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Prólogo

Prólogo | Tienes que ayudarme, papá.

Parecía totalmente mentira que un niño de diecisiete años tuviera que entrar por quincuagésima vez a un casino de ese tamaño y con tal significado emocional. Las luces cegaron sus ojos por unos instantes antes de ponerse a buscar como loco el paradero de una de las personas más importantes en su vida, los uniformes de los portados de su dolor estaban sacando cada rastros de bondad, y dinero, de los bolsillo de cada persona allí presente.

Las máquinas emitían unos irritantes sonidos que querían hacerle estallar los oídos de una horrible y tormentosa manera. Habían más mesas de las que habría visto nunca, todas ellas con una cantidad sumamente excesiva de dinero, los ruidos, el cabreo y la cínica emoción llenaba cada lugar de ese aterrador casino.

No pudo vislumbrar el rostro conocido de la persona a la que buscaba, solo necesitaba encontrar aquel bonito rostro que se había grabado a fondo, a base de dolor, sobre el corazón del muchacho. Sin embargo, un guardia de seguridad sí logró percatarse del menor de edad. Se acercó hasta él con tal símbolo de autoridad que daría un escalofrío incluso hasta a la persona más fuerte.

Tocó el hombro del joven castaña obligando al menor a voltearse hacia él. Se sorprendió al ver la cantidad de pecas que inundaba su rostro, parecía haberse pintado cada uno de los negros puntos que llenaba su cara. Unos ojos con el mismo color que las hojas de un árbol a principios de otoño chocó con los suyos, un estremecimiento recorrió cada minúscula parte de su cuerpo.

— Perdone, señor — la voz del hombre de mediana edad sonó firme mientras hablaba, sus ojos estaban clavados en el muchacho de numerosas pecas —. No puede estar aquí — habló de nuevo el señor provocando que una casi imperceptible mueca se formara en el rostro del chico —, aún no es mayor de edad — acertó el mayor, el muchacho sabía no podía hacer nada en caso de que ese guardia quisiera sacarle de allí, pero tenía que intentarlo. No perdía nada si lo hacía.

— Estoy buscando a mi padre — el agente palideció al escuchar el fuerte tono que ejerció el chico sobre su voz. La fuerza de voluntad que estaba utilizando para querer lo que deseaba consiguió erizar el vello de la nuca del señor. El guardia miró su rostro entristeciéndose al ver como él retiraba la mirada y tragaba fuerte.

Se enderezó mirando a su alrededor buscando a una persona que pudiera tener un parentesco con el joven que estaba a su lado, suspirando de alivio al ver que el guardia no le había tirado del recinto a porrazos. El mayor probó a buscar un hombre de mediana edad lo más parecido al hombre, con innumerables pecas y pelo castaño, no lo logró.

— ¿Cómo es tu padre, chico? — La voz del señor volvió a sonar, esta vez más suave que las otras dos veces que la utilizó. Suspiró el muchacho dándose casi por vencido al no contemplar a su padre por allí, había recorrido toda la ciudad, todos los casinos, en su búsqueda y él no es encontraba en ninguna de ellos.

— Pelo marrón, ojos verdes — por más que le cuesta al muchacho hablar sobre su padre se obliga a hacer que sus cuerdas vocales funcionen. Su tono suena tembloroso al mismo ritmo que sus manos inquietas —. Es bastante corpulento, y demasiado moreno — termina el chico, el guardia frunce el ceño imaginando los rasgos del padre del hombrecito a su lado.

Gira su cabeza en dirección a la persona a su lado rezando para sus adentros que el hombre que le ha descrito no sea el padre que él piensa. Una pena terrible le embriaga al ver, de verdad, los rasgos suficientes para creer lo que ha dicho. La vista del joven vuelve a anclarse en el mayor frunciendo el ceño a la par al ver al guardia tan confundido y entristecido.

— ¿Tú padre es el doctor Wilkinson? — pregunta, en el rostro del joven se forma una amarga sonrisa asintiendo y desplazando su vista a otro lugar para que no pueda ver la vergüenza que le causa saber que su padre ya es reconocido en este lugar. No le pide que ejerza un trabajo, solo quiere que deje de ser el mismo hombre adicto a las máquinas. Pero su compasión no hacía nada contra ese hombre al que amaba llamar padre, hasta ahora.

— Así es — responde cortante el pequeño de los dos, el guardia le dedica una mirada triste y sincera al contemplar como ese joven estaba cuidando de un persona tan adulta e irresponsable como lo era el señor Wilkinson. Coloca su mano en el antebrazo del joven provocando que este gire su rostro en su dirección.

— Sígame — susurra el hombre en un hilo de voz, con los sonidos de las máquinas llenando sus oídos, mueve sus pies a través de la cantidad innumerables de dente que gastan su dinero como lo hacía su padre. Suelta el brazo del joven cuando reconoce que le sigue sin oponer resistencia. Cada persona que apostaba con vicio en aquel lugar lograba ponerte los pelos de punta, sentir como su padre era uno de ellos hacía que el alma se le cayera a los pies.

Tragó fuerte al admirar el hecho de que su padre había vuelto a quedarse dormido sobre una máquina de estos estúpidos juegos. Otra persona estaba su lado gritándole tantas banalidades que ni siquiera él había escuchado, ni quería obligarse a hacerlo.

Sus ojos se cerraron con fuerza deseando despertar de esa intensa y prolongada pesadilla, quería despertar con la voz dulce de su madre alzando las persianas de su habitación mientras su padre le contaba en el desayuno como había salvado una vida más.

Se despidió del guardia agradeciéndole por su ayuda, no se acercó a su padre hasta que el agradable hombre desapareció entre ese cúmulo de personas. Tragó fuerte sabiendo que esa era la misma historia que había estado sufriendo durante cinco largos meses.

Las luces de la máquina provocaban que quisiera estampar su puño contra ella para descargar la furia que sentía de saber que su padre era adicto a ello. Era una horrible droga que no sabía como parar, como obligar a un alcohólico a dejar de beber o a un drogadicto a dejar de aspirar un polvo blanco tan violento como lo era ese.

— Papá — susurro el joven haciendo caso omiso a la persona que refunfuñaba a su lado para que le permitiera meter su moneda en la ranura y jugar. Tenía cosas más importantes que hacer en lugar de calmar a la molesta persona que le irritaba más de lo que ya se encontraba.

Agarró el brazo de su padre colocándolo sobre sus hombros logrando hacer tambalear su cuerpo con tanta fuerza que temió que él también cayera con él. Sus ojos se abrieron los segundos suficientes como para percatarse en el rostro de su hijo, una pequeña y temblorosa sonrisa cruzo sus labios por una pequeña fracción de segundos.

Looogan — se trababa con sus propias palabras, un fuerte olor a alcohol también llenó sus fosas nasales. Cerró sus ojos con violencia de contemplar como su padre también había empezado a beber, eso ya se cargaba cada ápice de bondad y compasión que hubiera podido tener por la persona que le vio nacer.

Apretó su mandíbula obligando a su padre a levantarse del asiento. Logró después de desesperantes minutos, en los que deseó dejarle caer al suelo, que saliera de su asiento. La persona que había a su lado, con furioso aspecto, pareció un resorte al colocar su trasero sobre la silla que antes ocupaba su padre.

Deseó poder propinarle un golpe para que sintiera el dolor que tenía que aguantar al verle de ese modo. Sin embargo, con el cuerpo del pesado ex doctor a su lado era imposible hacerlo y no hacer sufrir a su acompañante.

— Tienes que ayudarme, papá — masculló el joven al sentir que el peso de su padre no conseguía ser lo suficiente ligero como para poder arrastrarlo. Quería llorar, durante estos meses tenía que tener un ojo fijo en él a las veinticuatro horas del día. No parecía ser lo suficiente atento cuando cada madrugada, a las cuatro de la mañana, se despertaba para ver como su padre se había marchado de nuevo.

Se había convertido en su niñera, él parecía ser el padre que cuidaba de su hijo rebelde en lugar de ser totalmente lo contrario a eso. Su atención, sus ojos e incluso su tiempo era dedicado a él, el único momento de paz que tenía, por llamarlo de alguna manera, era el tiempo que pasaba en el instituto y parecía realmente irónico.

Tenía que buscar en cada casino de la ciudad para poder dar con él y, la mayoría de veces, le encontraba en el mismo estado. Con su cabeza pegada a los botones de la máquina mientras yacía dormido con una lata vacía de dinero tirada en el suelo en la que, anteriormente, había las suficientes monedas para poder sobrevivir durante el mes. Ahora debía hacer horas extras para poder volver a sacar ese dinero que había perdido.

Era imposible creer como un hombre como él podía ser médico, por que era mentira. Su puesto se había esfumado el primer día en el que apareció con una resaca a su consulta recetando pastillas por doquier a cada persona que veía. Ese día fue el mismo que acarreó una vida de desgracias y salidas a la madrugada con un solo objetivo.

Salió al exterior percatando a su cuerpo de la triste mirada que el guardia de antes le dedicaba. Pareció susurrar algo que Logan no logró escuchar pues sus pasos era tambaleantes a causa del fuerte y corpulento cuerpo que arrastraba al exterior. Saludó con una sonrisa que no le llegó a sus ojos, siguió su camino contemplando como gran cantidad de mirada se posaban sobre ellos. Se caía a los lados a pesar de tener la suficiente fuerza para llevarle, los sentimiento le jugaban en contra.

Su coche se encontraba en la entrada sabiendo que ese sería el puesto más cercano con el que dejar a una persona que permanecía en tal estado. Hoy su padre había cruzado la línea de una forma que se le sería imposible borrar de su mente, tal y como había sucedido las anteriores veces. Soltó un cansado suspiro con el alma a sus pies.

Abrió la puerta trasera del auto con una fuerza sobrenatural al tener que aguantar con solo una mano a su padre. Los intermitentes hacían que su rostro quedara iluminado por una luz verde, sus pecas se acentuaban cada vez que ese brillo le daba de pleno en su bello rostro.

Soltó el brazo de su padre permitiendo que él cayera con tanta fuerza que le obligo a dar un rebote en el asiento de cuero. Las formas de los botones de aquella desdichada máquinas se copiaron en su rostro haciendo que creyera que él era la máquina. Cerró la puerta con fuerza sintiendo como el mundo se le venía encima. Llegó a la puerta del conductor pensando que su padre estaría dormido.

Cuando entró y miró por el espejo retrovisor pudo comprobar como él formaba una sonrisa temblorosa. Abrió su boca en repetidas ocasiones recibiendo el mismo resultado de antes hasta que, al fin, logró que sus cuerdas vocales funcionaran. Habría preferido que no lo hicieran pues las palabras que soltó logró enviar un escalofrío a todo su cuerpo.

— No le cuentes nada a tu madre, Logan — rió con tranquilidad antes de sumirse en un profundo sueño dejando a su hijo con una lágrima cayendo sobre su mejilla, los mechones de su oscuro castaño cayeron por su frente ocasionando que se viera profundamente atormentado.

Por que el joven sabía que su madre se había separado de él desde el mismo momento en el que empezó esta pesadilla. Por que esto no parecía cambiar en ningún momento y sus esperanzas no se renovaban con tanta facilidad. Por que tenía que rendir un examen por la mañana y ni siquiera sabía como iba a hacerlo si no había logrado estudiar.

Suspiró, soltó el aire por su boca sintiendo como no solo expulsaba una cantidad de aire sino como si su corazón estuviera saliendo por la misma cavidad y con la misma rapidez que lo hacía el aire que expulsaba. Por que su vida era un completo infierno y nadie parecía percatarse de ello.

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