d i e z | p r o b l e m a s
"Ahora solo pensaba en lo que habíamos hecho y eso no ayudaba en nuestra relación"
Erin
Había pasado una semana después de aquel beso en el callejón y ninguno de ambos protagonistas se habían dirigido la palabra tras ello.
Las clases pasaban desapercibidas para ambos, que se sentaban juntos en casi todas las materias. En el trabajo era mucho peor, ya que trabajaban juntos codo con codo y debían ayudarse mutuamente ya que eran los únicos trabajadores de aquella tienda.
En ese instante se encontraban Uriel y Erin trabajando, callados como de costumbre después de aquella experiencia entre ambos.
Uriel tan cerrado como siempre, mientras que Erin tan misteriosa como acostumbraba. Ninguno quería hablar y eso era raro al menos para Erin, que jamás se arrepentía de las cosas que llegaba a hacer con los chicos. Pero tras la reacción de Uriel y el no saber qué es lo que ella había hecho mal, era lo que la dejaba peor todavía y eso, el ver que Uriel hacía como que no había pasado nada, que en aquel momento le dijo que fue un error, eso le había dolido.
La muchacha colocaba las cosas en un estante, subida a una pequeña escalera de tres escalones, solo para llegar a los estantes más altos. Uriel estaba a 5 metros de ella colocando más cosas en la parte inferior del estante.
Y nuevamente, ninguno ni siquiera se miraba, por lo que su jefa les dijo;
—¿Problemas en el paraíso, chicos? —La pequeña sonrisa de la mujer hizo ver que le estaba divirtiendo dicha escena.
¿Por qué? Porque cada día aquella extraña pareja le hacía creer que parecían un matrimonio que llevaban casados 20 años debido a que casi siempre estaban discutiendo.
—Está todo bien —respondió Erin, no muy fiable ya que ella no sabía decir mentiras, solo sabía ocultar su pasado.
Y la mujer rio por ello.
—Si... Se nota lo bien que está el ambiente con tanto silencio —bromeó, caminando hacia el mostrador para perder de vista aquella pareja.
Erin, que observó por unos segundos a aquel muchacho como estaba de rodillas en el suelo colocando botellas de champú y el cual no dejaba de ignorarla, se bajó de la escalera mientras lo miraba en silencio. Deseaba poder hablarle sobre aquel tema, dejar atrás las cosas malas entre ellos y hablarlo como personas adultas, pero Uriel le transmitía otras cosas a ella, haciendo que Erin no quisiera sacar aquel tema.
Tomó una caja que había en el suelo y lo colocó en el tercer escalón de la escalera para luego subirse con cuidado y empezar a colocar botellas de crema en la parte de arriba. Pero un desequilibrio en su pierna izquierda hizo que se doblase el tobillo y cayera al suelo, haciendo un fuerte sonido con el choque de su cuerpo en el piso.
Uriel, que nada más ver por el rabillo de ojo como ella perdía el equilibrio, se levantó corriendo para llegar hasta ella con preocupación.
—¡Erin! ¿Estás bien? —preguntó, agachándose para ponerse a su lado y poder auxiliarla.
Su jefa vino para ver qué es lo que había ocurrido e intentó ayudar.
Mientras, Erin solo podía dolerse del tobillo, ignorando el golpe que su cuerpo había sufrido tras el choque en el piso.
—Si...
Uriel no se fio de aquella respuesta porque la conocía y sabía que era capaz de ocultar su dolor para no hacer un escándalo, por lo que no hizo caso de su respuesta e intentó mirarla a los ojos, olvidándose de todo lo que había pasado entre ellos aquella noche en el callejón.
—¿Puedes levantarte? —cuestionó él, todavía con el miedo en el cuerpo.
Erin comenzó a moverse, pero Uriel no la dejó hasta que no le contestara.
—Si —murmuró, pero al más mínimo movimiento con su tobillo, se quejó.
—Espera —dijo, tomándola entre sus brazos para poder llevarla a un sitio mejor—. Vámonos al almacén.
Erin no dijo nada, solo miró a Uriel que estaba muy serio, con sus brazos tensos por la fuerza que estaba haciendo y no precisamente porque la tenía entre sus brazos, sino por el susto que se había dado con ella. Ya había vivido muchas cosas con su madre y ver algo así de alguien que conocía bien y que estaba sintiendo cosas, eso lo asustó mucho más.
Mientras ambos llegaban al almacén, asegurándose Uriel de que no se cerrara por fuera para que ella no sufriera las consecuencias de la claustrofobia, su jefa los seguía al milímetro también esperando que Erin estuviera bien.
—¿Podrías traer un hielo? —preguntó Uriel y la mujer asintió para luego irse a buscar algo helado.
Uriel la colocó encima de una caja con cuidado para que ella se sentara, tomó el delicado pie de ella y examinó su tobillo lo rojo que lo tenía. Tuvo el máximo cuidado de no lastimarla y observó la mirada perdida de ella, notando lo incómoda que se encontraba Erin al estar tan cerca de ese hombre.
—No creo que esté roto, pero deberíamos ir al médico —contestó, ocultando su preocupación por ella.
—Estoy bien. No es la primera vez que me doblo el tobillo. —Y no mintió, pero eso no bastó para convencer a Uriel de que debía visitar a un médico.
Los ojos marrones, ahora intensos del muchacho, se clavaron en los de ella, y la mirada de advertencia que le echó, no pasó desapercibido para ella.
—Erin, debe verte un médico —repitió, pero ella no estaba por la labor de pisar un hospital, no después de lo que había vivido en su pasado.
—Uriel, estoy bien... —aclaró, intentando que Uriel estuviese tranquilo y no se preocupara por ella—. De verdad. No es nada.
Pero a pesar de lo suave y dulce que ella fue para tranquilizarlo, para poder hablar con él como una persona normal, el mal genio de Uriel salió a la luz por una mezcla de lo que pasó entre ellos y lo que estaba empezando a sentir por ella, descubriendo que quizás debería alejarse de esa muchacha.
—¿Sabes qué? Haz lo que quieras —contestó mal, demasiado mal para la joven Erin que no le había dicho nada malo y se fue, dejándola sola ahí.
Pero no más rota de lo que ya estaba.
***
—Chicos, ya podéis iros a casa; yo cierro. Y Erin, ¿estás bien? —ella asintió. Su jefa se acercó a ella y acercándose a su oído susurró. —Intenta domar a ese guapetón que tienes detrás.
La joven se quedó estupefacta por ello y no dejó de mirar a su jefa a pesar de que Uriel estaba a unos escasos 6 metros frente a ellas mirando su viejo móvil por si su madre lo llamaba.
—Jefa... —contestó ella, pero la mujer no la dejó acabar.
—Vale, vale... No me meteré —dijo mientras miraba a ese muchacho alto y fuerte para luego mirar a esa joven guapa que tenía a su lado—. Pero por cómo se miran y por como discuten, parecen un matrimonio.
Erin decidió no seguir el juego de su jefa y seguir con su vida. Sabía que por mucho que quisiera una pareja no podría tenerla por las complicaciones que tendría con su familia, con su futuro, con su pasado. Y por mucho que pudiese y quisiera tenerlo, el chico que quería no era para ella porque estaba tan jodido como Erin.
No era nada fácil y no podría ser. Ella lo sabía. Él lo sabía.
La joven salió del local, observando que había salido 1 hora más tarde de lo acordado con Klaus, pero cuando llegase a su casa hablaría con él para explicárselo porque habían tenido que cerrar más tarde.
Al menos su tobillo se encontraba bien y apenas le dolía, aunque cojeaba un poco si caminaba demasiado. Y Uriel la siguió al verla caminar así, ignorando que ella no quisiera ir con él. No quería que Erin caminara sola, a esas horas de la noche y con el tobillo de aquella manera.
Sabía que la había jodido tratándola así antes, tratándola así aquella noche, pero cuanto antes se cansara ella de él, mejor para su presente. Porque lo último que él quería es que ella se enterase de lo que trabajaba los fines de semana por la noche.
—Erin, ¿vas a ir sola nuevamente? —preguntó. —¿Con el tobillo como lo tienes?
Y la joven asintió, deseando poder irse a su casa para no preocupar más a Klaus.
—Si, nunca me ha pasado nada.
Cuando se fue a girar, la mano de Uriel se puso sobre su brazo, parándola en seco.
Ambos juraron que ese simple toque era el final para ellos y un sentimiento extraño se cruzó entre ellos, deseando sentirse más. Pero él se apartó de ella rápidamente sin que Erin lo entendiera.
—Mira, puedo llevarte; no me es problema —susurró.
Los ojos de Uriel, brillantes como una cometa, querían decirle otra cosa, hablar sobre aquella experiencia que ambos vivieron y el porqué él se apartó de aquella manera tan brusca. Por primera vez en su vida, Uriel deseó abrirse a alguien, contar a una persona que le había pasado para estar así. Pero nuevamente su miedo apareció frente a sus ojos y Erin sabía que con él era misión imposible.
—Te lo agradezco mucho, Uriel. Pero no quiero darte la lata —dijo, siendo sincera y deseando irse lo antes posible por miles de razones, entre ellas, el chico que tenía en frente.
Entonces el joven comenzó a peinarse el pelo hacia atrás y negó con la cabeza, teniendo un dilema interior y comiéndole la cabeza pensando ¿y si...? Pero no funcionaba así. Ni siquiera su madre lo sabía que es lo que le había ocurrido en el pasado, ¿por qué se lo iba a contar a Erin? Ni que fuera importante para él.
¿O quizás si lo era?
—Erin, jamás me has dado la lata —contestó y entonces lo preguntó, sacó aquel tema tabú que habían creado entre ellos. —¿Es por lo del beso en el callejón?
La mirada de ella cambió por completo y ya no hubo más distanciamiento por parte de ambos. Se quedaron observándose, a las puertas de aquella tienda con una luz de farola iluminándolos.
—¿Qué?
Al ver la expresión en el rostro de Erin, supo que ella había sentido las mismas cosas en el callejón que él. El mismo sentimiento que hizo asustarse, temer y creer que eso eran simples falacias. Y debía hacerlo, debía ser el capullo integral al que ella se estaba acostumbrando, aunque ahora fuera definitivo. Aunque ella ahora se fuera de su vida para siempre.
Era mejor ahora, antes de que supiera las fatalidades que ha hecho y que sigue haciendo. Sobre todo, la fatalidad que vivió hace años.
—Solo fue un simple beso el cual fue una equivocación para ambos —contestó, dando en el clavo y consiguiendo que Erin cambiara su rostro nuevamente a uno totalmente diferente que jamás él había visto; dolor.
Juró que le dolió a él mismo verla así, ver el daño que le había hecho con unas palabras tan afiladas como el cuchillo. Y nuevamente, se odió de hacerle eso.
—¿Para ti solo fue un beso sin más? ¿Un beso vacío? —cuestionó la muchacha.
"No, no lo fue" —dijo la mente de él.
—¿Para ti no? —preguntó Uriel, siendo el completo estúpido y cabrón que tanto le había costado crear para tener ese muro que los separaba.
Y ella negó con la cabeza, sin dejar de darle vueltas a lo que él le había dicho; que había sido un error del que jamás se repetiría.
Uriel en el fondo debía sentirse bien de haber conseguido lo que había deseado desde hacía semanas con esa chica; alejarla de él. Debía hacerlo para que ella no se acercase demasiado y descubriera lo hecho mierda que estaba por dentro. Debía hacerlo por el bien de ella, para que esa chica angelical no se manchara por su culpa.
Pero Uriel, tan inocente, que no sabía que esa chica estaba más rota que él mismo.
Y el enfado de ella, se notó demasiado en su precioso rostro.
—Buenas noches.
Volvió a girarse, para marcharse nuevamente, y nuevamente él la frenó corriendo frente a ella y parándola con su gran cuerpo.
—Espera... ¿Recuerdas la conversación que tuvimos en la biblioteca? —preguntó.
A lo que ella respondió;
—Recuerdo todas las conversaciones que he tenido contigo.
Bastó decir eso para afectarle todavía más a Uriel y demostrarle que lo que estaba haciendo era un gran error del que se arrepentiría más tarde, sino era ahora mismo. Por eso, tardó unos minutos para poder decir aquello que su mente creía que era lo mejor.
Y que equivocado estaba.
—Deberías alejarte de mí; estoy roto por dentro —murmuró. —Y eso que ocurrió en el callejón no debe volver a pasar.
El joven observó la mirada de ella, ahora inexpresiva por todo lo que había estado escuchando. Erin sabía que no debía volver a pasar por como se lo estaba diciendo, desde que aquella noche él le había dicho que fue un simple error.
Estaba cansada de que la gente le hiciera daño, y por una vez que había encontrado un chico con el que quizás podría tener algo y luchar por él, ignorando su futuro y sus padres, decidió tirar la toalla con esa persona.
Uriel era demasiado cerrado y ella solo era una piedra que se había cruzado en su camino para fastidiarlo. Así se sentía Erin cuando estaba al lado de Uriel, por eso decidió no ser esa piedra y retirarse de su lado de una vez.
—Vale.
Pero para la sorpresa de Uriel, no se lo esperaba.
Él esperaba que ella empezara a decirle esas frases de persona adulta, esas frases que lo dejaban pensando y que deseaba abrirse ante ella cada vez que veía lo madura que era. Pero no. No fue así.
Ella le dio la razón haciendo que esta vez, el que terminase roto fuese él.
—¿Así de fácil? ¿Sin decirme esas frases de chica buena? —preguntó, sin dejar de mirarla. —¿Qué ha pasado con la Erin buena que va por los pasillos ayudando a la gente?
Erin no supo describir el tono con el que él se lo había dicho. Si era un tono de burla o una mezcla de enfado, pero supo que por la forma de preguntárselo que se estaba burlando de ella y se cansó.
Simplemente se cansó de tratar con personas así.
—Que se ha cansado de ser buena para que la traten como una mierda. —Y con esa frase, lo dejó solo.
Se marchó, ignorando todo lo demás, volviendo a su vida solitaria a la que ya se había acostumbrado y dejando a Uriel callado por primera vez.
El joven se quedó ahí, quieto y viendo como esa chica se había ido de su vida, quizás para siempre. Y deseó poder ir tras ella, tragarse su orgullo por una vez en su vida y decirle la verdad, que es lo que le había pasado en aquel beso, que es lo que había sentido y el porqué se alejó de ella. Deseó contarle aquel suceso que vivió hace años.
Pero no lo hizo.
Dejó se que fuera porque su miedo era mucho más fuerte del que creía y se sintió vacío de algo que jamás había tenido.
Mientras, Erin se fue de la vista de él, caminando por aquellas calles ahora algo más solitarias de lo normal, escuchando el silencio y sin dejar de pensar en Uriel. No paraba de culparse por las cosas que había hecho, dejando entrar en su vida a Uriel, olvidando aquellas reglas que había hecho con Klaus y saltándoselas, dejando que ese chico entrara demasiado en su vida y que, encima, descubriera donde vivía aquella noche del beso, cuando Uriel la llevó a su casa.
Sentía un sentimiento desconocido en su pecho y su estómago. No entendía nada y no dejaba de pensar en Uriel.
De pronto, la voz de un hombre la sobresaltó.
—Vaya, vaya... ¿Pero que mujer más mona tenemos aquí?
Erin, que observó el rostro de aquel hombre borracho mirándola asquerosamente, dio media vuelta para poder cambiar de dirección y poder distanciarse de esos problemas. Pero por seguridad, tomó su móvil y preparó rápidamente la llamada de emergencias de Klaus que acudiría rápidamente si surgiera algún problema.
Pero de pronto, otro hombre apareció en su visión, con la misma borrachera que el otro y asqueándola y asustándola de lo asquerosos que eran para mirarla de aquella manera tan obscena.
No dudó en apretar la tecla para llamar a Klaus y enseguida se escuchó el sonido de su voz.
Había una clave, y es qué si ella se encontraba en peligro, apretara cualquier tecla de la pantalla y enseguida él se iría a buscarla con la aplicación que le había puesto a ella para localizarla.
Klaus protegía bien la intimidad de Erin y solo lo utilizaba en ocasiones como esa. Ocasiones importantes, porque era su labor y no solo por eso, sino porque consideraba a Erin como a su propia hija. Y haría cualquier cosa por ella.
La llamada se cortó y los dos hombres se acercaron a ella ignorando todo lo demás, aprovechando que era demasiado tarde para que la calle estuviera solitaria.
—¿Estás libre? —preguntó el otro.
Ella no les dijo nada, simplemente retrocedió, aprovechando para tomar distancia y defenderse como Klaus le había enseñado a ella.
—No te vamos a hacer daño, guapa... Solo queremos pasar un buen rato.
Erin, nuevamente no dijo nada, su rostro lo decía todo. Tenía sus puños apretados y no aguantaba verse en esa situación. Eran 2, cuando ella era solo 1 y ambos tenían pinta de tener bastante fuerza, lo que ella escaseaba.
El primero se acercó a ella más rápido de lo esperado, cuando la joven elevó su pierna para darle una grandiosa patada en las partes a este, consiguiendo que cayera al suelo tocándose sus partes íntimas casi asfixiado.
Pero con el otro no tuvo tanta suerte, en cuanto este le dio un fuerte bofetón en la mejilla con tal fuerza que la hizo desequilibrarse y caer al suelo.
El hombre se subió sobre ella, forcejeándola, pero ella no se dejó, consiguiendo darle un fuerte cabezazo con su cabeza y haciendo que este terminase con sangre en la frente, pero no fue suficiente para apartarse de ella.
—Joder, como me pone las tías como tú.
Un fuerte sonido de un frenazo se escuchó, dejando que este intentase hacerle nada a Erin, que no podía hacer más nada por salvarse y de ese mismo coche se bajó un Klaus preparado para proteger a esa muchacha. Cabreado y deseando ver a aquellos 2 fuera de su vista, caminó con aquellos brazos fuertes y agarró al que estaba encima de Erin. Lo tiró al suelo y comenzó a pegarlo, cuando el otro hombre se tiró sobre él, pero no era nada comparado con la fuerza que poseía Klaus del gimnasio y el entrenamiento que hacía todos los días.
Con sus habilidades de artes marciales, consiguió noquearlo hasta dejarlo en el suelo, adolorido como el otro. Sin esperar más, se acercó a Erin, que comenzó a llorar desconsoladamente por aquella horrible experiencia y agradeció que llegase a tiempo antes de que todo se hiciera más duro.
—¿Estás bien? —preguntó Klaus, que la tomó entre sus brazos y la llevó a su coche, pero en ningún momento se separó de ella.
—Si... —murmuró ella, sin poder hablar, ignorando el dolor de su cabeza por el golpe y el dolor de su mejilla.
Klaus la abrazó con fuerzas, atrayéndola entre aquellos brazos y pegó su cabeza sobre el hombro de él. Pero Klaus sabía mejor que nadie que ese suceso volverían a ser semanas de pesadillas, aquellas pesadillas que ya se habían empezado a calmar después de tanta terapia y ayuda. Y algo tenía en claro, que él no la iba a abandonar en ese camino jamás.
—Ya pasó, ya pasó —susurró, besando su frente como ese padre que sentía que era para Erin y que Erin supo lo que era el cariño de padre gracias a él.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro