vas a ir a la cena de esta noche? – preguntó Samantha, entre llamada y llamada. Volví la vista hacia ella, olvidándome de mi enfado por un momento – Gracias por llamar a HT Company, le atiende Samantha, ¿en qué puedo ayudarle?

- Amy – me llamó la coordinadora – ve a sentarte al fondo, si alguien te dice algo le dices que te di permiso – me levanté, y me marché en seguida. Volví a encender el ordenador, a abrir los programas, programé el teléfono, y seguí cogiendo llamadas.

Estaba en medio de una llamada importante cuando el representante entró, seguido por tres lameculos, y algunos de mis jefes directos, introduciéndose con rapidez en la sala de reuniones.

A las doce y veinte me tomé un descanso de veinte minutos para desayunar en la sala de descanso, junto a Samantha, como cada mañana.

- ¿Dónde te has puesto al final? – preguntó, mientras ambas devorábamos nuestros emparedados de atún.

- Al fondo, Angelines me dio permiso – contesté, sin más, con comida en la boca, abriendo luego la botella de agua para dar un par de sorbos.

- ¿Viste al representante de HT Company? – negué con la cabeza – Está cañón – sonreí, ella siempre se fijaba en los chicos, yo no tenía demasiado tiempo para chicos, tenía miles de cosas en la cabeza, y más en aquellos días, tras la muerte de papá. Aún me ponía tontorrona al pensar en él, así que no os hablaré demasiado sobre mi vida, no de momento - ¿irás a la fiesta de aniversario de esta noche? – negué con la cabeza, tenía muchas cosas que hacer al volver a casa, una de ellas era luchar por la custodia de mi hermana pequeña, esa que se habían llevado los seguros sociales después de la muerte de papá y de que se llevasen a mamá al hospital, en un ataque de pánico. Ella estaba demasiado insana de la mente como para cuidar de una niña pequeña – vente, al menos un rato – volví a negar con la cabeza – te dejaré ese vestido dorado que tanto te gusta... - sonreí, divertida, porque era una verdadera profesional cuando quería salirse con la suya.

- Sólo un rato – contesté, sonrió, al darse cuenta de que lo había conseguido – y sólo si me dejas también las extensiones y los zapatos rojos – me miró de reojo, con cara de pocos amigos, mientras yo la observaba con ojos de cordero degollado.

- Está bien – se rindió al fin. Sonreí, triunfante, para luego sacar mi teléfono del bolso, y mandarle un mensaje a Dustin, diciéndole que debíamos prorrogar la cita para el día siguiente.

Volvimos a nuestros puestos, y seguimos dándolo todo en las llamadas, para luego marcharnos a casa al llegar las 3, cogí el autobús, y luego el metro, y cuando llegué a casa, me sorprendí al encontrar la mesa puesta, y una tapadera cubriendo el plato, junto a una nota.

"Sé que llegarás cansada del trabajo, y a mí me sobraba algo de pollo, espero que no te importe que te lo haya subido, mi madre no sabe nada, así que no se lo digas, me matará si sabe que entro en la casa de las inquilinas cuando no están"

Él era un encanto. Siempre estaría agradecida con él y su madre, me cuidaban demasiado, incluso más de lo que una casera suele hacer con sus inquilinos.

Devoré el pollo con arroz, sin tan siquiera pensar en ello, con una sonrisa en mi corazón. Y luego fregué los platos, sacando entonces del bolsillo del pantalón el móvil. Volvía a tener un mensaje de él.

Dustin:

Espero que hayas disfrutado de la comida. El caso está complicado, mañana lo hablamos, pero no creo que tu madre pueda ejercer el papel que le corresponde, van a incapacitarla.

Yo:

Ya sabía eso, por eso quiero que intentemos lo que hablamos el otro día.

Dustin:

Asumir el papel de representante legal de una niña no es cualquier cosa, Amy.

Yo:

Es mi hermana pequeña, cuidaré bien de ella.

Dustin:

Lo hablaremos mañana por la noche.

Me tumbé sobre la cama, dispuesta a descansar un poco, cuando mi teléfono comenzó a sonar, era la pesada de Samantha.

- ¿Qué haces? – preguntó, justo cuando descolgué el teléfono – ni se te ocurra echarte la siesta – tenía puesta una cámara en mi casa, ¿o qué? ¿cómo demonios lo sabía? – tienes que venir a cortarme el pelo, no pienso ir a la fiesta con estos pelos.

- Voy a echarme sólo una hora y luego iré a tu casa – le comuniqué, ella negó con la cabeza, como si yo realmente pudiese verla – lo prometo, me dará tiempo a todo.

- Siempre dices lo mismo, pero nunca es una hora – sonreí, porque me había pillado, me gustaba demasiado dormir – vente, el capullo de mi hermano no está.

- Me pongo algo y voy – prometí, para luego colgar el teléfono, coger algo del armario, colocármelo, y salir pitando a la calle.

Cogí el metro, y en cinco paradas ya estaba en su casa. Su perro Pancho me saludó en la puerta, y yo le llené de caricias y palabras de amor. Me encantaban los animales, sobre todo los perros.

- Hola, Amy – me saludó el señor Veiro en el salón, sobre el sofá, leyendo su periódico – si buscas a Samy, está arriba.

Subí las escaleras hacia la planta de arriba, dejé atrás la habitación de sus padres, la de su hermano, por la que no pude evitar mirar, recordando todas y cada una de las veces en las que había acabado ahí, en esa cama, entre besos y muerdos por ese idiota al que ni siquiera quiero mencionar, y seguí un poco más, pasando el baño, hasta que llegué a la habitación de mi amiga.

Aquello era un verdadero caos, miles de vestidos sobre su cama, los zapatos tirados por el suelo, y ella frente al espejo subiendo y bajando su cabello, sin decidirse sobre el corte que quería.

- Un bob te sentaría bien – dije a sus espaldas, sonrió, y miró hacia mí, agradecida de que hubiese llegado – tienes mucha cantidad de pelo, y algo rizado, quedaría genial, Samy.

- Quiero que me hagas algo distinto – me dijo, caminando hacia su baño, mientras yo la seguía. Sacó las tijeras del cajón y las puso en mi mano – me quedo en tus manos.

Sonreí, lavé su cabello, en la ducha, relajándola, casi por completo, haciendo que se olvidase del cabrón de Billy, que seguía ignorando sus mensajes, tratándola como si sólo fuesen compañeros de trabajo, como si no se hubiesen acostado en mi cumpleaños.

Abrí el cajón del mueble de su baño, y encontré rápidamente lo que buscaba, y lo puse a mi alcance, para luego cortar su cabello, justo el corte que le había dicho. Cuando terminé con ella, se sorprendió de encontrar su cabello de otro color.

- Un degradado – reconoció, al ver su cabello un poco más claro por las puntas – me encanta – sonreí, me encantaba hacerla feliz - ¿qué vas a hacerte tú?

- Me pondré las extensiones – sonrió, para luego sacarlas del calón y ponerlas a mi alcance.

- Duchémonos antes – sugirió, agarrando mi mano, para luego colocarse un gorro de ducha para no destrozar su peinado.

Me quité la ropa, frente a ella, mientras ella hacía lo mismo, llevábamos demasiado tiempo haciendo aquello, bañándonos desnudas, desde hacía más de cinco años, cuando vino borracha a mi casa, y me desnudé y me metí bajo la ducha, para que no se sintiese incómoda haciéndolo sola.

- Te han crecido las tetas – le dije, medio bromista, haciéndola reír, durante un buen rato. Nos duchamos juntas, nos enjabonamos, y luego nos aclaramos.

- Billy dice que es raro – comenzó, cuando nos secábamos en el exterior. La miré sin comprender, colgando la toalla en la percha, para luego agarrar la crema corporal, y comenzar a embadurnarme con ella – que dos mujeres que son solo amigas, no deberían...

- Nosotros no somos solo amigas – le corté – somos como hermanas separadas al nacer – le expliqué. Sonrió, porque le encantaba cuando decía aquello – somos gemelas, incluso tenemos el mismo nombre. Samy-Amy.

- Debería dejar de pensar en las tonterías que dice ese idiota, ¿no? – asentí, y le pasé la crema corporal, que cogió en seguida.

Entré en su habitación y comencé a recoger aquel caos, mientras ella entraba en el vestidor, feliz, sacando su maletín de maquillaje.



CONTINUARÁ...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro