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Chan sostenía una pequeña taza de té caliente mientras su madre terminaba de preparar el desayuno, su padre estaba a su lado intentando curar las heridas de sus nudillos en su mano derecha, aquella que había recibido la iré que ahora recorría su ser, porque en algún momento se empezó a sentirse frustrado y enojado consigo mismo. Quería levantarse y seguir con su vida, pero dolía, hacer aquello dolía porque quien profanaba amar, ya no estaba a su lado, ya no le daba aquellos dulces besos en la mañana. ¿Era estúpido, no? Se había acostumbrado a ellos en tan solo un mes, un mes que resultó ser el mejor en lo que llevaba de vida.

Además de eso, estaba enojado consigo mismo por hacer que sus padres detuvieran sus vidas para cuidar de él, aunque cuando ya les había pedido hace dos semanas que estaría bien y que ellos volvieran a casa.

Pero vamos, todos sabemos que mentía.

La universidad se volvió una carga pesada a pesar de que, Hyunjin y Seungmin solía ir a su casa a ponerlo al día, incluso hacia los trabajos por él para que no perdiese nota. Cosa que era difícil cuando había que hacer acto de presencia.

—Padre —el señor Bang alzo su vista de los nudillos maltratados a los ojos de su hijo, aquellos que estaban apagados dejando ver un alma vacía—. Deberían volver a casa, estaré bien.

—Cariño, no me pidas eso —dijó en casi tono de súplica, acariciando el torso de su mano con sus dedos—. Y deja de pensar que eres una carga o algo así, eres nuestro hijo y estar aquí para ti ahora mismo es lo que queremos.

Chan suspiró pesadamente, reteniendo ahora las lágrimas.

—Podemos.. ¿Podemos salir a pasear? —Preguntó su madre, algo nerviosa ante su propuesta—. No has tomado un poco de sol estas dos semanas, sería bueno para ti.

Chan asintió, estaba empezando a entender que todo lo que sus padres estaban haciendo era por su bien y aunque si bien salir de su casa se sentía asfixiante, sabía que era lo mejor. Aunque incluso estos últimos días el simple hecho de levantarse de la cama pesaba, lo intentaba, lo hacía por sus padres, porque hacerlo por él mismo era inútil.

Su cuerpo yacía debajo de un gran suéter negro y su cabeza era cubierta en parte por la capucha de este, caminaba a pasos lentos en medio de sus dos padres mientras éstos sostenían tazas de capuchino que había comprado durante el recorrido. Los pies de Chan se movían por inercia y sus padres sólo lo seguían, no era consciente el cien por ciento de a dónde iba, hasta que alzó su vista topandose con aquella cafetería que tenía tres semanas sin ver, sin atreverse siquiera a mencionarla.

Detuvó sus pasos de forma brusca sorprendiendo a sus padre, observando a la pequeña distancia que lo separaba de aquellas puerta, ansioso, debatiéndose si sería bueno entrar o seguir. En el fondo había querido ir allí hace varios días, volver a sentir ese olor a café que le recordaba las mañana mirando aquellos ojos del mismo olor.

No le gustaba el café, nunca lo hizo, e incluso así iba cada mañana a aquella cafetería hinundada de aquel olor solo por él. Solo Minho con sus ojos marrones era la razón, nada más.

—¿Qué sucede, cariño? —Su madre sostuvo su brazo, llamando su atención.

—Solía trabajar aquí —suspiró—. Venía todas las mañanas a tomar café.

—No te gusta el café —obvio su padre, sacándole una sonrisa al chico.

La primera en mucho tiempo.

—Solo los ojos de Minho —murmurró.

Recordó que volverlos a ver era imposible, que aquellos ojos marrones se habían apagado y deseo tanto saber que aquella noche sería la última vez que los vería, entonces se fuese permitido mirarlos más.

—Cariño, sigamos —instó su madre.

—Quiero ir.

—No creo que sea-

—Por favor —suplicó—. Solo... unos minutos.

Ambos señores se miraron entre ellos considerando si era lo mejor después de todo, el señor Bang asintió y su esposa no pudo hacer más que asentir resignada. Terminaron de acercarse a pasos lentos, todos un poco inseguros por motivos diferentes. La típica companita sonó anunciando la entrada de nuevos clientes, el chico frente al mostrador dirigió su vista allí y se sorprendió un poco al ver a Chan entrar al lugar. Los tres tomaron asiento en la última mesa al final, junto a la ventana.

—Ah, hola. ¿Qué desean?

—Una torta de chocolate —respondió Chan de forma automática. En realidad no quería irse tan rápido, había tenido miedo, pero estar ahí se sentía como tener aún a Minho y sus hermosos ojos brillantes.

—Claro, ¿ustedes? —Ambos señores negaron y el muchacho miró una vez más a Chan, apretó sus labios y se retiro para ir por su orden.

Chan sentía las miradas de todos sobre él, como si estuviesen murmurando en sus mentes lo que había sucedido. ¿Ahora todos los sabían? Chan nunca quiso encender la televisión, nunca quiso revisar su celular. Se había aislado del mundo. Tenía miedo de encontrarse con alguna noticia que terminará de derrumbarlo.

Si, en el fondo tenía esperanzas de que Minho aún estuviera vivo en alguna parte del mundo.

—Ten —el chico colocó el trozo de torta de chocolate frente a él, pero no se fue después de eso, lo miró unos segundos y luego suspiró, llamando la atención de todos—. Lo siento...

—Yo~

Chan guardo silencio unos segundos, comenzando a sentir su cuerpo pesado y aquella dificultar para respirar que hace días se hacía presente. Su madre se alertó ante su expresión y estuvo a punto de levantarse, pero la voz del chico la detuvó.

—¿Cómo está Minho? —Preguntó con cierto temor—. Yo... no lo trataba mucho, pero aún así me agradaba, era agradable. Solo quiero saber cómo va.

—¿Por qué preguntarías eso? —La molestia en la voz del señor Christopher era notoria.

—Pues, no he ido al hospital y no creo que sea prudente. Él no solía hablar con nadie aquí más que lo superficial, pero en serio nos agradaba. ¿Él está bien?

—¿Hospital, qué hospital? —Chan se puso de pie rápidamente sorprendiendo al chico, el cual se sobresalto en su lugar—¡¿Qué hospital?!

Su grito llamó la atención de todos en el lugar, su cuerpo estaba comenzado a sentir la adrenalina recorrerlo. Aquella sensación de querer correr a algún lugar.

—Yo... pues, ¿no te llamaron a ti? —Él chico se veía confundido.

—¡Puedes hablar claro de una buena vez! —Exclamó, ya frustrado.

—Pues... hace como dos semanas y media nos llamaron del hospital central, ah, sobre qué —el chico suspiró—. Habían encontrado a Minho en el acantilado... estaba en una clase de coma y entonces, no tenían algún número o nombre. Habían encontrado su identificación de trabajo. Perdón, yo creí...

Chan no espero a que terminarse de hablar, simplemente comenzó a correr decidido a llegar a aquel lugar donde el amor de su vida se encontraba.

Había una esperanza, Minho podría estar vivo.

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