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Capítulo 16. Alessia

sollozar; [verbo] Producir, por un movimiento convulsivo, varias inspiraciones bruscas, entrecortadas, seguidas de una espiración; es un fenómeno nervioso que suele acompañar al llanto.

Gruño cual perro rabioso saliendo del aula dando un portazo con el que me arrepentiré pronto, pero no ahora. El humo sale de mi cabeza igual que lo hacen en los dibujos animados y emprendo mi camino hasta la dirección del instituto donde seguramente el cascarrabias del maestro ya habrá dado su parte de mi mal comportamiento. Aseguro que lo habría si no fuera porque tienes que acompañar al alumno a dirección para firmar el parte por ti mismo.

Mi humor de perros va aumentando conforme los malos tragos se incrementan. Primero, la charla con mis padres de la que me pude librar el otro día y que aún no saldamos hasta esta mañana. Después tuve que soportar que Tommy y Stacy vinieran a mi encuentro y comenzaran a hablar de sus asuntos, integrándome en todos sus planes sin mi consentimiento, como si yo no estuviera a su lado. Ahora, después de que al fin los dos supuestos amigos míos se callaran, al profesor se le ocurre echarme de clase por no parar de parlotear.

¡Ni siquiera había abierto la boca, maldita sea!

Dejo los libros en la taquilla importándome bien poco cómo terminen, por mí como si un taladro pasa en medio de todas las hojas y, accidentalmente, se cae en la basura. En un ataque de ira tiro la mochila dentro del casillero, también. Cierro de un portazo de nuevo creando un sonoro ruido del que no podré escaparme sin tener antes un ligero dolor de cabeza.

Mis dientes salen a relucir, no en una sonrisa, sino que los aprieto y mi mandíbula se endurece en un colapso total. No puedo estar más harta de todo lo que sucede a mi alrededor, de todas las pullas con las que tengo que cargar y para las que no abro la boca más que para asentir como una dama que en realidad no soy.

Veo totalmente rojo a mi alrededor, sigo mi camino abandonando cada rastro de furia e intentando, con mi mayor fuerza de voluntad, calmarme para que la visita con el jefe de estudios o la directora no sea tan dura como lo será cuando llegue a casa y mis padres descubran que tengo una amonestación por mala conducta. Seguro que no se encargarán de preguntarme la razón y tratar de comprender por qué ha sucedido eso, no probarán a entenderme y culpar a otra persona en lugar de a mí.

A pocos metros de distancia diviso a la chica de la secretaria, con su hermoso y largo cabello rubio cayendo a cada lado de sus hombros, con unas grandes gafas que, lejos de quedarle mal, se las ajusta para obtener una mejor visión de los papeles que supongo que debe de organizar. Sacudo mi cabeza en un falso intento de calmarme, la secretaria siempre ha sido una de las mejores chicas de este centro, incluyendo a la directora Anderson que es un amor que se sabe respetar.

— ¡Alessia! ¿Qué haces aquí, cariño? — Pregunta la mujer observando mis movimientos. Entrelazo mis manos sonriendo nerviosa ante su mirada amable. Admitir que tengo una amonestación que ella o la directora deben firmar provoca una oleada de vergüenza en todo mi ser —. ¿Te duele la cabeza o te encuentras mal? Tienes la cara blanca — confiesa.

Una risa estrangulada sale de mis labios ante su expresión, no dudo ni por un segundo que lo que diga sea mentira. Echo un vistazo al pasillo que me lleva hasta los baños y lo veo demasiado apetitoso como para seguir aquí, volteo mi rostro de nuevo captando la mirada preocupada de la rubia, unas pequeñas arrugas crecen en su frente al fruncir el ceño.

— Creo que me vendría bien ir al baño — susurro —. Me encuentro un poco mareada — miento, la secretaria alza una mano en mi dirección y la posa sobre mi frente. La aleja de vuelta a su lado y me sonríe, las arrugas anteriores en su frente cambian a las esquinas de su boca.

— Parece que tienes unas cuantas décimas — afirma, asiento queriendo reír al descubrir que, en realidad, sí que puedo estar cogiendo un resfriado del que no sabía nada. A lo mejor el estrés que llevo cargando durante toda la semana esté causando un catarro en mi organismo. Según leí, el estrés era uno de los primeros causantes en una enfermedad.

Me giro sobre mis talones reconduciendo mi ruta para llegar a los baños, agacho la cabeza mientras desaparezco de la vista de la amable mujer. Mentir nunca ha sido algo que me haya gustado, no puedo decir que soy mala mentirosa pero tampoco es que abuse de ese tipo de cosas. Ver el rostro de las personas ilusionadas por cosas que no son verdad me rompe el corazón, ya suficiente tengo con que las personas que amo vean una faceta de mí que no es la verdadera.

A decir verdad, reconozco que no solo miento en cosas pequeñas, sino que todo esto, esta vida, está provocando que me atreva a esconder mis gustos, mis aficiones, mis aspiraciones y mis amistades. Estoy perdiendo poco a poco la felicidad que me ha durado todos estos años. Desde mi novio, mi supuesta amiga, mi familia perfecta, mis notas increíbles, mi iluminadora alegría para cada día.

¿Cómo es que nadie se percata de que cada sonrisa, cada rastro de felicidad, está cargado de una lágrima escondida? Al final, es una sonrisa por cada lágrima que no dejo que vean. Una risa por cada llanto que deseo dejar escapar.

Un rostro aparece en mi mente, unas hermosas pecas como estrellas en una galaxia o como partículas de sal en un lugar lleno de arena. Con su sonrisa iluminando partes de mi alma que creía perdidas para siempre, toco la sonrisa que se ha formado en mi rostro y sacudo la cabeza tratando de olvidarme de ese recuerdo.

Pero no logro conseguirlo, no dejo de evocar aquel día cuando sentía que iba a perder la vida, que terminaría por sacar una cuchilla y comprender a las personas que tratan de quitarse la vida para acabar con el dolor emocional que soportan día tras día. Llegué a esa cafetería por obra del destino o qué sé yo, solo me acuerdo de la calidez que sus brazos me brindaban y la tranquilidad que sus besos en la cima de mi cabeza desprendían a todo mi cuerpo. Nunca un abrazo o un beso se ha sentido tan bien, tan sincero.

Giro a la derecha recordando que había acordado ir al baño, alzo mi cabeza antes de voltear mis pies. Sin embargo, detengo todo posible movimiento que podría dar cuando mi mirada se queda congelada en un punto en concreto. Un grupo de taquillas en las que dos personas están apoyadas compartiendo besos, saliva y a saber qué más pues lo único que alcanzo a ver es como ella le mete la lengua hasta la garganta a un chico que desconozco.

Me preparo para salir antes de que uno de los dos me vean, en un acto sin importancia, el rostro del moreno queda a la vista. En caso de haber estado sosteniendo algo, aseguro que habría caído de mis manos. Mis ojos se cristalizan al contemplar únicamente esos pómulos llenos de esas pecas que parecen tan infantiles y que, por unos días, supieron hacerme sonreír.

No entiendo el sentimiento de traición que crece en mi interior al observar esa imagen, ni tampoco sé cuánto tiempo transcurre hasta que soy capaz de recapacitar y coger el control de mi cuerpo para salir de ese lugar. Mientras tanto, ninguno de los dos es capaz de percatarse de que hay alguien justo a la vuelta de la esquina.

Estoy dispuesta a salir y, como si no fuera suficiente la rabia y el rencor que crece en mí, la vida se encarga de darme otra patada en el culo. No había entrado en la cuenta del negro cabello que Logan se encarga de agarrar como si su vida dependiera de ello, tampoco de la dulce pero realmente demoníaca cara que Stacy posee.

La emoción de traición cambia drásticamente a una de rabia, de ira y de cólera que no creo que sea posible de calmar. ¿No era que Logan odiaba a Stacy? ¿No era que Stacy trataba a Logan como si fuera un estúpido sin educación? ¿Dónde está esa rabia que ambos parecían tenerse y con la que casi no se podían ni ver?

Una angustia crece hasta llegar a mi garganta, la bilis sube hasta que la siento en el fondo de mi boca. Justo el lugar donde seguro que ambos se están metiendo la lengua. Por alguna razón, ni la ira ni la rabia son capaces de hacerme salir de ese lugar, sino que sigo clavada en el suelo hasta que un movimiento al limpiarme una traicionera lágrima propia de la impotencia que noto en mi interior, les separa para coger todo el aire que necesitan.

Es peor ver como, cuando Logan se percata de mí y voltea su rostro, sus labios están más rojos que una fresa. Con su mirada sorprendida haciendo que sus labios se entreabran y que la pelinegra también fije su mirada en mí con una cara de disculpa que, de no ser porque sé cómo es ella, creería. Vuelvo mi mirada a Logan y él ahora trata de salir del embrollo en el que sus piernas se han metido, unos ojos nerviosos se mueven de mí hasta el nudo del que consigue salir con maravilloso éxito.

— Dulzura...

Esa palabra es el detonante para toda la furia que arrasa con cualquier cosa lo que está a mi alrededor. Me olvido de poder crear un espectáculo aquí mismo y de que posiblemente los maestros salgan de sus aulas ahora mismo conforme escuchen la conversación que voy a soltar. Ahora todo me importa una miserable mierda.

— ¿Esto es lo que tú me estas metiendo en la cabeza sobre seguir mis principios? — Pregunto, me encargo de volcar mi frustración en las palabras que escapan de mi boca porque no sé cuando será la próxima vez que consiga hacer esto y escupir lo que de verdad pienso —. Me hablabas de conversar con mis padres, decirles lo que sentía y mis verdaderas metas, de dejar de lado a las personas con las que no tenía intención de llevarme bien o de cortar con un chico que parece ser el único en preocuparse por mí aunque mis sentimientos sea diferentes pero, aún así, tú te atreves a liarte con la chica a la que siempre criticas y tomas por acosadora.

En algún momento de mi discurso, su cabeza se agacha y la alza solo cuando termino de hablar. Cuando tomo otra bocanada de aire y echo un vistazo de refilón a la sabandija que hay detrás de él, sonriendo como una maniática ante la escena que estoy montando y para la que no he levantado la voz ni un decibelio.

— ¿Estás feliz, verdad, Stacy? — Pregunto, ahora sus ojos me observan y parecen recapacitar o más bien volver a fingir que le importo cuando su sonrisa se borra y un rostro de culpabilidad falso vuelve a aparecer en ella —. ¿Te sientes orgullosa de haber conseguido que te diera la razón sobre él? — Vuelvo a cuestionar refiriéndome al chico que ahora ni siquiera se atreve a dirigirme la mirada —. ¡Deberías sentiros como la mierda, joder! Ni siquiera puedo creer como es que he compartido minutos con unas personas tan miserables como vosotros.

Es suficiente dolor cuando la primera lágrima comienza a descender por mi pómulo derecho y me la quito de un golpe con el dorso de la mano. No controlo la fuerza con la que debo medir las cosas y tampoco consigo aguantar más cuando Logan vuelve a abrir la boca.

— Alessia...

— Ni se te ocurra dirigirme la palabra, Wilkinson — corto, miro a Stacy, ahora mira al suelo siguiendo con su teatro. Alza su cabeza al ver que estoy callada —. Como vuelvas a hablarme me encargaré personalmente de hacer tu vida un infierno — casi murmuro, es una voz monótona que, a causa de las lágrimas y de mi garganta traicionera, se rompe en mitad de la frase.

Ahora soy capaz de salir pero no lo hace el dolor que se instala en mi pecho y que estruja mi corazón como un peluche que puedes romper y luego volver a coser para recomponerlo. Las cicatrices seguirán visibles por más hilos con los que arregles las heridas causadas.

Un cuarto de baño me vendría de perlas, descargar mi llanto en uno de los cubículos, sentarme en el retrete y acercar mis piernas al pecho para poder abrazarlas y apoyar mi horrenda cabeza en ellas. Sin embargo, hoy no es mi días y, cuando el timbre del cambio de clase suena y los alumnos comienzan a salir, solo puedo agachar la cabeza con la intención de que nadie me pueda ver.

— ¿Amor? — Pregunta una voz, su voz. Alzo la vista chocando con un color marrón que nunca se había visto tan necesitado. Salto a sus brazos ignorando el murmullo a mi alrededor de los estudiantes que salen de las aulas y que no les importa el numerito que monto. Mi cuerpo entra en convulsiones y sacudidas, Tommy envuelve sus brazos a mi alrededor y susurra palabras consoladoras que ni siquiera puedo escuchar por los gemidos que salen.

No solo soy capaz de descargar el dolor que produce la escena de unos segundos atrás, lloro por todo lo demás estallando en el peor momento de cada cosa que me encargo de disimular con una sonrisa. Una lágrima derramada por el amor que no puedo corresponder, un llanto por las amistades que no puedo crear por mí misma, una convulsión por el chico que, por una vez, había sabido entenderme y que lo ha destrozado en un segundo por querer saciar sus necesidades.

Soy un mar de lágrimas, de pequeñas gotas que, con tristeza, componen un enorme mar de dolor, sufrimiento y traiciones. Cada lágrima es un problema y, lamentablemente, me he convertido en el océano Atlántico.

¿Estáis seguros de que Tommy os cae mal? Yo, no sé, amo a todos mis personajes (cofcofexceptoStacylalocapsicópatacofcof) pero, en especial, Tommy representa para mí un chico que solo quiere sentirse querido por la única chica a la que ha amado.

Bueno, os dejo de discursos tristes por que el capítulo, ya de por sí, lo es. Espero que no odiéis demasiado a Logan, ni a Stacy (bueno, a ella un poquito solo) y espero que los Reyes Magos os hayan traído todo lo que querías (¡¡YO HE CONSEGUIDO UN HERMOSO LIBRO!!).

Espero que os haya gustado...

Besos y XOXO

¡Pregunta Random!: ¿Qué pensáis de un maratón?

¡¡Lxs amo!!

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