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Cita [OneShot-extra]

[Tiempo después]

Tamborileaba sus dedos sobre su pierna, estaba pensando en el programa de Yuri, había sido perfecto. Sonrió aunque ya no interpretaba a un hada aun demostraba ser una criatura mágica sobrepasando toda expectativa.

Sintió las vibraciones de su teléfono en el interior de su bolsillo trasero.

"Quiero verte" el remitente era el mismo en quien había estado pensando.

Yurio debía estar en el banquete.

Gimió aterrorizado, ¿acaso el rubio quería que el fuera a la celebración?

No podía... No quería.

Si bien había encontrado estabilidad emocional aún habían cosas que le costaban trabajo.

Con los pulgares suspendidos sobre la pantalla del teléfono, buscaba la forma adecuada de responder.

"En una hora" llegó otro mensaje y después una llamada entrante.

Casi se le caía el móvil, pero logró componerse de la impresión y respondió.
La llamada no duró más de un minuto.

Katsuki se duchó, cambió sus ropajes y tomó un taxi, llegó al sitio donde quedaron pero el rubio no estaba ahí, miró si teléfono aun faltaban unos minutos para la hora.

Se sentó en una banca y admiró la infraestructura gótica que lo rodeaba.

Una ligera corriente de aire le acariciaba el rostro y arrastraba hasta su nariz el aroma de las flores que llevaba para el rubio, suspiró con nerviosismo.

Pasados unos según viró a la izquierda Yurio se acercaba a una distancia de 20 metros, el japonés se encogió en su sitio estremeciéndose internamente por la presencia del ruso.

Una vez estuvo frente a él pudo ver que estaba ataviado en un traje negro con una corbata de color cobalto que hacía juego con sus ojos.

El moreno se puso de pie, seguía siendo más alto que Plisetsky aunque no por mucho.

-Felicidades - extendió el ramo -. Pentacampeón...

-Gracias -Yurio expresó una sonrisa cálida mientras tomaba las flores -. ¿Te gustaría ir a cenar? Conozco un lugar donde cocinan increíble.

-Vamos -asintió con ligereza.

Fueron a un lugar no muy lejos de ahí, algo sencillo y no muy ostentoso. Un lugar tranquilo donde pudieran disfrutar de una excelente cena sin ser molestados.

De entrada Yuu ordenó un platillo de Vitello Tonnato y Plisetsky ordenó el Carpaccio.

De postre el japonés degustó un Crème Brûlée y el ruso le dio placer a sus papilas gustativas con un delicioso Tiramisú.

La noche se guió de forma espléndida. No hablaron de Nikiforov, ni del patinaje, ni de la tensión sentimental que había entre ellos. Yuuri quiso que el tiempo se detuviera y pudiera estar así, eternamente sin pensar en lo demás y sentirse capaz de sonreír.

Caminaban hacia el punto donde se encontraron en primer lugar.

Katsuki se esforzaba por mantenerse a raya con la cordura y mostrarse lúcido. Como bien se acostumbra en Milán los visitantes acompañaron su cena con algunos tragos de licor.

Miró de reojo al rubio que iba a su lado, tenía las mejillas y la nariz ruborizadas.

Una risita se le escapó al japonés que cubrió rápido con su mano.

La reacción de Yuri P. fue una mirada de ojos abiertos llenos de sorpresa.

Aunque no tenía idea del porqué la repentina risa, él se sintió cautivado. No había escuchado esa risa desde hacía mucho tiempo.

-Recordé cuando eras apodado el Punk Ruso -una sonrisa estaba enmarcada en su rostro -. Sí que dabas miedo...

La mirada avellana parecía sopesar algo más.

Yuri P. Se sintió vulnerable ante aquellos ojos.

"Yurio es un ser mágico, cómo un hada que cura las heridas de los guerreros"

-¿Por qué me pediste que viniera? - Soltó sin más con el rostro serio.

El rubio se puso tenso por un instante.

-Yo -comenzó con dudas -. Debí darte esto... Desde aquella vez.

Sacó de su bolsillo el anillo de Viktor.

Yuuri envolvió la mano del chico con una sonrisa y negó con la cabeza.

-Es tuyo, él te lo dejó a ti. No puedo aceptarlo.

El silencio se apoderó del lugar y de ellos.
El moreno envolvió al rubio con sus brazos calmando una necesidad que había estado punzante toda la noche.

Podía escuchar su respiración y sentir como los músculos de su tórax se movían al compás. Y también podía sentir el calor que su cuerpo desprendía.

...

-Yuri... -pronunció en un hilo de voz mientras extendía su brazo para tocar su hombro y cubrirlo con su mano para descender sobre su pecho.

-Eres mío - le susurró el rubio cerca de los labios y los unió con los suyos en un beso completo.

Sus cuerpos se cubrían con el sudor que se filtraba de sus poros por la continua actividad física.

El ruso descendía por el cuerpo del moreno con sus labios y lengua que ansiaban explorarlo todo una vez más.

Entonces llegó ahí donde confirmaba que el placer era algo compartido y su lengua se encargó del resto.

Yuuri arrugó con fuerza las sábanas entre sus manos cuando llegó por segunda vez esa misma noche.

Sus cuerpos estaban enrojecidos definitivamente estaban ardiendo.

El avellana y el cerceta se volvieron a encontrar, sus cuerpos se mecían temblorosos ansiando más y más. Estaban completamente intoxicados el uno del otro.

En ese momento no había más sólo el deseo de la carne y el deseo de pertenecer a alguien.

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