Te metiste en mi piel, en mi alma, en mi corazón.
Te volviste tanto de mi en tan poco tiempo que era inevitable temer. ¿Estabas listo para conocer mis demonios?
Chan salió de su habitación y sintió que si moría justo en ese momento, lo haría feliz, con la sonrisa más real que el mundo podría presenciar en lo que va y resta de existencia. Aquel pequeño chico dormía plácidamente mientras sus padres acariciaba sus manos y su madre sostenía su cabeza. Terminó de acercarse a ellos ambos le miraron con una sonrisa.
—¿Ahora si se van a deshacer de mi?
—Si, ya encontramos a alguien increíble —respondió su padre.
—¿Hace cuánto se durmió?
—Unos minutos después de que te fuiste.
—Lo llevaré a la habitación.
Antes que pudiera acercarse más, su padre lo detuvo y se levantó para sostenerlo por el hombro.
—¿Él está bien?
Chan negó bajando su cabeza, mirando sus zapatos.
—Lloro mientras se quedaba dormido —murmurró su madre, dejando un beso en la frente del chico—. Deberían venir más seguido.
—Eso haré, se ve tan feliz con ustedes.
—Imagínate si conoce a la abuela —señalo su padre, haciéndolo sonreír.
Chan se acercó al chico y pasó un brazo debajo de sus piernas y su madre ayudo a colocar la espalda en su otro brazo. Hizo un poco de fuerza y logró cargarlo, en realidad Minho no pesaba mucho. Comenzó a caminar hasta las escaleras subiendo con cuidado, no quería despertarlo, se vea tan tranquilo mientras dormía. Quería asegurarse que esta noche no hubiesen pesadillas ni nada por el estilo, por ello se metió entre las sábanas a su lado y lo abrazo, sin miedo alguno y muy seguro de su desicion.
—No estoy dormido.
Murmurró el chico, Chan se sobresalto ante esas palabras y sostuvo su cabeza en su mano para mirar al chico, aún manteniendo su otra mano en la cintura del contrario.
—¿Desde cuando estás despierto?
—Desde que tu padre te preguntó si estoy bien —contestó, sonriendo con algo de tristeza plasmada en su rostro.
—¿Estas bien?
Minho negó, dejando salir algunas lágrimas. Se acostó sobre su espalda y llevó una de sus mano a la mejilla de Chan, acariciando la zona.
—¿Por qué? —Preguntó, confundiendo a Chan.
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué no me tocó una familia como la tuya? ¿Por qué mi madre no me cuidaba como lo hizo la tuya en tan solo horas de haberme conocido? ¿Por qué mi padre no me hizo sentir protegido como el tuyo y se preocupo así por mi?
—Minho...
Sus ojos estaban rojos, dejando salir lágrimas tras otras, mientras los sollozos no se hicieron esperar. Chan se sentía destrozado ante aquella imagen.
—¿Por qué ella tuvo que abusar de mi durante tantos años? ¿Por qué él solo me golpeaba para desquitar su rabia? —Sollozó más fuerte, rompiendo aún más el corazón ajeno ante aquella confesión—... Mi padre, él. Dios, a él solo le importaba el alcohol y no le importaba lo que mi madre me hacía.
—Maldición —masculló Chan, llevando su mano a las mejillas contrarias, intentando secarlas, en vano.
—Chan... soy asqueroso.
—No, bebé, no lo eres —susurró, juntando sus frentes.
—Fui abusado por mi madre, fui golpeado por mi padre. Quienes se suponen deberían quererme dijeron que era un patético que solo estorbaba y servía únicamente para su satisfacción —cerró sus ojos fuertemente y negó—. Esto es lo que soy, Chan. Un patético que sigue encerrado en el pasado, que solo planea cada día como irse de este mundo sin mucho dolor porque ya ha sufrido lo suficiente.
Abrió sus ojos rojos e hizo contacto con el mayor.
—Por favor, Chan, aléjate de mi ahora. No quiero lastimarte —pidió, mientras secaba las lágrimas que Chan había derramado sin siquiera notarlo.
—No, no puedo. No puedo soltarte, Minho. Llámame egoísta si quieres, pero no quiero dejarte ir, por favor, quédate conmigo.
—Chan...
—Te juro que te amaré por la eternidad, te juro que nunca soltare tu mano, yo no te dejare solo en este tormento. Quédate conmigo, déjame amarte, por favor.
—Por favor, Chan, hazme el amor. Tocame cada parte del cuerpo y hazme olvidar quien antes lo toco, bésame y hazme sentir amado por primera vez en mi vida.
Chan se quedó callado procesando aquellas palabra, pero lo deseaba. Deseaba transmitirle con cada caricia a Minho cuanto lo amaba, cuanto estaba metido en su corazón y lo dispuesto que estaba de quedarse a su lado por el resto de su vida.
Dejó que sus labios se rozaran lentamente uno con el otro, desesperando ante aquel roce a ambos, porque estaban deseosos de ellos, deseos de fundirse en un profundo beso que transmitiera aquel amor, aquel deseo.
—Bésame~
Esas palabra bastaron para que Chan acabará con aquella distancia, sintiendo los cálidos labios del chico. Sus bocas se fundieron en un beso profundo, pero lento, dejándose sentir en cada roce de labios o cada roce de sus lenguas. Chan quería transmitirle aquel amor que profanaba tenerle, quería sentir cada parte del otro y hacerlo sentir amado, hasta que decidiera quedarse a su lado.
Quito las sábanas que los cubría dejándola caer en el piso, bajando sus besos de forma lenta hasta el cuello del contrario y toqueteando con sus manos parte de su pecho y abdomen, escuchándolo suspirar ante sus roces y besos. Poco a poco la ropa dejó de estorbar, sus cuerpos se frotaban entre sí y sus manos acariciaba cada parte de ellos.
Chan bajo sus beso hasta su pecho lamio y mordisqueo la piel contraria deleitandose con los suaves jadeos que abandonaban los labios del contrario. Se alejó de él colocándose entre sus piernas, arrodillado, permitiéndose el deleite de observa aquel cuerpo desnudo frente a él, deseando cada rincón.
Cumplió aquel deseo de Minho, tocó, tocó todo su cuerpo sin despegar sus ojos del él, porque mientras sus manos recorrian con suavidad su cuerpo, sus ojos querían gritarle que lo amaba, que aquel sentimiento era real. El chico suspiraba ante el roce entre sus muslos, su abdomen, sus brazos, sus piernas. De aquella manera Chan se permitió conocer sus zonas sensibles, ahora llevando sus labios a ellas robándole un fuerte gemido a Minho cuando sintió un húmedo beso en su muslo izquierdo.
—Chan~ eso... ¡ah!
Mordió su labio inferior para acallar sus gemidos cuando sintió la boca húmeda de Chan en su erecto miembro. Sostuvo las sábanas con fuerza y suspiró pesadamente mientras Chan continuaba con su trabajo. Jadeo al sentirlo bajar sus besos húmedos a su entrada, contrayendose ante aquella sensación de humedad en su parte sensible.
—Esta noche te haré el amor —murmurró desde abajo, acariciando sus muslos con ambas manos mientras su lengua pasó nuevamente por la entrada del chico, robándole otro jadeo de satisfacción—. Te haré sentir cuanto te amo, Minho.
Su lengua pasó de un lado a otro en su entrada, escuchando los suaves gemidos que el chico quería contener. Entro y salió dejando saliva por el camino, dilatando con harto esmero aquella zona, besando y prenetrando a su entrada con su lengua. Tomándose su tiempo sin apuros, mientras Minho suspiraba cada vez más pesado, dejando ver que estaba por correrse.
—Chan, voy~ ah... se siente tan bien —admitió a duras penas—. Chan...~
—Me gusta escuchar mi nombre en tus gemidos, Minho.
Aquella voz gruesa y pronunciando su nombre fue un detonante, porque apenas aquellos labios tocaron su entrada una vez más, se corrió. Suspiró entrecortado y miró a Chan, el cual se levantó y volvió a sus labios.
Beso lentamente, disfrutando de las caricias que ahora Minho repartía por sus hombros y espalda, bajando lentamente hasta una de sus manos y la llevo a su boca, adentrando en ella dos dedos, sorprendidolo. Chupo los dedos lubricandolos, logrando que la errección del contrario doliera.
—Chan —suspiró—. Dijiste que me harías el amor.
El chico llevó aquellos dedos lubricados a su entrada, instando a Chan a hacer algo más. El suspiró y beso nuevamente los labios de Minho adentrando uno de sus dedos a la ya también lubricados entrada. Se abrió paso entre los anillos del contrario, disfrutando con anticipación de la estreches del otro.
Se tomó su tiempo adentrando un segundo y luego un tercer dedo, mientras las manos de Minho sostenía ahora su rostro, sus ojos no se despegaban del otro, mientras sus labios soltaban jadeos ante la intromisión en su parte baja. Chan lo observaba con fascinación, cada gesto de excitación que hacía le parecían fascinantes.
Sus bocas se volvieron a unir y comenzó a alinear su miembro. Mientras entraba lentamente, sus besos eran profundos y sus manos acariciaba los pezones y miembro de Micho, distrayendole del leve dolor que estaba sintiendo.
Dejó besos suaves en sus párpados, sus mejillas, su frente, su cuello, hasta que volvió a sus labios volviéndolo a besar.
—Chan, se siente muy bien... por favor, muévete~
Solo eso necesitaba para comenzar a moverse con embestidas suaves pero precisas, tocando el punto dulce del chico, logrando así que los gemidos fueran más frecuentes. Intentando acallarlos con su boca, huniendolas en un intento de beso, pero ambas soltaban jadeos y gemidos mientras sus cuerpos chocaban, retumbando en toda la habitación.
Sus cuerpos estaban cubiertos con una fina capa de sudor, sus respiraciones eran pesadas y sus corazones iban aumentando su ritmo, mientras sus cuerpos gritaban cuanto se amaban, sus ojos no se despegaban del otro, sus besos torpes no faltaban. Sentían que estaban llegando al límite.
—Minho, bebé ~ —gimió, aumentando sus ritmo.
El chico se contrajo apretando el miembro dentro de él, ambos gimieron llegando al extasis del orgasmo.
—Te amo, Minho.
—Te amo, Chan.
Esas palabra causaron un reacción inesperada en el chico, el cual dejó salir lágrimas de emoción mientras Minho lo volvía a besar.
Entonces te deje entrar, porque quería creer que estábamos destinados y el universo estaría a nuestro favor, nos amariamos toda la vida ....
Chan, ¿en otra vida será?
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