d i e c i n u e v e | e l l a
"Si, la amaba. Y haría lo que fuese para demostrarle que era digno de ella"
Uriel
Con una rapidez imperdonable, Uriel y Erin se vistieron en un tiempo récord para eliminar cualquier rastro de momento amoroso que habían tenido momentos antes. Juntos salieron al pasillo, cerrando la puerta detrás de ellos y caminando hacia el pequeño salón de aquel diminuto lugar.
Entonces, mientras ellos estaban algo angustiados por la prisa que se dieron para que nadie notara lo que habían estado haciendo en ese cuarto, la madre y la tía de Uriel, los observaron sonrientes por dicha escena.
No hacía falta ser muy inteligente para ver los cabellos de ambos algo rebeldes, aunque hubiesen intentado peinarse anteriormente.
Uriel observó a cada una de aquellas mujeres que acababan de entrar mirándolo cómplice, lo que él le hizo negar mientras sonreía.
—Vaya... No sabía que tenías compañía —murmuró su tía, elevando una ceja y mirando a Erin que estaba escondida detrás de Uriel, vergonzosa.
—Tía...—advirtió para luego ella levantar las manos y reír un poco.
—Voy a buscar la compra —contestó, anunciando lo que iba a hacer y saliendo de aquel piso para dejar a aquellas 3 personas solas.
Su madre, quien sujetaba la muleta, se apoyó en la pared y, sin dejar de mirar a la pareja, siguió sonriendo.
—¿No me presentas a tu novia?
Uriel se alarmó, tímido y temeroso de que aquella palabra la asustara a Erin. No habían hablado del tema y temía que ella, cual jamás había tenido una pareja, no le gustase la palabra. Necesitaban hablar de eso más adelante, por lo que Uriel se acercó a su madre y, en voz baja, le respondió.
—Oh, eh... No hemos hablado de eso, mamá.
Pero lo cierto es que a Erin le gustó y bastante esa palabra.
—Me llamo Erin —dijo ella, acercándose a la madre de Uriel y su rostro cambió por completo—. Oh, yo la conozco...
Gianna observó a aquella joven, la cual le sonaba bastante su rostro. Lo que hizo que aquel recuerdo que tuvo aquella noche hace meses, se remontara nuevamente en su cerebro.
Recordando a aquella muchacha que se acercó a ella corriendo al verla en el suelo y hablando ella con esa mujer mientras esperaban a la ambulancia. Era un pueblo pequeño y sabía que su hijo estaba buscando a esa mujer para agradecerle lo que había hecho esa chica al salvar a su madre.
Y la sonrisa de aquella mujer se ensanchó al verla, lo que Uriel se extrañó y bastante.
—¿Eres...? Eres esa chica —aclaró Gianna—. Uriel, es ella.
Con esas palabras bastó para que Uriel estuviese fuera de juego, sin comprender nada y mirando a Erin, quien no creía que fuera aquella chica. Y no lo creía porque no paró de buscar en otros sitios y justo buscando a una chica rubia, cuando en realidad esa chica estuvo todo el tiempo a su lado
—Ya la recuerdo... Fue una forma dolorosa de conocerla...—contestó Erin, acercándose a la mujer y agarrándole la mano mientras esta le mostraba afecto por aquel día—. ¿Cómo se encuentra?
—Muy bien, gracias a ti. —Besó su mano y dijo a continuación. —No sé ni como agradecértelo.
Uriel, bajando de la nube que había subido, se acercó a Erin para mirarla a los ojos y teniendo en mente aquel momento de aquella noche horrible que pasó hacía meses. La noche del baile al que no asistió jamás.
—Espera... ¿Eres esa chica que ayudó a mi madre?
Erin lo miró y asintió.
Uriel se quedó callado, montando los puzzles que le hacía falta y conociendo a Erin, sabía que ella era capaz de hacer algo así.
¿Cómo es que no lo supo desde antes? Si aquel día le hubiese visto su rostro, seguramente se hubiese ahorrado meses en hablar con algunas chicas. Seguramente su historia hubiese cambiado.
Pero Uriel observó el cabello de esa chica y negó con la cabeza.
—Pero... Esa chica era rubia.
Erin sonrió y negó con la cabeza.
—Es que soy rubia, lo que me tiño el pelo desde hace unos meses —contestó.
El silencio se hizo en aquel pequeño piso, con 2 de esas 3 personas mirando a Uriel mientras que este estaba observando a Erin en silencio con un rostro serio. Cuando, de pronto, la sonrisa se hizo a él y, asustándola, corrió hacia ella, la abrazó y la levantó del suelo mientras le daba las gracias repetidas veces.
Fue un acto bastante dulce de Uriel y que su madre se alegró de verlos así, pero Erin se estaba quedando sin aire de lo fuerte que él la abrazaba, mientras que no paraba de recibir besos por todo su rostro de este hombre.
—Uriel, me estás dejando sin aire... —trató de decir y este aflojó su agarre, pero sin soltarla, la colocó en el suelo.
—Joder, gracias Erin —contestó. —Si no hubieses pasado, mi madre...
Ella lo silenció colocando uno de sus dedos sobre los labios de él y negó con la cabeza.
—Si no hubiese sido yo, hubiera sido otra persona.
Ahora él negó, viendo que Erin tenía demasiada fe en la humanidad, la que él no tenía.
—No todos son iguales.
Entonces, Erin apretó la mandíbula, miró a la madre de este y luego volvió a dirigirse hacia ese muchacho dulce y fuerte.
—No iba a dejarla sola; jamás haría eso.
Erin no quería mostrarse demasiado cariñosa frente a la madre de Uriel, era bastante tímida cuando tenía frente a ella la madre del hombre con el que se había acostado. Pero Uriel parecía olvidarse que había compañía y la volvió a abrazar, besándola en todo su rostro, cosa que Erin agradeció por dentro, pero por fuera lo empujó un poco para tener ese espacio personal que le gustaba tener.
Entonces, Gianna se acercó a la muchacha con paso lento, como ella podía y le ofreció quedarse esa noche a cenar.
—Cariño, quédate a cenar.
Erin pensó en Klaus y pensó que lo último que debía haber era quedarse para que la despedida fuera mucho peor. Así que dijo la peor excusa que podía decir.
—Yo... Mi tío me está esperando en casa y se preocupa.
—Invítalo —sugirió Gianna, más como una orden que como una invitación. —Pero déjame agradecerte lo que aquella noche.
***
—Estoy mayor para estas cenas... —La voz de Klaus resonaba por aquel pequeño ascensor mientras sujetaba un pastel que había hecho esa tarde.
Lo cierto es que a Erin le hacía gracia ver como un hombre como Klaus, que estaba acostumbrado a las armas, con esa fuerza y esa musculatura que poseía gracias al ejercicio que hacía cada día, sujetaba algo tan dulce como aquello. Pero lo cierto es que Klaus era muy buen pastelero, aunque no le gustase admitirlo.
Erin lo miró a los ojos mientras aquella coleta alta y bien sujeta, le quedaba muy bien junto con esa barba.
—Pero si tienes 35 años, Klaus —contestó, ignorando el tono amargado de ese hombre.
Pero Klaus no era un hombre muy sociable, y estas reuniones no le iban, pero por Erin haría un esfuerzo.
—¿Y? Me siento viejo —respondió, volviendo su mirada a su bien cuidado pastel y colocaba mejor el plato para que estuviese mejor cuidado.
Con esos brazos tan duros, Klaus no parecía que fuera el típico hombre cuidadoso, pero lo cierto es que lo era. Desde esos 3 años que estuvieron en ese pueblo, fuera de Europa, parecía un amo de casa que tenía un trabajo de oficina, pero en su casa. Y lo cierto es que era así.
—Muchas mujeres que ignoras no piensan igual —dijo la muchacha—. A ver si una mujer te quita el sueño un día. —Lo miró, esperando una respuesta de él, pero el rostro de ese hombre era todo lo contrario.
La observó con la ceja levantada y negó con la cabeza.
—El amor no es para mí. Por cierto, ¿ya has hablado con él? ¿Le has dicho que nos vamos en menos de 2 semanas?
Ella negó mientras agachaba la cabeza hacia el suelo y el ascensor llegó al piso. Salieron mientras que Erin parecía huir de esa pregunta, pero Klaus la frenó antes de tocar frente a la puerta.
—Erin...
"Básicamente, en vez de hablarlo, me he acostado con él" —se dijo a sí misma.
Miró a Klaus y, con las mejillas sonrojadas, negó con la cabeza.
—No es fácil, Klaus.
—No es fácil decirle que eres... —Ella lo mira con cara de asesina al ver que iba a decir esa palabra que no quería escuchar. —¿No es fácil decirle que eres "eso"? Erin...
—Me tengo que sentar con él a hablar —aclaró la joven y el hombre negó varias veces mientras tocaba la puerta.
Un joven Uriel abrió tras él y Erin pudo ver lo cambiado que estaba, sin rastro de esa ropa negra, con el cabello peinado, un jersey azul oscuro y unos pantalones vaqueros algo rotos, por no hablar de que llevaba esas gafas que tanto le gustaba Erin ver en él la joven tragó saliva al verlo de esa forma, distinto y tan guapo que Klaus tuvo que carraspear y darle un codazo por un lado de su brazo.
—Este es mi tío Klaus —le presentó y Uriel lo miró, alargando el cuello para verlo.
Lo impuso un poco la presencia de Klaus. Le parecía un hombre demasiado duro y con una mirada desafiante e intimidante, incluso para Uriel. Pero lo cierto es que la forma de ser de Klaus era así.
—Tú debes de ser Uriel. Me han hablado mucho de ti —dijo, intentando sonreír como podía, pero Klaus no era de sonrisas y Erin lo sabía muy bien.
Tenían que ver a ese hombre viendo una película de comedia.
Uriel le dio la mano, saludándolo y los 3 entraron al piso mientras la madre de Uriel se levantaba junto con su muleta, sin la ayuda de su hijo que tuvo que ir a su lado para que no se tambaleara.
Pero lo cierto es que la mujer, con la presencia de Klaus, le hizo levantarse de esa manera. Y con una sonrisa mientras que Klaus se acercaba a ella para saludarla, se podía notar que solo faltaba que le dijera "qué bueno estás".
Erin le volvió a presentar a Klaus a Gianna y este saludo con esa sonrisa en la cara.
—Vaya... ¿Y está soltero? —preguntó sin dejar de mirarlo.
Cosa que hizo incomodar a Klaus a pesar de esa dureza y esa seriedad que solía representar siempre a los demás. Miró a Erin buscando una respuesta en ella, pero la joven estaba pasándoselo bastante bien nada más verlo así.
—Disponible para lo que quieras —bromeó la joven.
Pero a Klaus no le hizo gracia.
—Erin...
Ella movió los hombros y Uriel guió a los 2, junto con su madre, a la pequeña mesa humilde que tenían para comer. Donde al lado había una pequeña ventana que señalaba parte del pueblo y era el sitio favorito del joven Uriel en esa casa.
—No tenías que haberte molestado en traer pastel, Erin —dijo Gianna, pero Erin negó con la cabeza y señaló a Klaus.
Uriel se sentó al lado de su madre y de Erin después de colocar los platos de comida en frente de cada uno.
—Lo hizo mi tío, ¿verdad, Klaus? —dijo, sonriendo a la vez que se lo pasaba la mar de bien al hacerlo pasar por esa situación vergonzosa a Klaus.
Odiaba hablar, no era muy hablador y estar en situaciones así no le gustaban. También era cierto que estaba acostumbrado a vivir de esa forma, aunque en los últimos años con Erin, que le gustaba hablar, consiguió hacer algunos avances con aquel hombre.
—Si... Suele relajarme la repostería... —murmuró mirando a su plato con aquel cuerpo recto en esa silla de madera.
La madre de Uriel se asombró y sonrió mientras seguía mirando a aquel muchacho robusto que tenía frente a ella.
—Bueno, ¿a qué te dedicas Klaus?
Klaus la miró e hizo un esfuerzo por sonreír.
—Oh, fui militar unos años, luego lo dejé y me metí en seguridad. Ahora estoy de vacaciones —dijo, sin mentir y Erin asintió para luego mirar a Uriel, quien se encontraba a su lado, dándole la mano debajo de la mesa.
Cada vez que lo miraba, necesitaba decirle todo, serle sincera y dejar atrás todos esos miedos. Debía hacerlo y quería hacerlo ese mismo día, pero no pudo ser. Pero mañana era otro día y si o si se lo iba a contar, todo, desde el principio.
Y mientras la madre de Uriel y el guardaespaldas de Erin hablaban entre ellos, llevándose bien, Erin se acercó a Uriel para susurrarle;
—Mañana seguimos con la conversación que íbamos a tener hoy...
Uriel la miró con esas lentes y asintió, sonriendo para ella, queriendo besarla, pero por algo de timidez por las personas que había frente a ellos, no lo hizo.
Ella también sonrió al verlo de esa forma, siendo algo feliz dentro de la vida que tenía y quiso ir más con Uriel. Se había enamorado por primera vez de un chico y pronto tenía que dejarlo por su status social. Por su futuro, por lo que ella era realmente...
Todos siguieron divirtiéndose, cenando juntos, hablando de cosas divertidas, conociéndose algo mejor sin contar lo importante mientras que Uriel miraba algunas veces a esa chica con un rostro de enamorado que Klaus se percató. Erin había encontrado a ese chico y no podía perder la oportunidad de dejarlo ir, o eso era lo que pensaba Klaus que era bastante reservado.
Y sonrió el guardaespaldas mientras miraba a Erin siendo feliz después de tanto tiempo, riendo, hablando y soltándose. Sin ser presionada por nadie de su entorno, ni por él. Porque, aunque Klaus no le gustase admitirlo, a veces la presionaba para que no dijera nada de su vida, para que no hiciera amigos, ni pareja solo porque sus jefes se lo pedían. Ahora ya daba igual y quería verla feliz, deseaba verla bien sin su culpa. Y deseó que esas 2 semanas solo fueran el inicio de su libertad, de lo que ella quería en su vida.
Después de la cena, todos probaron el dulce que había hecho Klaus mientras reían y vivían la noche.
Todo fue increíble, hasta que, en un momento, Gianna se llevó la mano a la cabeza, quejándose de un dolor ahí. Lo que hizo preocupar a su hijo que la agarró del hombro tan rápido como la vio así.
—¿Qué pasa, mamá? ¿Llamo al doctor? —preguntó rápidamente, lo que hizo que la madre negara con la cabeza, sonriendo.
—No seas catastrófico, es solo un dolor de cabeza —dijo la mujer mientras se levantaba de la silla con la ayuda de Klaus, quien se había levantado con demasiada rapidez—. Pero me da que me voy a dormir; estoy muy cansada.
Le dio las gracias a aquel hombre y luego todos se despidieron después de que Uriel acompañara a su madre a la habitación. Cuando volvió, se encontró con Erin y Klaus hablando en voz baja, pero Uriel no entendió de que hablaban y tampoco era de su incumbencia.
—Ha sido un placer, Klaus.
—El placer es mío. Espero que su madre se recupere. Intente darle un saludo de mi parte —dijo cortésmente algo preocupado por Gianna.
No la conocía, pero lo poco que habló con ella, le hizo caer bien, lejos de que de vez en cuando intentase ligar con el muchacho alemán.
Se despidieron y, antes de que Erin se fuera con Klaus, ella lo miró y le dijo;
—Mañana...
Uriel asintió al saber que se refería y por la mirada de ella, podía ver el miedo que la estaba poseyendo.
—Mañana.
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