Déjame ir
Sentada en la terraza se encontraba aquella alma apagada, pensando en cómo sería la muerte. Pensando en la posible libertad que le traería la más temida de todos. Los árboles se escuchaban moverse, la grama era de ese verde que hipnotiza la vista, el sol pegaba fuerte y la brisa parecía traer versos de soledad. Eso que para él era la hermosura de la vida, ese escenario, hoy le parecía triste, solo, sin que nadie lo pudiera apreciar como él lo solía hacer en sus días de esperanza.
Se escucharon unos pasos en el piso de madera de la casa pero no había nadie, no esperaba visitas. No quiso levantarse de tan agotado que estaba y lo ignoró, volvió a meterse en la nube gris de su mente.
"Shhhhh... Jijijiji...." Se escuchó cuando mandaban a callar a alguien y una sonrisa traviesa detrás de la ventana. Asombrado y con sentimientos de locura miró a través del cristal. Su cara de asombro cuando se ve, a sí mismo, al otro lado con una niña hermosa de pelo negro rizado, tez marrón, ojos café, unos hoyuelos traviesos en sus mejillas y un traje morado que hacía juego con su piel.
-Por ahí viene, vamos a escondernos- Le decía él a la niña. Ella lo seguía y se reía. Pasaron por el corredor y fueron a otra habitación. Se movió hacia la otra ventana para ver lo que iba a suceder. Se escuchan unos pasos adicionales pero unidos a la voz de una mujer actuando sorprendida.
-Aquí no hay nadie, todos se fueron, estoy sola... Dónde están los duendes mágicos para que me hagan compañía- Cuando la mujer entra a la habitación donde la otra versión de él estaba con la niña, estos se escondieron dentro de un armario vacío que estaba allí.
-Creo que los duendes están en el armario- Era una mujer alta, mulata, con unos ojos negros e intensos y vestía de celeste un conjunto de pantalón y camisa. Fue directo al armario y abrió las puertas de par en par.
-¡Mis duendes!- Se abrazaron y se llenaron de besos. Hubo un momento de silencio y las imágenes habían desaparecido, solo quedaba su reflejo en la ventana. No sabía que pensar, acababa de experimentar una alucinación. Su pecho se llenó de tensión y sentía una confusión insoportable... Era su familia, lo había olvidado. Cómo pudo olvidarse de su esposa e hija. Recordaba su casa pero sentía que estaba solo, su memoria se había deteriorado, pero empezaba a recordar...
Con una alegría confusa iba a entrar a la casa y cuando estaba a punto de abrir la puerta, sale su esposa, pero la risa que había recordado no estaba en su rostro, ésta vez su rostro estaba pálido, agotado y lloroso. Él no sabía lo que estaba pasando, se le acercó para preguntarle...
-¿Qué pasa amor? ¿Qué tienes?- Ella lo ignoró por completo y fue a sentarse en el lugar donde él estaba sentado antes. Él se detuvo y recordó que esto ya lo había vivido antes, la misma escena una y otra vez.. Solo quería lograr la libertad que decian que traía la muerte, pero ella, su amada, era la que lo mantenía atrapado allí. Hacía un año que él había muerto, un accidente fatal por culpa de un camión en la vía errónea, víctima de un conductor ebrio.
Se le sentó al lado y acariciaba su rostro, buscando cualquier cosa que pudiera calmarla, pero era imposible, no era mas que una silueta invisible.
-Amor, vive, sé feliz, siempre te amaré...ya no hay vuelta atrás, no puedes cargar con lo que no se puede cambiar. Tienes que ser fuerte por ella, te necesita-
Ella se levantó del asiento, miró al vacío y con la angustia a flor de piel se estrujó el rostro, miró al cielo y gritó, gritó con la poca fuerza que tenía, se arrodilló en el suelo y cerró los ojos. Era la viva imagen de un dolor incalculable.
-¡No! No lo hagas, déjame ir, libéranos...- Él le gritaba, sabía lo que iba a suceder, desaparecería y al día siguiente aparecería a la misma hora y en el mismo lugar con la memoria distorsionada. No sería libre hasta que ella soltara su alma.
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