EPÍLOGO
Un mes más tarde...
— Por Dios, papá. Estoy bien — respondo exasperado —. ¿Ahora vas a ser el padre del año? — hablo jocoso.
Un gruñido se escucha desde la otra parte —: No me hables así, Douglas — farfulla —. Aquí estoy demasiado aburrido. De alguna forma me tendré que divertir — se cachondea.
Ruedo los ojos, ya era bastante raro que a cada semana, si llegaba, estuviera con el móvil en mano para hablar conmigo.
— ¿Cómo vas por allí? — interroga, dejo una botella de leche dentro de la nevera. Ni siquiera me había dado tiempo a recoger la compra cuando él me había llamado.
— De momento bien. Espera a que empiecen las clases y ya te avisaré.
No quiero ni pensar lo que será estar otra vez hasta arriba de exámenes, prepararme dos tazas de café y tres de té para despertarme. El verano es tan apasionante que cualquiera diría que me falta poco más de un mes para comenzar con todo de nuevo.
— ¿Papá? — llamo, no se está escuchando nada de su parte desde hace varios minutos.
— Sí, sigo aquí — responde distraído, frunzo el ceño —. Una cosa.
— Dime.
— ¿Has vuelto a hablar con Alessia desde que te fuiste? — interroga, casi se me caen las natillas de mis manos. Hubiera matado a mi padre en caso de que hubiera pasado.
— ¿Por qué lo preguntas? — cuestiono, no comprendo la razón por la que si al principio no quería que hablara con Alessia, ahora está como loco por que lo haga. No tiene lógica. Pero las acciones de mi padre se caracterizan por carecer de ello.
— Ha venido a visitarme un par de veces desde que estoy aquí.
Se me seca la boca y dejo de quitar la comida de la bolsa para colocarla en su sitio. No consigo terminar de hacerlo cuando mi padre suelta estas bombas como si fueran golosinas para un niño. Me soy la vuelta apoyándome actos seguido en la encimera para evitar caerme.
— ¿Por qué lo hace?
— Me pregunta por ti, dice que es lo que hubieras querido — declara.
El corazón se me cae al suelo con esas palabras. Está claro que me encantaría saber cómo lo está pasando. Negar que estas llamadas con mi padre no me gustan sería mentir, es una forma de poder saber cómo lo tratan y me encantan. Pero que Alessia vaya a visitarle por mí, eso ya me hace sentir como un estúpido egoísta.
— Hemos roto, ella lo quiso así. ¿Por qué cojones va a visitarte entonces? — espeto. No tenía intención de que sonara tan enfadado como he sonado pero tampoco lo he evitado.
Ella no me dirigió la palabras desde que todo lo que pasó con el idiota de Rodgers, no se lo recriminé en ningún momento hasta que mi paciencia se terminó. Intenté todo lo que pudo para que se diera cuenta de que en ningún momento la muerte del idiota fuera un problema. Lo intenté por semanas que se fijara en mí, que se percatara de que la amaba y que conmigo el dolor ya no sería tan fuerte.
Ahora falta que ella me lo demuestre a mí. No creo que eso suceda nunca.
— A veces dudo que estés entrando en Princeton, hijo — se lamenta chasqueando la lengua segundos después. Empiezo a mosquearme.
— Ve al grano, papá — mascullo.
— Cállate y ve a abrir la puerta, por favor.
Frunzo el ceño, echo un vistazo hasta ahí —. Nadie ha llamado, pa...
Entonces, solo entonces, unos golpes en la puerta resuenan por toda la habitación. Mi ceño se frunce aún más, busco entre todas las posibilidades posibles la manera en la que mi padre ha sabido que estaban llamando y yo no.
— ¿De qué va todo esto, papá? — interrogo, solo me doy cuenta de que ha colgado cuando los pitidos incesantes del móvil me resultan demasiado irritantes.
Esto es imposible.
Me acerco a paso lento hasta la puerta, espero que sea Liam, mi compañero de piso, y mi padre tiene un super oído. Pero tampoco recuerdo que él haya salido en algún momento. Que yo recuerde, él me ha saludado nada más entrar con las bolsas en el apartamento y me ha obligado a que lo colocara todo en su sitio.
Nadie me escucha. En el momento en el que abro la puerta un resplandor rojizo se estampa contra mis ojos. La mano reposa en el pomo de la puerta y trato de apoyarme en ella para no caerme por que ni siquiera soy capaz de sostener mi propio peso. Tengo los pies anclados al suelo.
Por que ella está enfrente de mí.
Alessia está a mi lado y soy incapaz de apartar la vista.
Está hermosa, como siempre.
— ¿Qué haces aquí? — interrogo cortante, encuentro mi voz en algún lugar de mi cuerpo.
Disimulo que no estoy observando como sus labios tiemblan, como sus ojos recorren cada parte de mi rostro, como puedo contemplar un brillo en sus pupilas nada más escucharme decir eso. Disimulo que no duele, que no me importa, que no estoy muriendo por besarla hasta que me quede sin aire.
Con su cabello tapando casi todo su rostro. Solo tengo ganas de acercarme a ella y retirarle los mechones de pelo que me impiden verla. La conversación con mi padre cobra sentido y las intenciones de tirarme hasta ella se incrementan.
La he echado demasiado de menos.
Pero no digo absolutamente nada.
— He conseguido una plaza aquí y...
La respuesta me sorprende, trato de todas las formas posibles no agrandar los ojos y demostrar lo que siento. El corazón me late tan fuerte, tan rápido, que a punto estoy de ponerme una mano en el pecho para que no salte de su lugar. La amo demasiado, joder. Ella no me está haciendo nada fácil eso de hacerme el duro.
— No te estoy preguntando eso — espeto.
— Yo... — carraspea, esquiva mi mirada y se centra en observar detrás de mí, a la habitación. Inspira seguro que intentando coger fuerza, tengo unas inmensas ganas de sonreír justo ahora —. He venido a pedirte perdón, Logan. Quería disculparme — responde.
Sus ojos se estampan con los míos. Casi se me corta la respiración cuando sus iris envueltos en llamas me dan la bienvenida y me acogen entre sus brazos. Fuerzo la mandíbula reteniendo las enormes intenciones de acercarme a ella y besarla.
Necesito más que esto, ella necesita decirme más que esto.
— Estás perdonada — mascullo.
Meto mi cuerpo dentro de la habitación y hago el amago de cerrar la puerta. Me muero de risa cuando su voz se escucha con fuerza por casi todo el pasillo.
— ¡Espera! — grita, detengo la fuerza con la que iba a cerrar de un momento a otro. La observo a los ojos mientras se lleva las manos a la cabeza y casi se arranca los pelos. Me gustaría que mi chica conservara su pelo, gracias —. He sido una estúpida, ¿de acuerdo? Una hija de puta, una idiota, una cabrona, una imbécil, cualquier cosa que quieras llamarlo. He pensado en mí misma todo este tiempo, te tenía a mi lado a cada segundo y ni por un momento se me pasó por la cabeza que tú te ibas a largar. Necesitaba tiempo para mí misma. Me sentía en la mierda cada vez que me llamabas y no podía responderte de la misma manera que tú lo hacías.
— Te quería de vuelta, Alessia, solo eso. No esperaba nada más de ti.
— Lo sé. Lo entiendo, Logan — contesta.
No me mira ni por un segundo a pesar de que lo que más deseo es que vea la sonrisa que hay en mi rostro ahora mismo y que no trato de disimular. Está tan ensimismada intentando disculparse que no se da cuenta que nada más viniendo hasta aquí ya se ha ganado la mitad de mi perdón.
Dios, ella es perfecta.
— Tu padre me llamó media hora antes de que tu vuelo saliera — confiesa, agrando los ojos. Eso no me lo esperaba para nada —. Dios, Logan. Me puse a llorar como una cría en medio de la calle — ahora mismo está haciendo casi lo mismo. Con los ojos cristalizados y las lágrimas a punto de salir se me está rompiendo el corazón en pedazos. Es demasiado que soportar así, casi imposible. Casi —. No me di cuenta, fui una idiota. Una estúpida que no se ha enterado de que estaba perdiendo lo mejor que le ha podido pasar nunca. Una idiota que...
Una risa se escapa involuntariamente de mis labios sin conseguir evitarlo por más tiempo. Su atención se dirige hasta mí como un resorte. No disimulo por más que lo intento y logro con ello que su ceño se frunza y que me mire más molesta que nunca.
—¿De qué narices te ríes? — masculla, no creo que se dé cuenta de que cada vez estoy más cerca de ella. Ha pasado de estar casi a punto de llorar a estar más enfadada que una fiera. Solo quiero besarla, con esto está más que perdonada. Dios, enserio la necesitaba, necesitaba esto —. Estoy aquí como una gilipollas pidiénte perdón, diciéndote que te quiero y...
La callo, sus labios se estrellan con los míos y es lo único que siento durante los siguientes cinco segundos. Mis manos van a su cintura como hacía tiempo que no podía hacer, un jadeo escapa de mis labios cuando el simple tacto parece un pedazo del cielo en mi boca. Noto sus manos acariciar mi nuca volviéndome aún más loco.
Su boca se mueve con la mía, lento y seguro.
— Lo siento de verdad, Logan — susurra una vez nos separamos para buscar más aire.
— ¿Enserio te crees que no te he perdonado? — interrogo sonriendo como un niño con su caramelo en la mano. O en la boca.
— No lo...
La vuelvo a besar, la sonrisa en mi rostro impide que pueda alcanzar sus labios. Los moldeo a mi gusto mientras sus uñas se clavan en mi nuca y se cuelan entre las hebras de mi cabello. Mis manos se mueven por su espalda descubierta por debajo de la camiseta, las ganas de seguir besándola aún más se esparcen por todo mi cuerpo enviando un calor agonizante.
Con el pie, empujo la puerta para que se abra al completo. No me preocupo por que sus maletas se queden ahí fuera, solo me importa acercarla más a mí, besarla como hacía más de un mes que no tenía el privilegio. Sentir su corazón al compás con el mío, su aroma filtrándose por mi nariz como una bendición del cielo.
El estruendo de la puerta al cerrarse es un alivio, caminamos a trompicones hasta mi habitación a oscuras por que he sido lo suficientemente vago como para no subir las persianas y dejar que la luz del exterior entrara esta mañana. Tampoco tenía ni idea de que iba a recibir una visita de tal magnitud.
Una suerte que la cama al menos estuviera decente.
Por desgracia, ni siquiera yo me sé el interior de mi habitación. Cuando la guío por todos los lugares, es ya mala suerte que mis piernas se choquen con la cama. Su cuerpo, totalmente pegado al mío, se vuelcan sobre mí al caer.
Las risas, de ella y de mí, resuenan por la habitación. Sigo besándola por que necesito hacerlo, me muero por hacerlo. Ya no es solo ella, ahora soy yo el que quiere estar con ella todo lo que pueda y más. Quiero seguir con ella, compartir todo con ella, mandar a la mierda todo el asunto de Rodgers y que comience a pensar por ella misma.
Otra vez.
— ¿Cómo es que no sabes dónde está la cama? — interroga entre beso y beso. Su cabello cae en cortina sobre mi rostro, su dulce cara sonriéndome mientras pongo un mechón de pelo justo detrás de su oreja.
— Aún no he tenido que ir con los ojos cerrados hasta mi habitación y justo ahora tenía otras cosas en mente.
Ríe —. ¿Ah, sí? — se cachondea jocosa.
Me encanta verla así.
Me doy la vuelta dejando que ella esté debajo de mí para poder ver como su rostro sucumbe a ese tono rosado sobre sus mejillas. Acaricia mi nuca con sus uñas, sonrío por que soy el chico más feliz del jodido universo.
— Te amo — susurra. A punto estoy de cerrar los ojos y obligarla a que me lo diga mil veces más. No voy a estar totalmente seguro de ello hasta que me lo repita tantas veces como su voz le permita.
La beso.
— Yo también...
— ¡Logan! — grita una voz, gruño al instante en el que llama a la puerta. De no ser por que sabía que había puesto el pestillo, nos habría pillado. Lo habría matado —. ¿Se puede saber por qué cojones sigue estando la compra en la encimera? Te he dicho que la guardaras hace media hora — expresa con molestia.
— ¡Estoy ocupado, Liam! — chillo, espero que comprenda. Por favor que lo haga —. ¡Lárgate!
No escucho nada durante los próximos veinte segundos. Solo cuando sus pasos se escuchan alejándose y suelta un bufido que se oye hasta donde me encuentro, me permito relajarme. Con el sonido de un portazo unos segundos más tarde, casi quiero montar una fiesta. Apoyo mi frente sobre la de Alessia, mi chica. La chica más hermosa y tierna que ha podido tocar este planeta.
La escucho reír, abro los ojos —. Perdón por eso, aún sigo adaptándome a tener compañero de piso — mascullo, sonrío acariciando su rostro y dejando un beso sobre sus labios —. ¿Por dónde íbamos? — susurro.
Vuelve a reír dándome la bienvenida de vuelta a su boca. Nos contenemos lo que podemos hasta que todo explota. Consigo sentir cada partícula de su cuerpo, recorrer cada fracción de su piel como hacía tiempo que no podía. Vuelvo a notar como su espalda se arquea para recibirme, como sus labios capturan los míos como si fuera el aire que necesita para vivir y como su corazón galopa a niveles insospechable en su pecho.
Por que no importa cuantos problemas se crucen por el camino, cuantas personas hay que superar o cuantos problemas hay que resolver. Por que siempre es mejor estar junto a alguien para solucionarlos.
— Te amo, dulzura — consigo decir.
Por que ella es mía.
Y por que yo soy suyo.
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