"Mientras esperas que todo vuelva, no dejas que nada llegue."
- Ane Santiago.
Con el aire moviéndose de un lado a otro, mareando a los árboles y dañándoles como si se tratara de un juego. Con la luna completamente sola en medio del todo el firmamento, acompañada únicamente de las pocas luces que cubren el cielo y unas nubes casi negras que lo convierten en escalofriantes. Con la calle abandonada de personas, de sentimientos y de emociones, simplemente con mis pasos pisando fuerte y clavándose en el suelo con furia.
Levanto la mano quitando las lágrimas que se caen por mis mejillas, la brisa choca con ira contra mi rostro aumentando el torbellino de emociones que inunda mi sangre, que revolotea por mi organismo sin mirar por nadie más que por sí mismo.
El rostro de Alessia se reproduce en mi mente como una película, cada movimiento de sus párpados al pestañear. El vacío demacrado de sus ojos observando los míos, la vibración de sus labios al decirme que necesitaba tiempo para recuperarse, para dejarme atrás, para olvidarme.
Trago saliva con una fuerte piedra adentrándose en mi garganta provocándome arcadas. Mis manos se adentran en las hebras de mi cabello tirando de ellas para no olvidarme de que todo acaba aquí, de que la posibilidad de que ella tuviera un futuro conmigo está terminada. Sin tiempo definido, sin un final, sin un reencuentro.
Apoyo la cabeza en la puerta del apartamento de mi padre y mío, entrar dentro de esa casa es un suplicio. Nada más pensar en mi padre, en que seguramente esté bebido, en que todo esto es una mierda si no hay nadie con quien compartir lo que siento. El corazón se me convierte en un puño y tengo que utilizar toda mi fuerza de voluntad para no vomitarlo.
Las llaves se resbalan de mis manos, se mueven con vida propia y es un milagro poder colocarlas en la cerradura. Las lágrimas empañan mi visión, el panorama se convierte en una imagen borrosa con la que tengo que pestañear para que se aclare. De nada sirve cuando vuelven al mismo estado dos segundos más tarde.
— ¿Logan? — cuestiona una voz grave desde dentro.
No abro la boca, dejo las llaves en el recibidor negándome a dirigirle ni una sola palabra. No cuando a la mínima que mueva mis cuerdas vocales se van a romper en mil pedazos. Los pasos de mi padre se escuchan viniendo hacia mí, reconozco el olor a alcohol antes de que esté a mi lado. Le echo un vistazo distinguiendo sus ojos rojizos, su boca levemente húmeda a la luz de la lámpara y su barba incipiente de varios días sin afeitarse.
— ¿Dónde narices has estado, Douglas? He estado preocupado.
Río.
— ¿Preocupado? — pregunto irónico, fuerzo la sonrisa más cínica que soy capaz. No cuesta nada cuando el dolor comienza a convertirse en una ira mal fundada —. Tú no has estado preocupado por tu hijo en tu puta vida, no pretendas estarlo ahora — espeto.
Su ceño se frunce y la mandíbula le tiembla por la tensión acumulada en ella. No me importa verle así, parezco estar compenetrado con mi ex novia en cuestión de sentimientos justo ahora. A lo mejor hasta podemos ser amigos de no-sentimientos.
Mierda.
— ¿De qué cojones vas, Logan?
Doy una larga inhalación, él no merece mi enfado, él solo se merece una jodida clínica de desintoxicación del alcohol y volverá a ser el mismo padre que me enseñó a montar en bici cuando era pequeño o a nadar cuando apenas tenía seis años.
— No tengo ganas de hablar, papá — contesto cansado, quiero dormir y mañana será otro día. Quizás igual que este, quizás aún peor pero al menos habrá pasado algo más que en esta mierda de día.
Camino para largarme del recibidor, su pudor a alcohol me está dejando sin olfato y no quiero tener que aguantar las tonterías que salgan de su boca. Que se vaya a la cama, que duerma, que se le vaya la cogorza que tiene encima y ya mañana que pruebe a ser el buen padre que nunca ha sido.
Mis intenciones de irme se detienen al instante cuando su mano atrapa mi antebrazo y me detiene. Inclino mi cabeza hasta observar sus ojos, furiosos y molestos, dirigidos a mí como si fuera la presa que quiere cazar.
No soy el puto animal indefenso de nadie.
— Vas a decirme a qué cojones a venido eso, Logan. Me lo vas a decir ahora.
Retiro mi brazo de su posesión de un tirón. Un sentimiento reburbujea furioso en mi estómago subiendo al exterior donde crea un ardor en mis labios, en mi boca y en mis encías. La sangre comienza a regurgitar buscando librarse de la molestia que la hacen hervir sin un objetivo final.
— ¿De qué cojones voy, papá? — interrogo, le miro a los ojos sin un ápice de sentimientos. Solo me guío por la ira con la que me reflejo en sus pupilas sombrías—. Dímelo tú — espeto, debería detenerme con ver la confusión en sus ojos pero si hace estallar la bomba, la explosión es imparable —. Sales de casa con una fajo de billetes en la cartera a la una de la noche y llegas a casa ambientando la casa al puto alcohol que has tomado y con los bolsillos vacíos.
Aplana los labios, desplaza su mirada al suelo y vuelve a mirarme en milésimas de segundo.
— Logan...
— No — interrumpo, ya no hay nada que me impida continuar y sacar lo que llevo pensando durante todos estos años se siente liberador. Mejor aún cuando de esta forma no hay manera de pensar en la chica que me ha dejado por estar pensando en un puto muerto —. Ahora me vas a escuchar — mascullo —. Pretendes que llegas bien a casa, dando tumbos y yendo a tu habitación. Me obligas a que le rece a Dios para que te levantes de la cama por la mañana. Te recuerdo que soy ateo, papá. Y eso sin contar las veces que salgo de casa para ir a un jodido casino a la otra punta del país porque estás siendo un completo imbécil y te has quedado dormido encima de una máquina de juegos.
Me llevo las manos a la cabeza, las palabras deseando salir de mi boca como escupitajos contra su cara y reteniéndome después de todo a no levantar la voz. Bastante con que tenemos pagos atrasados en el alquiler con el casero como para que nos tire del apartamento por tener el volumen alto.
— ¿Te tengo que contar las veces que me ha llamado mamá para que vaya con ella y te deje aquí por que no soporta saber que tenga que estar cuidando de ti? ¿Tengo que repetirte otra vez que trabajo desde que salgo del instituto hasta las diez de la noche, que estudio para los exámenes por la noche y que a las cuatro de la mañana, cuando ya parece que he terminado de estudiar, tengo que ir a buscarte?
Bufo, calmarme es una opción que está presente en mi mente pero que no se convierte en prioridad. No he despegado la vista de mi padre ni un solo segundo y sus labios temblando debería ser un indicio para parar. Por más que lo intento, la carga que llevo soportando todo este tiempo, tragando y tragando todos los problemas que me venían por delante. Han salido a la luz y no tengo ningún inconveniente en dejarlos escaparse.
— Después de todo esto, ¿encima sigues preguntándote por que no creo que estés preocupado por mí? — interrogo, por primera vez desde que he comenzado a hablar, desde que he estallado, mantiene su mirada en mí. Me pone a prueba y no tengo mejor sensación que esa —. Lo siento por pensar que no has sido un buen padre. Por no creerme que ahora, después de tanto tiempo, vuelves a tener sentimientos hacia mí. Entré en el instituto sin un padre ni una madre y voy a salir de él de la misma forma.
Le faltan los segundos para levantarse y largarse, pasa por mi lado chocando mi hombro y sin mirar a atrás. Soy incapaz de recapacitar, de mirar por él y tener en cuenta si he sido demasiado brusco. La garganta me arde y los ojos me escuecen previniendo las ganas de llorar y de no despertar. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que las lágrimas salieron a la luz que ya no sé lo que se siente.
Suelto un suspiro, tengo el alma en los pies cuando levanto la mirada y lo primero que me encuentro son los marcos con las fotos de mi infancia. Con mi madre sosteniéndome en su pecho y dándome de comer cuando apenas tenía unos cuantos meses, con mi padre a mi lado en un parque que teníamos cerca de casa antes de que comenzara a irse a beber y a apostar y tuviéramos que cambiarnos de sitio donde vivir.
Los recuerdos, el tornado de sentimientos que se recrean en mi cabeza con solo echarles un vistazo me obligan a desplazar la vista antes de volver a ponerme a llorar. Me duele todo, me molesta todo y me entristece todo. Ahora sé lo que es una ruptura, lo que es que todo tu mundo se rompa en pedazos, se queme y se esparza en cenizas por el suelo sin importar como eso te hace sentir.
Mi corazón está ahí, mi mente está ahí y están destrozados.
Agarro el teléfono de mi bolsillo trasero. La foto de pantalla envía automáticamente mil millones de señales a mis neuronas para que el dolor y las emociones incrementen su nivel de tamaño y de duración. Trago saliva con millones de agujas clavándose en la boca de mi garganta y necesitando dañar todo mi cuerpo. Los párpados se me cierran, las mejillas húmedas y las pestañas reteniendo mil gotitas de agua salada que se niegan a caer y que agradezco.
Me ha dejado.
Ha roto conmigo.
No me quiere ver más.
Se acabó.
Enciendo la pantalla del móvil de nuevo, trato de no pensar en lo que mi contraseña significa. De no pensar que la fecha en la que comenzamos a salir está grabada en mi teléfono. Abro en la aplicación de chats y comienzo a desplazarme por la bandeja de contactos tratando de buscar uno en especial.
Las manos me tiemblan mientras lo único que me alumbra a parte de la casi imperceptible luz del pasillo del recibidor es la del aparato electrónico. Siento que si no lo sujeto bien se resbalará de mi alcance, por que mis dedos siguen húmedos y siento las manos de mantequilla.
Bajo por los pocos contactos que tengo, los alumnos de clase, los jugadores del equipo de fútbol, mi madre, mi padre.
Mi Alessia.
El contacto que busco llega antes de que me ponga a llorar de nuevo, abro su perfil y subo el teclado. Mis dedos tienen un pulso terriblemente horrible cuando los muevo por la pantalla tecleando sin parar, sin pensar, sin buscar inconvenientes.
YO: Resérvame una plaza en la universidad de Princeton.
La cabeza solo me funciona para escribir y cuando apago el teléfono ya no hay marcha atrás. En menos de dos segundos tengo otro mensaje emergiendo en la pantalla, levanto el teléfono en mi mano y desplazo mis pupilas por él.
Entrenador: Perfecto, tienes que aparecer por ahí dentro de dos semanas. Te harán un reconocimiento para asegurarse de que estás en forma, nada que no hayas pasado antes ;)
El móvil se mueve de nuevo hasta mi bolsillo, ya está hecho, ya no hay vuelta a ningún pasado. Subo las escaleras llegando a mi cuarto sin mirar a la habitación de mi padre ni una sola vez, no me importa ni por un momento lo que esté haciendo. Ya ni me molestaría que se pusiera a beber y se largará a gastar todos nuestros ahorros del mes.
Por mí se puede ir a la mierda.
Ya no voy a salvar su espalda ni una puta vez más.
Me niego.
¡MARATÓN 1/?!
No sé cuantos capítulos tengo que editar para que esté al día pero se suponía, según tenía planeado, que mañana ya iba a subir el epílogo de la novela. ¡Lo siento por haceros esperar tanto, ha sido una mierda no escribir!
Espero que os haya gustado, Logan por fin se ha dado cuenta de que tiene que plantarle cara a los problemas de una vez por todas.
¡Pregunta Random 1!: ¿Os ha parecido bien la forma de expresarse de Logan?
¡Pregunta Random 2!: En caso de haber sido el padre de Logan, ¿cómo habríais actuado en su lugar?
XOXO,
NHOA
PD: Os amo demasiado <3
PD2: ¿Os habéis dado cuenta de que la pd de arriba pare una P con una cara triste >.<
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