d i e c i s i e t e | e n a m o r a d o s
"Me gustaba cuando se ponía enfadada... Aunque a veces solo deseaba que me dijera lo que sentía por mí"
Uriel
Uriel, que estaba haciendo unas horas extras de un sábado junto con Erin en la tienda, observaba cada 3 minutos a esa muchacha de pelo negro y azul. La miraba y no podía evitarlo, no después de lo que estuvieron viviendo aquella noche en el motel, sobre todo cuando se despertó a la mañana siguiente con ella entre sus brazos.
Fue algo íntimo y no podía evitarlo, no podía evitar sonreír al recordar ese día, pero esa mañana, 1 día después de despertar juntos en aquella habitación, Erin estaba distraída... Incluso distante.
Y eso no lo entendía.
Normalmente ella siempre sonreía, siempre mostraba sus preciosos dientes al mundo y tenía una risa que regalar. Pero desde hacía semanas que no veía a esa muchacha tan sonriente, no como las primeras veces cuando se conocieron.
Mientras ella estaba despistada colocando algunas latas de atún, él caminó hasta acercarse a ella, aprovechando que su jefa estaba hablando con una clienta.
—¿Cómo estás? —preguntó, consiguiendo que Erin se asustara un poco y se girase para mirarlo—. Llevas todo el día ausente.
La muchacha lo observó fugazmente a aquellos preciosos ojos marrones e intentó fingir una falsa sonrisa que no le salía. Y hasta la mosca solitaria que pasaba desapercibido por esa tienda, podía ver que eso no era una sonrisa.
Y es que ella no paraba de darle vueltas y vueltas a todo lo que le había pasado en el día anterior con Klaus. Y cada vez que lo miraba disimuladamente a ese hombre del que sentía cosas, no podía evitar pensar en lo que le estaba ocultando y en la marcha de ella dentro de 2 semanas.
No era nada fácil contarle lo que debía hacer Erin.
—Si, solo he tenido un mal día —susurró mientras miraba hacia las latas de atún que estaba colocando y, sin aguantar más, se giró y lo miró—. Oye Uriel...
Estaba decidida a decírselo, a quedar con él y ser sincera, no tener secretos. Y la sonrisa de Uriel no la ayudó.
—¿Qué ocurre?
Tragó saliva, como si fuera novata en quedar con un chico y negó con la cabeza, dejando la inseguridad a un lado del nerviosismo que tenía por contarle aquello.
—¿Esta noche tienes algo que hacer?
Uriel apretó la mandíbula y no pudo evitar pensar en la otra chica, la cual le había prometido salir con ella esa misma noche y así preguntarle de una vez por todas la pregunta que tenía en su mente.
—¿Hoy sábado? Voy a quedar con Maya, ¿por qué? —respondió, dándole de lleno a Erin en el corazón.
Y nuevamente, aquella sonrisa que empezaba a formarse en su rostro, se borró y Uriel lo notó en seguida.
—Nada... Por nada —contestó tras un largo minuto sin decirle nada y se giró, dándole la espalda para volver a su trabajo.
El joven le quitó las latas que tenía en su mano para colocarla y pegó su boca al oído de esta.
—¿Estás celosa acaso?
El enfado dentro de ella aumentó por el tono chulo que tenía Uriel.
—¿Yo? —dijo casi chillando y tuvo que modelar su lenguaje para que no fuese tan obvio—. ¿Por qué iba a estar celosa?
Una sonrisa en el rostro de ese muchacho se formó como si nada. Como si le gustara verla así, cosa que hizo cabrear aún más a la muchacha.
—Quizás porque te sientes atraída por mí —fue sincero.
Pero Erin no quería decirle nada antes de contarle la verdad de su vida. A la vez que no le salía confesarle lo que sentía. En eso ella era una inexperta.
—No digas tonterías, anda —mintió para poder quitarse de encima esas preguntas de Uriel.
Pero lo cierto es que sentía cosas muy fuertes por él y no podía seguir alimentando ese sentimiento sabiendo que en 2 semanas se iría lejos de ese pueblo, sin él. ¿Merecía la pena acaso?
—¿Tonterías? —preguntó él, ahora serio y buscando la mirada de ella, pero sabía que mentía—. Pues venga, ¿qué quieres hacer esta noche? —la provocó.
Y ella lo volvió a mirar.
—¿No vas a quedar acaso con Maya?
Nuevamente la sonrisa apareció en los labios irresistibles de Uriel.
—Estás celosa —afirmó para luego alejarse un poco de ella y caminar hacia donde él estaba colocando mercancía.
Pero pudo admirar las mejillas rojas de Erin por el cabreo y eso le encantó.
—Déjame tranquila, Uriel. Sal con ella, a mí me da igual —contestó molesta, volviendo a sus latas de atún.
Y Uriel sacó todo ese sentimiento reprimido que tenía dentro. Se olvidó de la mercancía, se acercó a Erin para luego volver a quitarle las latas de atún y hacer que lo mirase a él colocando su mano bajo su barbilla.
—Sé sincera, Erin; ¿qué sientes por mí? —fue directo al grano.
La tomó desprevenida, cosas que él solo esperaba la respuesta de ella. Conocer que es lo que pasaba, que le ocurría, que sentía por él. Quería que ella se lo dijera para saber si tomaba el siguiente paso. Y quería que fuera ella la que se lanzara primero para así saber sus sentimientos.
Pero ninguno de los dos se iba a dar por libre en los sentimientos. Ambos esperaban al otro y ahora Erin tenía sus dudas de explicarle sus sentimientos. ¿Acaso era necesario decírselo cuando le faltaban poco más de unos días para irse? Le iba a contar la verdad de su vida, pero sabía que no podía seguir enamorándose más de él.
No podía por mucho que lo deseara y no podía dejar que Uriel se metiera más en su corazón.
—Pero... ¿Qué pregunta es esa? —cuestionó sin responderle y Uriel lo entendió.
—Solo tienes que decirme que sientes por mí —contestó, ahora sabiendo que ella no quería responderle porque realmente sentía cosas por él. Se lo había dejado en bandeja—. No es tan difícil, Erin.
—Uriel, no sigas por ahí —contestó ella, más enfadada todavía y quitándole de la mano una lata de atún que tenía en la mano y que le había quitado previamente a ella.
Y ahora si estaba realmente enfadada, por lo de Maya y porque no podía amar a Uriel. Su familia no lo vería bien.
El muchacho vio el enfado en ella y prefirió dejarlo estar, no insistir más. Pero tenía claro algo, y eran los sentimientos de Erin.
—¿Ahora te enfadas por esa pregunta? —cuestionó igual de serio que ella—. Vale, no te diré más nada...
Y volvió a su puesto de trabajo, sin ninguno de los 2 mirándose a los ojos, ni dirigirse la palabra en lo que quedaba de hora en el trabajo.
***
Erin caminaba por su pequeño piso con el que compartía con Klaus. Estaba sola y no paraba de pensar en lo idiota que había sido con Uriel.
Jamás se había sentido así, siempre era abierta a todo, incluso le daba igual todas las cosas sin sentido, sobre todo porque le daba igual los celos y cuando veía a alguien celoso de su pareja, negaba la cabeza. Pero ahora... Ahora se había enamorado de Uriel y sabía lo que eran los celos.
Nunca supo por qué antes no se había enamorado de otra persona, quizás porque su vida no la dejaba o porque su mente estaba tan cerrada a enamorarse por lo que había vivido y por el futuro de mierda que le esperaba que ni siquiera miraba eso. El amor no era para ella y nunca fue una opción.
Pero ahora, desde que Uriel había entrado en su vida, no dejaba de pensar en su futuro. Un futuro con el que poder ser libre.
Negó con la cabeza, buscando algo para poder dejar todo eso de lado, poder buscar alguna excusa para irse del lado de Uriel y así poder olvidarse de él. Pero no sabía cómo empezar. Sabía que cuanto más tiempo durase a su lado, su piel lo añoraría mucho más, pero era cuestión de futuro y de dolor. Si no dejaba de ver a Uriel, se metería más en su piel y el final sería mucho más doloroso, hasta el punto de pensar en todo lo que habrían vivido.
Aún había tiempo para volver a cerrar las puertas de su corazón.
Nuevamente no dejó de pensar en todo, en lo que estaría haciendo Uriel con aquella chica y los celos la comieron por dentro. Deseó en esos momentos tener un saco de boxeo y lastimarse los puños sacando todo lo que tenía dentro.
Eran las 10 de la noche y Klaus se había marchado con Tesla a pasear lejos del pueblo, buscando a aquel periodista, un viejo conocido de ambos y que estaba ahí para buscar a esa muchacha que buscaba todo un país.
Y mientras Erin estaba sola en ese edificio bien reforzado y protegido, no podía dejar encerrado sus sentimientos por aquel muchacho. Solo pensaba que estaría pasándoselo bien con Maya y que seguro que sería mucho más abierto con ella que lo que fue con la propia Erin cuando se conocieron.
Tres toques fuertes en la puerta se escucharon y notó como, sea quien fuere que estuviese detrás de aquella puerta, estaba desesperado por entrar.
Observó el reloj ya que Klaus no llegaría hasta dentro de 3 horas o incluso más y no supo si sería buena idea abrir la puerta por el peligro que corría o si abrirla.
Optó por la última al ver lo persistente que estaba aquella persona para entrar y al abrir la puerta, se encontró con un Uriel furioso, con los brazos pegados a cada lado de la puerta y tan irresistible como siempre. Erin en cambio, se quedó embobada mirándolo mientras maldecía por tener el pijama más feo y estúpido que jamás nadie en la historia se había puesto.
Pero Uriel ni siquiera se fijó en ello porque necesitaba hablar con ella si o si.
La desesperación en la mirada de él se notaba de lejos. Llevaba toda la noche llamándola, pero ella, como buena piscis con sus emociones a flor de piel, lo ignoró y no le contestó. Y ahora Uriel estaba ahí, frente a ella y preocupado, mientras que Erin estaba estupefacta de verlo.
—¿Por qué ignoras mis llamadas? —preguntó él con las mejillas apretadas por la tensión que tenía.
Ella intentó ser fuerte frente a él y dar guerra, aunque no fuera lo más acertado para ninguno de los 2.
Y uno de ellos había decidido ir hacia el otro para aclararlo todo.
—¿No estabas con la abeja Maya? —bromeó y Uriel no le hizo ni pizca de gracia.
No había quedado con Maya por ella, porque sabía que le había molestado y mucho y estaba ahí para poder hablarlo con ella. Otro día podría preguntarle a Maya si era la chica de aquella noche.
—Erin... —advirtió para que no siguiera en esa dirección.
Ya estaba cansado de todo y solo quería estampar sus labios en los dulces de ella.
La joven se quedó callada unos segundos, sintiéndose mal por haber dicho aquella broma y asintió mientras pensaba en su triste respuesta.
—No quería hablar con nadie.
No quería hablar con él.
Uriel no dejó de mirarla y apretó la mandíbula mientras se acercaba a ella, entrando sin permiso a aquel refugio que habían creado ella y Klaus.
—Joder... De verdad, a veces no te entiendo, Erin —contestó él, cerrando la puerta tras de sí y volviendo toda su atención en aquella chica—. Pensé que te había pasado algo.
Erin, mirando hacia su casa y luego mirando a Uriel, prefirió tener la puerta abierta, porque si seguían así ella no sería responsable de lo que le haría a él. Sabía que si Uriel seguía por ese camino las cosas acabarían de otra manera para ambos y sería mucho peor a la hora de despedirse ella de él.
—Por favor, vete —suplicó.
Pero él no se iba a ir sin aclarar las cosas.
—¿Vas a echarme? —preguntó sin ninguna intención de irse.
—Ni si quiera deberías estar aquí. Ni siquiera deberías haber venido —respondió ella algo desesperada, sacando sus emociones hacia fuera y apunto de seguir lo que le decía sus sentimientos.
—Pues aquí estoy y te daré una pista; no me pienso ir de aquí sin hablar contigo.
Erin entreabrió los labios y Uriel deseó acercarse a ella para besarla y terminar siendo él quien tomase la iniciativa. Estaba ahí por ella y solo por ella.
—¿Por qué quieres hablar? No hay nada de qué...
—¡Si que lo hay Erin! —gritó, poniendo sus manos sobre su cabeza y deseando explicarse ya—. Dime, ¿por qué has estado ignorándome? —suavizó su voz, preocupado realmente por esa muchacha y deseando abrazarla—. Y no me vengas diciendo que porque no te cae bien Maya. Sé muy bien porqué me evitas.
—¿A sí? Ilumíname —contestó, cruzando sus brazos, pero luego prefirió seguir hablando. —No, espera... Vete a la mierda.
Sacó su lado guerrero para que se fuera, para no seguir por ese camino. Si daban otro paso todo sería una perdición y ella terminaría más rota que antes.
—¡Y aquí está Erin! ¡La que niega sus sentimientos! —gritó como si hubiese más público, pero solo estaban ellos 2 solos en aquella casa—. Es como una coraza que te pones. Eres tú misma cuando no tienes miedo, cuando crees que lo tienes todo controlado, pero desde que las murallas que has construido se destruyen, temes todo y tu manera de defenderte es mandar a la mierda todo —se sinceró, pegando sus ojos a los de ella, eliminando cualquier espacio entre ellos—. Ese autocontrol que tenías se esfumó —recordó. —Dime una cosa, ¿por qué te cuesta tanto decir tus sentimientos en vez de demostrar tus celos?
La dejó peor que antes.
—¿Qué?
Y él no se aguantó más y se sinceró;
—Estás enamorada de mí, Erin.
Al ver que no hubo respuesta de ella, siguió hablando, porque ahora sabía que era cierto.
—¿Ahora estás callada?
Erin contó 3 segundos antes de volver a hablar. Tenerlo ahí le estaba costando tierra, mar y aire y no podía seguir él ahí. Las cosas iban a cambiar para siempre y él no se marchaba.
—Vete. No te lo pienso repetir más; vete —pidió casi elevando la voz y Uriel vio el miedo en su voz y su rostro.
—No pienso irme hasta que te diga todo lo que tengo que decirte.
—¡Que te vayas, joder! —gritó ella, siendo muy emocional.
—¡No! ¿Y sabes por qué? —contestó él antes de seguir. Agarró a Erin de la barbilla e hizo que esta lo mirase a los ojos cuando se lo confesara. —Porque estoy enamorado de ti hasta los huesos, Erin. No me interesa Maya, solo quería saber si era una persona que salvó a un familiar mío —susurró y, mirándola a aquellos ojos preciosos marrones, dijo. —Estoy completamente enamorado de ti.
Volvió el silencio y los ojos de Erin estaban a punto de comenzar a llorar. Pero no lo hizo, aguantó lo máximo que podía. Descubrir que ese chico por el que ella estaba enamorada también sentía lo mismo por ella, le hizo abrir un agujero muy inmenso en su interior. No podía hacerle eso porque terminaría haciéndole daño.
Y eso no quería hacérselo jamás.
—¿Ahora no hablas? ¿No me quieres echar?
Siguió sin hablar Erin, se había quedado muda y a Uriel le entró el miedo porque ella realmente no sintiera nada por él.
—Erin, por favor... No pienso irme de aquí, a no ser que tú me lo digas —susurró ahora temeroso. —Dímelo, dime que me vaya y sabré que no me quieres en tu vida. Pero no me digas nada y no hará falta que me lo digas, porque por tus actos sabré que sientes lo mismo que yo.
Tampoco habló.
Erin estaba intentando controlar sus sentimientos, todo su autocontrol para no tirarse encima de Uriel y hacerlo en el sofá, pero de una forma cariñosa y dulce.
Necesitaba alejarse de él y seguir por esa línea. Incluso se pensó en decirle una falacia, en decirle que no sentía nada por él. Pero no podía mentirle... No podía decirle esa mentira de mierda.
En cambio, Uriel siguió hablando con los ojos temerosos;
—Es tu decisión y, hagas lo que hagas, la aceptaré. Aunque lo que más desee sea demostrarte que quiero más que una simple relación de amistad. —Le dio la llave que Erin necesitaba.
Todo su autocontrol se tiró de lleno por la ventana de un cuarto piso.
Y lo besó.
Ignoró lo que su lógica le decía y lo besó, como ansiaba hacer desde aquella vez en el callejón, cuando se besaron por primera vez. Lo besó y Uriel la tomó de sus piernas para levantarla y llevarla a su cuarto, con la ayuda de Erin, quien le decía dónde estaba su cuarto, a la vez que seguía besándolo antes de parar para darle indicaciones.
Erin lo besaba y Uriel no podía caber en sí por la respuesta de ella, sintiendo las mariposas moverse por su estómago al saber que realmente sus sospechas eran ciertas; ella estaba enamorada de él.
La llevó a su habitación, topándose con varios cuadros bien colocados y amontonados en el suelo, pegados a la pared y tirándolos por el cuarto, pero Erin le daba igual cuando vio que Uriel iba a soltarla para colocarlos. Lo tomó de su chaqueta mientras que él la soltaba en la cama y seguía besándola con ganas.
Ninguno le importaba el tiempo, ese tiempo era suyo y nadie se lo podía quitar.
Se miraron una vez Uriel cortó el beso y con esa simple mirada supieron que era su momento.
Erin no le preguntó, porque Uriel se lo estaba demostrando; estaba preparado para dar ese paso.
Se besaron mientras la ropa de Uriel iba a acabar en el suelo del cuarto de Erin y ella, ante la atenta mirada de ese muchacho inexperto, empezó a desnudarse, dejando seco a ese muchacho.
Uriel clavó sus labios en los de ella, mientras que sus manos viajaban por el cuerpo atlético de ella y su dureza se hacía bastante más fuerte. Erin en cambio, tocaba el torso desnudo y duro de él, disfrutándolo para ella sola mientras que estaba a horcajadas sobre él.
Lo empujó suavemente hasta que Uriel se acostara en su cama y ella empezó un recorrido de besos hasta llegar a uno de los pezones de él y empezó a chupárselo consiguiendo que se pusiera más duro. Porque, aunque fuera un hombre, esa zona también sería un buen punto erógeno.
Erin siguió bajando hasta llegar a los calzoncillos de él y, sin esperar ni un segundo más, los bajó con el temor de Uriel y la vergüenza que tendría porque ella descubriera que no era el hombre "más grande" ahí abajo. Pero al ver que ella no decía nada, es más, hasta se relamía los labios, comenzó a relajarse mientras que la veía como se acomodaba entre las piernas de él para agarrar firmemente a la polla erecta de Uriel y luego meterla en la boca dejando excitado a ese hombre.
Era la primera de él y ya empezaba a sentirse más que excitado de ver como esa muchacha se la metía toda en la boca y comenzaba a subir y bajar haciendo un movimiento que lo dejaba peor a él. Y como buen novato, no sabía ni donde mirar, pero sus ojos iban directos hacia el techo mientras cerraba los ojos, vergonzoso de mirarla a los ojos mientras que ella lo miraba a él con su desnudez en la boca.
La muchacha le estaba torturando, jugueteando de vez en cuando con la punta para luego volver a metérsela completamente con delicadeza a la vez que con perversión. Tomándose su tiempo para jugar con el orgasmo de Uriel.
Pero cuando veía en la reacción de él que estaba a punto de llegar al final y Erin empezaba a ir más rápido, el joven la paró, tirándola a la cama mientras que él se ponía sobre ella para besarla en el cuello desnudo de la muchacha en un movimiento rápido.
Lo que hizo enfadar a Erin, agarrándolo de aquella cabellera y tenerlo frente a frente en aquel cuarto con una suave luz encendida que ya tenía ella desde hacía 1 hora antes de la llegada de Uriel.
Y observó las mejillas sonrojadas de ese muchacho inexperto en el sexo.
—La próxima vez no quiero que me interrumpas para hacerte llegar al final —contestó ella, casi echándole la bronca.
A lo que él le respondió;
—No quiero estropear nuestra primera vez.
Erin sonrió suavemente, transmitiéndole tranquilidad, mientras que colocaba sus manos sobre el pecho duro de Uriel y lo acariciaba suavemente, enamorándolo más todavía.
—No la vas a estropear.
—No quiero que, por ser un novato, no puedas llegar al final...
Ella colocó su pulgar en los labios de él y sonrió con amor.
—Oye, estamos juntos en esto —aclaró. —Quiero que lo disfrutes como yo lo voy a hacer. Olvídate de lo demás.
La inseguridad de él habló;
—¿Y si no...? —lo cortó enseguida.
—No pienses; solo siente, Uriel.
Él sonrió, aún caliente por lo que le acababa de hacer Erin y la besó suavemente. Entonces la miró y susurró;
—Quiero hacerte algo.
La muchacha se relamió los labios y asintió.
—Hazlo.
Él volvió a hablar;
—Quiero que me enseñes.
Y antes de que ella le dijera nada, él empezó a bajar hasta llegar a sus pechos y colocar los labios en uno de ellos para succionarlo mientras que con el otro lo estrujaba a su gusto, notando lo suaves que eran y poniéndose más duro que antes.
Y la de noches y veces que había soñado con tener los exuberantes pechos de esa muchacha para él solo.
Erin estaba entrando en el placer de la boca de ese hombre, mientras tenía las piernas abiertas y estaba completamente desnuda ante ese muchacho que la podría sentir demasiado mojada. Y vaya si él lo sentía, pero quería calentarla aún más jugando con los pechos irresistibles de ella.
Mordió con delicadeza uno de sus pezones erectos para luego chuparlo muy lentamente, consiguiendo que un punto delicado en el centro de ella empezara a sentirlo y a gemir en alto, poniendo cada vez más cachondo a Uriel.
El muchacho dejó de tocarle los pechos para luego seguir bajando, haciendo un pequeño recorrido por el pequeño ombligo de ella y luego colocar su boca en la desnudez de la joven, consiguiendo que Erin gimiese por esa pequeña succión que había hecho.
Ella, tan pequeña bajo los largos y fuertes brazos de ese hombre, la estaban volviendo loca.
Erin comenzó a darle consejos, decirle lo que le gustaba y lo que no, y Uriel empezó a hacerlo al pie de la letra, con algo de maestría y a la vez que novedad para él, notando Erin que era un novato pero que con el tiempo podría darle demasiado placer a ella con su boca. Pero eso lo pensó antes de que él decidiera a lamerla en su sexo, mordisqueando suavemente su clítoris para luego juguetear con su lengua en el centro de ella, justo en ese punto para la joven.
Ella agarró las sábanas azules de su cama y gimió mientras que se arqueaba, haciendo que Uriel colocara sus manos sobre los pechos redondos de ella para aumentar el placer.
Pero nuevamente, fue interrumpido esta vez por ella, quien lo agarró del cabello y lo jaló hasta tenerlo frente a frente. Y Erin no pudo evitar mirarle los labios a ese chico un poco hinchados por haberle estado haciendo aquella maravilla en su sexo.
—Tenemos mucho más tiempo para seguir con estos juegos —susurró, besándole la mejilla con amor y él se derritió sobre ella.
La muchacha abrió uno de los cajones de su mesita de noche para tomar un condón y entregárselo a él.
—¿Te ayudo a ponértelo? —cuestionó ella con delicadeza y Uriel le dijo que no con la cabeza.
Él, con algo de nerviosismo y mal por casi tener 20 años y ser un completo inexperto en ello y con dificultad para ponérselo, tuvo que recibir algo de ayuda de ella, quien podía ver como él temblaba de los nervios y, para cuando él se puso en posición sobre ella, la joven lo frenó nuevamente.
—Mírame —dijo, acariciándole el rostro con amor—. Relájate y disfruta.
Uriel sonrió ya algo rojo por el placer y el nerviosismo y la besó dulcemente en los labios.
Erin se abrió de piernas para que él se acomodara sobre ella y, dándole permiso para entrar, guió hacia la entrada mojada de ella.
Entró tan lentamente por miedo a hacerla daño, que Erin tuvo que empujarlo con las piernas enredadas en el espléndido trasero de él para que se enterrase por completo en ella sin miedo.
Y, con la ayuda de ella, que tenía sus manos sobre el trasero de él rozándolo con sutileza para maldición de Uriel que ya estaba al borde del placer, comenzó a guiarlo para que hiciera los movimientos.
Él colocó sus manos a cada lado del rostro de ella, agarrando las sábanas a su paso y comenzó a mover su pelvis, entrando y saliendo de ella con mucha lentitud, cosa que a medida comenzaba a moverse iba haciéndolo más rápido hasta tomar un ritmo placentero para ambos.
—No pares, Uriel... Sigue con ese mismo ritmo —lo animó mientras cerraba los ojos y disfrutaba de tenerlo para ella sola.
Y Uriel, gimiendo dulcemente, colocó su boca en el hueco de su cuello y la besó, dejándole un suave chupetón que amaría ver al día siguiente.
Mientras, Erin lo ayudaba con sus pequeñas y habilidosas manos sobre su trasero, disfrutando como él lo estaba disfrutando.
Y los gemidos de ella le demostraban a él que lo estaba haciendo bien.
—¿V-voy... bien? —preguntó, queriendo oírselo decir a ella.
—Si... —respondió en forma de gemido que endureció a Uriel y no lo ayudó en aguantar un poco más.
Estaban muy cachondos y los gemidos de ella, sutiles y suaves le llegaban a lo más hondo de su interior.
Pero entonces, para sorpresa de ese muchacho, Erin tomó el mando, agarrándolo de los hombros para tirarlo en su cama y ser ella la que se pusiera arriba. Sabía ella lo estresado que se encontraba Uriel para estar por primera vez arriba, por lo que ella se besó con amor los labios de Uriel y se sentó sobre él, echándose el pelo hacia atrás para luego comenzar a moverse de una forma mágica para Uriel.
Él juró que podía ver la Diosa que tenía Erin en su interior y verla desnuda, sobre él y moviéndose de esa forma, era como estar en el quinto cielo.
La muchacha lo miró a los ojos y él también lo hizo con ella y los sentimientos de ambos salieron a la luz con esa simple mirada. Uriel se sentó para poder tocarla y comenzó a sentir el orgasmo a punto de llegar mientras la abrazaba y le susurraba al oído que estaba completamente enamorado de ella.
Y aunque hubiese tenido una mala experiencia hacía años, para él era su primera vez y una primera vez maravillosa con la chica de la que se había enamorado desde hacía tiempo. Y se sintió un estúpido por no haberse abierto ante ella mucho antes, por no confesarle lo que sentía a ella en vez de estar peleados todo el tiempo.
Solo quería estar a su lado y ahora ambos estaban absortos por el placer, hasta que llegaron al final con un orgasmo que lo sintieron hasta en lo más profundo de su ser.
Uriel la abrazó, con un rostro lleno de paz, enamorado por completo y hasta los huesos de esa chica con la que había hecho el amor. Mientras, Erin no dejaba de mirar hacia un punto, abrazando a Uriel, desnudos y, pensando mucho, porque sabía que se había enamorado hasta los huesos de ese chico que tenía entre sus brazos y ahora ya no habría vuelta atrás para poder dejarlo.
Erin aguantó las lágrimas, porque ahora... Ahora todo sería mucho más difícil, porque había dejado entrar a ese muchacho demasiado en su vida, en su interior y el final de esa historia de amor, sí o sí, estaba a la vuelta de la esquina.
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