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Y yo te creí todo, porque quise engañarme. Quería sentirme amado, quería amar, quería... solo quería ser feliz y maldición, Chan, tú me hacías sentir tan feliz. Algo que durante años había sido imposible
Pero me hubieses soltado, ¿por qué no me dejaste ir?
Su cuerpo estaba envuelto en una pequeña capa de sudor, su respiración se volvía cada vez más pesada. Pero sus ojos continuaban cerrados, sintiéndose forzados a abrirse, pero fallando en el intento. Suaves murmullos abandonaban sus labios y poco a poco se convirtieron en sollozos. Sollozos tan resgarradores que partían aún más su alma, sollozos que quemaban su garganta, sintiendo asfixiado ante cada uno de ellos.
Aquella imagen frente a los ojos de Chan dolió, se acercó temeroso al cuerpo que yacía en su cama, el cual se encontraba hecho un doloroso desastre.
¿Quien te hizo tanto daño, Minho?
Se sentó lentamente al borde de la cama, justo al lado de las caderas del chico. Sus manos temblorosas viajaron a los hombros del contrario y se posaron allí con suavidad, sus labios se separaron sin saber qué decir exactamente, pero deseando ya de una vez acabar con aquella desgarradora escena frente a él.
—Minho...
Sus palabras quedaron atoradas en su garganta ante los movimientos rápidos del chico, el cual abrió los ojos y se sentó rápidamente lanzándose a sus brazos, ahora intensificando su llanto, dejándose envolver por aquellos brazos que le hacían sentir tan seguro, tan amado.
—Chan... por favor dejame ir.
Era consciente que el fondón espera todo lo contrario, pero ante su razonamiento, era lo que debía suceder.
Aquellas palabras pronunciadas con tanto dolor y temor rompieron el corazón del chico, incluso de aquel que las dijo. Sus ojos se humedecieron y sus brazos apretaron aún más el pequeño cuerpo sudado entre ellos, sintiendo deseo de hacer todo lo contrario a dejar ir.
—No, Minho, por favor dejame amarte.
Amar~
¿Alguien podría amarlo? ¿Tan siquiera aquella palabra era real?
Su llanto no se detuvo, sus brazos no soltaron aquel cuerpo. Incluso lo abrazo con más fuerza y dejó salir lo que durante años tenía guardado, aquello que temía dejar libre por miedo a ser demasiado patético como su padre solía decir o ser atacado por su madre porque según ella, esa era la manera en que sería un hombre de verdad, porque los hombre no tenía permitido llorar.
Su corazón albergaba tanto dolor, que era asfixiante. Quería sacarlo todo, quería alejar todo eso y dejarse amar, él quería. Deseaba sentir que por primera vez alguien lo tocaba sin querer hacerle daño, que los besos de Chan borraran aquellos besos asquerosos de su madre, que las manos de Chan tocando su piel borraran los toque de su madre, que Chan lo amara tanto que olvidará cada golpe de su padre, que Chan lo cuidará, lo protegiera como su padre nunca lo hizo.
Sus ojos ardían y su pecho dolía ante el llanto que no se había detenido, pero aquellos brazos lo seguían abrazando con tanta fuerza, como si soltarlo fuese hacer que desapareciera. Y aunque estaba destrozado, aquello lo hizo sentir tan bien, porque era todo lo que ahora quería, era todo lo que había deseado durante años.
—¿Puedo conocer a tus padre? —Pidió en un susurró, sin separarse del abrazo tan reconfortante.
—Salgamos para allá horita mismo.
Eran las 5 de la mañana, así que llegarían alrededor de las 8 contando el tiempo que se alistarían.
Y así fue, luego de tomar un baño y desayunar, ambos se encaminaron a la parada de buses. Minho se sentía cómodo con la ropa del mayor, lleva sus pantalones, pero un suéter de Chan y como era de esperarse, sentía su olor en el y aquello le agradable, se sentía como si Chan estuviese abrazándolo en todo momento.
Ya se encontraban en el bus, envueltos en silencio y por primera vez, no era uno del todo cómodo. Minho estaba perdido con su vista en la ventana, sobre analizando todo lo que estaba pasando, dándose cuenta de que era un verdadero idiota. Porqué simplemente no se va, huye lejos de Chan. Él sabía que amarlo iba a doler, él sabía que estar cerca de él simple dañaba a las personas.
—¿Chan?
—Ujum —murmurró, conectando su vista con la del contrario, sintiendo nuevamente esa descarga eléctrica que recorría su cuerpo cuando esos ojos marrones lo miraban.
—¿No vas a preguntar nada?
Y Chan le dolió, le dolió aquel temor en su voz, le dolió que sus ojitos no brillarán como siempre. Maldición, le dolió lo dañado que se veía Minho ahora mismo, y le dolió que no pudiese hacer nada por lo que sea que haya pasado para que ahora estuviera ahí, roto y temeroso.
—Dirás lo que quieras decir cuando puedas, Minho, no voy a presionarte. Pero quiero que sepas que estoy dispuesto a escucharte porque quiero hacerlo, quiero conocerte, saber todo de ti. Yo realmente quiero cuidarte y deseo tanto que me permitas hacerlo.
—¿Cómo puedes decir todo eso? Tan solo me conoces hace dos meses —comenzó a jugar nerviosa mente con sus manos en su regazo, mirándolos para evitar la mirando del otro.
—Me hago la misma pregunta, precioso.
Minho sintió un frío recorrer su cuerpo de pies a cabeza, tensandose ante aquel apodos que abandono los labios de Chan.
—No me conoces, eso debería ser suficiente para que no te importe nada de mi.
—Claro que no. Mi abuelo solía decir que todos teníamos a un destinado, que en algún momento de la vida nos toparíamos con la persona que íbamos amar toda la vida. Pero que a veces las personas la dejan ir o elegían mal, así que solía decirme que cuando sintiera ese click al mirar los ojos de alguien, nunca lo dejara ir. Se que aún me falta conocer mucho de ti, pero juro que desde el momento en que miré tus ojos sentí ese click. Perdón si soy un estúpido por decir todo esto tan pronto, pero siento que te amo y deseo tanto que me dejes amarte, Minho, por favor.
El chico dejó de jugar con sus manos y miro el rostro de Chan, detallando cada facción de este y admirando lo hermoso que el chico podía ser.
¿Él también había sentido ese click?
—Debi alejarme de ti cuando también sentí ese click —murmuró perdido en aquellos ojos que se iluminaron ante sus palabras.
Era un idiota, escuchaba solo lo que quería.
—¿Por qué?
—Amarme duele, no quiero dañarte.
—Eso debo decidirlo yo.
—Es muy injusto.
—¿Por qué?
—Quedarme a tu lado aún sabiendo que te dañaría, Chan. Es injusto que quieras recoger mis pedazos cuando puedes cortarte en el proceso.
—Podría no ser tan malo, Minho. Yo quiero ayudarte, yo quiero sostener tu mano y ayudarte a salir de ese laberinto.
—No, porque te va a doler.
—Me va a doler si me alejo de ti, si tuviese que vivir sin tu mirada, sin tu olor, sin tu toque, sin ti.
—¿Sabes que el amor no es como lo pintan el los libros, Chan? Amar no significa que todo va a mejor y a estar bien en algún momento, son mentiras que los escritores se crean para poder escapar de la maldita realidad, esa que muestra que el amor no es capaz de sanarlo todo.
—Esto podría ser una excepción, juro que no te soltare en el proceso.
—Chan...
—Te traje esto —le interrumpió, sacando unas pastillas y luego buscando en su bolso el agua—. Queda una hora y media de viaje, descansa.
Minho superior y sostuvo el agua para luego tomar la pastilla, miro una vez más a Chan y sonrió débilmente, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos.
—Perdón, no debí aparecer frente a ti aquella tarde.
—Ha sido lo mejor que me ha pasado, precioso —murmurró, sintiendo su garganta cerrarse ante el llanto. Llevo una de sus manos a la mejilla ajena y acarició suavemente, disfrutando del tacto, logrando que el chico cerrarán sus ojos y se frotar un poco contra su mano, disfrutando también de aquel toque—. Yo no me arrepiento, nunca lo haré.
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