Capítulo 31. Logan
inconmesurable; [sust.] Enorme, que no se puede medir.
Han pasado solo dos minutos y ya extraño a mi dulzura.
Le pulso el botón de enviar con una sonrisa de gilipollas en la cara. Aparco el coche y salgo del vehículo volviendo a enfrentarme a lo que es mi vida real. El corazón sigue bombeándome a mil por hora pero ya no sé reconocer si es por lo de hace unos minutos —el beso más increíble de la historia— o porque el miedo de que nadie me haya llamado de un casino me aterroriza.
Agacho la cabeza entrando al portal del mugriento edificio y rezando por que mi padre se haya quedado dormido y hoy no haya podido salir a gastar el dinero de nuestros ahorros en unas estúpidas máquinas. Antes caería un meteorito delante de ti sin dañarte a conseguir algún premio en las traga-perras, está científicamente comprobado. Se puede hacer un estudio para confirmarlo si eres el hijo de uno de esos viciados a las máquinas-quita-dinero.
Dulzura: ¿Ahora vas a ser el chico más cursi que existe? ¿Quién eres y qué has hecho con Logan Wilkinson, demonio?
No retengo la sonrisa en mi rostro, sigo subiendo las escaleras tratando de contestar al mensaje y no tropezarme. Quiero asegurarme que mi padre está a salvo pero por nada del mundo voy a perderme hablar con una chica a la que, después de tanto tiempo deseándolo, he conseguido besar.
Qué graciosa, dulzura. Si quieres puedo seguir siendo igual que antes, por mí no hay problema.
La vista choca con la puerta del pequeño departamento en el que vivimos, casi me he quedado con la boca abierta, otra vez, al ver la enorme mansión que la tierna pelirroja poseía, más bien sus padres, pero ella vive ahí. Luego, me atrevo a echarle un vistazo a la mía —a mi departamento— y no hay ni punto de comparación.
Saco las llaves del bolsillo y las adentro en la cerradura. La mano me tiembla cuando termino de darle la última vuelta y abro la puerta. Hay un silencio sordo en el ambiente que de no ser por el sonido de un mensaje en mi móvil, habría llegado a ser agudo e irritante. Le echo un vistazo al teléfono antes de golpear la realidad de nuevo.
Dulzura: Creo que prefiero esta versión de ti. Yo también te echo de menos, Wilkinson.
Sonrío.
¿Ahora quién es la cursi, dulzura? Terminarás muriendo por mis huesos.
Guardo el móvil en el bolsillo rezando por que no suene mientras mi padre esté dentro, quiero enfocarme únicamente en él y en su bienestar e imaginarme a la tierna pelirroja en su cama buscando la manera de escribirme no hace que todo lo demás resulte fácil.
— ¿Papá? — grito al vacío, dejo las llaves en el recibidor —. Ya estoy en casa — aviso en otro chillido. Agudizo mi oído con la intención de escuchar algún movimiento o alguna voz aunque sea un susurro. Logro contener la emoción que se expande por mi cuerpo al oír a la lejanía el sonido de la nevera siendo abierta.
Solo espero que lo que escucho no sea por un estúpido ladrón que no encontrará nada en las lejas del frigorífico.
— Estoy en la cocina, Logan — contesta con voz grave y ronca.
Cierro los ojos tratando de controlar la alegría que invade mi cuerpo al notar su voz tan sobria. Mis ojos pican con la necesidad de llenarle a mi padre la cara a besos por no haberse ido.Me hace sentir que es un triunfo que, al menos por un día, no haya ido a ningún casino de mala muerte.
Me obligo internamente a caminar hasta allí, quiero disfrutar el poco tiempo que está sin una gota de alcohol en su cuerpo. Aunque a estas alturas ya soy capaz de creer que la bebida alcohólica no se va a su estómago, sino que ya está en su sangre como una bacteria permanente.
— ¿Dónde has estado, hijo? Son casi las doce de la noche — me reta, alzo una ceja con una sonrisa crispándose en mi boca.
Hace tiempo que no le escuchaba echarme la bronca por algo que había hecho mal, últimamente en lo único en lo que se preocupaba era en si había algo que pudiera llevarse a la boca. Sin tener resultados favorables para desgracia de ambos. El teléfono vibra en mi bolsillo y retengo cualquier tentación de cogerlo y poder ver lo que la pelirroja me ha escrito. Se está convirtiendo en una dependiente necesidad saber acerca de ella.
— Estaba con una chica, papá — confieso, no me molesto en esconderlo pero sí me arrepiento cuando, tras unos segundos, esboza una sonrisa traviesa que deja mucho de desear. Niego con la cabeza caminando hasta la silla más cercana que encuentro.
Mi padre me sigue con esa mirada idéntica a la mía por cada paso que doy, siento sus ojos clavados en mi espalda sin tener la menor de apartarla de mí. Mentiría si dijera que odio esto porque por primera vez en bastante tiempo, mi padre ha tenido la decencia de preguntar por mí o simplemente de bromear. Pero es algo acerca de mi vida, de lo que me ha sucedido en el día y me niego a dejarlo escapar.
— ¿La misma que te ha enviado un mensaje hace dos segundos? — interroga curioso.
Asiento con la cabeza recordándolo, saco el móvil del bolsillo con la desesperación a flor de piel. Es imposible no sucumbir a esos mensajes, menos aún cuando me he atrevido a ir en el coche con una sola mano en el volante para poder hablar con ella.
Joder. Esa chica me hace mal.
Pero es un mal que estoy dispuesto a soportar con orgullo.
Dulzura: ¿Quién ha dicho que no lo haya hecho ya?
La respiración se queda atascada en mi garganta y no consigo que mis dedos funcionen y tecleen. No encuentro ninguna frase ingeniosa, cursi o melosa que pueda soltarle. Me pilla totalmente desprevenido, no sé con qué me va a salir en cada momento.
Ella está loca por mis huesos. Y yo estaré loco por ella como siga así.
A veces desearía estar en su cabeza para poder saber qué es lo que piensa en cada minuto.
Pagaría el precio que fuera por ver, pensar y sentir lo que ella.
Me harás perder la cabeza, dulzura.
— Tiene que ser una chica increíble para que te tenga así — ríe, despego mi miraada del teléfono para fijarla en mi padre. Se voltea de nuevo dándome la espalda para prepararse algo para comer. Creo que no ha comido nada desde que me he marchado, y eso ha sido esta mañana cuando al coger el coche para ir al instituto.
— Es increíble — aseguro casi sin pensar. Las palabras escapan solas de mi boca sin que yo las tenga que obligar a salir. Ella me hace decir cosas que nunca diría, me tiene dentro de una burbuja en la que no sé cuando estoy en el mundo real y cuando en un sueño. Pero si es un sueño lo que estoy sintiendo justo ahora, que nadie me despierte o terminará muerto.
— ¿Cómo se llama? — cuestiona, vuelvo en sí y me enfoco en lo que me pregunta. Sonrío cuando me encuentro a punto de llamarla «dulzura».
— Alessia — respondo, su espalda se pone rígida y frunzo el ceño cuando deja lo que estaba haciendo para enfrentarme. Su rostro se encuentra más pálido de lo que he visto nunca, ni siquiera cuando bebía hasta casi matarse ha estado así de blanco.
— ¿Alessia Murphy?
— ¿Tú también la conoces?
Me cruzo de brazos, parpadeo varias veces imitando la posición de mi padre. Aquí hay algo que nadie me está contando, ni mi madre, ni mi padre y espero que mi dulzura tampoco sepa nada de esto. Me ha costado bastante olvidarme de que mi madre la conocía y de dejar de darle vueltas pero, que también mi padre esté tan sorprendido por que la conozca, ahí es cuando algo anda mal.
— Digamos que no tengo muy buena relación con esa familia — susurra, su ceño está tan fruncido que no encuentro la separación entre ambas cejas. Aplano los labios esperando una reacción o al menos una justificación lógica y coherente que no me haga sentir como que soy un niño de cinco años que no es capaz de comprender qué es lo que sucede con sus padres y con los de la chica que le gusta.
— ¿Estás seguro de que sabes quién es Alessia Murphy, Logan? — vuelve a interrogar. Inclino la cabeza hacia delante demorándome en asentir.
— Sé todo lo que debo saber, papá — murmuro —. Aún nos estamos conociendo.
— ¿Has conocido a sus padres? — pregunta directo. Abro los ojos sorprendido al verlo tan decidido a abrir un interrogatorio. Niego con la cabeza repetidas veces, no puedo conocer a los padres de nadie todavía, no me siento preparado ni física ni mentalmente.
— ¿Por qué lo dices?
Suelta un suspiro dejando caer sus manos a cada lado de su cuerpo, la barba incipiente en casi la mitad de su rostro están reclamando urgentemente que se afeite. Prefiero no acercarme demasiado a él por miedo a que su aroma a alcohol me haga perder el conocimiento.
— Sus padres no son igual que nosotros, Logan. Tienen dinero y casi no necesitan ni mover dos dedos para tener a quien quieran a sus pies — asegura, cierro los ojos sabiendo por donde va la conversación. La mayor parte del instituto sabe el estatus social de los padres de Alessia —. No quiero que seas tú una de esas personas que utilizan para lo que quieren y ya está. Cuanto más lejos estés de ellos, mejor, o al menos, dime que tendrás cuidado. Ellos son diferentes, Logan.
Cierro los ojos. Mamá en ningún momento me ha advertido sobre ellos, incluso cuando sé que alguna relación han tenido como para que se comporte de esa manera tan sorprendida. Nunca les he hablado de Alessia y ni siquiera yo sé cómo o quiénes son sus padres. Solo sé de ellos que tienen dinero y que odian este pueblo con toda su alma.
Pero, aún así, no puedo evitar que la rabia se extienda por todo mi cuerpo. Me niego a tener que alejarme de ellos, de ella, porque él, en concreto él, me diga que son peligrosos o que pueden dañarme con solo chascar los dedos. Menos aún cuando él no tienen ningún derecho a decirme nada.
— ¿Son diferentes por qué, papá? ¿Por qué no son unos alcohólicos?
Abro los ojos chocando su mirada con al mía, su expresión se suaviza y se arruga transformándose en una de decepción y tristeza. La furia se abre paso aún más fuerte al ver ese rostro, como si no hubiera roto un plato en su vida, cuando ha tenido la poca decencia de permitir que su hijo le lleve innombrables veces a rastras hasta su casa.
Mis pies tienen vida propia y camino hasta el pasillo que me guía hasta mi habitación. Cierro la puerta conteniéndome de dar un portazo, lo que menos necesitan estas paredes son movimientos bruscos. Tengo suerte de que no se me haya caído el techo encima mientras dormía.
Pego la espalda a la pared y desciendo completamente mimetizado con ella. Mi trasero toca el suelo y vibra con la mención de otro mensaje. La impotencia se muestra en las lágrimas que se agolpan en mis ojos. Deslizo el móvil de mi bolsillo necesitando poder despejarme de alguna forma.
Dulzura: No si yo pierdo la cordura antes. Estoy deseando volver a verte.
Apoyo la cabeza en mis rodillas flexionadas. No creo que Alessia sea consciente de la paz que trae a mi cuerpo cuando me habla, cuando me sonríe o simplemente cuando clava su mirada en la mía.
No estoy seguro de que sepa que cada vez que sus ojos chocan con los míos, que sus labios se posan sobre los míos, que su mano sostiene la mía, un terremoto de sentimientos arrasa todo mi cuerpo. Es un tornado constante que se expande por cada parte de mi organismo, sin límites, únicamente sigue su camino para poder recorrer cada mínimo átomo.
Me estoy levantado las últimas semanas con la necesidad de verla de nuevo. Más ahora que siento sus labios sobre los míos a todas horas, la suavidad de su piel creando un cosquilleo en las yemas de mis dedos y un hambre voraz que solo se saciará si ella está a mi lado.
Ansío que sea por la mañana, que mi padre esté dormido y pueda largarme sin volver a escuchar ninguna palabra de su parte y que Alessia pueda hacerme olvidar con su boca, sus ojos, su rostro y ese cabello pelirrojo que a veces se torna de un preciso rubio, igual de hermoso que ella.
Yo estoy deseando volver a besarte. Te necesito conmigo.
No quiero que ese sentimiento, esa sensación de tener el corazón apunto de entrar en un infarto se disipe.
Nunca.
SOUNDTRACK: I love you ~ Alex & Sierra
¡Nuestro Logan está enamorado! <3<3
¿Qué creen que es lo que pasa con el padre de Logan para que se ponga así?
Espero que lleven bien la semana porque yo, de no ser porque este capítulo lo tenía escrito desde hace una semana, no habría podido escribir. Malditos exámenes.
¡Besos y XOXO!
PD: ¿Os gusta el edit de abajo?
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