25. Algunas cosas son complicadas
Las luces estaban apagadas, todo estaba en silencio, se escuchaba los árboles moverse afuera, sentía mi cuerpo agotado y sin fuerzas pero no podía quedarme dormido. Era como si algo en mí insistiera en mantener mis ojos abiertos. Miré la hora en mi celular, era medianoche. ¡Medianoche y no podía dormir! ¿Qué sucedía?
Hace casi tres horas que la chica acostada que se encontraba a mi lado había dejado de hablar, sólo podía escuchar su respiración profunda pero no podía ver su rostro. Estaba de espaldas a mí y yo de espaldas a ella. No sabía si estaba dormida o despierta, quería moverme para verificarlo pero la idea de hacerlo me hizo sentir incómodo sin saber porque.
Comencé a jugar con el celular intentando dejar mi mente en blanco, me quedé quieto cerrando mis ojos, pasé un buen rato así pensando que el sueño podría alcanzarme en cualquier momento...pero no pasó. Justo cuando comenzaba a molestarme, sentí que ella se movía a mi lado.
—¿Estás despierto, Darío?—susurró como si nadie más podía enterarse de que estaba hablando.
Sonreí satisfecho de no ser el único sin poder dormir a medianoche. Como ella no podía ver mi rostro, no eliminé la sonrisa pero si controlé la emoción de mi voz.
—Pensé que estabas dormida, estuviste callada mucho tiempo—mantuve el mismo tono al hablar.
Imaginé que pensaba que decir ya qué tardó unos minutos. Todo estaba muy oscuro.
—Tú dejaste de hablarme—se quejó sin alzar su dulce voz, más bien parecía arrastrar las palabras, estaba tan cansada como yo—Pensé que estabas durmiendo, lamento haber interrumpido tu sueño.
—No puedo dormir tampoco—suspiré—Lo intento y no puedo, creo que la oscuridad tiene algo que ver.
Sentí una leve caricia en mi espalda, mi corazón saltó y mi cuerpo recibió una pequeña descarga eléctrica, su delicada mano exploraba cada centímetro, no me acostumbraba a sentir su piel tibia tocar la mía.
—Si estuviera sola ni siquiera estuviera aquí acostada—volvió al tema sin dejar de acariciarme. Me agradaba eso—La oscuridad me altera, me hace respirar rápido, todas las noches suelo dejar mi lámpara encendida.
—Es normal tener miedo a algo, Jazmín.
—No creo que sea normal temerle a todo.
Me giré quedando frente a ella mirando sus ojos brillantes. Rodeó mi cuello con uno de sus brazos jugando con mi cabello.
—¿Por qué te criticas tanto a ti misma?—quise saber con cierta curiosidad—Sólo eres tú.
—Ese es el problema, no me gusta lo que soy—sonrió con cierta tristeza—Siento que todos me juzgan sin razón...
—Eso no es cierto—cambié mi mirada dulce a una de incredulidad. ¿Enserio creía eso?—Puede que no todos en el mundo sepan de ti, puede que no todos te amen pero tienes amigos, esas chicas te adoran, Vanessa te adora y Daniel puede ser muy curioso o entrometido según como lo quieras ver, con todo eso, es tu amigo—intenté animarla—Odio estos momentos Jazmín.
—Todos se olvidarán de mí cuando me vaya.
—No—dije con seguridad—Eso lo dices porque no confías en ti misma.
Bajó la mirada sin dejar de jugar con mi cabello. Rodeé su cintura sin quitar mis ojos de ella.
—¿Quieres que me olvide de ti?
—No quiero volver al mismo tema, Darío—alejó su brazo mirándome seria.
—No quiero discutir contigo, Jazmín—usé el mismo tono sin soltarla.
Nadie dijo nada, estuvimos en silencio un largo rato, ella cerró sus ojos respirando hondo, me fijé en cada detalle de su rostro. A mi mente vino cierto tema que sabía que no le gustaría, aún así me arriesgué a hacerlo.
—¿Alguna noticia nueva de tu padre?—acaricié su espalda con dulzura.
—Lo último que supe fue que estaba viviendo con su hermano—contestó sin abrir sus ojos, parecía muy cómoda así.
—¿Has hablado con él?
—No por ahora y me siento mejor así—susurró acercándose más a mí. Miré su mejilla recordando la cicatriz que tenía, había sanado muy rápido, no se notaba para nada. No sabía si odiar a sus padres o mantenerme callado respecto a eso, no podía juzgarlo sin conocerlos completamente.
—¿Sabe que tu madre decidió irse a Oregón?—aparté con cuidado algunos mechones de su cabello que habían caído por su cuello y su mejilla.
—No sabe nada sobre el tema, mi madre dice que él no puede hacer nada y creo que tiene razón—volvió a respirar hondo.
—¿Y ella sabe que no quieres irte?
Al decir eso, abrió sus ojos mirándome.
—No me iré a otro planeta, Darío—evadió mi pregunta—Cuando comencé en la escuela me sentía incómoda, Liliana fue la primera en hablarme y luego las demás se presentaron. Las personas se acostumbran a los nuevos ambientes.
—Eso no fue lo que dije.
—Existe la tecnología, podemos estar en contacto por...
—Eso no fue lo que pregunté—volví a interrumpirla. Al notar mi voz seria y segura decidió responder.
—Ella lo sabe—mordió levemente su labio para continuar—Pero no sería capaz de quedarme en New York sola, mi padre insistiría en que me fuera con él y no quiero eso. Recuerda que sigo siendo menor de edad.
—No puede obligarte a estar en un lugar que no quieres—me sentí algo molesto—Además, te dije que podía ayudarte...
—No me quedaré contigo—fue directa. Eso me sorprendió y me dolió, alejé mi brazo lentamente—Tienes que aceptarlo, sería un desastre.
—Lo dices como si supieras lo que pasará.
—Esto no es una historia romántica, Darío, es la realidad...
—Cierto, olvidé que no eres una persona romántica—volví a mi antigua posición. Me coloqué de espaldas a ella cubriéndome con las sábanas—Tienes razón, es un mal tema—suspiré algo triste cerrando mis ojos—Siempre lo será.
Desperté cuando el sol hacía lo imposible para llegar a mi rostro, algo adormilado aún, tomé mi celular parpadeando varias veces logrando ver la hora, eran las diez de la mañana. Volví a dejarlo en el suelo y miré alrededor intentando escuchar algo. Al parecer todos seguían dormidos aún. Podía sentir el peso de su cuerpo a mi lado, me levanté con cuidado sentándome, Jazmín seguía dormida, estaba envuelta en las sábanas hasta el cuello, sus ojos estaban cerrados y sus labios permanecían algo apretados. Se veía muy tranquila, calmada, sin preocupación...era una chica que se estresaba por todo.
Me incorporé buscando el cepillo de dientes en mi bolso, caminé al baño encerrándome. Con el agua, logré despertar por completo, acomodé mi cabello un poco comenzando a pensar en cortarlo, acerqué una toalla limpia secando mi rostro. Al regresar a la sala, Daniel bajaba por las escaleras. Guardé el cepillo de dientes indicándole que fuera a la cocina, no quería despertarla.
—No es necesario que me expliques lo que hicieron anoche, ¿De acuerdo?—bromeó acercándose al refrigerador. Al no escuchar mis reclamos, giró su rostro mirándome algo serio ahora—¿Qué sucede?
—No puedo aceptarlo—me apoyé del mesón cruzándome de brazos—Intentó hacerlo pero no puedo. No sé que hacer.
—¿Qué cosa?—cerró el refrigerador olvidando lo que iba a hacer. Se acercó esperando que respondiera. Miré hacia la sala asegurándome que Jazmín seguía dormida.
—Ese tema de que ella se irá luego de los exámenes finales, ¿Enserio debe irse ahora, Daniel?—lo miré queriendo una respuesta lógica para estar tranquilo—¿Por qué cuando le confesé lo que sentía todo empeoró? Algunas veces no sé si arrepentirme de...
—¿Haberla conocido?—dijo al ver que no podía decirlo—Esto no es culpa tuya, ¿Lo sabes, cierto? Su madre quiere irse de la ciudad porque le recuerda a ese hombre...
—Hay muchas maneras de querer olvidar a alguien—refunfuñé negando con la cabeza. Él sonrió divertido unos minutos.
—No te entiendo en lo absoluto, amigo.
—¿A qué te refieres?
—Dices que nadie puede obligarla a irse pero tú quieres obligarle a que se quede.
—No estoy intentando eso...
—Pues eso parece—señaló cruzándose de brazos mirándome curioso—Tienes tanto miedo como ella, Darío—bajé la vista al suelo—Apuesto que temes que te deje, ¿Crees que Jazmín sería capaz de andar con otro chico?
—Sé que no pero si lo hace no puedo decir nada, ¿Cuántos chicos guapos conocerá en la universidad?—me preocupé ante la idea y comenzaba a molestarme la posibilidad de que ella me dejara.
—¿Te estás escuchando?—sonrió irónico señalándome—Pareces uno de esos novios psicópatas y egoístas que sólo quieren su felicidad, Jazmín es diferente a las demás, todos lo dicen. Y todos saben que esa chica te ama locamente, ¿Por qué ambos dudan del otro?—quiso saber. Abrí mi boca para responder pero él me lo prohibió, estaba reprochándome muy bien—Ella no se irá del planeta, ha tenido muchos problemas con su familia, ¿Por qué no sólo la apoyas?
—No puedo aceptar que se vaya por tanto tiempo, Daniel.
Buscó en los gabinetes de la cocina un cucharón gigante y de madera. Se acercó mirándome serio.
—Vuelve a decir eso y esto terminará en tu cabeza—amenazó. Sonreí divertido—Estoy hablando enserio.
—Lo siento, lo sé, es sólo que...es raro verte...así tan...serio—aguanté la risa. Él rodeó los ojos negando con la cabeza—No es fácil, Daniel.
—Nada es fácil pero tú no perderás a esa chica, se supone que la amas—dejó el cucharón en el mesón—Entonces actúa como si realmente lo haces.
Asentí estando de acuerdo. Hace mucho que no tenía una conversación así con mi mejor amigo.
—¿Todo bien con Vanessa? Cada vez que los veo están más felices.
—No todo es felicidad, hemos tenido discusiones pero siempre vuelvo a conquistarla—sonrió orgulloso de sí mismo. Reí divertido caminando al refrigerador sirviéndome un vaso con agua.
—Oh, disculpe, señor Corazones, creo que le pediré más consejos—me burlé.
—Buenos días, chicos—saludó Vanessa apareciendo en la cocina seguida de Jazmín, mi sonrisa desapareció, bebí un largo trago de agua. Daniel dio un dulce beso a Vane mientras que Jazmín se subió al mesón sentándose y acomodando su cabello—¿De qué hablaban?
—Tema de chicos, ¿No es así?
Asentí sonriendo un poco. Mi estomago gruñía ahora, a los pocos minutos aparecieron los demás con caras adormiladas.
—¿Qué haremos de desayuno?—preguntó Annie sentada al lado de Jazmín.
—Annie y yo cocinamos anoche, esta vez puede que Vanessa y Jazmín preparen el desayuno—opinó Liliana quien bebía algo de agua.
—El almuerzo podemos prepararlo Leo y yo—intervino Benjamín.
—Está dicho, la cena será...
—Yo no sé cocinar—se apresuró en hablar mi amigo. Sonreí divertido apoyando mis manos del mesón.
—No es difícil, podemos hacer algo simple—intenté calmarlo un poco.
—¿Qué quieren desayunar?—preguntó Jazmín mirándolos a todos.
—¿Saben preparar unos waffles? Son mis favoritos.
—Estoy de acuerdo con Annie—Vanessa asintió.
—Bien, preparemos waffles—se bajó del mesón acercándose al refrigerador—Pero creo que alguno de ustedes deberá ir a comprar algunas cosas.
—Liliana y yo iremos con los muchachos—se ofreció Annie.
—Les haré una pequeña lista—Vanessa salió de la cocina seguida de Liliana.
—¿Queda cerca un supermercado?—Leo miró a Daniel.
—Sí, no muy lejos de la casa.
—Cuando veníamos ayer pude verlo. Sé donde queda.
—Está bien, tú nos guías—señaló Benjamín antes de salir con ella y Leo.
—¿Nosotros que haremos?—Daniel miró a Jazmín esperando la orden.
—No lo sé—mordió su labio algo pensativa—Ya les encontraré un trabajo.
—Puedo ayudarlas si quieres...
—Podemos solas, gracias—me ignoró saliendo de la cocina. Miré a Daniel y él se encogió de hombros alzando sus manos, no quería opinar en el asunto.
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