—¿Es una broma, verdad?

El pelirrojo parpadea, por unos segundos, creyendo que es una imaginación, la respuesta de su mejor amigo. Este tiene un cigarrillo entre sus labios, y un encendedor en la mano derecha. Es tan irónico que un sueño, sea puesto en la realidad, como una de las mejores fantasías.

Aún la noche de ayer se siente tan fresca como un cálido soplo del viento. La sonrisa y mirada de la castaña puede quedar dibujado en un cuadro de un museo de arte: Tan dulce, natural y excelsa.

—No, Jeffrey —refuto con seriedad—. Lo digo de verdad. ¡Jamás me podría jugar con cosas así!

El tipo deja de fumar, dejando que la colilla se consuma sola entre sus dedos.

Se ha fijado en mí, y siento que le ha conseguido una causa racional para esto. Me irrito de alguna manera, porque lo conozco perfectamente como la palma de mi mano.

—Deja esas drogas que consumes, podrían haberte llevado a una sobredosis...

Lo interrumpo antes que continuara con sus divagaciones de hombre maduro, cuando no tiene ningún pelo de ello.

—Fue tan real —murmuro en voz baja, como si ello dependiera mi vida—. ¡No miento! ¡Créeme, por favor! —se pasa la mano por sus cabellos, y pone cabizbaja su cabeza, tratando de no verme—. Y ella estaba ahí... Un sueño mágico que me hace ver un futuro sin su existencia. Un futuro donde mi alma gemela no existía. Fue un...

Las palabras se sueltan al aire como una pregunta o una afirmación.

—... Dèjá vú.

Sonríe de lado, y es en su sonrisa, que puedo ver un rayo de esperanza. Mi amigo está en proceso de comprender lo que sucede, me da alivio y calma que no me tome con un loco. Tengo sentimientos encontrados que están alojados en mi corazón, aunque el brillo de mis ojos solo quiera ir en una dirección.

—¡Ella bailó a mi lado casi toda la noche, y nuestras miradas se conectaron en un lapso de tiempo donde nosotros éramos los únicos que existíamos! —Izzy sigue mirándome incrédulo, como si de verdad fuera real o algún viaje astral—. Entablé una conversación donde entendí lo que sucede con ella, y olvidándome de lo que en verdad hago en las fiestas —una sonrisa nuevamente florece de mis labios, como lo más natural en este mundo—. Me estima... y siento que estoy en el paraíso.

—¡Esto es una locura, Axl!

—No se emborrachó, no hizo ese escándalo que sucedió en mi sueño y lo más importante... No pasó toda la velada con él —dirijo mi mirada hacia la esquina donde se encuentran nuestro rubio baterista y el ruloso guitarrista.

— ¿Te refieres a Slash?

Alargo una mueca, antes de replicar.

—Sí... —murmuro, antes de comenzar a contar mi primera pequeña victoria—. El único inconveniente fue que trató de llamar la atención de ella, pero aún así... salí victorioso.

Izzy suelta una leve carcajada, antes de decir algo ofensivo o incoherente para mí.

—Axl, ¿eres tú? —Frunzo el entrecejo en reacción a lo dicho—. Tienes a Erin. ¡Recuérdalo! —replica sin más, con un tono realista y exasperante—. ¡Dijiste que es el amor de tu vida!

—Ella arruinó mi vida en ese pasaje imaginario, ¿entiendes? —Cuestiono al recordar esos pasajes, donde ambos nos limitamos a hacernos daño—. Convirtió en un infierno la existencia de Kayla. También había otra mujer que no recuerdo con exactitud su nombre... ¡Solo sé que me volvió loco!

—No entiendo nada —niega con la cabeza.

Frustrado y confundido, decide en volver a sacar otro cigarrillo. Todo ello provoca algo de repulsión en mí por su falta de empatía, como si estuviera solo en el mundo.

—¡Estoy demente, Iz! —suspiro con pesadez, cuando encontré la parte quiebre de mi corazón y lo mucho que ello me desahució—. ¡Ella moría de cáncer!

Stradlin suelta el cigarro, que está a punto de encender.

Por la sorpresa, sus ojos se tornan un poco más grandes. Extasiado por las cosas que suceden, me indica que le explique algunos hechos que sucedieron. Lagunas mentales que después de todo, no hacen que muestre claridad.

Soy tan exacto cuando le hablo, de la creación una canción llamada como la bebida recurrente de la banda. Entiende que no es nada de broma, porque días atrás él lo escribió en su sala junto a su novia y Slash.

—¡Esto es raro, Bailey! —Todo es irreal, como el humo del cigarro desprendiéndose de sus labios—. Yo nunca te hablé sobre esa canción... —cae en cuenta que es algún pronostico del futuro—. y en verdad... no sé cómo lo sabes.

Mis manos tiemblan, pero el temple no se va de mi voz.

—¿Me crees?

Toca mi hombro en símbolo que puedo confiar alguna cosa más que pudiera rememorar. Todo recuerdo vago, es tan ilógico, ya que parece salido de una película de misterio o de ciencia ficción. Esto es más allá que un show disparatado de Hollywood. Sé que la conversación debe de acabar en estos últimos minutos, porque los chicos vienen a ensayar para las próximas presentaciones que tendremos.

La duda sigue presente en él, lo percibo por el modo en que me ve.

—¿Qué harás con tu novia?

Al escuchar un suave toque previniendo de la puerta principal, me levanto del sofá viejo algo meditativo, y sin ninguna sonrisa. No tengo claro lo que haré... Aunque en algún punto, debo tomar una decisión y esta no será apresurada, sino una más lógica y coherente.

—Tiempo al tiempo, hermano —murmuro.

Lanzo una leve mirada a su mejor amigo, antes de abrir la puerta, y él me hace una señal de cierre cerrado. El reloj de pared apunta las dos de la tarde, aún falta casi media hora para que todos lleguen. Es sumamente extraño que se aparezcan antes de tiempo.

Alzo un poco la mirada, y puedo distinguir la sonrisa tímida en el rostro de una joven. Sostiene una chaqueta y un recipiente rectangular entre sus manos. A su lado, está la encargada de dar cuerda a la historia. Adriana se disculpa ante su presencia, y entra con algo de sigilo, dejándome a solas en la pequeña tensión que se forma entre nosotros.

Muchos nervios que bailan en mi estómago, y una conexión extraña se acentúa, como si nos hubiéramos conocido en otra vida.

—¡Hola, Axl! —Responde con una sonrisa juguetona en el rostro, y esa picardía inocente sin igual—. Vine a darte las gracias por acompañarme hasta mi casa, y por prestarme tu chaqueta —alarga su brazo para entregarme el presente y la ropa. Un toque que se siente como la sensación más placentera de toda mi vida—. Es un postre muy delicioso —murmura algo nerviosa, y con un leve sonrojo en las mejillas—. Lo preparé en la mañana... Espero te guste.

—Me gustará, linda —al pronunciar esas palabras, el sonrojo se hizo más notorio en su rostro—. ¿Te gustaría quedarte para vernos tocar?

—Me encantaría —responde rápidamente, provocándome una sensación que no sentía desde la primera vez que me enamoré. La adrenalina recorre mi cuerpo.

Escuchar esa última frase, ocasiona que tome su mano y la traiga hacia dentro. Puedo notar sus crecientes nervios porque su pulso se dispara, y eso incita en mí, una creciente necesidad de sonreír de felicidad. Todo sale de maravilla.

Pudo cantar algunas letras, durante la espera de sus amigos, donde la atención de ella solo se dirige hacia mí.

Con lentitud y seguridad, solo un tiempo remoto que vendrá con prosperidad.