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Capítulo 10. Alessia


"La vida es una obra de teatro que no permite ensayos... Por eso canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida... Antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos"

- Charles Chaplin  

Cuando tenía quince años mis padres me obligaron a hacer lo peor que pude haber aceptado nunca. No me perdonaré, ni a mí ni a ellos, por realizar algo con lo que, en la vida, estaría cómoda. Tommy era mi mejor amigo por aquella época y la idea de pensar en él como algo más que amigos nunca había pasado por mi cabeza y, hasta ahora, sigue sin hacerlo.

Llegué a mi casa esperando encontrarme con la comida en la mesa tras un agotador día de exámenes y, de hecho, la comido permanecía ahí, tan sabrosa como siempre que la hacía mi madre para nosotros. El problema fue escuchar, sin poder debatir nada, la orden que mis padres mantenían sobre mí con un plazo indefinido.

Me negué, no hubo más razones para explicarles a mis padres que no era buena idea salir con el mejor amigo de la historia. Pensé que Tommy también estaría irritado por ello, que les plantaríamos cara y que dejaríamos de ser los títeres que ellos manejan. No se puede imaginar cómo me quedé cuando confesó que él sí quería estar conmigo de «esa» forma, cogidos de la mano y compartiendo saliva que yo no quería.

Por supuesto, mi incapacidad para decir que no me jugó una mala pasada, lo más horrible que he hecho hasta la época. Acepté con todas las consecuencias que eso suponía. No poder salir con alguien a quien de veras amas, no tener el placer de disfrutar de la vida a no ser que tengas a un novia que no quieres de la mano, asistir a fiestas con las miradas de chicos sobre ti pero sin acercarse por estar en una relación «seria» con otra persona.

Hasta la fecha, sigue siendo la peor sensación de todas. No niego que aguanto las arcadas cada vez que tengo que ser la perfecta novia del perfecto chico a mi lado con un ambiente también perfecto, demasiada perfección para mi gusto. Por eso, cuando mi madre asoma la cabeza tras la puerta y no se encarga de disimular la sonrisa en su rostro, sé, que Tommy, ha venido a casa.

Dejo el libro que estoy leyendo encima de la colcha de mi cama, un blanco tan roto que me siento vagamente amarga de reflejar mis emociones. Me acerco hasta el umbral rezando porque Tommy haya venido a quedarse y no para hacer una de las tonterías que él siempre realiza en días como estos, cuando el aburrimiento le consume y no puede hacer nada más para remediarlo que venir a buscarme.

— ¿Qué pasa, mamá? —Pregunto, contemplo como abre la puerta al completo y hace presencia con todo su esplendor. Su cabello, mucho más oscuro que el mío, pero con un potente tono rojizo, recogido en un moño sin nada saliendo de su lugar y sus manos elegantemente entrelazadas entre sí me recuerdan a la preciosa mujer que tengo como madre pero que, para mi desgracia, no comprende nada en lo que a relaciones con su hija se refiere.

— Vístete, Alessia — comenta, se sienta con una postura refinada, casi propia de la realeza, para acomodarse con una pierna sobre la otra en mi cama. Frunzo el ceño cruzándome de brazos, me percato de la mueca de disgusto que sus labios forman en cuanto me posiciono a la defensiva.

— ¿Para qué? — Pregunto, por más que sé la respuesta, quiero escuchar de sus labios que es lo que de verdad creo. Su sonrisa me asustaría de no ser porque, tanto a ella como a mi padre, le importa más su reputación que lo que su misma hija piense de ella. Podría decirle que la odio y ella seguiría en sus trece con sacarme de su casa a rastras si es necesario.

— Tommy quiere llevarte a una fiesta, amor — responde con la paciencia en los cielos. No se descontrola, no se pone furiosa, hasta que, de verdad, no puede soportarlo más. Quiero que un día la guerra se desate, deseo que vea por sus ojos tan pulcra y finamente maquillados lo que sucede con la persona que permaneció nueve meses en su vientre.

— No quiero ir, mamá — me niego, oigo la súplica en mi voz que no causa nada en ella. Resopla levantándose de la cama con un gesto demasiado brusco para una mujer tan paciente como ella. Me señala con su dedo índice y aplanando sus labios en una actitud tan sería que me cuestiono si, de verdad, es mi madre la que está frente a mí.

— No vuelvas con lo mismo, Alessia — ordena, agacho mi cabeza desviando mi mirada de la suya. Clavo las uñas en las palmas de mis manos sin saber a qué punto puedo llegar como siga así. Si Tommy supiera lo que me niego a ir de aquí, me acompañaría y nos quedaríamos viendo en la televisión alguna serie que dejamos a medias o, simplemente, hablaríamos de nuestra tarde.

Pero, lastimosamente, él está en la planta baja y mi madre pierde los estribos con facilidad cuando menos me lo espero. Puede que sea paciente, pero cuando se trata de su estatus social no hay nada que se interponga en su camino. Desde su perfecta hija hasta su increíble trabajo de directora de una sucursal está impoluto, por no hablar del maravilloso hombre que ha conseguido por marido.

Camina hasta mi enorme vestidor, placer más suyo que mío. Casi todo se basa en ropa ajustada, vestidos que resaltan mis «curvas», según lo que ella dice. Menos de un cuarto de lo que se compone mi armario es de ropa que yo utilizo, no tan pegada al cuerpo y sin que me deje con ganas de probar un poco de aire a causa de la presión que ejerce sobre mi piel.

Inspecciona cada vestido con una minuciosidad impropia de un ser humano, frunce el ceño contemplando todos con esmero y detalle. No se le pasa nada por alto el más mínimo hilo suelto, una minúscula mancha o, incluso con una mota de polvo, se deshace de la prenda sin remordimientos.

Cuando por fin creo que voy a morir, mi madre saca el trozo más caro de tela que hay dentro de lo que llegaría a pensar que es Narnia. Sonríe ante él como si eso fuera mejor que su hija y luego me lo tiende con la mejor cara de felicidad, es una pena que siempre que la vea sea por algo con lo que no me siento a gusto.

— Póntelo — manda, alza su barbilla unos centímetros indicando en dirección al baño. Bufo escuchando como me apremia para que entre. Las lágrimas, aunque suene estúpido, se aglomeran en mis ojos a la espera de que ella venga a por mí y me diga, por primera vez en la historia de Alessia Murphy, que no hace falta que vaya con Tommy.

Mis deseos no son concedidos, me visto a la velocidad del relámpago deseando que, en cuanto salga de esta casa, pueda escaparme al lugar más lejano que encuentre. Ni siquiera me preocuparía en volver, no quiero nada de lo que las personas con las que me junto, me brindan.

Para cuando salgo del baño, el vestido ocupa poca parte de mi cuerpo, no hay nada que resaltar más que la obertura que tiene a ambos lados de mi cintura. Es totalmente negro, sin un estampado al que sacarle críticas. No me quejo, el vestido me llega un poco más arriba de las rodillas, casi a medio muslo.

— ¿No puedo quedarme en casa, mamá? — Pruebo, soy consciente de que, ni mi voz exageradamente dulce ni mis manos juntas en posición para suplicar, van a lograr ablandar al corazón de hielo que habita en el pecho de mi madre. Rueda los ojos como si se tratara de una niña pequeña y se dirige al tocador que hay a un costado de mi cama.

— Siéntate y deja que te retoque esas ojeras, cariño — me ignora, quiero gritarle que la razón de estas ojeras es de pasarme horas estudiando por la noche para sacar la calificación más alta porque, por las tardes, debo consentir estar con Tommy hasta altas horas de la madrugada, cuando la luna comienza a irse y yo deseo hacer lo mismo. Aplano los labios callando todo lo que ansío decir, obedezco sentándome en la butaca y dejando que mi madre me maquille a su antojo.

Lo único bueno de todo esto es lo poco que a ella le gusta el maquillaje, lo utiliza lo suficiente como para que no se noten las primeras arrugas en su rostro y las ojeras en los ojos, y yo, por suerte, lo agradezco. Aunque ahora la palabra «gracias» no pueda ser pronunciada por mis labios, no tiene un significado que pueda emprar en ella.

— Perfecta — susurra dejando el rubor de mejillas encima de la mini mesa. Suspiro sin querer mirarme al espejo, he cerrado los ojos incluso antes de aplastar mi trasero en el cómodo asiento. Me giro levantándome y agarrando el libro que leía de la colcha, lo coloco correctamente en la estantería que cubre una gran parte de la pared del fondo —. Que no se te olvide el bolso — advierte tendiéndomelo.

Asiento sin mucho ímpetu y comienzo a marchar a la salida de este asqueroso lugar. Me tenso cuando salgo y me encuentro a mi padre caminando hacia su despacho, me repasa con la mirada al verme y luego, una sonrisa aflora en sus labios. Pequeña pero parental, si es que se le puede llamar de ese modo. Asiente con cierta pasividad que paso por alto, me dedico a contemplar su espalda mientras vuelve a seguir su camino al despacho.

«¡Den la bienvenida al padre del año!» pienso en mi interior. Sacudo mi cabeza dispersando esos pensamientos, la tensión vuelve a mi cuerpo cuando una mano helada se posa sobre la zona destapada de mi cuerpo y me volteo para mirarla. Me dirige la mirada más falsamente dulce que siempre he presenciado y me empuja con delicadeza hacia las escaleras.

— No hagas esperar a Tommy, Alessia — habla, estoy acostumbrada a la autoridad que refleja su voz cada vez que abre la boca. Pero no puedo evitar que un escalofrío recorra mi cuerpo cuando eso sucede, nunca terminas de adaptarte. La aceptas pero no acabas de encajarlo a tu vida diaria —. Tienes al novio más paciente del mundo, amor — exagera.

Es lo que haría una persona como ella, se enorgullece del mayor fracaso de su vida: juntarme con alguien que no amo y que, por más que me niegue a mantener esos sentimiento por él, ella lo cree de ese modo. Se piensa que me casaré con él, que su sueldo ascenderá pues los padres de él también tienen dinero para dar y regalar. Tendré unos hijos tan preciosos como nosotros, palabras suyas, no mías, y mi vida dependerá de una asistenta que haga todo en casa y una familia a la que, a la fuerza, tengo la obligación de querer con todo mi corazón.

— Sí — respondo perdida, bajo las escaleras tan lento como es posible —. Me ha tocado la lotería con él — dramatizo. Si ella ha notado el sarcasmo en mi voz, lo deja pasar y acelera mi paso empujándome a través de las escaleras–mata–personas.

¿Es que no sabe la cantidad de personas que fallecen trágicamente tras una caída por las escaleras?

— Dios — exclama él. En especial la persona que ha sido la encargada de quitarme un libro de las manos y casi ordenar a mi madre que me levante de la cama. Agacho la mirada rezando porque no vea como ruedo los ojos y mi madre no me envenene con la mirada. Tommy ya ha visto este vestido puesto en mí mil veces, no hace falta que se muestre tan dramático.

— Hola, Tommy — saludo con una sonrisa. Decido dejar las quejas y reclamaciones a un lado, no me servirán de nada al final. Siento como mi madre está detrás de nosotros , me incomoda pensar que pueda percatarse de todo lo que sucede a nuestro alrededor —. ¿Nos vamos? — Casi le suplico.

Esboza una sonrisa que, de no ser porque es mi mejor amigo, me debilitaría las piernas y me haría temblar como una posesa. Es de sus curvas en los labios rompe–bragas, como todas la llaman. Imploro a cualquier Dios que me ayude a pasar todo esto, no recibo ninguna ayuda de nadie.

— Claro —musita, como si no tuviera el valor de hablar, como si sus cuerdas vocales no funcionasen. Se dirige hacia mi madre sabiendo cuanto le ama. Si solo no fuera porque el también es rico esta relación nunca se habría formalizado y llevado hasta el punto en el que estamos —. Cuidaré de su hija, señora Murphy — asegura, cierro los ojos para evitar ponerlos en blanco, no quiero ser el centro de atención al reconocer que ella estaría más que encantada si paso la noche haciendo a–saber–qué con él —. Dele saludos al señor Murphy de mi parte — recuerda.

— Lo haré, cariño — afirma, siento las arcadas avanzando a través de mi garganta mientras salimos de mi casa, porque a eso no se le puede llamar hogar —. ¡Divertíos! — Grita antes de cerrar la puerta de casa, tal y como lo haría una madre desprendiéndose de su hija irritante y maleducada. Pero yo no soy así y la rabia me carcome al saber que me trata del mismo modo.

— ¿De quién es la fiesta? — Pregunto cuando entramos en el coche,me abrocho el cinturón de seguridad con la tensión palpable en el ambiente. Intento desprenderme de ella al segundo pero, me temo, que va a durar un poco más en extinguirse. No debería comportarme así con él, no ha hecho nada que pudiera evitar, pero no evito estar molesta por darle rienda suelta a mi madre para quedar conmigo. Él sabe perfectamente que ella aceptaría hasta matar por conseguir la gratitud de Tommy y, por supuesto, la de sus padres.

— No creo que lo conozcas — menciona, observo como nos movemos por la adineradas y privadas calles del lugar mientras nos acercamos a nuestro objetivo. O más bien, el de Tommy, el mío era quedarme leyendo hasta que mis ojos se cerraran y el sueño me venciera —. Va al equipo de natación, se llama Matthew.

Y tiene razón, pero no es la primera vez que voy a un lugar que no conozco. Mi vida se basa en superar miedos que ni siquiera sabía que existían y hacerlo por las malas, por lo peor que puede suceder. Me hundo en el asiento de cuero esperando que, al menos, en esa fiesta, me divierta algo más de lo que llevo haciéndolo hasta ahora.

¡CAPITULO NUEVO!

Espero que os agrade y comentéis y votéis mucho. De momento, los exámenes ya están menguando y es un alivio porque solo tengo que hacer uno esta semana y, ¿ya saben a lo que me voy a dedicar cuando termine, no?

Tengo de metas antes de terminar el año escribir, por lo menos, hasta el capítulo treinta y, si mi memoria no falla, ese capítulo sería más o menos la mitad de la novela.

Así que, bueno, espero que os agrade lo que tengo planeado...

¡Pregunta Random!: ¿Cómo se sentirían en caso de estar en el papel de Tommy? (Necesito que os pongáis en su piel, plis)

¡Besos y XOXO!

DimeyCLG

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