14. Te explico.
"Dime lo que viste."
Tina me había llevado al baño para ayudarme a limpiar la sangre de mi rostro. De alguna manera había logrado cerrar la puerta antes de que Alice lograra entrar junto a nosotros. Me había sentado en el retrete, había tomado papel sanitario húmedo y comenzaba a limpiar la sangre que bajaba lentamente por mi barbilla.
"¿Eh?" pregunté. Estaba bastante aturdido por todo lo que había pasado los últimos minutos de mi vida. No pensaba con claridad y me costaba comprender lo que Tina me preguntaba.
"Cuando te recogí del suelo tus ojos estaban cambiando de color," me explicó. "¿Qué viste? ¿Algo nuevo?"
Hice una mueca mientras ella limpiaba mi labio inferior. No había visto mi reflejo en el espejo, pero suponía que era de ahí que salía toda la sangre.
"Nada importante," le mentí, cansado de tener que preocuparme por Max de nuevo. Entendía que la visión era importante. Entendía que la vida de Max estaba en peligro. Pero ya había tenido demasiado como para que me importara. De hecho, había tenido demasiado de todos. "¿Nos vamos de esta estúpida fiesta? Te contaré todo después."
"Claro, pero..." Tina miró hacia la puerta del baño. "¿Cómo vas a irte sin Cruela De Vil?"
Bufé, cansado por igual de los pequeños insultos de parte de Tina hacia Alice. Pero tenía razón, Alice debía estar esperando a que saliera del baño para hacerme un cuestionario.
"Ya se me ocurrirá algo," dije. Me levanté y tiré el papel higiénico.
Caminamos hasta la entrada y la abrí un poco para echar un vistazo afuera.
"No la veo," susurré. "Vamos, rápido."
Comencé a caminar a la salida con paso rápido. La sala estaba considerablemente sola, considerando que un par de minutos antes había estado llena de personas.
No le di importancia y salí de la casa sin mirar atrás, escuchando los pasos apresurados de Tina detrás de mí. Habíamos salido y ya no quedaba más que explicarle lo que había ocurrido.
Pasamos dos calles antes de comenzar a hablar del tema.
"No sé si quieras saber qué fue lo que vi," la tomé por sorpresa.
"¿Por qué no querría?" preguntó. Ella sabía que si yo estaba consciente de que podía contar con ella para lo que fuera, y que si había algo que no estaba dispuesto a compartir era porque se trataba de algo horrendo, o no se trataba de mí... en este caso, ambas.
Aunque no sabía cómo empezar, lo intenté. "¿Recuerdas lo que dijiste sobre mis visiones?" La expresión en su rostro me dijo que no tenía ni idea. "¿Sobre que siempre se vuelven realidad de una manera u otra?"
"Oh, sí. Ya lo recuerdo, ¿Eso qué tiene que ver?"
"Pues no me gustaría que esta se volviera realidad."
"Creo que es así con todas tus visiones."
"Me refiero a que, si esta es real, no hay vuelta atrás." Intenté poner la expresión más seria que pudiera lograr para demostrarle que no estaba bromeando, que se trataba de algo demasiado complicado.
"Pues... dime qué viste."
"A Max," me limité a decir.
"Igual que siempre, ¿Qué más?"
No podía formular las palabras en mi cabeza para explicarme a mí mismo lo que había visto, ¿Cómo se lo iba a explicar a ella en voz alta?
"La escuela."
"A Max en la escuela," concluyó.
A medida que caminábamos sentía un nudo en mi garganta crecer. Era como si entre más quisiera decirlo, menos me lo permitieran mis cuerdas vocales. No podía símplemente formular las palabras como si estuviera recitando un poema.
"¿Qué le ocurrirá a Max ahora?" volvió a hablar. Ya estábamos considerablemente lejos de la fiesta (o lo que quedaba de ella), y ni siquiera estaba seguro de adónde nos dirigíamos.
"Él..." tomé aire y lo exhalé, intentando convencerme de que decirle sería lo mejor. Después de todo, tal vez ella tendría la solución. ¡Tina siempre tenía la solución!
"Él... va a brincar del techo."
Juro que la expresión que puso Tina después de decirle eso fue lo más gracioso que había visto en bastante tiempo. De no ser que estábamos hablando de algo serio, me habría carcajeado hasta que me doliera el estómago.
"¿Se va a suicidar?" preguntó Tina, esta vez en voz baja.
Asentí como respuesta y ella agachó la cabeza unos segundos. Seguimos caminando en silencio un par de calles y ya comenzaba a reconocer el camino de regreso.
Ahora que había sacado eso de mi sistema, sentía un gran alivio dentro de mí. El compartir mis problemas con Tina siempre parecía llenarme con paz.
Aunque la noche estaba un poco fría, era agradable. No muchos carros pasaban cerca de nosotros, y mientras cruzábamos por un gigantesco parque me di cuenta de la grandiosa velada que tenía frente a mí.
El viento movía los árboles de modo que hacía caer las hojas cafés que alguna vez habían estado llenas de vida. Las estrellas sobre nosotros, a pesar de ser pocas, iluminaban el cielo como luces de navidad a un pino. Algunas familias seguían disfrutando de la frescura de una de las últimas noches del verano.
Poco a poco me llegó el impacto de cuánto había cambiado mi vida en las últimas semanas. Parecía que había estado viviendo en el mismo momento una y otra vez con tantas preocupaciones y confusiones en la cabeza, pero no era así. Me di cuenta de que el mundo no para mientras tus problemas aparecen. El mundo sigue adelante, al igual que siempre. No importaba qué tan lento fuera para ti, para otra persona puede estarse yendo demasiado rápido. Así era la vida.
"¿Recuerdas que debía contarte algo?" La repentina voz de Tina me sobresaltó. Me había desconectado del mundo, perdido en mis pensamientos, irónicamente olvidando que seguía adelante.
"¿Eh?" fue todo lo que pude formular.
"Te dije que debía contarte algo sobre tus visiones."
Un nuevo sentimiento comenzó a circular por mi sistema. La curiosidad cambió lugares con la preocupación, la emoción con la tristeza. De pronto quería saber todo lo que tuviera que decirme sobre mis visiones.
"¡Cierto!" exclamé. "¿Qué cosa?"
"Oye, tranquilo," me sonrió. "Te explicaré ya."
"Adelante, soy todo oídos."
"Debe ser asqueroso," respondió con una leve risita.
Le di un golpe amistodo en el hombro y entrecerré los ojos. "¡Ya dime!"
"Está bien," comenzó a explicarme. "Como ya sabes, he estado investigando mucho sobre tus visiones últimamente-"
"Cosa que te agradezco," la interrumpí, dándome cuenta demasiado tarde. "Lo siento, continúa."
"Y seguí investigando sobre el programa de Raven. Me permití a mí misma pensar más allá de lo común, y llegué a una conclusión: todo es posible."
"¿Y eso qué quiere decir?" pregunté con una mueca en el rostro.
"Quiere decir que si tú puedes ver el futuro, es posible que otras personas puedan. Y, si otras personas pueden ver el futuro, ¿Quién mejor para consultar que el creador de dicho programa?"
"¡Eres una genio, Tina!" exclamé con una gran sonrisa. Sonaba lógico que el creador de That's So Raven supiera algo sobre las visiones. Después de todo, sería demasiada coincidencia si no tuviera la más mínima idea de por qué me estaba pasando lo mismo que al personaje principal de su programa.
"Entonces," continuó Tina, al ver mi emoción, ella no había podido contener una sonrisa, "lo contacté."
"¡¿Al creador?!"
"¡No! ¡Al señor dentro del disfraz de Barney! ¡Claro que al creador!"
"Ya va, ya va. ¡Cuéntame!" Me sentía demasiado emocionado por la idea de estar más y más cerca de respuestas a mis dudas.
"Llámalo coincidencia, un milagro, o como quieras, pero el señor no vive tan lejos de aquí."
"¿Bromeas? ¿Dónde vive?"
"Después del dinero que logró con Raven, decidió vivir en las afueras de la ciudad. Justo a unas horas de aquí."
"¡Suena perfecto!"
"Lo es. Lo mejor que todo es que aceptó recibir una visita."
"Eso sí que es raro," comenté. Uno creería que alguien así no recibiría visitas de 'fans'.
"Lo sé, pero no se pudo negar cuando le conté que mi amigo había visto a alguien caer de las escaleras antes de que ocurriera. Fue algo tonto y peligroso decírselo, pero tuve que arriesgarme o no querría ayudar."
"¿Estás demente? Cualquiera diría que estás alucinando."
"Lo entiendo, pero ahora más que nunca sabemos que es una buena idea ir a visitarlo. Si no se negó después de haberle dicho eso, puede que estemos yendo en el camino indicado."
Y así fue al día siguiente. Mi padre estuvo de acuerdo en llevarnos hasta la casa del señor Michael Poryes. Lo convencí de que había ganado un importante premio escolar y que ver a ese señor era el premio. Después de un par de preguntas, no tuvo problema alguno.
Ya habíamos estado en la carretera por media hora. Con mi padre conduciendo, Tina y yo en la parte trasera del coche, el sol en lo alto a tan temprana hora... viajar en auto no era exactamente placentero.
Comenzaba a sentir que necesitaba un descanso cuando mi padre nos ofreció parar para comer. Unos minutos después estábamos dentro de un restaurante a la antigua, viendo las delicias que ofrecía para satisfacer nuestras necesidades.
Estar ahí me hacía pensar que estaba en una de esas películas que mis padres solían ver cuando eran jóvenes adultos. El piso parecía un tablero de ajedrez, las paredes estaban pintadas de colores pastel, las mesas decoradas con el mismo estilo metálico que la barra principal... era como estar en el pasado.
Al sentarnos, una señora no tan joven con un gran overol llegó con una pequeña libreta en una mano y un lápiz en otra. Su sonrisa era casi tan falsa como su peluca, pero era su trabajo sonreír, así que le di puntos por intentarlo.
Mientras esperábamos por nuestra comida, un extraño señor se acercó con nosotros con una gran sonrisa en su rostro. Era más o menos de la edad de mi padre, y me parecía que él podría calificar en los estereotipos de un violador en cubierto. Su atuendo no me ayudaba mucho a pensar de otra manera, tampoco. Llevaba una chaqueta café claro, un sombrero y botas cafés, y bajo su brazo derecho cargaba un rollo de papel periódico. Se vería sospechoso hasta en una convención de disfraces.
"No lo puedo creer," dijo con gran entusiasmo al llegar a la mesa. "¿Samuel Castillo?"
"¡Beto!" mi padre se levantó de su asiento y recibió al hombre con los brazos abiertos. A juzgar por la manera en la que se había dirigido al hombre, sospechaba que se conocían de la universidad. Le di una fugaz mirada a Tina y luego volví la mirada a ellos dos.
"¿Cuándo tiempo?" preguntó Beto palmeando la espalda de mi padre.
"Parecen siglos," respondió él. "Hay tantas cosas de las que tenemos que hablar..."
"¡Lo sé! Tenemos que aprovechar ahora que estamos aquí."
"No lo sé..." mi padre volteó rápidamente hacia Tina y a mí. Sabía que, por más que quisiera hablar con ese señor, no quería dejarnos solos en un lugar desconocido.
"Vayan a hablar," le dije a mi padre con una sonrisa. "No nos moveremos de aquí."
"¿Lo ves?" le dijo Beto. "A ellos no les importa, y estaremos justo allí," apuntó a la barra de enfrente. "Sólo serán un par de minutos," insistió el señor.
"Está bien," respondió mi padre con un suspiro. "No se muevan, ¿Okay?"
"Entendido," le aseguré y él se fue.
Después de menos de un minuto, comencé la conversación por la que en realidad había urgido a mi padre a irse. Había recordado a último momento lo que había visto solo un par de días antes en mi visión con Tina. Sabía que no había pasado mucho tiempo desde entonces, pero seguía siendo un problema para ella aunque no lo mencionara. Quería ser un buen amigo, y el que no hubiera hablado de eso antes no era tan buena manera de demostrarlo.
"Hablando de eso," le dije para empezar, aunque no estábamos hablando de nada que se relacionara, "¿Qué ha pasado con el tema de... Manson?"
La simple mención del nombre hizo que una sombra apareciera en su rostro. No sabía cómo era posible que el ánimo de alguien cambiara con una sola palabra, pero ahí estaba ella como prueba.
"¿Qué podría pasar?" respondió en voz baja. "Aparte de lo obvio: mi padre sigue insistiendo poco a poco, me dice que no es lo correcto, pero es lo mejor."
"¿Y tú sigues con el mismo pensamiento?"
"Hasta ahora, sí," respondió con firmeza. "Y por ahora no pienso cambiarlo."
"Está bien," dije levantando las manos. "Sólo preguntaba para asegurarme."
Tina asintió y yo me quedé sin más para decir. Quería hablar de ello, asegurarle que las cosas se resolverían, que no había nada por lo que preocuparse, que encontraría la manera de sacarla de ese embrollo... pero la realidad era que no tenía ni idea de qué hacer en una situación como esa. Lo único que se me ocurría era asegurarle que haría hasta lo imposible para apoyarla hasta el final...
"Hay algo que no te dije el otro día," comentó Tina, sacándome de mis pensamientos, y dándome otra razón para continuar hablando de eso.
"¿Qué cosa?" la animé a seguir.
"Es... algo malo," aseguró ella. "Algo que no ayuda nada. Al contrario, empeora la situación."
"Si no me dices ahora, te juro que me da un paro de los nervios, Tina. ¿Qué pasa? ¿Qué puede empeorarlo todo?"
Tina tomó aire profundamente y miró alrededor para asegurarse de que nadie estuviera escuchando. Después de lo que me parecieron 30 minutos, Tina lo soltó. "Yo tampoco tengo papeles."
"¡¿ERES IL-" Tina tapó mi boca con ambas manos.
"¿Podrías hablar más alto?" me susurró.
Levanté las manos para indicarle que ya estaba tranquilo. Ella me soltó y yo solté aire mientras meditaba la situación. Tenía mucho más sentido que la quisieran casar para poder arreglar los papeles de todos ellos. Para cuando ella se volviera ciudadana, podría ser demasiado tarde. A parte, era mucho más difícil que le dieran los papeles estando soltera si no era estadounidense.
"¿Por qué nunca me lo dijiste?" le pregunté un poco dolido. Sí, la situación no estaba para reproches, pero uno creería que una amiga tan cercana como Tina podría confiarte cosas así.
"Sabes que es un tema delicado," contestó observando detenidamente la servilleta que tenía frente a ella. "Mis padres me advirtieron que si los datos caían en manos equivocadas... no habría vuelta atrás. Ni siquiera deberías saberlo tú, eso ya es un gran riesgo."
"Sabes que yo no diré nada, Tina."
"Por voluntad propia, no. De eso estoy segura. Como sea... hay otras maneras de 'soltar la sopa' que no requieren tu consentimiento."
"¿Como qué?" pregunté incrédulo. "¿El FBI me va a interrogar? ¿Me pondrán en una silla eléctrica, amenazándome con electrocutar cada célula hasta que decida hablar?"
"Suena más gracioso si lo dices así," contestó. Se quedó mirando la servilleta y pude notar que estaba demasiado triste. La situación incluso podría ser peor que la de Max, si no fuera porque Max estaba en peligro de morir en cualquier momento.
El recuerdo me hizo sentir culpable. Sabía que debía haber hecho algo el día anterior en esa fiesta. Mínimo, debí haberme asegurado de que Max estuviera bien. Después de todo, la teoría que teníamos de mis visiones era que sucedían para que intentara ayudar. ¿De qué servía mi poder si no intentaba cambiar lo que veía al menos un poco?
Tantas preguntas, pocas respuestas. Pero estábamos bastante cerca de obtenerlas. Si nuestras sospechas eran ciertas, estábamos a una hora máximo de nuestro destino.
"Ya verás que todo va a salir bien," comenté en voz baja. "Tanto a ti, como a Max, como a Brandon... como a mí."
"¿Brandon? ¿Tú?" respondió ella, aparentemente feliz de cambiar el tema de conversación de una vez por todas.
"Larga historia," le respondí mientras veía a la mesera acercarse con nuestra comida. "Te contaré cuando estemos solos."
Cuando las hamburguesas llegaron, decidimos dejar los problemas en el olvido un par de minutos para disfrutar de la grasienta comida.
Me di cuenta de que me estaba estresando bastante con los problemas de los demás. Especialmente los de Tina. ¿Debería estarlo? ¿Por qué era que me debía entrometer en sus vidas así? ¿Tendría de verdad el poder de cambiar las cosas? ¿Y si todo fallaba?
De nuevo, demasiadas preguntas y pocas respuestas.
Más o menos una hora después de haber terminado nuestra comida, nos encontrábamos frente a la casa del hombre que respondería todos nuestros cuestionamientos. Uno imaginaría que la casa de un antiguo creador y director de televisión sería gigantesca, pero no era así. Su casa era solamente un poco más grande que la de Brandon. En el patio frontal se podían distinguir unas hermosas flores rodeando una fuente gigantesca con forma de ángel tocando el arpa. Algo pasado de moda para mi gusto, pero se veía bien para ser la casa de un señor mayor.
"¿Y ahora?" preguntó mi padre. "¿Entramos así nomás?"
No se veía ninguna clase de seguridad, pero debía tenerla. Busqué rápidamente con la mirada, recorriendo el portón hasta dar con un pequeño aparato junto a unos pilares de piedra.
Caminé hasta él y presioné el gran botón negro que había debajo de lo que reconocí como una bocina.
Unos segundos después, una voz respondió. "¿Quién?" La voz era gruesa pero amigable, sonaba divertida y un tanto infantil. Sobre todo, se escuchaba un poco como la voz de un anciano. ¿Cuántos años tendría Poryes? Aunque me quedara con la duda, no me atrevería a preguntar.
"Soy yo," respondió Tina antes de que pudiera hablar, "Cristina. Cristina Ruelas."
"Dile lo de mi padre," la apresuré, "antes de que salga de la camioneta."
Tina le advirtió que mi padre creía que era parte de un premio de la escuela, y nos abrió el portón para dejarnos entrar.
Una vez adentro, la casa daba la impresión de ser una mansión. Nunca había estado en un lugar más grande que la casa de Brandon, y eso sólo había sido un par de veces en mi vida, pero este hogar sin duda alguna superaba las expectativas cuando lo examinabas detenidamente.
El jardín parecía sacado de Alicia En El País De Las Maravillas, con bastantes plantas que no sabría nombrar, junto con vastos rosales y algunas otras flores comunes. Parecía mucho más grande desde adentro. Sin duda alguna, era algo que merecía mínimo cinco minutos de mi atención, no sabría cuándo volvería a ver algo tan hermoso...
"¿Vienes? ¿O te quedarás observando las petunias hasta que florezcan?" Tina me apresuró. Aceleré el paso hasta llegar a ella. Mi padre y ella ya habían llegado hasta la entrada, y sólo me esperaban a mí.
"Ya voy," dije en voz baja mientras caminaba hacia la gran y hermosa casa blanca. No entendía el por qué, pero cada paso que daba hacia ella multiplicaba mis nervios al doble. Sabía que estaba a punto de aprender muchas cosas que había estado intentando descubrir desde que habían comenzado mis visiones, pero suponía que si no me gustaba lo que escuchaba no habría vuelta atrás. Era como tener una enfermedad y no querer ir al doctor por miedo a que te dijeran que era algo peor de lo que imaginabas...
Llegué a donde ellos, y al mismo tiempo se abrió la puerta frente a nosotros. Un señor con traje apareció detrás de esta y nos hizo pasar.
"El señor Poryes los atenderá en un momento," nos dijo él antes de retirarse. Era obvio que era el mayordomo, o algo por el estilo. En mi vida había visto a ningún mayordomo...
Ni siquiera tuve tiempo de registrar lo que me rodeaba antes de que el señor Poryes nos acompañara. Apareció por la gran puerta de roble por la que había salido el mayordomo (aunque éste último había regresado junto con él). Vestía una camisa a cuadros azul y roja, sobre ésta portaba un suéter azul marino, todo eso junto a unos pantalones caqui y zapatos negros. Me hacía recordar a mi abuelo con ese atuendo.
"Buenas tardes," saludó él. Su grave voz sonaba un poco diferente a como la había escuchado afuera.
Mi padre le dio la mano, seguido de mí y finalmente de Tina. Luego nos invitó a pasar a otra habitación: la sala.
Era algo magnifico estar dentro de una casa así. Sentía que estaba en alguna clase de museo de arte antigua: pinturas variadas se extendían por las paredes de la habitación, llenando al espectador asombrado con su belleza.
Pero él parecía más asombrado por mi presencia que por nada. Poryes me observaba detenidamente, como si quisiera examinarme con rayos X para ver si todo estaba en su lugar. Resultaba tan extraño como estar exponiendo un proyecto frente a personas desconocidas...
"Es un placer estar con usted," le sonrió Tina.
"El placer es mío," le contestó con su grave voz. "Siéntense, por favor."
Los tres nos acomodamos en el sofá más cercano, uno de piel blanca que parecía más caro que mi casa. Tina me dio un ligero golpe en la pierna con su mano y con la mirada me indicó que debía decir algo.
"No puedo creer que usted sea el verdadero Michael Poryes," dije en voz baja, cayendo en cuenta de que él era la mente maestra detrás de tantos programas de televisión antiguos. Era él quien había dado las ideas para todos esos programas que SI eran graciosos. Sus programas habían sido la gloria, a comparación de los de ahora...
"Pues más vale que comiencen a creerlo," nos dijo. Volteó hacia mi padre. "Señor..."
"Castillo."
"Señor Castillo, ¿gusta algo de beber?"
"¡Por supuesto!" respondió mi padre con una gran sonrisa que demostraba su entusiasmo por ver lo que alguien como él podría ofrecerle.
"Winston," llamó a su mayordomo, "lleva al señor Castillo al bar."
Mi padre se levantó asombrado. "¿Tienen bar?"
"Así es," contestó Poryes con una gran sonrisa de orgullo. "¿No es eso genial?"
"¡Lo mejor!" respondió mi padre mientras caminaba detrás del mayordomo. Luego desapareció por unas puertas idénticas a las que habíamos atravesado para entrar.
"Ahora que ese problema está resuelto," dijo Poryes después de ver a mi padre irse, "¿por qué no comenzamos?"
Debo admitir que para ese punto mis manos podrían ser confundidas con lavadoras. Tal vez exageraba, pero no podría sentirme más nervioso para ese punto. Toda la emoción estaba tratando de hacerme explotar...
"Así que-" comencé, pero me vi interrumpido por Poryes de inmediato.
"Dices ser un vidente," habló con su gruesa e intimidante voz. Asentí con la cabeza. "Entonces dime, ¿qué ocurre en tus visiones?"
"Pues..." dije con voz entrecortada. No podía formular las oraciones en mi cabeza lo suficientemente rápido. "Me mareo un poco cuando comienzan, como si comenzara a dar vueltas y vueltas. Luego todo se pone en blanco y negro. Todo excepto ciertas cosas."
"Cosas como..."
"A mi amigo cayendo por las escaleras. O algún otro detalle que sea importante."
"Entiendo," se limitó a responder. Se levantó de su lugar y fue directo hacia mí, mirándome con sus penetrantes ojos que para nada ayudaban a mejorar el estado de mis manos. "Sólo hay una manera en la que puedo estar 100% seguro de que eres un vidente. No puede fallar."
"¿Cuál?"
Sin responder, Poryes tomó mi mano con la suya e inmediatamente comencé a marearme.
Un gran dolor se esparció por todo mi cuerpo. Sentía como si hubiera bebido rosas y las espinas estuvieran intentando escapar por cualquier lugar que encontraran. Pero el peor de los dolores estaba en mi cabeza. Ahí era donde sentía que mi cerebro quería explotar. Sin duda alguna, esa era la peor visión de todas, y ni siquiera había comenzado.
"En eso te equivocas," escuché a una voz decir. "Sé que duele. Eso se debe a que es la primera vez que experimentas esto. Sin embargo, ya te acostumbrarás, considerando que tengas la habilidad necesaria."
"¿A qué se refiere?" murmuré con los ojos cerrados. Sabía que la voz le pertenecía a Poryes. Acababa de escucharla en persona un par de segundos atrás. Sin embargo, había algo extraño en ella.
A medida en que los segundos pasaron, el dolor comenzó a disminuir hasta quedar como una leve molestia en todas partes excepto en la cabeza. Ahí sentía como si una gran migraña atacara mi cerebro.
"Abre los ojos," me ordenó Poryes. Lo obedecí.
Mi primera reacción fue buscar algo que estuviera en blanco y negro, pero me sorprendí al encontrarme en una habitación llena de color. Incluso más cuando me di cuenta de que era la misma habitación en la que había estado segundos antes.
"¿Qué clase de brujería es esta?" pregunté al sonriente Poryes que me miraba sentado en el sofá.
Justo a mi lado, en el mismo sofá que yo, yacía una inmóvil Tina, petrificada como su hubiera visto a los ojos a un basilisco. Parecía real, pero no podía serlo. Sentía que estaba dentro de una visión, aunque todo sugiriera lo contrario.
"No sé qué clase, pero sí sé que es buena," respondió Poryes. "Esto no es una visión, Cody. Estoy dentro de tus pensamientos."
"¿Cómo dijo?" pregunté sorprendido por las palabras. Incluso con todo lo que me había pasado, seguía creyendo que algunas cosas eran demasiado ficticias para ser verdad. Y cada vez resultaba sorprendido de nuevo. ¿Qué seguía? ¿Me dirían que Hogwarts existe?
"Si eres un vidente," continuó él, "podrás controlar esta 'visión' tanto como yo. Por supuesto, yo ya tengo algo de experiencia en esto, pero estoy dispuesto a demostrarte cómo se hace, no solo para comprobar que eres uno, sino también para ver qué tanto puedes hacer."
Igualmente podría estar recitando una biblia en griego antiguo, no comprendía la mitad de lo que decía, pero sabía que tenía que ver conmigo. Traté de ignorar la continua pulsación en mi cabeza para poder enfocarme en las palabras del señor. "¿Y qué pasa si no puedo?"
"Podrás, créeme."
"¿Qué debo hacer?
"Piensa en algún lugar que quisieras estar en este momento," me respondió. "Este lugar es una mezcla entre tu mente y la mía. Como estábamos en mi casa, fue ahí de donde las mentes sacaron este escenario. Piensa en lo que quieras y podrás estar ahí. Eso, claro, si eres un vidente. Y sobre todo, si es que yo no lucho en contra de tus pensamientos."
"¿Eso significa que podríamos estar en París?"
"Si eso es lo que tú quieres... Adelante."
Me enfoqué en lo poco que conocía sobre París, dándome cuenta de que no sabía lo suficiente como para imaginarlo en mi cabeza, así que en el último momento cambié de opinión y me decidí por mi propio hogar.
En cuestión de segundos miraba la cama un poco desordenada que había en mi habitación. Junto a ella yacían un par de libros en el suelo que había estado leyendo recientemente. Mi computadora en el mueble junto a un plato con migajas era la prueba de que había estado ahí un par de horas antes. Me parecía increíble cómo podía estar viendo mi propia habitación, consciente de que había estado en una casa ajena un par de segundos atrás.
"Esto no me parece que sea París," habló Poryes detrás de mí.
Me volteé y lo encaré. "Necesito respuestas, y las necesito ahora. ¿Cómo es esto posible?" le pregunté señalando mi habitación con las manos. "Usted no debería estar aquí, así que esto es una visión. ¿Por qué es que me pasa esto? ¿Cómo lo detengo? ¿Cómo lo controlo? ¿Qué pasa conmigo?" Todas las preguntas que habían estado estancadas en mi cabeza sin respuesta comenzaron a surgir de pronto. Había esperado demasiado para mi gusto, quería respuestas y las quería ya. No quería tener que pasar por una sola visión más sin que me dijeran qué era lo que estaba pasando con el mundo.
Poryes rio lentamente. "¿Es por eso que viniste hoy, no? ¿Para que contestara tus dudas?"
Asentí un poco despistado por su repentina risa.
"Verás, ¿Cody?" Volví a asentir. "Bien. Este es el problema: no sé qué es lo que te está pasando."
No sé qué cosa me sorprendió más, si lo que me dijo, o el que lo dijera tan natural.
"Sé que has de pensar que es estúpido que hiciera toda una serie sobre algo que no puedo explicar, pero así es la vida."
"Sí, lo pienso," concordé. "¿Cómo es que no sabe qué es lo que está pasando conmigo? ¿Con usted?"
"Cody, no es tan simple. Es algo sobrenatural, como ya lo has de haber deducido. No es algo que tenga explicación científica, y yo no he podido encontrar algo más allá de la magia que lo explique completamente. Y honestamente sigo sin creer que la magia exista."
"¿Entonces qué se supone que deba hacer?" dije mientras me sentaba en la cama de la visión.
Hubo un largo silencio en el que yo sólo observé el suelo de mi habitación, pensando en todo lo que me había pasado en las últimas semanas a causa de las visiones: había conocido a Alice, había comenzado a hablar con Max, había peleado con Max, pero también había podido apoyarlo. Me sentía peor que nunca al pensar en que podría seguir teniendo una vida normal de no ser por las visiones. Cada vez me sentía menos como un humano y más como un alienígena, esperando que nadie descubriera sus secretos o experimentarían con él...
En cierto punto, Poryes se unió a mi penar al sentarse junto a mí en mi cama. "¿Sabes?" comenzó a decir. "Tal vez no pueda explicarte el por qué de tus visiones, pero creo que mínimo debería intentar ayudarte a comprenderlas un poco más."
Al ver que no hablaba, decidió continuar.
"Pareces un chico listo, así que creo que ya habrás descubierto que las visiones ocurren normalmente cuando algún evento importante ocurrirá. Normalmente es algo en lo que tú tienes algo que ver."
Asentí como respuesta, dado a que no sabría qué más decir a eso.
"Bien. Pues... también sabrás que normalmente las visiones no pueden ser cambiadas. Que lo que ves es lo que pasa, la mayor parte del tiempo."
Eso logró llamar mi atención.
"¿A qué se refiere con que 'la mayor parte del tiempo'? ¿No se supone que no se puede cambiarlas y punto?"
"Oh, por todos los cielos, no," respondió él con entusiasmo. "Si así fuera, probablemente no estaría yo aquí hoy. Es difícil, sí, pero hay algunas veces que podrás cambiar las visiones si sabes lo que debes hacer. Creo que si no pudieras cambiar algo en el futuro, tus visiones no sucederían en primer lugar. Sería un desperdicio que sólo te volvería loco."
"Lo está haciendo ahora mismo," contesté. "Las visiones que he tenido... no han sido del todo placenteras, y últimamente no he podido cambiar nada."
"Tal vez sí lo has hecho," me corrigió Poryes. "Es sólo que tú no te das cuenta porque lo que ves se parece demasiado a lo que terminó sucediendo." Se levantó y esparció sus brazos. "No es por alardear, pero yo mismo he evitado un par de graves problemas en mi vida. Tú tienes el mismo don, así que algo grande debe estar esperando a que tú hagas tu parte y cambies la historia."
Me quedé pensando sobre eso más de lo que debería, cayendo en cuenta de que, si era posible cambiar el resultado de mis visiones, había hecho la peor decisión de mi vida al dejar la fiesta el día anterior. Sabiendo que podría haber ido con Max a salvarlo de Scott... me sentía como un verdadero idiota.
A pesar de eso, me di cuenta de otra cosa mucho más importante: podía evitar que Max se suicidara.
"Ahora," continuó Poryes al ver que no respondía. "Si es que eres afortunado, también hay otra habilidad que desarrollarás en el futuro. Y esa es exactamente la que yo estoy haciendo ahora."
"Cierto, ¿qué es esto, de nuevo?"
"¿Cómo explicarlo?" Poryes llevó su mano a su barbilla y comenzó a buscar la mejor manera de explicar lo que estaba pasando. Yo era todo oídos ahora que sabía que podía ser la diferencia en la vida de los demás. "Es como estar hablando en tu mente con escenario realista. Como estar hablando por teléfono e imaginando todo lo que nos rodea."
"¿Puede hacerlo con quien sea?" pregunté.
"No exactamente," contestó con una mueca. "Verás, es fácil hacer esto con las personas que más quieres. También, es diferente hacerlo con una persona normal que con un vidente."
"¿Diferente cómo?"
"Puedo hablar con las personas normales sin necesidad de tocarlos. Es como telepatía, sólo que demasiado complicado. Para que sea posible, la otra persona debe saber de tus poderes, debe ser cercana a ti, y debe estar dispuesta a hablar contigo de dicha manera."
"¿Por qué no lo estarían? ¡Es un poder asombroso!"
"Recuerda que es un poder único," me advirtió. "¿Cuántas personas conoces que puedan hablar en tu mente?"
"Una."
"Exacto. Cada vez que hablas con una persona cualquiera en su mente, les estás quitando pedazos de su sanidad al mismo tiempo que experimentas lo que ellos sienten en ese momento. Mi mejor amigo me ha dicho que tiene pesadillas recurridas después de hablar conmigo de dicha manera. Y también me ha dicho que normalmente le termina doliendo la cabeza por horas."
"Suena más horrible ahora."
"Lo es. Pero a veces es necesario, por eso es que lo poseo. Si es que tú estás destinado a grandes cosas, probablemente termines utilizando este método más de lo que crees que lo harás."
Siendo honesto, siempre me había parecido increíble ver en las películas a alguien hablando en la mente de otros. Pero ahora que él me lo explicaba todo, me parecía más una maldición que una bendición. Tanto las visiones como la 'telepatía'.
"Dijo que era diferente con los videntes. ¿Cómo?"
"Bueno, con los videntes debes estar tocándolos para poder hablar en sus mentes, y es peligroso. Siempre he creído que es por tu aura. Que repele a otros videntes para proteger tu mente, o algo por el estilo. Como sea, es prácticamente inútil hacerlo con otros videntes, a menos que sea para algo como lo que yo hago ahora mismo."
"Comprobar que no estoy mintiendo," completé.
"Correcto."
"¿Y cómo sabré si puedo hablar con alguien de esta manera?"
"Se presentará solo si es que posees la habilidad, Cody. Eso es algo que yo no te puedo explicar porque siempre es diferente dependiendo del vidente."
Después de unos segundos, volví a hablar. "Una última pregunta."
"Adelante."
"¿Cómo es que sabe tanto sobre esto? ¿Ha ayudado a otros como yo, cierto?"
"Más de los que crees. En secreto, ese era uno de mis planes cuando decidí llevar That's So Raven a la pantalla. Sabía que de alguna manera u otra terminaría llamando la atención de los verdaderos videntes."
"Demasiado listo," sonreí. "Yo habría puesto carteles por toda la ciudad que dijeran '¿Tienes visiones? Pasa a mi despacho y te atenderé'."
Poryes rio un poco y me tendió la mano. "Ya he terminado por hoy. No hay más que pueda explicarte, espero que con esto te haya ayudado."
"Bastante," respondí, y antes de tomar su mano suspiré. No quería volver a la realidad. Quería quedarme en esa visión para siempre sin preocuparme sobre lo demás. Sin embargo, Poryes tenía razón cuando me dijo que las visiones tenían una razón. Debía volver e intentar sacar lo mejor de ellas, aunque eso significara pasar por malos momentos. Y comenzaría mi misión con el pie derecho: evitaría que Max se suicidara.
***
Holis! Sólo les pido un poco de paciencia en cuanto a la historia. Estoy intentando dar mi 110% para que sea placentera, así que no me juzguen tan fuerte si no subo en mucho tiempo. Intento encontrar tiempo de escribir, pero es difícil. Sin embargo, se acerca lo mejor. Espero que hayan disfrutado este capítulo :) nos leemos luego.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro