Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo tres: "Es hora de rebelarme".

Kayla.

El tic-tac del reloj hace que mi dolor de cabeza aumentara demasiado, al igual que la luz del día se concibe más fuerte. Las cortinas están corridas, y la ventana abierta, por lo que el olor de hierba recién mojada entra por mi habitación. Me da ganas de vomitar al simple hecho de olerlo; a pesar de que siempre me ha gustado ese aroma, pero la resaca que tengo en esos momentos hace que perdiera todo sentido común.

Todavía mantengo puesto el vestido de Monroe, mientras estoy tendida encima de mi cama con una botella de Whisky al lado mío. En uno de los sillones está mi mejor amiga, quien tiene también su disfraz. El reloj de la pared muestra que recién son las ocho de la mañana.

Entrelazada entre mis sábanas blancas, puedo divisar los recuerdos de la fiesta de anoche. Una sonrisa brota de mis labios, por lo que paso suavemente uno de mis dedos por mi mejilla derecha, aun sintiendo la calidez del beso de Axl en ese lugar, como las emociones nuevas y tan similares a la mi adolescencia. La diferencia a ese tiempo, es que estoy pronto a ser mayor de edad, y mi madre no volvería a entrometerse a mis decisiones. En verdad, podría hacer tantas cosas y no sentir culpas por las opiniones de los demás.

Me da una buena sensación tenerlo cerca, es una mezcla de paz y equilibrio. Sin embargo, tengo una confusión que me carcome. Billy ha sido mi padrastro desde hace seis años, pero... Hubo un tiempo, en que lo empecé a ver con otros ojos. Ahora, no puedo concebir una vida alternativa cuando lo veo directamente, y también, sentir una rabia grandísima por sus mentiras hacia mi madre.

Entonces, cuando lo oigo tocar el piano, es como si todo girara hacia él.

—Demonios... —susurro, al tocarme la sien—. Necesito dormir más, pero esa imagen no sale de mis sueños.

—Hasta aquí te oigo, Kay —reprende, mi mejor amiga, desde el sofá de la esquina—. Así que... —se levanta rápidamente y camina hasta quedar frente a mí—. ¿Qué te tiene tan torturada? ¿De qué trata esa imagen?

—Es una tontería, ¡olvídalo! —escondo mi rostro entre la tela, por el rubor que ha surgido entre mis mejillas.

Ella destapa la frazada más rápido posible y yo intento impedirlo como sea. Así que cuando ambas caemos en la cuenta de nuestra pelea aniñada, soltamos carcajadas una al lado de la otra.

—¿Me lo dirás? —pregunta en un tono inocente, Adriana.

Volteo hasta quedar mirándola y la pelinegra hace un puchero para convencerme. Sé que he perdido, porque no puedo contra la mirada de corderito de mi mejor amiga.

—Bien... —nuevamente, me quedo mirando el techo azul con estrellas doradas—. Cuando nos despedimos de los chicos, Axl me robó un beso en la mejilla.

—¿En serio? —encarna una ceja, y se levanta apresurada. A lo que respondo, moviendo suavemente la cabeza—. Eso es una buena señal, ¿sabes? —Intenta forzar una sonrisa, mientras pasa sus mechones por su oreja derecha—. Parece que le gustas.

—¿Lo crees? —la sigo con la mirada, a pesar de quisiera ocultarme de todo. No obstante, ella trata de evadirme—. Yo no me siento tan segura, por lo sucedido con tú ya sabes quién.

Todo se vio con claridad para Adriana, porque me lanza una mirada burlesca y soberbia, mientras se toca los labios en forma inocente.

—Ah, con Vince.

Vince Neil, es el nombre de mi primer amor a los quince años.

La última noche de primavera, él se alejó sin más y nunca supe el porqué. Fue tan extraño para mí, porque para mi corta edad no comprendía lo que estaba sucediendo a mi alrededor y como se debía manejar una relación. Todo avanzó tan rápido, y se esfumó como llegó. Capaz fue un error mío... o fui yo el error en su vida. Sin embargo, cuando las revistas mostraron su feliz matrimonio con Beth Lynn, supe que todo el tiempo me había mentido.

Simplemente fui una burla para él.

—No quiero hablar de él —entablo con seriedad—. No merece que lo nombre.

— Kayla, ¡no seas exagerada! —replica sin más, como si estuviera complacida—. ¿Todavía le guardas rencor?

La última llamada con Vince, fue días después de lo sucedido con Razzle. Su tono de voz frío cuando me pidió que me alejara de su vida para siempre, me hizo ver que nunca me necesitó y que ya no importaba más tenerle estima.

—No, él es parte del pasado —suelto un suspiro, cuando termino de hablar—. Es como si tú le guardaras rencor a tus antiguos famosos novios, y no es así —replico como si intentara devolverle la pelota—. Ya que, son muy amiguitos tuyos.

—Touché.

Coloco una mano sobre mi frente, cuando oigo la armonía tan perfecta de las teclas del piano principal de mi casa. Sé perfectamente de quien puede tratarse, y por eso mis ojos se abren más por la sorpresa de que estuviera en pie, luego de la fiesta grandísima. Una sonrisa brota de mis labios, como una tonta niñata.

—Kay... —responde de mala gana, mientras se oculta en la almohada—. Dile a Billy que deje de tocar el piano, o si no yo bajaré y le haré un escándalo.

—¿Qué...? ¿Por qué crees que es él? —Termino de hacerme la distraída y la que no sé, para pasar disimulado ante mis emociones y la realidad—. Mi madre podría ser, ¿no? Además, ¿por qué demonios tendría que bajar yo? —finalizo en queja.

No quiero verlo, y menos cuando he visto las cartas de su esposa.

—Uno; sé que es él —levanta uno de sus dedos con tanta seguridad—. La única persona jodida que toca el piano en las mañanas es Billy —me devuelve una sonrisa sarcástica—. Dos; porque a ti te gusta y te hará caso, y yo solo soy una invitada —abro la boca para debatir su premisa, pero me lo impide—. Tres; deben de estar odiándome, porque ayer te volví a envolver en mis divagues de groupie para intentar "corromperte".

—¡No sabes cuánto te desprecio, Adriana! —murmuro con ironía, a lo que ella suelta unas risas por mi comentario.

—Yo también te quiero, Kayla —chilla un tanto emocionada, y se para tan lentamente de mi cama, mientras camino lo más lento hacia la puerta—. Te estaré esperando con unas pastillas para el dolor. Tenemos reunión en la noche, Troubadour nos espera.

—Estás completamente loca, si crees que me dejarán ir.

Ignora mi comentario, y sigue buscando algo de ropa en mi armario.

Al bajar lentamente por la escalera, puedo notar que el piano se encuentra todavía en la esquina de la sala, y una maleta está al costado de uno de los muebles viejos del fondo. Mi madre limpia energéticamente con una seriedad que no he visto en años.

—Billy, por favor, ¿podrías hacer menos ruido? —me recibe con una sonrisa cálida, a lo que asiente levemente y detiene sus movimientos.

En verdad, lo quiero.

—¡Kayla! —Mi madre se acerca hacia mí. Se le nota molesta e irritada, como si estuviera a punto de zarandearme—. ¿De dónde conoces a esos chicos? ¿Y cómo te atreviste a traer a esos individuos a mi casa? ¡No me pediste permiso! ¡No quiero pasar de vuelta por esa horrible etapa tuya!

—Mamá, ¿de qué etapa hablas? —Escupo con enojo—. ¡Ellos no hicieron nada malo!

—¡La tonta etapa de creerte una zorra! —Me señala con el dedo, mientras hace mímicas con sus manos—. Sé que Adriana es una total ramera, ¡pero yo no dejaré que tú seas como ella!

—¡Como te atreves a hablar así de ella! —trato de defenderla, pero me ignora y sigue hablando como si nada.

—Yo sólo la aguanto, porque su madre es mi mejor amiga... —su cara es roja de la furia—. Pero esa zorra se ganó mi odio, ¡quiero que te alejes de todos ellos!

Lo dice con disposición muy estricta, como si aun pudiera seguir usándome de títere y siguiera alejándome de todos... Provocando que me acordara de ese momento. Recuerdo perfectamente, cuando puso su mano sobre mí y me zafó de las etapas que debí vivir.

—¿Por qué tendría que hacerte caso? —Escupo sin más—. ¡Ya no tengo dieciséis años! —gritoneo. Ella me mira, como si fuera un monstruo—. ¡Tú eres horrible! ¡Sabes a qué me refiero!

Veo a Billy acercarse y tratar de tranquilizarnos de una pronta pelea. Sin embargo, ella es más rápida y me lanza una bofetada en la mejilla derecha.

—¡Cómo te atreves hablarme así! —Toda tensión ha llegado a su punto límite—. ¡Soy tu madre! ¡Soy la que te ha cuidado de esas personas malas!

—Estoy cansada de esta situación, mamá —me sobo suavemente en la zona afectada—. Yo te quiero mamá, a pesar de lo mucho que me odias —las lágrimas se avecinan por salir—. Te respeto Billy —Jalo un poco de mi pelo, intentando calmarme—, pero necesito que solucionen todo. No quiero seguir viviendo de mentiras —mi mirada viaja desde la maleta hacia él, quién tiene una mirada en el suelo—. Siempre es lo mismo, por lo que veo.

Mi madre tiene ganas de lanzarme otro golpe, pero él la tranquiliza.

Saben que las verdades duelen.

—Tranquila, Liv —le susurra en su oído, mientras la abraza por detrás—. Tu hija tiene razón —mi madre lo ve con los ojos abiertos, cuando lo dice—. Debemos solucionar este asunto.

Está llorando, pero asiente suavemente con la cabeza.

—Por el bien de nosotros, podemos solucionarlo —su mirada gélida hace que mi corazón se rompa. Recuerdo el día cuando me dijo que no me amaba, por tener los ojos de mi padre—. Kayla, ¡lo que te dije es una orden! ¡No me importa lo que tú pienses! ¡Mientras vivas conmigo, tienes que aceptar cada una de mis reglas!

Subo lo más rápido a mi cuarto, al llegar cierro fuertemente la puerta, y me quedo quieta por unos segundos. Trato de asimilar el infierno de a pocos, e imaginar que no es tan malo después de todo... pero no es así. Me siento sola e incomprendida, porque no puedo decidir ni hacer algo por mí misma. Es como si no tuviera sentido mi vida. Mi madre prefiere mil veces a su novio que a mí, y no debería ser así, ¿verdad?

El amor, en serio, te hace sordo y ciego.

—Kayla... —susurra mi amiga, a lo dirijo mi mirada hacia donde se encuentra. Ella me toma del brazo, y me direcciona hasta el borde de mi cama—. Lo lamento, yo tengo toda la culpa.

—Tú no tienes la culpa, Adri —coloco una mano sobre su hombro—. En algún momento, tenía que decirle todo lo que pienso, y él todavía no le ha dicho que su esposa espera un hijo —mi voz se oye quebrada. Ella trata de abrazarme con su brazo—. Lo peor es que aún quiere manipularme.

—No le hagas caso, ella está molesta. Cuando se le pase, ¡todo será mejor! —me muestra una leve sonrisa.

Seco las lágrimas de impotencia que habían salido delante de mi madre, para no dejar ningún rastro que soy débil. Respiro un poco y prosigo.

—Nada volverá a ser como antes —musito—. ¡No pienso dejarme más!

—Tranquila —Sé que no es mala. Adriana es una buena chica, a pesar de todo su comportamiento—. ¿Aún te duele la cabeza?

—Un poco... —me muestra una pequeña pastilla y me lo da. Se levanta tranquilamente, camina hacia la mesita de noche, y toma el vaso con agua para dármelo—. Adriana —la pelinegra me observa con una sonrisa cálida, y dejo de tomar, mientras pongo el vaso a un costado de la mesa de noche—. Tenemos que alistarnos, ¡vamos a salir!

—¿Estás segura? —encarna una ceja, a lo que meneo la cabeza en afirmación.

—Sí, ella me dijo que no me quiere ver, y no pienso seguir haciendo lo que me diga—hablo con frigidez—. Luego regresaré, pero no pienso quedarme más.

Ella aplaude de emoción, mientras me enseña unos vestidos para que podamos cambiarnos. A lo cual le digo que ingrese primero, y entiende a la perfección.

Sus palabras tan maliciosas siguen haciéndome sentir peor, como si no fuera capaz de hacerme valer. Me destruye por momentos, como si aún fuera manipulable. Mi madre no quiere que estudie Literatura y menos, música, porque sé que lo que más desea es que sea doctora. Haré todo lo contrario... Haré lo que me gusta.

Adriana sale lista del baño, pero me mira con tristeza desde el portón. Agarro la ropa que está en mi cama y me encamino hacia el baño, mientras le muestro mis pulgares en son de que todo está bien. Me baño y cambio lo más rápido posible; al salir, mi mejor amiga me espera con los brazos abiertos, corro y la abrazo. Sin embargo, cuando nos separamos, le pido que me maquille. Una reacción de sorpresa brota en su rostro, al cual termina accediendo.

Al acabar, me guía para salir por la ventana de mi cuarto, no es fácil ni tampoco tan difícil. Cuando nuestros pies tocan el pasto de mi patio delantero, corremos lo más rápido posible hacia la estación de autobuses. El transporte para cerca de la casa de Steven, así que esperamos pacientes todo el transcurso. No obstante, puedo verme en el reflejo de la ventana. Tengo un labial rojo oscuro, y un collar negro hermoso, que me hace ver la metamorfosis que he empezado.

Al tocar el timbre de la casa del novio de Adriana, su abuela nos recibe muy emocionada. El rubio sale hecho una bala al ver a su pelinegra de ojos marrones tan oscuros como la noche. La besa muy desmesuradamente, y la señora sonríe un poco incomoda por la situación, por lo cual se va alejando hasta adentrarse a lo que parece la cocina.

—Steven, ¡traje a Kayla! —me muestra, mi mejor amiga.

Trato de sonreír un poco, porque me siento algo rara por su gran muestra de afecto.

—¡Genial! —Su sonrisa es como la de un niño, pero se esfuma al percatarse de mis ojos—. ¿Estás bien?

Estoy a punto de responder, pero Adriana se adelanta.

—Sí, sólo tuvimos unos pequeñitos problemas con el rímel.

—¡Ah! —se toca parte de atrás de su cabeza, y Adriana lo mira muy enamorada—. ¿Quieren acompañarme al ensayo de la banda? Debo de estar ahí en unos minutos. ¡Duff nos va enseñar una nueva canción!

—Claro, ¡vamos! —mi mejor amiga me hace señal de que todo salió como planeamos, y que como tal ayudará para sentirme mejor—. ¡Axl querrá verte!

Steven suelta unas risillas por el comentario de su novia.

—Eso es cierto, al igual que mi mejor amigo —es como si intentara ponérmelo en bandeja—. ¡Lo tienes hechizo, pero es muy tímido!

No le doy importancia a lo que dicen, y caminamos hacia donde será su lugar de práctica.

La música calma el dolor de los corazones angustiados, es el mejor antídoto y remedio. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro