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Dijiste que todo sería fácil, que al final del laberinto estaríamos tomados de la mano y seríamos felices al fin, porque según tú, era una prueba para nuestro amor.
Las manos frías del chico reposaba en su regazo, sin ninguna intención de abrigarse para cubrir los 10° en que se encontraba la ciudad. Sus labios temblaban en un color morado y sentía sus mejillas arder por el frío, pero verdaderamente no le importaba, miro al frente y su vida comenzó a producirse como una película, justo sobre la ciudad oscuras a sus pies.
¿Qué estaba haciendo con su vida? Lo había perdido todo, todo... incluso a él, al amor de su vida.
Sonrió débilmente viendo aquella primera escena de hace unos meses, cuando el pequeño chico castaño estaba frente a él con los nervios apoderados de su sistema, preguntando dónde quedaba aquella dirección que sostenía en un pequeño papel en su mano temblorosa. Se veía tan indefenso, pero al mismo tiempo le pareció tan hermoso. Esos ojos marrones resaltando en su piel blanca y largar pestañas castañas al igual que sus cejas, ese pequeño piercing que descansaba en su labios inferior color negro le quedaba tan bien.
El pensó en besarlo, quería hacerlo.
—¿Eres nuevo en la ciudad, verdad? —Fue más afirmación que pregunta, de hecho.
—Si, pero un amigo encontró trabajo para mi, solo que no pudo traerme.
Chan en ese momento juro haber visto un ángel cuando el chico le regalo una débil sonrisa.
—Puedo llevarte, esta en el camino a mi casa.
—Oh, muchas gracias. No quería molestar, pero en serio no entiendo estas calles.
Le pareció increíble como aquel chico pasó de ser tímido, a verse más en confianza. Le gustó eso, siendo sincero.
—Bien, por mi no hay problema. ¿Cómo te llamas?
—Lee Minho, ¿y tú?
—Bang Chan. ¿Cuantos años tienes?
—Diecisiete.
—¿Hablas en serio? —Preguntó sorprendido.
—Ujum. ¿Tú cuanto tienes?
—Veintiuno.
Se sentía decepcionado, ¿estaba decepcionado? Era estúpido, siempre se mantenía alejado de personas menores de edad y nunca le importó. Pero aquel chico le parecía tan hermoso, incluso cada vez que lo volvía a ver, creía que superaba su belleza. Ere ridículo que cada mañana fuera a aquella cafetería antes de ir a la universidad solo con el fin de verlo, si tan solo Minho supiera el pequeño secreto que guardaba Chan, hubiese entendió rápidamente que iba ahí por él, no por el café.
—Oh, nuestro mejor cliente —Minho sonrió, mientras se acercaba a la mesa de Chan, quien le devolvió la sonrisa—. ¿Lo mismo de siempre?
—Si, pero quiero pedirte otra cosa hoy —dijó seguro de si.
—¿Qué?
—Una cita.
El castaño lo miró incrédulo, incluso parpadeo varias veces y miro a todos lados, procesando aquello. Había pasado un mes y se había acostumbrado a ver a él chico todas las mañana de lunes a sábado, compartir algunas palabras y luego verlo marcharse. Nunca hubiese imaginado que él le gustase más allá de solo ser cercanos, porque consideraba que ni a amigos llegaban.
—Una cita, ¿una cita, cita?
—Sino es una cita, cita, ¿qué sería? —Él joven rió.
—Yo... —sonrió nervioso—. Esta bien, ¿después de que salga?
—Claro, ¿a qué hora sales?
Si tan solo alguien le fuese dicho que desde ese momento, sus sentimientos iban a crecer, que no iba a poder detener el deseo de besarlo, de abrazarlo, de tener un mínimo toque o roce con su piel.
Mierda, Minho se había metido en su piel, en lo más profundo, donde él no podía hacer más que desear que el chico lo mirase de otra manera. ¿En serio eran solo amigos?
Había pasado dos semanas y era costumbre ir a buscar al chico en la salida, comer algo y caminar hasta su departamento para acompañarlo.
Tal vez le tocaba volver solo a altas horas de la noche, pero nada más importaba cuando había visto los hermosos ojos marrones del más bajo.
—¿Cómo estuvo tu día hoy?
Chan miró al chico con una sonrisa, viendo como las ojeras debajo de sus ojos resultaban en su pálida piel. Soltó un suspiró y se atrevió a tomar su pequeña mano entre las suyas, logrando que este detuviera su paso y le mirara.
—Te ves muy cansado.
—No es nada... ¿seguimos? Tengo hambre.
—¿Podemos tener cambio de planes hoy?
—¿Cómo qué? —Preguntó curioso, viendo que las manos de Chan seguían sosteniendo la suya.
—Mmm, ¿me puedes acompañar a mi casa? —Preguntó dudoso, no quería que el chico lo mal interpretará.
—Iba a decir que que primero me invitaras un café, pero llevas dos semanas invitándome la cena —rió.
Chan sintió como sus mejillas se calentaron ante el sonrojo. Dios mio, seguía sin acostumbrarse a la confianza del chico.
—Dios mio, no mal pienses —soltó su mano y tapo su rostro avergonzado.
—Vaya, nunca pensé verte avergonzado.
—No lo estoy —mejoró su postura y comenzó a caminar en dirección contraria, siendo seguido por el chico.
—Claro, dile eso a tus orejas y mejillas rojizas —siguió molestando.
—Estoy comenzando a cambiar de opinión —dijó, deteniendo su paso. Minho comenzó a reír fuertemente y tomó el brazo de mayor, arrastrándolo con él para que continuará su camino.
—¿Vives muy lejos de aquí? —Preguntó luego de unos minutos en silencio.
—Solo dos cuadras —Chan dudo unos segundos, hasta que se atrevió a continuar—. Oye...
Pero volvió a callarse, sentía que no tenían aún aquella confianza de preguntar cosas tan privadas.
—Chan, llevas estas dos semanas así. Quieres preguntar algo y luego te callas, pregunta con confianza.
—¿Hay confianza? —Preguntó.
—Sino, no estaría yendo a tu casa, porque cabe la posibilidad de que me mates.
—¿Por qué te mataría?
—No lo sé, en este mundo de mierda todo es posible.
—Jamás te tocaria un pelo, Lee Minho.
—¿Y si yo quiero? —Lo miró unos segundos antes de volver su vista al frente, sintiéndose avergonzado ante sus palabras.
—¿Qué quieres decir con eso?
—No diré más nada.
—Oye, a veces no te entiendo.
—Mi madre solía decir que soy difícil de entender.
—¿Tú madre?
—Si. ¿Es sobre mi familia que querías preguntar, cierto?
—No quería incomodarte —respondió.
—No tengo, soy solo yo.
Ahora tenía más preguntas que respuestas, porque aquel chico parecía indiferente ante aquellas palabras, pero al mismo tiempo, podía ver aquellos ojos marrones que tanto amaba, disminuir su brillo.
El resto del camino fue silencioso, aún sintiendo las manos del chico sostener su brazo. Aquello era cómodo, sentirlo tan cerca, simplemente perfecto para él. Sabía y era consciente de que casi no conocía a el chico a su lado y aquello lo carcomía por dentro, porque aún sabiendo eso, se sentía locamente atraído por él. Su risa, sus bromas, su simple presencia, todo de él le encantaba.
¿Cómo alguien podía tenerlo tan loco con simplemente existir a su lado?
—Minho.
—¿Mmm?
—¿Sabes que me gustas, verdad?
Si tan solo el amor fuese fácil, si tan solo el amor sonará las heridas del pasado y te abriera un nuevo camino hacia el futuro. ¿No era lo que profanaban los libros? Una historia donde el amor lo podía todo, quiero que nuestro amor lo pueda todo.
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