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Capítulo 49. Logan

No es necesario escribir frases de Neruda ni versos de Bécquer, solo tienes que ver mi corazón, que se muere por verte.

— ¡Vamos, chicos! ¡No puede ser que os pese tanto el culo! — grita él. Con esa voz tan rasposa que parece que la están lijando con una lima. Miro a Thiago que me devuelve el pase, agarro la pelota sonriendo de medio lado.

— No está de muy buen humor — declaro. Thiago hace una mueca.

— Es lógico — responde, frunzo el ceño —. La defensa cada vez es más fácil de pasar, los jugadores de primero serían buenos en el colegio al que iban pero aquí es más difícil — confiesa. Inclino la cabeza en forma de asentimiento, le devuelvo el balón.

— Tienen que acostumbrarse — les defiendo, ni siquiera sé por que. Supongo que por que en mi día, yo era uno de esos niños.

— Llevamos medio curso y no se han acostumbrado aún — analiza, eso tampoco se lo puedo debatir. En la mitad de mi primer semestre ya me había hecho un hueco en el equipo, estos de ahora parece que necesiten un curso entero para integrarse.

— Lo conseguirán — aseguro, Thiago sonríe irónico como si le hubiera dicho la mayor mentira del universo —. Solo necesitan un poco más de tiempo — afirmo creyéndolo realmente.

— Esperemos que tengas razón — desea, el objeto apepinado vuelve a estar en mis brazos —. Tenemos que conseguir una plaza en una buena universidad el año que viene y como no pasemos las eliminatorias estaremos jodidos — piensa.

No consigo decir nada en base a eso. No estoy seguro siquiera de poder ir a una buena universidad como mi padre siga siendo un alcohólico que no sabe cuidar de sí mismo. Ya he comenzado a mirar universidades, eso no lo niego, pero todas en las que puedo tener salida se encuentran demasiado lejos de casa.

Incluso Yale, a la que Alessia desea ir, está demasiado lejos de mis posibilidades. Tanto económicas como personales. No me perdonaría que algo le pasara a mi padre mientras estoy fuera haciendo mi vida sin cuidar de él.

— Aún tenemos tiempo — animo —. Conseguiremos entrar en cualquier universidad. Si no, siempre podemos ir a la que hay a dos metros de casa — bromeo jocoso. Reconozco que no es una buena broma cuando Thiago frunce el ceño como si le hubiera dicho la mayor tontería existente.

— Antes muerto que entrar en esa universidad — espeta consternado. Sonrío de boca cerrada —. Está llena de mierda y las clases son diminutas. Ni siquiera tienen pista de fútbol americano — murmura. Parece que le hayan dicho que habrá un terremoto que lo arrasará todo.

— Tampoco está tan mal — susurro. Por que es la universidad a la que seguramente iré, a la que llego económicamente sin necesidad de arrancarme la piel para conseguir la beca completa y la que está más cerca de poder cuidar de mi padre y trabajar en la cafetería para conseguir el dinero que necesito.

— ¡Ya está bien por hoy, chicos! — chilla el entrenador. Se lleva las manos a la cabeza —. Veremos a ver si mañana despegáis los pies del suelo en lugar de comportaros como unos putos vagos — habla tan molesto como siempre.

Río divertido. Escuharlo hablar sería un espectáculo de no ser porque les está echando la bronca y, a la mínima risa, me pondrá a hacer cincuenta vueltas a la enorme pista de fútbol americano.

Camino hasta el banquillo inclinándome para coger la toalla. Me la paso por el cuello reconociendo que hoy ha sido un entrenamiento tranquilo. Mucho más calmado de lo que lo ha sido nunca. También puede ser por que el entrenador está tratando de encontrar ese don que tenemos para el fútbol en los chicos nuevos aunque esté enterrado a metros y más metros bajo tierra en un lugar en el que casi nadie se atreve a buscar.

Aún así, eso no impide que el sudor se cale por cada parte de mi cuerpo haciéndome desear una ducha para después ir a buscar a mi novia a su casa y disfrutar de su compañía hasta morirme. O al menos hasta que sus padres la llamen porque su madre sigue sin fiarse de mí.

Suspiro divertido. Poder estar unos segundos con ella, besarla unos cuantos más y sostener sus manos otros más valdría totalmente la pena. Solo con eso dormiría como un bebé durante toda la noche hasta despertarme al día siguiente.

— ¡Logan! — grita el entrenador, echo un vistazo en su dirección. Su uniforme rojo y el silbato en su pecho me causa gracia, se parece a cualquier entrenador de las películas. Excepto por que él está flaco y en forma, con unas gafas de sol que no necesita por que no hay ni un maldito rayo de luz. Se ha escondido tras las nubes desde que ha comenzando el entrenamiento —. ¿Puedes venir un momento?

Me mira una última vez tras haber asentido hacia él antes de entrar por un pasillo donde se encuentran los vestuarios y su pequeño despacho. La mayoría de veces debes entrar ahí por por hacer algo que no debes o por que te va a contar las mil cosas en las que tienes que mejorar para estar a la altura de un equipo profesional.

Trago saliva.

Recibo unas palmadas en mi espalda de ánimo, giro mi cabeza encontrándome con Thiago que me sonríe divertido. Hago una mueca deseando verle muerto temporalmente por estar disfrutando esto.

— Buena suerte, chaval — se mofa de mí.

Escupo un bufido molesto pero con una sonrisa escalando mis labios. No puedo estar molesto con él cuando yo hago exactamente lo mismo. Excepto por la curiosa razón de que casi nunca está Thiago en su despacho, solo las justas y necesarias.

— Gracias por los ánimos, cabrón — escupo fingiendo estar resentido.

Profiere una carcajada disimulada volteándose para coger sus cosas y dirigirse al vestuario a ducharse como yo quisiera hacer. Frunzo el ceño sin saber para qué necesito estar en ese diminuto despacho si no hay nada en lo que me pueda sacar punta. Casi ni me ha dirigido un mínimo de atención en el entrenamiento, es imposible que haya visto algo extraño en mí.

— ¿Entrenador? — pregunto asomando la cabeza después de haber tocado a la puerta. Mentiría si dijera que no tengo una curiosidad que me mata, muy pocas veces él me ha llamado para decirme algo y que lo haga ahora es extraño.

— Pasa, Wilkinson. No muerdo — espeta, su voz se tiñe de cierta molestia pero la concuerdo con el estropeado entrenamiento que hemos tenido. No ha sido una de nuestras mejores prácticas, por no decir que se ha convertido en una de las peores —. Puedes sentarte.

— ¿Qué quieres? — pregunto, me hace asemejarme que voy a la defensiva. Sin embargo, esa es la forma de hablar que él tiene y no piensa en ello cuando se da la vuelta con rostro perdido. Supongo que estará pensando la mejor forma de hacer que los nuevos jugadores comiencen a exprimir todo su potencial en el campo.

— No creo que vayamos a entrar en la liga de este año — confiesa, las mismas palabras que Thiago ha soltado cuando estábamos a punto de terminar la práctica —. Los nuevos chicos no son los mismos que venían cuando tú entraste o los tres cursos anteriores que le siguieron. Cada vez están más flojos y la mayoría no consiguen llegar a la cima. No he visto ni uno que tenga algo con lo que salir del paso durante las eliminatorias — comenta consternado.

Aplano los labios escuchándolo.

— ¿Qué tiene que ver todo esto conmigo? — cuestiono sin entender realmente. Sinceramente, tengo un poco de prisa y no estoy como para perder el tiempo —. El capitán del equipo es Dylan. Yo no tengo ni voz ni voto sobre estas cosas.

— Hombre listo — sonríe, sus ojos se clavan en los míos. La determinación y la chispa de orgullo que se instala en ellos me causa más preguntas —. En el entrenamiento de ayer vino gente que te quería en sus equipos — avisa, entrelaza sus manos por encima de la mesa. Esta charla cada vez me gusta menos —. ¿Qué piensas hacer después del instituto?

Me quedo completamente mudo. No se supone que te dicen estas cosas un día cualquier y deberías estar lanzando cohetes. Más que nada porque sé el rumbo por el que va esta conversación y no me agrada ni una pizca. Pese a todo, esa mirada de orgullo que el entrenador lanza es increíble, sobretodo si casi nunca demuestra nada que no sea resentimiento y molestia. A veces se le ocurre lanzarnos ánimos al comienzo de los partidos pero es a lo que todos nos hemos acostumbrado.

— He enviado algunas solicitudes para las universidades de por aquí — respondo encogiéndome en mi silla. No me gusta esto y el entrenador me hará cuestionarme cualquier lugar al que vaya.

— ¿Quieres entrar en la de Stanford? — interroga con una sonrisa crispándose en sus labios. Abre los ojos más de lo normal, me remuevo en mi asiento mirando a otro lado.

— En realidad, pensaba en la de San Bernardino.

Su emoción se explota como un globo con un imperdible. Frunce el ceño.

— ¿La de San Bernardino? — asiento, su entrecejo fruncido se profundiza —. Esa es la peor universidad de California — espeta —. ¿Para qué querrías ir a una universidad como esa? — interroga.

— Sabe que no tengo ingresos para pagar una buena universidad, entrenador — afirmo, él ha visto mis ingresos desde que he entrado y nunca ha sido un problema. Hasta ahora.

— Pero es tu futuro, Wilkinson. ¿En qué te quieres convertir cuando salgas de la universidad?

Agacho la cabeza.

— Sabe que me gustaría ser jugador profesional pero... — intento.

— Nada, WIlkinson — me interrumpe, la sonrisa vuelve a aparecer en sus labios —. Los hombres que vinieron ayer y se fijaron en ti — explica —. Te vieron en unos cuantos partidos a los que fueron antes y solo vinieron para verte a ti y a unos cuantos más. Después del entrenamiento dijeron que querían tenerte con ellos casi cinco universidades.

— ¿Qué universidades?

— La más interesante es la de Pasadena.

Vuelvo a quedarme mudo. Demasiado información para ingerir en mi cabeza, además de que no contaba con todo esto. No contaba con nada de lo que está sucediendo justo ahora.

— Esa universidad es demasiado cara y está al otro lado del estado.

—Ahí está el caso — dice, cada vez sonríe más y me da miedo —. Si consigues entrar con ellos, tendrás la beca completa. ¿Y la distancia no es un problema, verdad? ¿Vives solo con tu padre, no?

— Sí, claro, pero no puedo dejarle solo.

Ríe —. ¡Vamos, Wilkinson! Creo que tu padre es demasiado adulto ya como para no saber vivir solo.

Está claro que no tiene ni idea de lo que sucede dentro de las cuatro paredes de mi casa pues, si lo supiera, ni siquiera me habría comentado la propuesta que tiene en mente para mí.

— ¡Venga, Wilkinson! Esa carrera te estará solucionando la vida — asegura, vuelve a su estado de seriedad. Sin embargo, la sonrisa que pocas veces vemos en él sigue tan radiante como cuando he entrado —. Puedo llamar a tu padre, si quieres. Estoy seguro de que podrá colaborar con lo que digo — habla esperanzado, enserio cree que voy a ir a la universidad que dice.

— No hace falta, entrenador — le detengo rápido, ya estaba alargando la mano para coger el teléfono de su despacho. Sus ojos transmiten tanta confusión que me causa miedo pero, aún así, no dejo que coja ese móvil para llamar a un padre que seguramente esté durmiendo la mona tras haberse emborrachado hasta casi tener un coma etílico —. ¿Puedo pensármelo? — interrogo.

— ¿Qué tienes que pensar, Wilkinson? — devuelve, su voz se tiñe de cierta molestia —. Es la universidad con la que cualquier estudiante soñaría. Además, te estoy proponiendo una de las mejores universidades de California pero incluso en Princeton te quieren. Es una decisión que pocos tienen, no la desperdicies.

— Necesito tiempo — espeto, me comienzo a enojarme. No quiero terminar en los extremos pero son demasiadas cosas que decidir, demasiadas propuestas que digerir —. ¿Puedo hablar contigo cuando lo decida? — vuelvo a preguntar.

Inclina la cabeza hacia mí analizando cada parte de mi rostro, le dirijo la mirada más sincera y necesitada que puedo poseer. Esos días que esté pensando en ello marcarán la diferencia de todo, el rumbo al que quiera ir y la persona en la que me quiero convertir. No quiero que llegue un día en el futuro y me odie por haber dejado a mi padre a la deriva con una enfermedad que puede matarle.

Suelta un suspiro cansado cuando ya no puede convencerme más a no ser que yo le permita hacerlo. A no ser que yo acepte la increíble universidad en la que me quieren coger.

— De acuerdo, Wilkinson. Tienes poco más de un mes antes de que se pase el plazo— asiente.

Me levanto de a silla agradeciendo su comprensión. O al menos, su intento de ello por que sus ojos me miran decepcionados.

Lo siento por tener una familia desestructurada a la que cuidar, una novia a la que amo con locura y no sé si sería capaz de dejarla aquí y una vida que tengo que solucionar de algún modo, pienso.

Sin embargo, sus palabras se quedan grabadas en mi mente cuando abro la puerta y su voz es lo único que se escucha en el inmenso y escalofriante silencio.

— Escoge bien, Wilkinson. Esta decisión cambiará tu vida — habla, aguanto la respiración. El corazón duele más que nunca —. Tú eres el que decide si para bien o para mal.

¡NUEVO CAPÍTULO! (El cual debería haber subido ayer pero no pude) (¡Lo siento!) (De nuevo... :D)

Espero que os haya gustado...

¿Ahora entendéis la pregunta del capítulo anterior? Es a esto a lo que me refería con elegir algo que cambiaría el rumbo de tu futuro...

Pero, hoy no tengo mucho que decir así que (a parte de que espero que la esteis pasando bien con la novela) (y que ahora mismo, haciendo el recuento, faltan 17 capítulo para terminar la novela) (y que hemos llegado al puesto #114!!)...

¡Pregunta Random!: ¿Qué harías en el caso de ser Logan? ¿Y en el caso de ser tú la persona que sufre ludopatía?

(Para los que no sepan, la ludopatía se describe como la adicción a las maquinas de suerte, esas que están en el casino)

¡Besos y XOXO!

NHOA

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