Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

23.

 TRISTÁN

  Tal y como imaginamos, la fila se extendía más allá de la vuelta de la manzana del recinto. Nos sentimos emocionados. Con los nervios a flor de piel. Ya vemos los primeros disfraces confeccionados de manera original. Gente que no le teme al primer frío que destapa un cercano invierno. Diciembre ya está aquí.

    Durante casi dos horas estamos situados en esta hilera casi interminable que, por fin, finaliza. Una vez dentro, nos movemos hasta el baño de los chicos para cambiarnos. Al menos, Nahuel y yo. El resto seguirá con su atuendo de calle. Definitivamente, solo somos dos los que nos hemos empecinado en ir de cosplay.

    Salimos de los aseos. Natalia arregla un poco mi indumentaria. Me entrega los complementos de este.

    —Si es que estás guapísimo —asegura, depositando un beso en mis labios que sabe a gloria—. Espero que no vuelvas a enfriarte.

    Finalmente, mi guardapolvo se trata de un abrigo de poliéster térmico. Sobre él, acoplamos los retoques plateados con unas puntadas de hilo que luego se pueden quitar, y usar la prenda para otros fines más importantes. Siempre, pensando en el ahorro y la comodidad. No estamos como para ir tirando cohetes.

    Hay muchos stands. Quiero ver qué hay en todos. Pero antes, tenemos que pasar a recoger el par de DVD que vienen con la entrada. Lo primero: localizar el stand donde lo están repartiendo.

    De camino, nos paran como cuatro veces —o incluso alguna más—, para tomarnos una foto conmigo, o con mi hermano. Dicen que les parecemos unos personajes de lo más sexys. Natalia ha mirado un poco con desdén a la chica en cuestión, pienso que, con más dudas y algo de temor, que desdén. Ella no conoce el rostro de Estela. Se ha relajado un poco más cuando ha visto que no me ha importado el piropo. Aunque, en parte, le ha importado un poco el que me piropeen. Aunque trata de darme espacio y negarse a ser posesiva conmigo.

    —¿Lo ves, Elisa? Es una pasada ir de cosplay porque ligas más.

    Elisa le da un empujón a mi hermano.

    —¡Ja! Muy gracioso el Goku —se burla, poniendo mala cara. Él le va detrás con mimos esperando que lo perdone, muerto de risa—. Venga, chiqui, porfa...

    El resto ya se ha movido delante, y llegado al lugar de reparto.

    Natalia deja que yo recoja los suyos y los míos. Así, elegir cuáles me faltan para mi colección, ya que dice que ella no es de ver animes, y a mí me hará más ilusión.

    Mientras los recojo, de soslayo, observo que Óscar pone la mano sobre Natalia. La imagino dándole la hostia directamente. Pero al final, parece aguantar el tipo. Escucho la conversación como puedo, o simplemente, leo los labios. Soy bueno para eso.

    —No sé por qué. Pero te noto desubicada.

    ¿Qué pretende?

    —¿De qué hablas?

    —Esto no es lo tuyo, ¿verdad? Me refiero a que preferirías estar en otro lugar, no aquí.

    —No tengo por qué responderte.

    Lo señala con un dedo acusador, a punto de decir algo. Él se le adelanta de nuevo.

    —¿Lo ves? —Asiente antes de seguir—. Has venido para complacer a Tristán. ¿Qué novio no deja a su chica que decida dónde quiere ir?

    Ahora sí que la ha cagado. Va a irle la hostia directa.

    Natalia sigue señalándole.

    —Tú no eres quién para meterte en lo que yo quiera hacer o no. Y otra cosa te digo: déjanos en paz. Los celos te matan —suelta a bocajarro. Estoy a punto de estallar en una carcajada. Me aguanto. Se supone que no les estoy espiando.

    —Me parece que no estáis hechos el uno para el otro. No os gusta lo mismo.

    —¡Tú sí que no me gustas nada! —espeta en su cara, y es entonces cuando el tipo del stand llama mi atención para que le diga qué deseo. Desearía darle yo mismo el hostiazo a ese hipócrita. Pero se supone que no he escuchado nada.

    Señalo hacia los que quiero. Tengo suerte de que todavía queden un buen puñado, variados. Que no tenga que escoger ninguno repetido.

    Natalia me alcanza. Se pone a mi lado. Óscar tiene cara de gilipollas. No esperaba que ella fuera dura de roer.

    «No, tío. Natalia pasa de ser tuya».

    Un ruido fuerte cerca me sobresalta. Ella pone su mano sobre mi brazo.

    —Tranquilo, Tristán. No pasa nada —murmura, mirando hacia allí por si ha de tirar de mí para salir volando hasta un escondite seguro.

    Pero no era nada. Solo, esos tubos que explotan y que dentro, llevan confeti. ¡Joder! Menudo susto.

    «Todo va a estar bien».

    Es aquello que me repito constantemente como un mantra.


    Álex y Brian adquieren unas figuras de su anime favorito. Mi hermano carga con un par de camisetas. Elisa se compra otra, aunque sea solo el dibujo lo que le gusta, ya que no sabe de qué va el manga que representa. Natalia le ha echado un ojo a un pequeño llavero de peluche de Totoro.

    —¿Lo quieres?

    —No...

    —No pasa nada. —Pregunto el precio—. No es tan caro. —se lo compro.

   Protesta.

    —Pero Tristán.

    Le sujeto el rostro con un cuidado maternal. Beso su frente.

    —Deja que tenga un detalle contigo. Es poco para lo mucho que te preocupas por mí.

    —¡No exageres! Es lo menos que puedo hacer por ti. Protegerte.

    —No estás obligada a ello.

    —Pero quiero —insiste.

    Nahuel me pasa el brazo por los hombros bruscamente.

    —¡Míralo él, qué gracia tiene para ligarse a mi cuñadita!

    Me deshago de él, removiéndome.

    —¡Venga! ¡Tira para allá, pesado!

    Me deshace el pelo revolviéndolo.

    —¡Ese es mi doble favorito! Eficaz, seductor e irresistible.

    Lo empujo de nuevo para quitármelo de encima.

    —¡Qué me dejes ya!

    Elisa está descojonada viva. Al igual que Natalia. Y que el resto, que se gira durante esos segundos que ocurre la escenita. Óscar no ríe tanto cuando ella, hace nada que lo ha noqueado.

    Damos otras vueltas más volviendo a mirar de nuevo cada stand por si se nos ha pasado algo; objetos de merchandising de lo más codiciados.

    Hay un par de actuaciones. Tiro de Natalia para que las vea. Le han encantado. Me parece que le está pillando el gustillo a esto.

    Nos hacemos fotos. Todavía no nos habíamos sacado ninguna. En pareja, juntos, separados... un poco de todo, y en lugares distintos.

    Óscar parece relajarse. Se lo agradezco enormemente. Estaba sacando lo peor de mí. Logrando que empezara a arrepentirme de haberle dejado que viniera con nosotros.

    Hay un puesto de ramen. Se huele desde aquí. ¡Tengo que comerme uno! Me apetece mucho.

    —¡Ramen! —grita Nahuel, corriendo hacia allá. Elisa lo persigue corriendo, riéndose.

    —El ramen no me mola. Pero en fin —escucho que dice Óscar en un murmullo. ¿Y si es él quien realmente está en el lugar equivocado?

   Nos lo comemos, sentados en las pequeñas mesas de madera y metal que hay frente al restaurante improvisado, ambientado en los que hay en los pueblos de Japón. Osease, los que salen en mis animes favoritos. ¡Me sabe divinamente! Sé que son productos traídos de allá. Ojalá, algún día pueda viajar a Japón. Está apuntado mentalmente en «mis tareas pendientes».


    Vale. He pedido dos. Llevo un empacho de miedo. Y ya me bebí el agua que me sobró y que compré con el menú.

    Óscar me entrega una. Lleva un par, frescas.

    —Te has puesto como el Kiko. Madre mía...

    —No quiero nada tuyo.

    La coge. La abre y me la devuelve.

    —Venga. Que esto sea un acto de paz. Siento haber sido tan borde —dice, antes de beber de la suya.

    ¡Dios! Estoy sediento.

    —Por esta vez, te la acepto. Pero que sepas que todavía no te he perdonado.

    Se encoge de hombros mientras bebe, moviéndose hacia el stand donde se han parado los demás.

    Me la bebo casi entera. ¡Tenía la boca entre amargo y seco! Todavía la tengo. Se me ha potenciado al beber. Voy a estar de empacho hasta mañana.


    Seguimos con la visita. Con las fotos de desconocidos que se paran pidiendo una. De repente me siento indispuesto.

    —¿Qué pasa? —pregunta Natalia

    —Nada. Estoy bien —trato de disimular. No quiero ser un aguafiestas por zampabollos—. Voy al baño.

    —¿Te acompaño?

    —No. No... —voy diciendo, notando que el suelo se borra a mis pies. ¿Qué coño me está pasando?

    Trato de ir deprisa hacia el baño. Óscar me llama.

    —¿Qué te pasa? Vas tambaleándote. ¿Estás bien?

    —Sí. No es nada. Creo que me ha sentado mal algo.

    Se ríe.

    —¡No haber zampado tanto! ¡Es que Tristán...!

    —¡Déjame en paz!

    No estoy para escuchar broncas.

    Siento arcadas. Me pongo la mano en la boca. El suelo sigue emborronándose. Todo baila como si se alzase una molesta bruma. Me lavo la cara buscando despejarme. No me es posible. Apoyo la espalda en la pared con miedo a caerme. Acabo resbalando hacia el suelo, sentado y ahí, ya el fondo se vuelve negro.


  NATALIA

  —Voy a ver si Tristán está bien.

    —¿Aún no ha vuelto del baño? —pregunta Óscar, con extrañeza?—. Es cierto que me dijo que se sentía mal. —Se ríe. ¡Asqueroso!—. Dijo que creía que le había sentado mal el ramen. ¡Como que se zampó dos!

    —¿Cómo que Tristán no ha regresado del baño? —grita Nahuel.

    —Por favor, vamos, y entras a ver si le hacemos falta —digo, temiendo que algo malo le ha pasado. ¡Maldita intuición que poco te equivocas!

    No me da tiempo a terminar la frase. Sale zumbando, conmigo detrás. Y con el resto, persiguiéndonos.

    Nahuel entra al baño. Sale deprisa, con gesto de apuro.

    —¡No está!

    Entro en pánico.

    —Vamos a buscarle. Igual nos está buscando.

    Recorremos el recinto, separados, para dar mayor alcance a los metros cuadrados. Pero nada.

    —Joder. ¡Esto no me gusta nada! —grita Nahuel. Empezando a llorar.

    —Estará bien. Solo tenemos que buscarlo.

    —¿Y Óscar? —pregunta Álex. Mágicamente, ha desaparecido.

    —Habrá ido a buscarlo fuera, por si ha salido a tomar el aire. Yo qué sé.

    Nahuel le pide a Brian y a Álex que lo comprueben.

    Pero nada. Es como si Tristán se hubiera volatilizado. Junto con Óscar.

    Enseguida, una arcada acude a mi estómago empapado de terror. ¿Y si él fuera el cómplice de Estela en el silencio? ¡Cómo no pude verlo antes!

    —¿Y si Óscar lo ha secuestrado?

    —¿Qué dices? Él es un tío con quien confiar —alega Nahuel, sin creer que pueda hacerle daño a su hermano.

    Niego.

    —En esta vida, casi nada es lo que parece —trato de ser convincente.

   ¡Gilipollas de mí! Cómo no pude verlo desde el principio. Si el muy gilipollas ya apuntaba a maneras. Pero... Incluso cuesta creer que los inocentes puedan ser el mismo diablo. En este caso, al pensarlo, habría dado en el clavo.

    Nahuel llama a la policía mientras seguimos peinando el perímetro. Les refresca la memoria explicándoles el caso de su hermano. El inspector Font, de los Mossos de Escuadra, nos invita a acercarnos a comisaria, situada en La Plaça d' España. Necesita conocer más datos sobre lo ocurrido. Sobre lo ocurrido anteriormente, a la vez. Cuanto más se conozca sobre el caso, más probabilidades a dar con el muchacho, antes de que ocurra lo peor.

    Nos hacen todo tipo de preguntas. Nos piden una foto reciente, la hora y el lugar de la desaparición. Qué vestía. Aprovechamos las fotos de mi cámara, la de Nahuel, y alguna de Brian y Álex. Se busca la que más detalles destaca. Al verlo con una sonrisa y posando, la punzada de angustia me corroe aún más mis entrañas.

    Nahuel lo pone al día sobre el caso de Estela. Lo buscan en los archivos. Así saben a qué mujer con antecedentes ya, buscar. Y a su supuesto cómplice. Les facilitamos una foto de él.

    —Bien. Les mantendremos informados. Mientras tanto, traten de estar en la ciudad. Tienen que avisar a sus familiares —dice, mirando a su hermano. Ya dejó caer que sería complicado dar la noticia cuando su madre estuvo insistiendo tanto en que no fuera. Y ahora, esto.

    Se levanta. Mientras terminamos de confirmar algunos datos más, lo veo moverse arriba y abajo por el pequeño pasillo. Bracea, gesticula, hace aspavientos, dentro de un complejo grupo de movimientos alterados. Imagino que su madre lo estará culpando por animarlo a ir. Ojalá yo lo hubiera hecho hasta cansarme, cuando estuvo en mi mano. Pero él quería vivir; vivir aunque este fuera el último día de su vida. Incluso, ya lo había mencionado. ¡Quién iba a decirle que acabaría acertando!

«¡Puta vida!»

MerchandisingEs un conjunto de  productos que publicitan a un artista, un grupo, una marca, etc.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro