||CINCUENTA Y TRES||
|53|Ana María
Su miraba mostraba un desinterés absoluto hacia las alegres familias que salían emocionadas y felices del auditorio, desde esa altura precian unas hormigas que les gustaría verlas enloquecer. Su postura era firme, con sus manos detrás de su espalda y el agradable viento de la tarde moviendo su cabellera castaña clara. No sentía absolutamente nada, más allá de la rabia. Los recuerdos de la noche anterior volvieron a su mente como un disparo en la espalda, su departamento destruido la cara furiosa de Dolores Madrigal al no encontrar nada. Sonrió leve. No era idiota como para dejarse ganar por ella. Del bolsillo de su pantalón de vestir saco una memoria USB con el adorno de un sol hecho de bronce, lo colocó frente suyo, estaba viejo pero lo más preciado que tenía.
Cerro sus ojos y beso la figura, como un rosario se tratase. Dolores se fue indignada de su hogar cuando no hayo nada más que su fachada de estudiante de moda. Nunca hablo de más ni mostro emoción alguna durante el allanamiento no le daría gusto a esa mujer. Dos podían jugar el mismo juego. Ya hubo varios intentos por robar su investigación que tuvo que guardarla bien. Esos imbéciles solo quería el dinero fácil y él no se los dejaría así...no sería divertido.
Guardo el dispositivo devuelta en su pantalón y chasqueo sin interés al escuchar unos pasos acercándose a las escaleras, no se dignó en voltear ni siquiera cuando la puerta fue abierta a la fuerza y varios pasos se escucharon por toda la azotea. Como siempre se mostraba tranquilo con ambas manos ahora en sus bolsillos. Soltó un gruñido al escuchar esa repugnante voz hablarle con enojo:
–Es momento que dejes tus idioteces, Salazar, danos tu información.
Matías sonrió de lado y dio elegantemente media vuelta; observando de manera retadora al asqueroso de su ex jefe delante de varios matones que solo le causaban aburrimiento.
–Ustedes no me han dado nada que me interesa –de espaldas se subió al borde del edificio, con una sonrisa relajada los miro–, veo que trajiste a tus amiguitos –uno de los hombres fornidos iba acercarse a golpearlo; pero solamente provoco que Matías sonriera mostrando sus dientes–, ¿vas a matarme? Podría hacerte el favor –extendió sus brazos y dio un paso ciego como mortal, en ningún momento dejaba de sonreír–. Podría morir sin problemas y ustedes seguirían sin su amado dinero.
El hombre gruño.
–No podemos darte lo que quieres, nadie sabe dónde está Pepa Madrigal.
Su sonrisa se borró casi al instante, sin decir nada inclino su cuerpo hacia atrás, asustando a todos en el lugar, porque si él moría todo se iría al carajo. Era claro que él no le temía a la muerte...es como si le emocionara.
–Espera –lo detuvo nerviosamente molesto.
De nuevo una sonrisa volvió a formularse en sus labios delgados y volvió a recuperar la postura firme de antes.
–Si conseguimos que entres a la Casita...nos darás por una maldita vez la información.
Matías pareció dudarlo y sin interés alzo sus hombros mientras caminaba relajado por el borde del edificio, ocasionando inquietud en los negociantes.
–Los precios de los chismes han aumentado después de lo sucedido con Teresa y Socorro –murmuro pensativo para después mirarlo con seriedad–. Pero como le dije antes, no me interesa el dinero. Que quede claro, señor Hugo, denme a Pepa y Camilo y Mirabel es todo suyo.
Los hombres se miraron entre si y antes que asintieran Matías levanto su mano para que callaran.
–Pero...–aclaró– tienen hasta el miércoles en el atardecer para dármelo o llevarme con ella. Cualquier traición o amenaza, créenme que me desquitare aun estando muerto –dijo con frialdad en sus palabras.
El hombre lo miro furioso pero aun así extendió su mano hacia él, pero el joven solo bajo del muro y paso de largo de él; yendo directamente hacia la salida del lugar. Sin antes girar su mirada seria al hombre y decir con repudio al igual que odio puro:
–Recuerden, a cualquiera que me dé información de ella será el ganador, yo no trabajo para nadie –al finalizar se largó a pasos tranquilos del lugar, dejándolos con la mano estirada y completa ganas de matarlo.
[...]
El recién graduado observaba con una tierna sonrisa como Mirabel degustaba ferozmente algunos de los dulce italianos que venían en el ramo que le dieron. Parecía una niña pequeña, sentada a su lado y acurrucándose en los asientos traseros del vehículo. Camilo desde el lugar del copiloto la miraba de reojo con una sonrisa tranquila, admirando cada detalle de sus labios que debían saber a chocolate amargo. A su costado estaba Alberto concentrado en el camino, yendo directamente a la residencia del mexicano, donde festejarían entre ellos el logro de su mejor amigo.
–¿Por qué Matías no vino con nosotros, Luca? –pregunto Camilo desde el asiento del copiloto. Quería hablar de nuevo con él con respeto a los límites.
El mencionado dejo de prestarle atención a su amiga para mirarlo con una expresión neutra y encogiéndose de hombros.
–No lo sé, dijo que quería que me divirtiera con ustedes, que si iba causaría más problemas con Alberto. Que no me preocupara por él, que después lo festejaríamos solos –respondió como si nada.
Camilo soltó una carcajada al ver como Alberto trataba de ignorar su conversación, pero el fuerte agarre que tenía sobre el volante lo delataba.
–No, no lo festejaremos así –aclaró molesto ante los pervertidos pensamientos del colombiano.
–Eso dicen todos –se burló Camilo mirándolo con una sonrisa pícara al mismo tiempo que insinuaba con un movimiento de cejas–, es lo que diría yo con Mirabel.
Un fuerte sonrojo apareció en las mejillas de Mirabel. Lo miro enojada cosas que solo provoco que el actor riera con gracia.
–No, tú eres capaz de decir que iremos a coger sin vergüenza alguna.
–No lo niego y tú no te opones –respondió sonriente y encogiéndose de hombros.
Avergonzada como humillada le lanzo uno de los chocolates a su rostro, pero Camilo término atrapándolo en el aire y con una sonrisa seductora –solo para molestarla– comió el chocolate de una forma lenta y sensual, provocando que el rojo de la cara de su amada se intensificara.
–Por favor no vayan a coger en la fiesta –murmuró un traumado Alberto.
–No prometo nada –sonrió Camilo cosa que provocó que otro chocolate volara hacia él, logrando esta vez golpearlo en su rostro.
[...]
La noche era tranquila y hermosa, el patio trasero de la casa era iluminado por hileras de luces que brillaban sobre ellos. Sentados en el sillón de exterior los futuros padres animaban entre aplausos y piropos el solo de guitarra de Miguel mientras delante de él bailaba con gracia y belleza su hermana en medio de su cuñado y Camilo. Era la canción preferida de los hermanos Rivera; tú si sabes quererme de Natalia Lafourcade.
–"Ha pasado tanto tiempo. Finalmente descubrí tus besos –cantaba mientras compartía miradas con su hermano mientras movía la falda roja sangre–. Me enredaste en tu mirada. Me abrazaste con todos mis defectos".
Ambos hombres la compartían para bailar lentamente y entre risas y sonrisas discretas dirigidas a sus respetivas parejas. Mirabel sonreía cada vez que sus miradas se conectaban.
–"Corazón, tú sí sabes quererme como a mí me gusta. Soy la flor encendida que da color al jardín de tu vida. Corazón, tú sí sabes quererme como a mí me gusta –su voz era sensual y sus pasos sentía que quemaban la piel–. Por favor, no me dejes que soy valiente en corresponderte".
Al momento en que el solo de guitarra llego Camilo se acercó a su prometida con una sonrisa encantadora. Ella le sonrió devuelta. No desperdicio el tiempo se recargo a los costados del sillón de exterior donde estaba sentada. La mirada de ambos era negra por sus pupilas y en ellos el deseo y un brillo único se podían apreciar.
Con el corazón latiendo a todo su poder él se acercó a su oreja, provocando que ella temblara al sentir su aliento caliente chocar contra su piel. Su hermosa piel canela se pintó de un intenso carmesí al mismo tiempo que los vellos de piel se erizaron con solo escucharlo susurrar:
–¿Bailamos, mi amor?
–¿Estas ebrio? –trato de bromear pero se sentía acorralada.
–Aun no –le aclaro con una sonrisa.
Salió de su escondite para poder atacar sus labios, logrando saborear no solo el sabor amargo de los chocolates de hace rato, tenía un ligero toque a cereza por el suero. Fue un beso tranquilo y dulce que les costó romperlo para no incomodar a los demás. Ambos sonrieron bobamente, Camilo se alejó y extendió su mano hacia ella; quien aun avergonzada la término aceptando. Al tener su mano él no dudo en jalarla hacia él, levantándola de manera un poco brusca y pegando su cuerpo con él suyo.
Habían ignorado por un momento a los demás, la angelical voz de Socorro quedo en segundo plano. Él la llevo con los otros. Alberto se animó a sacar a bailar a Luca mientras que el par de cuñados seguían bailando entre ellos.
La mirada de ambos estaba perdida en la del otro, Camilo la hacía girar con suavidad mientras ella lo guiaba en algunos pasos más movidos mientras que todos trataban de seguir la letra de la canción, ellos reían en voz baja.
No obstante algo hizo que la mirada castaña-verdosa de Camilo se desviara de su amada, sintió un malestar como lejos de ellos estaba Teresa, abrazándose a su misma y yéndose en silencio hacia el interior de la casa, dedicándoles una última mirada decaída a todos. Sabía que no debía entrometerse, que debería respetar los límites pero de nuevo miraba en Teresa el reflejo de su madre alejándose de todos para hundirse sola.
No fue hasta que sintió como alguien tocaba su hombro sacándolo de su transe. Giro a su lado y se encontró con la mirada tranquila de Hiro.
–¿Puedo? –pregunto amabilidad pidiéndole permiso para invitar a Mirabel a bailar.
Tardo unos segundos en reaccionar, nervioso soltó con suavidad a su prometida.
–Ah, si...no hay problema –respondió haciéndose a un lado.
Mirabel rio con dulzura, beso rápidamente la mejilla de su pareja para irse a bailar con el otro hombre. Dejándolo parado con la vista fija al interior de la casa.
–Iré por hielos, ahora vuelvo –le aviso pensativo.
Ella asintió tranquila para después prestar toda su atención a su compañero de baile. Él suspiro y con sus manos ocultas en su bolsillos encamino hacia la casa, no le gustaba mentirle a ella, pero sabía que no le agradaría que él este con Teresa. No se atrevía a dejar a la actriz deprimirse sola, que a pesar de todo la consideraba una buena amiga. Fue la primera en apoyarlos en su relación.
Con una expresión exhausta deslizo lentamente la puerta, toda la casa estaba a oscuras, las luces de afuera era lo único que iluminaban su camino. Busco por todos lados la presencia de la pelinegra y obtuvo una imagen que si la viera meses atrás creería que solo actuaba. Teresa estaba sentada en el suelo apoyada en el sillón mientras acariciaba una de las manitas de los gemelos dormidos. Su expresión era una mezcla en pensativa y tristeza, observando cada detalle de los rostros de los infantes. Según los niños querían festejar con ellos hasta el amanecer, pero no aguantaron después de las nueve cayendo rendidos a los brazos de Morfeo.
–¿Emocionada por tener el tuyo? –le preguntó en un tono suave tomando asiento a su lado.
–A veces me asusta –musitó sin despegar la mirada de ellos–, a veces no logro asimilar que hay un bebé dentro de mí –una pequeña risa apareció en sus labios– y sé que no será nada feo, tiene a dos papás atractivos.
Camilo rio con ella, levanto la mirada para acariciar la dulce mejilla de uno de los niños –aun después de tanto seguía sin poder identificarlos–. El pequeño sonrió entre sueños ante el tacto, revolviendo su cuerpecito entre los cojines del sofá.
–¿Por qué te metiste? –preguntó serio mirándola de reojo.
Teresa suspiro.
–Porque siento que no encajo –agachó su mirada con tristeza–, he arruinado tantas cosas que no me siento segura que ustedes sigan queriendo que yo esté aquí –observo por una de las ventanas como ellos seguían riendo y animando a Alberto y Luca a bailar con más animo; sonrió por unos segundos para volver a una expresión triste–. Mirabel ni me mira.
–Todos cometemos errores –murmuró de manera seria–. Yo aún me arrepiento de haber dejado sola a la persona que más amo, de dejar de a lado a un amigo de mi infancia o dejar en el olvido lo vulnerable que esta mi mamá –miro sus manos para después frotar su rostro con fuerza–. He cometidos errores a montón –destapo su rostro, liberando un pesado suspiro–, pero trato de arreglarlos...de encararlos.
Ella abrazo sus piernas y oculto su rostro evitando que la vieran tan vulnerable.
–Nunca tuve una vida fácil. Odie cada momento mi pasado.
–¿Hablas de Ana María?
Levanto su rostro mostrando sorpresa al igual que unos ojos oscuros brillosos por las lágrimas. Camilo no la miro simplemente fijo su rostro en la ventana.
–Cuando estuviste internada, el doctor te hablo por ese nombre –explicó.
–Ana María Gutiérrez es mi verdadero nombre...cada que pienso en mi pasado, en ella...me siento sola –confeso sintiendo como poco a poco el nudo se formaba en su garganta–. Nunca tuve una infancia feliz, todo era trabajo y ser la mejor actriz infantil de Venezuela, nadie quería ser mi amigo. Nunca recibí un abrazo por más que quería uno, ni siquiera en mi cumpleaños. Por eso no sé cómo conservar o tener tan solo un amigo. Mis padres me odiaban y me lo decían en la cara cada vez que me equivocaba en una línea de mi guion –agachó la mirada y comenzó a jugar con el borde de su vestido–, todo lo que yo ganaba se lo gastaban en drogas y alcohol, nunca tuve juguetes solo maquillaje y pelucas. Mi madre se suicidó en la habitación de al lado de donde yo dormía –las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas rojizas y ella las limpio rabia–; en su nota de suicidio solo dijo que único que se arrepentía era en tener una hija bastarda como yo. Tenía diez años y pocos meses de lo sucedido mi padre fue a la cárcel por abusar de varias asistentes menores...mi custodia quedo en mi manager, nada mejoro, él me decía que si quería triunfar tenía que acostarme con los grandes...y eso hice, pase de cama en cama con varios productores. Llore, sufrí y me odie que tuve que tener un carácter y un nuevo nombre para ocultar mi dolor. Dejando en un baúl quien soy realmente...
Él la miro sorprendido, quedándose sin palabras. Teresa volvió a limpiar sus lágrimas con fuerzas.
–Mirabel es importante para mí porque fue mi primera amiga real y ahora me odia porque...
Camilo la miro atento y ella tomo el valor para continuar.
–Porque me termine enamorando de ti.
–Tere...
–No digas nada por favor –lo detuvo en un susurro–. No pienso luchar, ni demostrarte nada, solo quiero ser feliz y darle a mi bebé el amor que yo siempre quise –lo miro con dolor–. Quiero ser feliz, Camilo y por eso me aleje de ti. Eres mi amigo y quiero que siga siendo así.
Él asintió en silencio.
–Sé que serás una buena madre –le sonrió con sinceridad.
Teresa poso sus manos en su vientre y sonrió con tristeza, su bebé era lo más preciado que tenía ahora. Por eso le tiene tanto miedo de que algo le pasara.
–Eso espero –musitó cerrando con calma su mirada oscura–. Me asuste cuando aparecieron discretamente los primeros síntomas, las náuseas ante cualquier comida, el asco y las ganas de vomitar. Me asuste porque creía que era un paracito que me hacía comer como cerda –dijo soltando una risita–. Jamás me imagine que podía estar embarazada y luego Boom –hizo el sonido de una explosión con una sonrisa– apareció esta criatura.
Camilo rio y sin pensarlo la abrazo con cariño. Ella le correspondió al instante, en verdad lo necesitaba. Dejo un pequeño e inocente beso en su frente y ante de que pudiera decirle lo orgulloso del gran cambio que hizo ella, ambos sobresaltaron con terror en sus miradas al escuchar un cristal rompiéndose contra el suelo. Levantaron la mirada con rapidez encontrándose con la pálida figura de Mirabel. Ella los miraba aterrada, en especial a Teresa.
–Mira...–exclamó Camilo levantándose rápido del suelo.
Pero Mirabel retrocedió, su mirada se mostraba perdida, su cuerpo temblaba. Hizo oídos sordos y salió huyendo de la casa. Camilo quiso golpearse a sí mismo por olvidar por un momento sus límites.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro