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Dos


Pasaron los años y, aunque el recuerdo de aquel mundial seguía vivo en sus corazones, Manuel y Emiliano habían encontrado algo mucho más valioso.

Después de aquel primer encuentro en los vestuarios, sus caminos se cruzaron una y otra vez, hasta que finalmente aceptaron que estaban destinados a estar juntos.

Ahora, Manuel y Emiliano vivían en una acogedora casa en las afueras de un pequeño pueblo, rodeados de montañas y ríos cristalinos, muy parecido al lugar donde se conocieron. Sus vidas estaban llenas de risas, amor y complicidad. Cada día, el hilo rojo del destino que los unía se hacía más fuerte.

Una tarde de verano, mientras el sol se ponía y pintaba el cielo de tonos naranjas y rosados, Manuel y Emiliano se sentaron en el porche, disfrutando de la tranquilidad del momento. Emiliano, con una sonrisa traviesa, recordó el día en que se conocieron.

—¿Recordas cómo corrí de vos en los vestuarios?—Dijo Emi, riendo suavemente.

Manuel sonrió y asintió, sus ojos brillando con amor y ternura.

—Sí, y recuerdo cómo no me rendí hasta que te encontré. Sabía que había algo especial en ti desde el primer momento.

Emiliano se inclinó hacia Manuel y lo besó suavemente en los labios.

—Estoy tan feliz de que no te hayas rendido.

Manuel lo abrazó con fuerza, sintiendo el calor y la seguridad de su amor.

—Nunca lo haría, eres mi destino, Emi.

Los días pasaban y su amor solo crecía. Compartían sus sueños, sus miedos y sus esperanzas. Se apoyaban mutuamente en cada desafío y celebraban juntos cada victoria. Su relación era un testimonio del poder del amor verdadero y del destino que los había unido.

Una noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, Manuel tomó la mano de Emiliano y lo llevó al jardín. Bajo la luz de la luna, se arrodilló y sacó un pequeño anillo de su bolsillo.

—Emi, desde el momento en que te conocí, supe que eras el amor de mi vida. Quiero pasar el resto de mis días contigo. ¿Te casarías conmigo?

Emiliano, con lágrimas de felicidad en los ojos, asintió y abrazó a Manuel con fuerza.

—Pensé que nunca me lo ibas a pedir Alfa tonto, claro que quiero...

Y así, bajo el cielo estrellado, Manuel y Emiliano sellaron su destino, prometiéndose amor eterno. Su historia, guiada por el hilo rojo del destino, era un recordatorio de que el amor verdadero siempre encuentra su camino.


Han pasado muchos años desde que Manuel y Emiliano se unieron por el hilo rojo del destino. Ahora, tienen un hijo, Pablo Gavi, quien ha heredado la pasión por el fútbol de sus padres.

Sin embargo, una lesión le impidió participar en la Eurocopa. A pesar de su decepción, Gavi decidió acompañar a su papá Alfa, Manuel, para apoyar a Emiliano en la final de la Copa América, donde Argentina se enfrentaba a Colombia.

El estadio estaba lleno de energía y emoción. Los aficionados argentinos y colombianos llenaban las gradas, ondeando banderas y cantando a todo pulmón. Gavi, con una venda en la pierna, se sentó junto a Manuel en un lugar privilegiado, cerca del campo. Aunque no podía jugar, su corazón latía con fuerza por la emoción del partido.

El partido comenzó con intensidad. Ambos equipos luchaban ferozmente por el control del balón. Emiliano, como siempre, estaba en la portería, defendiendo con todo su corazón. Los minutos pasaban y el marcador seguía en cero, pero la tensión en el aire era palpable.

En el segundo tiempo, Colombia tuvo una oportunidad clara de gol. Un delantero colombiano se acercó peligrosamente a la portería, pero Emiliano, con una agilidad impresionante, logró detener el disparo. La multitud estalló en vítores y aplausos, y Gavi no pudo evitar sentirse orgulloso de su papá.

El tiempo reglamentario terminó sin goles, y el partido se fue a penales. La tensión era insoportable. Gavi apretó la mano de Manuel, ambos nerviosos pero esperanzados. Emiliano se preparó para enfrentar a los tiradores colombianos.

—Tranquilo... No hay nadie mejor que Emi.—Dijo Manuel viendo como su omega sonreía, era esa sonrisa de "Me los voy a joder a todos, porque soy el mejor".

—¿Ni tú?—Pregunto Gavi, su papá solo sonrió observando a su otro papá.

—Ni yo.

Uno tras otro, los jugadores se acercaban al punto de penalti. Emiliano, con una concentración inquebrantable, logró detener varios disparos, mientras que los jugadores argentinos anotaban con precisión. Finalmente, llegó el momento decisivo. Si Emiliano detenía el próximo penal, Argentina sería campeona.

El delantero colombiano tomó carrera y disparó con fuerza, pero Emiliano, con una increíble estirada, logró desviar el balón. El estadio estalló en júbilo. Argentina era campeona de la Copa América. Gavi y Manuel se abrazaron emocionados, las lágrimas de felicidad corriendo por sus rostros.

—¡Ese es mi omega!

—Te tocara cumplir tu promesa.

—¡Mierda!

No quería, pero una apuesta es una apuesta... Los colores de Argentina se le verían bien en la cabeza... ¿Verdad?

El estadio seguía vibrando con la celebración de la victoria de Argentina. Gavi, aún emocionado por el triunfo y el desempeño de su papá Emiliano, se quedó en su asiento, observando el campo. De repente, sintió una extraña sensación, como si el tiempo se detuviera por un momento.

Sus ojos se encontraron con los ojos de un joven jugador colombiano que estaba en el campo.

En ese instante, Gavi sintió una conexión inexplicable, una mezcla de emociones que lo abrumaron. Era como si el universo le estuviera enviando una señal.

El Alfa, con una sonrisa tímida, levantó la mano y saludó a Gavi. En ese momento, Gavi recordó las historias que su papá Manuel le contaba sobre cómo conoció a Emiliano.

Manuel siempre describía aquel primer encuentro como algo mágico, un momento en el que el destino se reveló de manera clara y poderosa.

Gavi sintió un Déjà Vu. Las palabras de su papá resonaban en su mente.

Cuando vi a tu otro papá por primera vez, supe que había algo especial. Sentí una conexión que no podía explicar, como si nuestras almas se reconocieran después de siglos de búsqueda.

El corazón de Gavi latía con fuerza. Cada emoción que sentía parecía intensificarse con cada segundo que pasaba. La sonrisa del Alfa, su mirada, todo le recordaba a la historia de amor de sus padres. Era como si el hilo rojo del destino estuviera tirando de él, guiándolo hacia el joven.

Gavi, aún sorprendido por la intensidad de sus sentimientos, levantó la mano y devolvió el saludo. En ese momento, supo que había encontrado a alguien especial, alguien que podría ser su destino, tal como sus padres se habían encontrado años atrás.

El estadio, lleno de ruido y celebración, se desvaneció en el fondo. Para Gavi, solo existían él y el Alfa, dos almas conectadas por un hilo invisible, destinado a unirlos sin importar el tiempo, la distancia o las circunstancias.

Aún abrumado por la intensidad de sus emociones, decidió alejarse un poco para aclarar su mente. Cojeando ligeramente debido a su lesión, se dirigió hacia una zona más tranquila del estadio. Sin embargo, no pudo evitar mirar hacia atrás y ver que el Alfa lo seguía.

—Ay, no—Murmuró Gavi para sí mismo, recordando cómo su papá Emiliano había huido de Manuel en su primer encuentro. Decidió acelerar el paso, pero su pierna lesionada no cooperaba del todo.

El Alfa, notando la situación, apresuró el paso y alcanzó a Gavi justo cuando este se detuvo, sintiendo una punzada de dolor en su pierna.

—¡Oye, parcero!—Dijo con una sonrisa amigable.

—Bonito, no era mi intención asustarlo parcero, siempre soñé con conocer a mi otra mitad y creo que es usted.

Gavi, sorprendido por las palabras del Alfa, sintió una oleada de emociones. Esas mismas palabras, casi exactas, eran las que su papá Manuel le había dicho a Emiliano cuando se conocieron. Conmovido, Gavi miró a Richard a los ojos.

—Soy Pablo Martín Neuer Martínez, pero todos me dicen Gavi.—Dijo, extendiendo su mano, era su apodo desde que tenía memoria, según su papá Alfa, "Gavi" en alemán era algo como "Corazón o Terremoto" y ambas le quedaban como anillo al dedo.

El Alfa sonrió y estrechó la mano de Gavi con firmeza.

—Richard Rios, es un placer conocerte, Gavi.

En ese momento, ambos sintieron una conexión profunda, como si sus almas se reconocieran. Era un Déjà Vu, un reflejo del encuentro de sus padres, pero con su propio toque único y especial.

El estadio, lleno de ruido y celebración, se desvaneció en el fondo. Para Gavi y Richard, solo existían ellos dos, unidos por el hilo rojo del destino, destinados a estar juntos sin importar las circunstancias.


Manuel estaba disfrutando del ambiente festivo en el estadio, aún emocionado por la victoria de Argentina. Estaba sentado, observando a Emiliano celebrar en el campo, cuando de repente se dio cuenta de que su pequeño bebé, su principito, su omega de ojitos bonitos, ya no estaba a su lado.

—¿Dónde está Gavi? —Murmuró Manuel, frunciendo el ceño mientras miraba a su alrededor.

Su corazón protector de papá celoso comenzó a latir más rápido. Se levantó de su asiento y empezó a buscar a Gavi entre la multitud. Fue entonces cuando lo vio, a lo lejos, sentado en un banco con un joven colombiano. Manuel entrecerró los ojos, reconociendo al “roba hijos” que se había acercado a su pequeño.

—¡Ese es Richard Rios! —Exclamó Manuel, sintiendo una mezcla de sorpresa y preocupación, conocía al Alfa por los miles de Tik tok's de él y las veces que lo vio en la pizarra de Scaloni antes del encuentro.

¡Y quería de seguro quitarle a su bebé!

Decidido a intervenir, Manuel comenzó a caminar hacia ellos, pero antes de que pudiera llegar, sintió una mano firme en su oreja. Se giró y vio a Emiliano, quien había dejado el campo y ahora lo miraba con una mezcla de diversión y advertencia.

—Ay, Manu—Dijo Emiliano, tirando suavemente de la oreja de su esposo.

—Déjalos en paz. Están teniendo un momento único.

Manuel se detuvo, aún preocupado, pero la mirada de Emiliano lo calmó un poco.

—Pero… ¡Es nuestro bebé! —Protestó Manuel, aunque su tono era más suave ahora.

Emiliano sonrió y lo soltó, acariciando su mejilla.

—Lo sé, amor, pero recorda cómo nos conocimos. A veces, el destino necesita un poco de espacio para trabajar su magia.

Manuel suspiró y asintió, aunque no pudo evitar seguir mirando a Gavi y Richard con ojos protectores. Emiliano lo abrazó y juntos observaron cómo su hijo y el joven colombiano compartían risas y palabras, creando su propia historia de amor.

Han pasado tres meses desde que Gavi y Richard se conocieron en la final de la Copa América. Durante ese tiempo, su relación floreció a pesar de la distancia. Richard, decidido a estar más cerca de su omega, tomó la decisión de fichar por el Barça, dejando Palmeiras atrás. La noticia emocionó a Gavi, quien aceptó ser su pareja oficialmente.

El día de la gran charla con el suegro llegó. Richard, nervioso pero decidido, se dirigió a la casa de Gavi para hablar con Manuel. Sabía que este momento era crucial y que debía ganarse la aprobación del protector papá Alfa.

Manuel estaba en la sala, esperando a Richard con una expresión seria. Emiliano, tratando de calmar los nervios de su esposo, le dio un suave apretón en el hombro antes de salir de la habitación.

—No le tengas miedo, tiene cara de gato gruñon, pero es una masita, dale pibe anda.—Dijo Emiliano con una sonrisa alentadora antes de cerrar la puerta.

Richard tragó saliva y se acercó a Manuel, quien lo miraba fijamente.

—Siéntate, Richard —Dijo Manuel, señalando una silla frente a él.

Richard se sentó, tratando de mantener la calma. Manuel se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los de Richard.

—Así que, Richard, ¿Quieres salir con mi hijo? —Preguntó Manuel, su tono serio.

Richard asintió, sintiendo el sudor en sus palmas.

—Sí, señor, amo a Gavi y quiero estar con él.

Manuel se recostó en su silla, cruzando los brazos.

—¿Sabes lo que significa estar con mi hijo? —preguntó Manuel.

—Significa que tienes que protegerlo, respetarlo y amarlo con todo tu corazón. ¿Estás preparado para eso?

Richard asintió de nuevo, su voz firme.

—Sí, señor, estoy preparado para todo eso y más. Gavi es mi destino, y haré todo lo posible para hacerlo feliz.

Manuel lo miró en silencio por un momento, evaluando sus palabras. Luego, se levantó y caminó hacia una mesa cercana, donde había una foto de Gavi de niño.

—¿Ves esta foto? —Dijo Manuel, levantando la foto.

—Este es mi principito, mi omega de ojitos bonitos. Si alguna vez le haces daño, te aseguro que no habrá lugar en este mundo donde puedas esconderte.

Richard tragó saliva de nuevo, pero mantuvo la mirada firme.

—Nunca le haría daño, señor. Lo prometo.

En ese momento, Emiliano entró en la sala, sonriendo.

—Manuel Peter Neuer.

—¡No he hecho nada amor!—Dijo el Alfa con una expresión de susto, teniendo las manos hacia arriba

—Deja de asustar al pobre pibe.— Emiliano, dándole un suave golpe en el brazo.

—Richard, bienvenido a la familia.

Manuel suspiró y asintió, extendiendo la mano hacia Richard.

—Está bien, Richard. Confío en ti. Pero recuerda, siempre estaré vigilando.

Richard estrechó la mano de Manuel, sintiendo una mezcla de alivio y respeto.

—Gracias, señor. No lo decepcionaré.

Y así, con la bendición de Manuel y Emiliano, Richard y Gavi comenzaron un nuevo capítulo en su relación, sabiendo que tenían el apoyo y la protección de su familia.

Fin.

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