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c u a t r o | c o n v e r s a c i o n e s



"Algo había en él que no me ocurría con cualquiera. Quizás solo eran ideas mías, atracción por lo desconocido"

Erin

—Es una simple moto, Erin —aclaró Uriel mientras le preparaba el casco a Erin.

Estaban en frente del pequeño parque, donde habían quedado. Erin se había puesto su estilo de ropa, esta vez siendo unos pantalones vaqueros algo rotos y sueltos, que se pegaban a la perfección en sus redondas caderas, con una camiseta ajustada que dejaba ver el volumen de sus pechos. Mientras, Uriel se había puesto también unos vaqueros, con un jersey oscuro mientras que su cabello algo largo, seguía revuelto como de costumbre.

—Las motos son peligrosas —murmuró Erin, que se negaba a subirse a la vieja moto de él.

Uriel, divertido, sonrió para ella y se apoyó en la moto con chulería mientras le extendía el casco a la muchacha, que se negaba a subirse en ese trasto de dos ruedas.

Y es que era una imagen digna de ver, como la chica sonriente estaba con las cejas tan pegadas que una arruga se le había cruzado pareciéndole mona a Uriel. Llevaba los brazos en jarras y no dejaba de mirarlo con un rostro más que de seriedad mientras el joven se divertía por ello.

—Te prometo que conmigo no va a pasarte nada —murmuró él con esos ojos que derretirían a cualquiera, excepto en ese instante a Erin.

La joven se apartó el cabello de sus ojos, dejándole ver lo preciosos que eran a Uriel y, sin agarrar el casco, contestó;

—Eso me dijo mi tío de niña cuando jugábamos al fútbol europeo y terminé con un chichón enorme en la frente. —Su mirada no cambiaba, pero, al ver que el chico seguía mirándola divertido y con el casco en la mano, se acercó a él sin rechistar y tomó ese casco sin haber tenido más remedio—. No sé yo si fiarme de ti...

Él se levanta, se acerca a ella y le entrega un casco.

—Confía en mí.

La joven, algo asustada por lo desconocido, se puso el casco como pudo y luego se sentó tras él, esperando lo inevitable.

—Vale, pero como no vayas despacio, te juro que te la corto a rodajitas y luego te la sirvo de ensalada —amenazó.

Uriel rio por su comentario, algo que no solía pasar jamás y que, en ese instante, parecía darle igual a Erin que estaba más concentrada en su seguridad que en otra cosa.

—Vaya... Eres una chica con clase —murmuró él, divertido y burlándose un poco de ella—. Me gusta.

El joven tomó las pequeñas manos de Erin, colocándolas sobre su duro estómago y luego puso sus manos sobre la moto para ponerla en marcha y dejar con un rostro más que serio a Erin, la cual lo tenía agarrado demasiado fuerte.

Él, riéndose de ella, hizo un pequeño acelerón para luego frenar rápidamente y así asustarla más, escuchando un chillido de ella que luego respondió con un fuerte bofetón en un lado de la cintura de Uriel y que lo hizo doler un poco.

—Te pasa por gilipollas.

—No me quiero ni imaginar como debes dejar a los hombres después —rio él y se puso en marcha con una velocidad moderada para que ella se sintiera cómoda.

Mientras Erin tenía su rostro pegado en la espalda de él tras el casco, Uriel manejaba con suavidad por ese pequeño pueblo el cual no había nada nuevo para ninguno que los dos, cuales conocían ese lugar muy bien a pesar de no haber vivido demasiado tiempo en ese sitio.

El joven sentía las manos delicadas de Erin sobre su cuerpo y, lejos de que no conociera a esa chica ni supiera nada de ella, lo ponía nervioso como jamás ninguna chica lo había puesto. Intentó tras su casco de motorista fingir que no le ocurría nada, pero no era nada fácil.

La muchacha, en cambio, estaba pegada a él, como si así fuera su salvavidas en el caso de que hubiese un accidente o cualquier otro problema que ella o él no se esperaran. Lo tomaba de su cuerpo, abrazándolo con fuerza mientras que Uriel maldecía al sentir los pechos voluminosos y los pezones duros de ella tras ese suéter. Apretaba su mandíbula, apretando los dientes por el efecto de ella y sintiendo una dureza en medio de sus piernas que no pudo controlar en medio de ello y deseó que se le bajara enseguida, antes de que aparcara frente al cine.

El aire era fresco y la moto se manejaba con suavidad por ese barrio, pudiendo sentir que la noche caía sobre ellos, con las luces de las farolas encendidas e iluminando el lugar que ellos cruzaban.

El muchacho Uriel aparcó frente al cine, siendo un punto a favor lo de tener una moto que se pudiera aparcar y mover por cualquier sitio sin problemas.

Ambos, con Uriel ocultando su crecimiento, se bajaron y llegaron a la taquilla del cine con el joven y su mano frente a su paquete disimuladamente.

—No ha sido para tanto, ¿verdad? —cuestionó Uriel, riéndose de ella.

El cual se burlaba de la chica que lo había puesto cachondo en la moto.

—La verdad es que no —susurró la joven algo más tranquila al ver que Uriel no fue demasiado rápido.

Los dos llegaron al cine tras pagar la entrada y se sentaron uno al lado del otro mientras la poca gente que había buscaba un sitio para poder sentarse.

Uriel, una vez más tranquilo de que su erección ya se hubiese calmado, observó a Erin quien había empezado a comer palomitas y le preguntó curioso;

—¿Tu nunca te enfadas?

La joven lo miró con una ceja levantada y movió sus hombros como si nada.

—No suelo hacerlo. Excepto hoy que te contesté bastante mal —murmuró sintiéndose mal por ello.

Al ver el arrepentimiento en los ojos de ella, Uriel negó con la cabeza, pegando su rostro en el de ella algo inocente y, clavando su mirada en los de ella, dijo;

—Eso no me importó, Erin...—contestó, poniendo nerviosa a Erin, la cual tenía varias palomitas en su boca y no podía dejar de masticar al verlo tan de cerca y con ese rostro tan atractivo que poseía ese joven. Estuvo a punto de creer que Uriel quería besarla, y eso la puso nerviosa—. Vale, pues ya sé cuál será mi objetivo.

Se alejó de ella dejando a Erin con ganas de saborear los labios traviesos de ese hombre y, con esas ganas, elevó una ceja sin comprender a lo que se refería.

—¿Vas a hacer que me enfade?

Uriel sonrió no contagiando a Erin, la cual no le hacía ninguna gracia eso.

—Quiero que pierdas ese control que tienes —murmuró mirando su rostro gracias a las pocas luces que había en el cine con la pantalla en blanco—. Tan remilgada y con las cosas bien ordenadas.

Observó a Erin que realmente era así y que le gustaba tener un cierto orden en sus cosas e ir bien, pero para ella no había nada de malo en tener las cosas controladas, sus propias cosas. Odiaba que la gente la controlase, por eso no se lo hacía a nadie y no controlaba a nadie, solo su propia vida porque así había aprendido a vivir tras todo lo vivido.

Pero Uriel quería sacarla de su estado de confort.

Así que Erin dijo;

—Me encantaría verte intentándolo —contestó. —Y no soy remilgada, tú eres un bruto —dijo, recordando las cosas que él ha estado haciendo y lo poco limpio que suele ser a veces, recordando que siempre repite camisas más de cuatro veces a la semana, por no hablar de lo que le encanta darle puñetazos a un saco de boxeo sin camisa, aumentando el desorden íntimo de sus bragas.

En cambio, él rio por ello, asombrado por esa palabra.

—¿Bruto? ¿Yo bruto? Es la primera vez que alguien me ofende diciéndome eso.

—Oh, ¿el bizcochito se ofendió? —Ahora fue ella la que se rio dulcemente de él.

Uriel, que se lo estaba pasando bien lejos de todo, miró a esa chica y negó con la cabeza mientras la gente que pasaba a su alrededor ignoraba a esa extraña pareja que apenas se conocían.

—Ja, ja —rio él para luego dejar esa conversación y mirar a esa pantalla todavía en blanco. Dejaron que algunos minutos pasaran antes de que él, recordando lo que habían hablado, le contestara. —No quiero entrometerme, pero ¿qué fue esa pesadilla que estuviste sin poder dormir?

El silencio se hizo entre ambos, dejando prever a Uriel que había metido la pata hasta el fondo al ver que la felicidad y la sonrisa de ella se había disipado al recordarle aquella pesadilla con su estúpida pregunta.

Y en seguida quiso cambiar la pregunta y quitarla, pero Erin no se achicó.

—Algo que sueño constantemente y que me pasó hace apenas unos años.

Su repuesta fue clara y concisa, haciendo que ese chico se preocupase por ella, cosa que solo había pasado preocupándose por su vida y por la vida de su madre.

El joven, con ese rostro expresivo, siguió mirando a esa chica la cual miraba la pantalla, deseando que empezara la película y así no tener de seguir hablando del tema.

Pero Uriel tenía otros planes.

—¿Fue grave?

De nuevo la joven tardó unos largos minutos en contestar para luego ella responder;

—Me gustaría no hablar de ello. —Su voz sonó bastante dulce y suave, lejos de que en la frase podía haber sonado más fuerte, pero Erin consiguió decirlo de una forma que no fuese demasiado directo.

El joven asintió, zanjando el tema y sabiendo que no debería volver a seguir hablando de ello.

Ninguno de los dos quiso entrar en temas delicados, mucho menos Uriel el cual sabía que ella no le iba a contar sus problemas a un desconocido como lo era él. Así que los dos siguieron callados.

Hasta que, mientras que Uriel tomaba un sorbo de su bebida, Erin le preguntó;

—¿Eres un malote?

Bastó esa pregunta para que el joven escupiera toda la bebida que tenía en la boca. Y con un rostro lleno de asombro por la poca delicadeza y lo directa que era la muchacha, la observó con los ojos demasiados sorprendidos.

—¿Qué?

Erin, comenzando a sonreír por ver el efecto que le había hecho con esa simple pregunta y en el fondo empezó a tener varias teorías locas e imaginándose que seguramente no era el típico rompecorazones, aunque su imagen daba otras impresiones.

—Ya sabes; un amante activo —aclaró por si tendría alguna duda.

Uriel, que no paraba de mirar hacia todos lados por si alguien estuviese escuchando esa conversación salida de tono, comenzó a sudar un poco por ello y le hizo otra pregunta a ella;

—¿No podrías ser más delicada?

—¿Delicada? —cuestionó ella—. Pero si solo he dicho...

—Se puede decir de miles de formas —se apresuró Uriel en contestar, algo molesto porque le considerara un robabragas.

Pero la única que se estaba divirtiendo por esa escena y por la reacción del muchacho, era ella.

—A ver, como quieres que te lo diga...

Uriel, que se quedó unos segundos sin contestar pensando claramente en la respuesta, miró a esa muchacha a los ojos y, convencido, contestó;

—Hacer el amor.

Dejando sorprendida a Erin porque un chico como Uriel, tan robusto, fuerte y algo bruto, le dijera "hacer el amor" en vez de "sexo" o "follar". Eso sí que era nuevo para ella, que estaba más acostumbrada a los hombres bastante salvajes y robustos o tímidos, todo lo contrario a lo que Erin creía que era Uriel.

Y fue ahí que, en el fondo, Erin empezó a pensar que quizás ese Uriel que mostraba al mundo, solo era un caparazón que había construido, que quizás ese Uriel o cualquier otro chico que era sensible.

—Oh... Eres de esos, vale... —murmuró ella, asintiendo con la cabeza mientras que sentía la mirada punzante de Uriel en su cuello—. ¿Eres un amante activo, señor Black? —preguntó, nombrándolo por su primer apellido.

Bastaron tres segundos de silencio para que él respondiera;

—Eso no se pregunta.

Erin, sonriente por ponerlo nervioso como él se había reído antes de ella en la moto, asintió para dejar pasar un poco el tema efímeramente.

—Oh... Ya... Disculpa, no sabía que fueses un delicado —bromeó para sacarlo de quicio.

Y vaya si lo había conseguido.

—Te estás burlando de mí —contestó más como afirmación y riendo porque esa chica no tenía ni idea—. Vale, la reina quiere jugar a este juego. ¿Cuándo fue la última vez que te acostaste con un chico?

En ese momento, las luces se apagaron y la pantalla empezó a mostrar publicidades antes de que pusieran la película.

Y Erin, sin tapujos, observó un punto de la pantalla para luego mirar a ese chico alto y contestar;

—Hace 2 semanas con uno de ingeniería. —Los ojos de Uriel mostraron que estaba más que sorprendido por ello lejos de todo—. ¿Qué? ¿Hay algo de malo en eso? —preguntó ella al ver que Uriel estaba demasiado sorprendido.

—No, no... No creí que me contestarías tan así, abiertamente —murmuró.

Erin no contestó a ello. Consideraba que el sexo era importante en la vida de alguien y que no debería ser un tabú para nadie, pero no por ello la exhibía para estar diciendo con quien se acostaba ella. Eso era privado para ella, como para la persona con la que lo hacía. Y el respeto era importante en cualquier relación amorosa, sexual o cualquier tipo de relación.

—Se pueden callar. Queremos ver la película —dijo un hombre en la fila de enfrente en cuanto el título de la película empezó a mostrarse en pantalla.

Uriel, tras un largo silencio y con la luz de la pantalla del cine iluminándolos, se acercó al oído de ella y, murmurando, dijo;

—Entonces eres una malota.

Erin, sonriente por la contesta que Uriel le había dado, negó con la cabeza negándose a contestarle;

—No pienso responder a eso.

Ambos, callados ante el diálogo que acabaron de tener, comenzaron a ver la película con tranquilidad, disfrutando de la compañía que les brindaba estar juntos. No se conocían de nada, pero a la vez sentían que se conocían de todo. Era una sensación bastante extraña para ellos, sobre todo para Uriel, cual jamás había tenido una compañía como esa con alguien.

Uriel tenía bastante problemas, por lo que prefería cuidar de su madre y poder hacer las cosas con calma, alejándose de las amistades. De ahí a que no tuviese amigos muy cercanos, apenas entablaba conversación con alguien fuera del instituto, solamente con su amigo de equipo.

Y en medio de la película, mientras Uriel disfrutaba sin tener que preocuparse de los problemas que le rodeaban en su día a día, sin preocuparse en el próximo pago que debía hacer para pagar el piso de su madre mientras buscaba trabajo, en los cuidados que necesitaba su madre y en todo lo relacionado a vivir al límite de dinero. Ignoró eso, despejando su mente por primera vez en mucho tiempo y Erin, que no lo conocía de nada, sonrió mirándolo disimuladamente al ver el rostro relajado de ese chico el cual siempre tenía aquella arruga que le definía entre sus cejas. El cual, dicha arruga había desaparecido al descansar de todas esas preocupaciones.

Erin sonrió y no pudo evitar pensar que Uriel debía sufrir demasiado en su vida privada, alejando el hecho de que no lo conocía de nada, pero había algo en él que pedía a gritos un cambio en su vida y Erin, costase lo que costase, quería ayudarlo.

En medio de la película, un mensaje se coló en el móvil de Uriel, el cual no lo ignoró tomando su viejo móvil prehistórico y, tras desplegarlo, miró cambiando su expresión por dicho mensaje. un mensaje se cuela en el móvil de Uriel.

Erin, en cambio, no pudo evitar volver a mirar a ese móvil tan antiguo de Uriel, el cual se imaginó que ni siquiera tendría redes sociales.

Él la miró y le dijo;

—Erin, lo siento, me ha surgido algo y... —Erin no lo dejó terminar.

—No te preocupes —murmuró sin problemas, poniendo su mano sobre la de él con cariño y, sonriendo, contestó. —Ya te destriparé el final de la película.

Uriel sonrió por ello, y juró que esa sensación de tener la pequeña mano de Erin sobre la suya, era magnífica.

—¿Podrás ir sola a casa? No me hace gracia dejarte tirada después de ir juntos —dijo preocupado por primera vez en mucho tiempo, preocupándose por alguien que no era su madre.

—No pasa nada, ya tengo edad para ir sola —aclaró ella—. Ve.

Y cuando Erin creía que ese hombre se levantaría y se marcharía, la sorprendió acercando su rostro en el de la joven para dejar un delicado y dulce beso en la mejilla de ella.

Se levantó para luego irse corriendo mientras que Erin se quedó callada, sentada y mirando como ese hombre bajaba las escaleras con las mejillas sonrojadas por ese atrevimiento que no creía que Uriel tuviese.

Y, lejos de que fuese un chico serio y reservado, Erin no pudo evitar sonreír mientras pensaba que era un chico lindo, algo sensible y bastante guapo.

***

El joven aparcó la moto en aquel lugar muy alejado a aquel pueblo. Se bajó de la moto con chulería y caminó con paso decidido hacia aquel lugar lúgubre al que nadie en su sano juicio entraría.

El hombre que había fuera le dejó entrar sin ni siquiera pedirle una identificación y Uriel bajó hacia la planta baja, donde un lugar lleno de gente empezó a abuchearlo y a aplaudirlo por partes iguales.

—¡Black! Ya era hora, macho —dijo un hombre el cual estaba en medio de toda aquella gente y el cual tenía un gran espacio.

Su pecho estaba al aire y su piel estaba lleno de sudor y sangre.

Uriel, sonriendo perversamente, se quitó la chaqueta y la camiseta, dejando al descubierto aquel pecho atlético que bien trabajado tenía.

Y dijo;

—¿Empezamos?

Las personas los rodearon, aplaudiendo y gritando, deseando ver dicha escena.

Y ambos comenzaron a pegarse, siendo Uriel el primero que entregase un gran golpe al otro hombre que tenía frente a él y todos disfrutando de aquel espectáculo de lucha clandestina.

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