Uno
En tiempos antiguos, cuando los dioses aún caminaban entre los mortales, existía una creencia sagrada sobre los hilos rojos del destino. Se decía que cada persona nacía con un hilo rojo invisible atado a su dedo meñique, un hilo que los conectaba con su alma gemela, sin importar el tiempo, la distancia o las circunstancias.
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, un día cualquiera, dos almas destinadas se encontraron. Mientras uno paseaba por el mercado, sus ojos se cruzaron con los de un viajero. En ese instante, el mundo pareció detenerse.
Ambos sintieron un cálido y reconfortante sentimiento en el pecho, como si un fuego suave se encendiera en sus corazones. Sin saber por qué, uno de ellos levantó la mano y saludó al otro. El otro, sorprendido pero igualmente atraído, respondió al saludo con una sonrisa. Ambos sintieron una conexión inexplicable, como si sus almas se reconocieran después de siglos de búsqueda.
Los ancianos del pueblo, al ver la escena, susurraron entre ellos, reconociendo la señal de los destinados. Estas dos almas, unidas por el hilo rojo del destino, supieron en ese momento que sus vidas estaban entrelazadas para siempre. A partir de ese día, caminaron juntos, enfrentando desafíos y celebrando alegrías, siempre guiados por el cálido sentimiento en sus corazones que les recordaba que estaban destinados el uno para el otro.
Era su debut como titular en Argentina, había llevado a su selección hasta la final del mundial, solo era un omega de dieciocho años, había hecho más que cualquier Alfa de su edad.
Pero.
Siempre había un "Pero", lamentablemente en el último encuentro que fue la semifinal, se había lesionado, un jugador Alfa lo había golpeado apropósito en su brazo derecho, eso lo había incapacitado para poder disputar la final contra Alemania.
Confía en ese jugador del Barça, un Alfa enano que también estaba debutando en la selección como él, su nombre era Lionel Messi, el enano tenía potencial.
Los minutos empezaron a pasar, y el marcador empezó a moverse, pero... Alemania había marcado ya tres goles y ni siquiera era la mitad del segundo tiempo, Emi empezaba a desesperarse, tantos pensamientos pasaban por su cabeza.
Podía ver como el Alfa enano aún con su mejor esfuerzo, era siempre detenido por el portero de Alemania, un Alfa rubio, alto... Un Alfa imponente. Messi no pudo hacer nada, pero de igual forma... Solo era un niño de diecisiete años, no era su responsabilidad cargar con el peso de todo un país, pero ahí va el pibe.
Finalmente el encuentro terminó, Alemania se alzaba como el nuevo campeón del mundo, Emiliano se sentía tan inútil, llevo a su equipo hasta ahí, pero no pudo defenderlos... Si tan solo fuera un Alfa, sería más fuerte, y ese estúpido golpe no hubiera sido nada.
No se movió de las gradas, no tenía fuerzas, tal vez era su primer mundial, tal vez era la primera vez que era convocando, pero se sentía en el alma ese fracaso.
Sintió una profunda mirada que le quemaba, el y su omega por primera vez se sincronizaron para algo, alzó la mirada y ahí estaba él...
Manuel Neuer, el portero de Alemania, el Alfa que le había puesto fin al sueño de todo un país y dos debutantes que tenían la ilusión de ganar.
Neuer al ver que había conseguido la atención del omega argentino, se quitó los guantes y lo saludo. He ahí... Se dio.
Emi salió casi huyendo de ahí, y Manuel no le importo la celebración, ni que lo estuvieran llamando, fue tras el argentino.
—Mierda, mierda... Lo que me faltaba, que ese puto Alfa ahora va a querer imponerse.
Emiliano se fue hacia los vestuarios, era el mejor lugar para estar a solas, sus compañeros estaban aún en el campo, él tendría que estar ahí también, pero eso incluye tener que ver al Alfa alemán.
—¿Warum rennst du vor mir weg... Omega?—La simple voz del Alfa, hizo que todo en el ardiera, se sobresaltó por el susto también.
—¿Qué chotas?
Manuel ladeo la cabeza, tal como un pequeño cachorro. Sonrió al entender lo que sea que le había confundido.
—Perdón... A veces se me olvida que siempre hablo alemán para todos.
Emiliano se sonrojo más, si su voz en almen era caliente, su voz con el acento y ese español eran de otro mundo.
—¿Qué queres pibe? Habla rápido, mis compañeros y mi Alfa, están por venir.—Sí... Sabía que eso último era una mentira, pero por más que este Alfa le parezca un ser totalmente caliente, sigue siendo un Alfa desconocido y que de paso les arruino el mundial, no iba a fiarse así como así.
La cara de Manuel demostró más que enojo o algo parecido, tristeza, incluso su aroma.
—¿Tú...?
—Messi.
—Verdammter Alpha-Zwerg...
—¿Qué?
—Que fue una lastima que no hayas podido jugar... Estoy seguro de que el resultado hubiera sido muy diferente contigo en el campo... Soy Manuel Neuer.—Dijo extendiendole la mano.
—Emiliano Martínez.
Ambos estrecharon las manos sin saber que desde ese momento, sus destinos se entrelazarían para siempre.
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