prejuicios; [sust.] Juicio u opinión,generalmente negativo,que se forma inmotivadamente de antemano y sin el conocimiento necesario.
Un inquietante silencio ensordece mis oídos, quiero creer que Alessia está bien y que al llegar a donde se supone que está no tenga que llamar a una ambulancia. ¿Por qué narices creo escenarios en la que alguien está muerto? ¿Por qué Alessia no puede simplemente necesitarme porque quiere y no porque algo malo le ha sucedido?
— ¡Joder!
Doy un golpe al volante del coche esperando a que el maldito semáforo cambie a verde. Mis ojos miran por un minúsculo instante el móvil por el que hace unos segundo Alessia me ha mandado el mensaje. La creciente incertidumbre al no saber qué es lo que pasa me embriaga de miedo y me impide pensar con lógica.
¿Alguien ha muerto? ¿Es eso? Por favor, ni siquiera soy capaz de relacionar los hechos a la realidad y mi mente tampoco consigue que el miedo no venza la batalla en esta guerra que yo solito estoy creando. Miro a ambos lados de la carretera, donde casi ni un alma pasa, el pánico se incrementa al imaginar a Alessia en un sitio de estos.
Voy a matarla por estar aquí sola.
El aire que tenía retenido en mis mejillas, como una ardilla con su comida, sale al exterior en forma de un bufido molesto. Trato de encontrarla antes de que me vuelva calvo por los tirones de cabello. Vuelvo a desear golpear algo para desestresarme cuando una figura, delgada y encogida en sí misma me obliga a detener el coche de golpe.
Apago el motor y saco las llaves del coche en menos de lo que canta un gallo. No diferencio si Alessia no levanta la cabeza porque no se ha percatado de mi presencia o porque no puede moverse. Rezo internamente por que sea la primera opción.
— Amor...
Me agacho hasta estar a su altura, no tengo ni idea de cómo he conseguido dar con ella pero agradezco a quien sea por habérmelo permitido. Mi mano se encarga de retirar unos mechones de pelo que caen por delante de sus rodillas flexionadas.
Solo necesito ver ese dulce rostro para respirar con normalidad.
Estoy a dos segundos de levantar su cabeza por mí mismo, dentro de nada empezaré a morderme las uñas y a pensar en mil escenarios para encontrar el motivo por el que mi pelirroja está así. Levanto el brazo con la intención de hacerlo pero se queda suspendido en el aire cuando ella me permite verla.
El corazón se me rompe en dos al no tener la cantidad de tiempo necesaria para poder sostenerla cuando se tira a mí en un abrazo. Me desestabilizo y consigo los reflejos suficientes para conseguir sostenerme al reposa brazos del banco para no caer.
A estas alturas tengo la capacidad necesaria para envolver el brazo que me queda libre a su alrededor. Escondo la cabeza en el hueco que une su cuello con su hombro y aspiro su aroma a cerezas que, aunque no logra calmarme por completo, consigue que me tranquilice por saber que se encuentra sana y salva.
Su pecho sube y baja en unas sacudidas que me rompen el alma, el corazón me late a mil por hora intentando saber lo que la tiene así. No la atosigo con preguntas a pesar de que me tiene con el corazón en un puño con las lágrimas bañando mi camiseta.
— Estoy aquí, dulzura — susurro en su oído con voz ronca, un tono gangoso forma parte de la oración. Busco la manera de hacerme ver y enseñarle que estoy a su lado y que no me pienso largar por nada del mundo. Los músculos de mis piernas comienzan a adormecerse al tenerla entre ellas, aún así, hago un esfuerzo y aguanto.
— He discutido con mis padres — hipa acongojada.
La primera acción a la que mi cuerpo responde es a la de apretarla a mí con más fuerza. El primer pensamiento que corre por mi mente es el de querer ir a su casa y gritarle a sus padres sobre lo que están haciendo con su única hija. Mi primera reacción es apretar la mandíbula y no ejercer toda la fuerza que invade mi cuerpo espachurrando a mi chica en el proceso.
— ¿Qué ha pasado? — cuestiono buscando su rostro.
Mi mano repta entre nuestros cuerpos hasta llegar a su mandíbula, la obligo a que despegue su cabeza de mi hombro y ordeno a sus ojos a que me miren. Alessia no es de ponerse maquillaje, aún así, el poco que llevaba antes de discutir con sus padres, comienza a extenderse con el agua salada de sus lágrimas.
— No quieren que esté contigo.
El mazazo llega a mi cuerpo tan fuerte que mi cuerpo está a punto de caer al suelo. Aplano los labios recordando que Alessia no es una persona que se anda con rodeos y lo agradezco pero, en casos como este, los prejuicios pueden llegar a matarme.
Observo sus ojos buscando el rastro de algún sentimiento, la ira y la tristeza se arremolinan en sus pupilas mientras que en las mías solo un sentimiento de miedo es lo que las invade. Me niego a pensar que ahora es la parte en la que ella dice que es lo mejor para los dos, que no podrá seguir así con sus padres y que tenemos que darnos un tiempo.
— ¿Tú...? —titubeo, aprovecho con las manos temblorosas a enjugar las lágrimas de sus ojos. Inhalo todo el aire que consigo esforzándome por dejar las palabras salir —. ¿Qué vas a a hacer? — pregunto.El estómago me cosquillea y6 el miedo que se extiende de la barriga hasta la garganta me estremece.
— No tengo ni idea — responde sincera, sus ojos en ningún momento se han separado de los míos y agradezco infinitamente esa atención que tiene puesta en mí. No duda en ningún momento de mi presencia ni de mis palabras.
De alguna manera, mientras ella se apoya en mi hombro y yo logro sentarme en el banco, las palabras sobran. Comienzo a sentir un cosquilleo irritante que se convierte en doloroso a causa del adormecimiento de mis piernas. Aplano los labios fingiendo que no estoy muriéndome ahora mismo al mover un centímetro mis piernas para que Alessia puede estar cómoda sobre ellas.
— ¿Quieres que hable con ellos? — pregunto tras unos segundos, levanta la cabeza. Me permite admirar ese bello rostro con el que, a pesar de estar triste, sigue pareciendo un ángel dispuesto a salvarme.
— ¿Para qué harías eso? — su cara interrogante me provoca una sonrisa, sorbe por la nariz para despejar cada rastro de tristeza. Acaricio sus pómulos rosados sintiendo la suavidad de su piel bajo las yemas de mis dedos, un suspiro escapa de mis labios acompañando una risa amarga.
— Está claro que no soy el mejor partido para ti — explico, una mirada envenenada en mi dirección me hace saber que no le agrada la frase. Aún así continúo—. Pero, a lo mejor, si hablo con ellos y le demuestro que soy un chico de principios, me dejen estar contigo — declaro con la voz bajando poco a poco.
Su sonrisa me desconcentra.
— ¿Un chico de principios? — se cachondea con una sonrisa. Tuerzo mis labios imitando su expresión y echo un vistazo a un punto detrás de ella unos segundos que se me hacen eternos para después volver a mirar ese infierno en sus ojos.
— Ya sabes, alguien digno de poder tener una princesa para él solito — respondo —. Quiero que sepa que te voy a cuidar aunque mi vida dependa de ello — aseguro.
Lo que antes era una expresión de diversión se convierte en la mayor muestra de ternura que he visto. Me termina de desarmar cuando une sus labios con los míos y adentra su lengua en mi boca provocando que un jadeo escape del lugar más interno de mi garganta.
Mis manos no se detienen a pensar en lo que hacen, se dirigen directamente a la piel descubierta por debajo de su blusa y me corta el aliento con cada contacto de nuestras bocas. Me vuelve loco aún más cuando sus dedos se enlazan por detrás de mi nuca y se sostiene a mi.
Retengo el impulso de acostarme con ella debajo de mí para sentir todo mi cuerpo sobre el suyo y reconozco el mismo sentimiento por su parte mientras lucha por no hacer ningún movimiento inapropiado para que este momento se convierta en uno demasiado subido para nosotros.
— No sé qué he hecho para que estés conmigo — expresa con voz ronca, abro los ojos chocando mi mirada con sus labios pintados de más por un tono rojizo. Sonrío paseando las yemas de mis dedos por sus labios, un suspiro escapa de entre sus dientes como un silbido cuando me pongo en contacto con ella.
— Podría decir exactamente lo mismo, dulzura — respondo, echo un vistazo a sus ojos y me quedo prendado por el brillo que se extiende por sus canicas. Sus manos permanecen sobre mis hombros y, aunque ya no sienta las piernas, sigo enloqueciendo por ella.
— En serio, Logan — menciona, vuelvo mi mirada a sus labios que se mueven y me obligan a detener la desesperación con la que lucho por no besarlos. Esquivo su boca para levantar la mirada y choco con algo aún más hermoso —. Te estás prestando a que mis padres te maten, literalmente, por estar delante de ellos y aún así no parece que tengas ni una pizca de miedo — debate.
Una risa escapa de mis labios sin poder evitarlo, levanto su barbilla la cual ha bajado unos segundos por a saber cuál razón.
— ¿Crees que no tengo miedo? — cuestiono divertido, una sonrisa se posa en sus labios y me alegro de ello una barbaridad —. Me estoy muriendo ahora mismo con solo pensar que tus padres me odian...
— Mis padres no te odian — interrumpe, alzo una ceja —. Es solo que no te han conocido como yo, no pueden juzgarte sin saber nada de ti.
Sonrío —. Aún así — prosigo, dirijo mis brazos para envolver su cintura y mis manos juguetean con las puntas de su cabello mientras las suyas se introducen en el mío y comienzan a peinar las hebras de este —, puedo ir a cenar un día a tu casa para que me conozcan. Puedo hacerles cambiar de idea si me lo permites — aseguro, levanto las cejas provocando su risa.
No lo espero cuando sus labios tocan los míos en un corto beso con el que me quedo deseando más. Su frente se mantiene encima de la mía y su aliento se entremezcla con el mío.
— Por más tierno y dulce que me parezca que Logan Wilkinson se atreva a hablar con mis padres — ríe con sus ojos rojizos brillando en mi dirección —, voy a tener que declinar la oferta — confiesa con diversión, su sonrisa comienza a desaparecer seguida de la mía pero sus ojos nunca pierden el cariño de cada momento —. Quiero que se mentalicen de que no tengo porque seguir sus órdenes siempre, si quiero estar contigo voy a estarlo quieran ellos o no — espeta con la mirada tan perdida que no creo que se acuerde de que sigue aquí.
No le debato sus palabras, el increíble orgullo que crece en mi alma al verla conseguir sus propósitos por ella misma se convierte en algo maravilloso. Tengo ganas de celebrarlo desde el momento en el que esas palabras tan esperadas escapan de sus labios.
Admirar como, poco a poco, su personalidad sincera y dulce va saliendo a la luz, como comienza a tomar decisiones que le sirvan únicamente a ella y que nadie, ni siquiera sus padres, puedan quitarle esa independencia que está iniciando, crea un sentimiento de libertad y me enorgullece a más no poder.
Sonrío con el intenso deseo de sostener su rostro entre sus manos y besarla hasta que pierda el conocimiento. La alegría que me embriaga de verla ser ella misma abre las puerta a transformarme en un maldito neandertal que necesita sentir sus labios sobre los míos.
— No sabes lo mucho que me gusta escucharte decir eso — confieso, noto la sonrisa en sus labios a pesar de solo fijarme en sus ojos.
— Imagínate como estoy yo — declara mirando al cielo unos segundos, parece un sueño que ella al fin esté cambiando.
Por primera vez en demasiado tiempo puedo mirar hacia ella y ver a la real Alessia, a la chica que siempre es cuando está conmigo pero que se transforma cuando otra persona habla con ella. No puedo negarlo, amo ser el único que ha logrado ver su faceta interna, esa que no muestra a nadie más. Pero tampoco me impido creer que admirarla convertirse en alguien de quien ella está orgullosa es una cosa que amo aún más.
Parece que fue ayer cuando tuve que ir a ella para ayudarla, meter a Rodgers en el copiloto del coche de él y seguirla hasta la casa del estúpido chico para que Alessia pudiera estar tranquila. Es casi imposible de creer que esa chica que se aseguraba de cuidar de los demás antes de a ella misma, de satisfacer a las personas a su alrededor, a la gente a la que amaba, antes de fijarse en lo que ella realmente necesitaba, está comenzando a desaparecer.
Mientras la beso, siento la suavidad de su boca saboreando cada parte de mis labios, y no dejo de pensar en que la chica que ahora es.
Mi chica divertida.
Mi chica tierna.
Mi chica lista.
Una chica imperfecta que ha estado esforzándose por ser perfecta cada día y que recién se da cuenta que todo lo que creía imperfecto es lo que la convierte en ella misma.
En Alessia Murphy. La chica de mis sueños.
¡Espero que os haya gustado el capítulo! Ahora mismo tampoco es que pueda poner demasiado porque estoy terminando trabajos así que os dejo ya...
¡Pregunta Random!: ¿Qué tal va la historia? ¿La veis interesante?
¡Besos y XOXO!
No olvidéis darle a la estrellita y al teclado para comentarme ;)
N H O A
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