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48. Los Felices.




Cody y Tina llegaron junto a Alice y Edward al edificio que se suponía era donde se habrían de encontrar con el resto de los miembros.

"Esto está abandonado," notó Tina.

Frente a ellos estaba un edificio de concreto de tres pisos. Desde donde estaban parados, solo se lograban ver un par de ventanas a la mitad, y el resto era oscuridad. Había exactamente una entrada, pero no era necesario abrirla para saber qué había dentro, ya que la ausencia de ventanas les permitía ver lo abandonado que estaba. Además de que dejaba salir un par de hedores que no eran nada placenteros.

"¿Qué te hace pensar eso?" le dijo Alice con obvio sarcasmo. "¿Estás seguro que es aquí, Edward?"

El primo de Alice le sonrió y se adelantó hacia la entrada. "Natürlich," respondió antes de abrirse paso hacia lo que parecía ser el edifico menos cuidado del siglo.

Por dentro, el edificio parecía ser incluso más antihigiénico, lo cual sorprendió a Cody. Por el suelo encontró varios artefactos misteriosos, los cuales Cody decidió ignorar por su propio bien. En las paredes se podían observar grafitis, algunos encima de otros, con letras que no tenían ningún sentido para él. Los olores a animal muerto se vieron intensificados ahí dentro.

Edward sacó una linterna de la mochila que había llevado consigo y la encendió, alumbrando un poco más la habitación. "Síganme," les dijo a los tres, quienes no dudaron ni un segundo en cumplir sus órdenes mientras el chico se adentraba en el edificio.

"¿Venimos a una junta o a contrabandear drogas?" preguntó Tina. Y aunque Edward rio ante su comentario, Cody pudo ver que la preocupación de Tina no era una broma.

"Según las direcciones que me dieron, debería ser esta puerta," dijo Edward una vez que estuvieron frente a unas puertas dobles que tenían una pequeña ventana ennegrecida por la mugre cada una. "Las escaleras del edificio."

Abrieron las puertas con extremo cuidado, la luz de la linterna dejándoles ver parcialmente las escaleras que todo edificio promedio debía tener. Giraban por las paredes hacia arriba unos cuantos pisos, una puerta en cada piso. Cody se preguntó cuántos pisos tendrían que subir. Sin embargo, Edward comenzó a bajar.

Una vez más, pusieron su fe en el chico con la linterna y el acento extranjero, cosa que tenía un poco nervioso a Cody. No sabía si se debía a eso o a los olores intensos del lugar, pero empezaba a sentir que las náuseas se apoderaban de su cuerpo.

Siguieron a Edward hasta el piso inferior del que estaban originalmente, el cual Cody supuso era el sótano al edificio. Supuso de igual manera que Edward se tomaría su tiempo para entrar a una habitación desconocida, pero se vio sorprendido al ver al chico empujar la puerta en el momento en el que llegó a ella. No obstante, su sorpresa no terminó ahí.

La habitación que tenía frente a sus ojos asombró a Cody más de lo que debería. Aunque en sí era una habitación simple, nada lujurioso, era el cielo en comparación con el resto del edificio. Los muebles brillaban de lo limpios que estaban. El suelo reflejaba dichos muebles y a las personas sentadas en ellos. Incluso bajo la simple luz de un par de bombillas, la elegancia del lugar era un hermoso resplandor que al mismo tiempo resultaba intimidante. Cody sintió de pronto que debió haber llevado un traje y champaña para poder encajar con los demás.

"¿Qué clase de fiesta para gente de negocios es esta?" preguntó Tina, como si estuviese leyéndole la mente a Cody. "Pensé que era una simple junta."

"Es una ocasión especial," respondió Edward, entrando en la habitación como si fuese su hogar. "Además, creen que les da un poco más de credibilidad. Ya saben, por si alguien tiene dudas sobre si lo que hacen aquí es significativo."

"Tienen razón," comentó Alice. "Yo los tomaría en serio, aunque comenzaran a hablar tonterías."

Y la verdad era que, con todos los presentes bien vestidos, Cody sentía que debía portarse como un joven adulto ejemplar para no decepcionar a nadie. Por poco olvidaba que estaba ahí para discutir sobre planes para derrotar a un enemigo en común.

"Bienvenidos sean, chicos," llamó su atención una voz masculina. Al voltear hacia el origen de dicha voz, se encontraron con un señor afroamericano de aproximadamente cuarenta años de edad. Vestía un traje, igual que todos los demás, y les sonreía con sus dientes blancos como perlas mientras los examinaba a todos en un abrir y cerrar de ojos. "Los estábamos esperando."

"Espero no haber llegado muy tarde, Jeffrey," lo saludó Edward. "El tráfico era horrible hoy."

"Para nada, Edward. La junta aún no comienza. En cualquier momento dejarán entrar al resto de los invitados y comenzará."

"Magnifico. Un gusto volver a verte, como siempre." Edward se despidió con una sonrisa del señor y continuó hacia el resto de la gente que se encontraba en el centro de la habitación. No fue hasta que iban a comenzar a saludar al resto de la gente que se abrió una puerta hasta el fondo y de ella salió una muchacha de no más de veinte años con un megáfono.

"La junta está a punto de comenzar, por favor todos tomen asiento," dijo a través del aparato.

Al mismo tiempo, por la puerta por la que ella había salido comenzaron a salir varios chicos cargando sillas blancas de plástico. Las pusieron en orden alrededor de los sofás y en cuanto el último chico cruzó de nuevo hacia la otra habitación, comenzaron a salir personas de todas las edades por la misma puerta una vez más. A diferencia de los demás, ellos parecían personas normales que habían llegado a un lugar desconocido pero intrigante. Se sentaron en las sillas que acababan de dejar los otros chicos y esperaron pacientemente a que todos hubiesen terminado, incluyendo a Cody y sus amigos.

"Tienes que disculpar la formalidad," le susurró Edward a Cody, quien estaba sentado junto a él en una de las sillas de plástico. "Les gusta. Son gente de negocios después de todo."

"¿No les molesta que nosotros no hiciéramos lo mismo?" preguntó Cody.

"En realidad, no. Solo hacen esto porque quieren parecer una organización organizada," dijo, haciendo comillas entre las últimas dos palabras.

Cuando por fin se hubieron sentado todos, una señora de unos treinta años se levantó de su lugar y se aclaró la garganta.

"Bienvenidos sean todos. Gracias por honrarnos con su presencia este día." Escuchar su voz era como si pétalos de rosas estuviesen rosando tus oídos. Su voz era tan suave que podría dormir a cualquier niño en cuestión de segundos. En el vestido negro en el que se encontraba, ella le recordaba a Cody a una espía de películas de acción. De esas que seducían a los hombres para sacarles información y luego matarlos. Su cuerpo no se quedaba atrás.

"Para los que no me conocen, mi nombre es Susan Jovovich," dijo en un dulce tono. "Co-fundadora de esta organización. Esta reunión, aunque abierta a un público selecto, se deberá mantener entre los miembros formales del grupo aquí sentados." Jovovich apuntó con ambas manos a los señores en traje sentados frente a ella. "De los cuales algunos son grandes contribuidores a nuestra noble causa. Ahora les pediré a todos los demás que guarden silencio hasta que sea hora de las preguntas y sugerencias, por favor."

Comenzaron hablando de proyectos pasados que habían sido un éxito. La mayoría, aunque pequeños, habían cambiado la comunidad de una manera increíble (o al menos eso era lo que Jovovich dijo). Después hablaron de maneras en las que podrían hacer crecer a la organización. Luego sobre algunos problemas que habían tenido con la policía y cómo evitarlos de nuevo. Finalmente hablaron de lo que la mayoría había ido a discutir.

"Domínguez," dijo Susan. La habitación quedó tan callada que se podría escuchar una aguja caer. "Creo que todos aquí estamos bien informados de quién en él, pero para aquéllos que no estén seguros, lo resumiré."

En la pantalla inteligente que había pegada a una de las paredes apareció la imagen de un hombre en bata de científico y con una sonrisa orgullosa en su rostro.

"Él es Domínguez," comenzó Susan. "Dr. Domínguez, como le dicen sus colegas. Es un famoso científico que ha dedicado una buena porción de su vida a buscar la cura a la homosexualidad."

Cody notó que algunos de los presentes se dirigían miradas los unos a los otros, pero nadie dijo una palabra. Jovovich continuó.

"No sabemos por qué, ni qué gana de ello, pero lamentablemente su pasión por el tema lo ha llevado a varios 'logros' como la reciente creación de la Asociación de Terapia Reparativa de la Homosexualidad en Texas, o TARTH por sus siglas en inglés. Una asociación que no es nada más que un señuelo para lo que sea que Domínguez planea hacer en verdad. Por años hemos seguido a Domínguez de cerca, y si algo hemos descubierto es que no conoce límites. Él cree que puede encontrar la cura para la homosexualidad, y cuando se propone algo, lucha hasta lograrlo."

Para ese punto le habría sorprendido a Cody que nadie estuviera hablando, pero la verdad es que muchos tenían demasiado qué decir. La gente a su alrededor comenzó a hablar sobre lo estúpido que era la idea de querer curar la homosexualidad, sobre lo tonto que era que los padres permitieran que algo así sucediera, y algunas otras cosas no muy lindas sobre Domínguez y su asociación.

Cody no pudo con la curiosidad. Levantó la mano, esperando a que Jovovich lo viera y le diera permiso de hablar. Como no parecía notarlo, se levantó de su asiento y levanto más la mano.

Nada. Nadie parecía notar que alguien tenía algo qué decir.

"¿Y si...?" dijo Cody, siendo interrumpido por un chico que gritaba cosas malas sobre la familia de Domínguez. "¿Y si es que...?" intentó una vez más solo para ser ignorado de nuevo. "¡¿Y si es posible que descubra una cura?!" exclamó, finalmente llamando la atención un poco más de lo que quería. Todos se quedaron callados de nuevo, como si hubiese dicho algo prohibido.

"¿Cómo dices?" preguntó Jovovich acercándose a él. Su mirada intimidante lo hizo arrepentirse de haber hablado.

"Dije que... ¿qué pasa si en realidad descubre una cura?"

Jovovich lo observó con curiosidad. Lo examinó de arriba hacia abajo meticulosamente hasta que estuvo a centímetros de él. "¿Cuál es tu nombre?"

"Cody," respondió él, su voz cortada, temiendo que se había condenado a sí mismo a la hoguera.

"Cody, dime algo. ¿Qué te trae aquí con nosotros el día de hoy?"

"¿Disculpe?" preguntó Cody.

"Sí, ¿cuál es el motivo de tu presencia?"

Cody tuvo que pensar bien su respuesta. "Quiero derrocar a Domínguez y su asociación."

"Buena respuesta," le dijo Jovovich. "Y, ¿por qué quieres eso?"

"Porque él tiene a mi novio ahí," respondió.

"Bueno, ¿y tú quisieras que encontrase la cura y la aplicase en tu novio?" La cara de Jovovich le decía a Cody que debía callarse y sentarse de inmediato.

"No."

"No. Por supuesto que no," dijo ella, volteando de nuevo hacia el resto del público. "Es por eso que queremos destruir este imperio de terror que Domínguez ha creado. Necesitamos asegurarnos de que todos y cada uno de los pobres e inocentes jóvenes ahí dentro salgan sanos y salvos."

Aunque esa no era exactamente la respuesta que Cody buscaba, decidió dejar que la apasionada señora Jovovich continuara con su discurso.

Al terminar, todos comenzaron a hacer preguntas similares las unas a las otras. ¿Cuál será el plan? ¿Cuándo nos volveremos a encontrar? ¿Saben dónde está el baño? Pero Jovovich y sus acompañantes parecían no querer dar mucha información. Evadían todas las preguntas importantes con la misma estrategia que había utilizado Jovovich con Cody, y eso le pareció bastante inusual.
"Sería el fin de nosotros," dijo una voz detrás de Cody. Al voltear se encontró con el primo de Alice viéndolo seriamente. "Si Domínguez lograra descubrir o inventar la cura de la homosexualidad, sería el fin de tanto este grupo como de los homosexuales en sí."

"¿Tú crees? ¿Por qué?" preguntó Cody, feliz de que alguien estuviera contestando su pregunta.

"Piénsalo bien," continuó Edward. "¿Cuánta gente hay en este país solamente que quiere desesperadamente deshacerse de "los gays"? Ahora imagina que la cura saliera a flote, especialmente si no presentara ningún riesgo al ser aplicada. La gente se volvería loca, exigiendo que le sea aplicada a todos. No solo en el país, sino en el mundo entero."

"Pero, para lograr eso tendrían que considerar la homosexualidad una enfermedad primero, ¿no es así?"

Edward asintió con la cabeza. "Correcto. Lamentablemente estamos más cerca de ello de lo que crees. Solo necesitan ese pequeño empujoncito y ya, ¡BOOM! El mundo entero saltará de felicidad. O al menos la parte de él que todavía vive en la época de piedra."

"Pero digamos que sí es posible curarla, y que te dicen que está comprobado que es una enfermedad. Te dan la opción de curarte, ¿no tendrías al menos la menor curiosidad de hacerlo?"

Edward sonrió y sacudió la cabeza al mismo tiempo. "No me sorprendería si hubieses caído en cuenta de tu sexualidad hace poco, Cody. ¿Era Cody? Bueno. Déjame te cuento una pequeña historia, ¿sí?"

Cody buscó a su alrededor por Tina y se sorprendió al encontrarla en una plática con Alice y otras chicas. Se dio cuenta de que la mayoría de las personas ya se habían dispersado y que ahora eran pequeños grupos que compartían historias o hablaban de lo genial que era estar ahí. Era maravilloso simplemente pensar que él formaba parte de esa comunidad donde todos parecían tener una voz que era escuchada y apoyada por la de los demás. Así que le permitió a Edward continuar en el espíritu de la ocasión.

"Adelante."

"Muy bien. Hace mucho, mucho tiempo en un lugar muy, muy lejano había dos príncipes que vivían felizmente en su castillo. Un día, ambos príncipes decidieron salir a jugar en el jardín, pero lo que no se imaginaban era que uno de los corceles se había escapado y estaba bastante asustado, corriendo por todas partes alocado. Uno de los príncipes lo vio dirigiéndose hacia donde estaba su príncipe e intentó gritarle que se quitara del camino. Desafortunadamente, el otro príncipe llevaba puestos audífonos y no pudo escuchar las advertencias del primero. Así que este salió corriendo hacia él y lo tomó en sus brazos mientras el corcel chocaba con ellos dos."

"¿Qué les pasó a los príncipes?" preguntó Cody, sabiendo desde entonces que algo no había salido bien.

"Pues el príncipe que llevaba los audífonos sólo recibió un par de lesiones y un brazo roto, pero el que lo salvó no tuvo tanta suerte. Murió en los brazos del otro."

"Suena bastante triste," fue lo único que Cody pudo decir. Sospechaba que la historia era más que simplemente eso, y tenía razón.

"Lo es," concordó Edward con una voz más seria y profunda. "Él me salvó la vida, Cody. Y si alguien quiere llamar eso una enfermedad, adelante. Pero yo lo llamo amor, y ni loco tomaría una cura para ello."

Cody agachó la cabeza y asintió lentamente. "Ahora entiendo. Gracias, Edward.

El primo de Alice puso su mano en el hombro de Cody y le sonrió. "Mientras tanto, yo intentaré hacerle honor al nombre de mi príncipe salvando a todos aquéllos que están atrapados en la torre del malvado Domínguez. Y ellos," señaló a las personas detrás de sí, "son los valientes caballeros que me acompañarán. Solo es cuestión de tiempo que se nos ocurra un plan, y luego Domínguez deseará nunca haberse metido con nosotros."

Y entonces entendió por qué era que él quedaba perfectamente con los demás: Cody también debía salvar a su príncipe, sin importar el precio que tuviera que pagar.

Tina y Alice regresaron con Cody, aun hablando de lo que habían estado discutiendo con las otras chicas.

"¿Están listos?" preguntó Alice y ambos chicos asintieron. "Bien, vámonos."

Comenzaron a caminar hacia la puerta por la cual habían entrado, pero al llegar una persona detuvo la puerta y les prohibió la pasada. "Disculpen, pero tendrán que..."

"¿Tú?" El rostro de Tina no pudo haber expresado mejor la situación.

Delante de ellos estaba parado Manson, tratando de impedir que salieran por la puerta, pero totalmente petrificado al ver de quiénes se trataban. "Hola... muchachos. ¿Qué hacen aquí?"

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