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Capítulo 24

~ D-13 ~

Cupido D4.

Es medianoche.

Estoy justo en frente de la casa de la amiga de Hanna, cuando la escuché hablar con su mamá en la librería no pude evitar prestar máxima atención cuando mencionaron el nombre de Hanna, que estaba triste. Ellas cerraron la librería y se fueron. Yo quedé vagando por ahí, inquieto, hasta que me decidí por venir. Caminé hasta acá, recuerdo la dirección de cuando tenía que flechar a Maddison y fallé... Justo el día en que Hanna y yo nos entrelazamos.

Es curioso como se mueve el mundo. Quien iba a decir que esto pasaría.

B1 quiere que se resuelva este asunto rápido, sin embargo, yo... ya no estoy tan seguro.

Llevo muchos años tratando de encontrar respuestas a lo que a mi existencia respecta, el motivo para estar aquí o hacer lo que hago. Nunca encontré algo que sirviera o me diera una respuesta real. Pero luego, al tocar el hilo que me unía a Hanna, tuve algún tipo de sueño-recuerdo con el que estoy casi seguro que ese fui yo antes de ser lo que soy ahora.

Yo tuve una vida, tuve un nombre, fui alguien, sentía cosas. La cuestión es que nada de eso importa si sigo atrapado aquí. Amaría poder tener una vida diferente, más normal, más humana.

—¿D4? —me sobresalto de la impresión, giro mi cabeza hacia la voz. Es Hanna, lleva unos pantalones cortos y un suéter verde manga larga. —¿Qué haces aquí? —pregunta.

—Yo... ¿Tú qué haces aquí? Deberías estar adentro, dormida. —pregunto yo.

—Yo pregunté primero, contesta. —se cruza de brazos.

—Solo... quería saber que estuvieras bien. Escuché a Maddison y a su mamá hablar en la librería de que no te sentías bien, me preocupé. —digo la verdad.

—Y decidiste venir en medio de la noche a quedarte parado frente a una casa, mirándola fijamente... Si, nada de eso es raro ni espeluznante. —sonríe divertida. Me paso la mano por la nuca, apenado.

—Te toca a ti responder.

—No podía dormir y salí a caminar para cansarme.

—¿Tú sola, a esta hora? —pregunto incrédulo.

—No es la primera vez que lo hago, por aquí nunca pasa nada malo.

—Que no pase no quiere decir que no pueda pasar en algún momento, siempre hay una primera vez para todo, pero no creo que una primera vez siendo secuestrada o robada sea una primera experiencia que se quiera tener. —digo preocupado.

—Ya, ya. Prometo ya no hacerlo más. —acepta. Mi cuerpo se relaja. —Oye, estuve dándole vueltas al asunto y... ¿Qué pasó con la flecha que iba para Maddison? Con la que intervine.

—Aún puede ser flechada —respondo y a Hanna se le ilumina el rostro. —Pero ya no tengo más flechas de respaldo, tendría que preguntarle a B1 si tiene algunas por ahí. —su expresión decae un poco.

—¿Flechas de respaldo?

—La primera flecha suele tener el nombre de la persona a quien va dirigida, luego te dan dos flechas más de respaldo por si la principal no funciona o fallas el tiro. Pasa lo mismo con cada flecha principal que den. —ella asiente con la cabeza, entendiendo. —Yo siempre terminaba usándolas todas o perdía las de respaldo... —Hanna me mira como si no pudiera creerlo. Mis orejas se calientan y miro hacia otro lado, avergonzado. —B1 nunca usó ninguna de las de respaldo así que puede que tenga algunas guardadas si aún no las ha devuelto.

—De acuerdo. Si la llego a ver también le voy a preguntar —dice y asiento.

—¿A qué vino tal interés? Antes estabas absolutamente en contra del trabajo de los cupidos —pregunto.

—Digamos que ahora veo las cosas desde otra perspectiva. —dice y se abraza a sí misma —Incluso si hago algo por el bien de alguien a quien amo, en realidad estoy proyectando mis miedos y anteponiendo mis decisiones por sobre sus emociones... Igual que mi mamá hizo con nosotros, conmigo. No soy quien para tomar tales decisiones sobre su vida. Merece tomarlas por ella misma y si se equivoca… ahí voy a estar para apoyarla y darle ánimos.

El silencio nos envuelve. La tristeza que veo en ella bajo la luz de las farolas y la luna es tan profunda a pesar de la poca luz a nuestro alrededor.

—¿Puedo preguntar por tu mamá? A veces hablas de ella como si...

—¿Como si estuviera muerta? —termina por mí y yo asiento. —Bueno, lo está. Murió de leucemia. —quedo tan sorprendido por sus palabras que cuando reacciono ya Hanna estaba sentada en las pequeñas escaleras que dan a la puerta de la casa de los Anderson.

Debe estar muy frío el pavimento. Bueno, ya que. Me acerco y me siento a su lado.

—Eso suena horrible pero tu lo dices tan normal —digo con cautela.

—He presenciado demasiadas muertes… No digo que no me duelan, lo hacen y mucho, pero yo no tenía tan buena relación con mi madre cuando murió. —lanza un profundo suspiro.

La veo temblar de frío y decido rodearla con mi brazo por los hombros, lo muevo de arriba a abajo por su brazo, creando fricción, para que tenga algo más de calor. Me hubiera gustado tener un abrigo encima. Ella no se mueve ni dice nada por largos segundos, esto me hace tener cierta esperanza. No me rechaza, aunque puede también que no lo vea como gran cosa... No seas negativo, D4.

Vayamos despacio. Todo a su debido tiempo. En estos momentos estamos hablando de cosas más serias.

—¿Quieres saber mi historia? —rompe el silencio y salgo de mis pensamientos, asiento con la cabeza contestando su pregunta.

Ahí empieza a contarme sobre su familia. Cuando vivió en Corea del Sur. Me cuenta sobre los abuelos que tanto ama, sobre su padre que fue cambiando tanto hasta convertirse en alguien irreconocible luego del engaño y todas las mentiras de su madre. Me cuenta sobre la pérdida de su abuela y el como le tocó luego alejarse de su abuelo.

—¿Tu abuelo no quiso venir con ustedes? —pregunto.

—No. Corea es su hogar, la abuela está enterrada allá, no había manera de que nos siguiera y menos de un momento para otro. Mamá hizo las cosas de sorpresa, no nos dio ni tiempo para empacar mucho.

—¿Y odias a tu abuelo por preferir quedarse?

—No, lo amo con todo mi corazón. Lo vi llorar mientras nos íbamos, él también sufrió mucho por las impulsivas decisiones de mi madre pero el hecho de que papá se estuviera poniendo cada vez más agresivo solo convencía más a mamá para huir de ahí.

—¿Él les llegó a pegar alguna vez? —pregunto con un desconocido enojo hirviendo en mi interior.

—No. Muchas veces se le notaba la intención de hacernos daño, sobre todo cuando llegaba borracho, pero siempre rompía otras cosas o se terminaba yendo cuando se enojaba demasiado. —asiento con la cabeza, un poco más aliviado. Quedamos en silencio por varios minutos, luego sigue contándome más sobre su vida.

Esta vez habla sobre Hajoon siendo su medio hermano y Nicholas convirtiéndose en su padrastro. El cómo, de pequeña, le molestaba mucho toda la situación de tener que alejarse de su familia, su país y todo aquello que conocía. Incluso el repentino cambio de idioma y comida fue un gran choque para ella. Todo por culpa de Nicholas y su madre.

—Esos eran mis pensamientos de niña. Hace mucho ya no pienso así, obviamente. Nicholas la pasó muy mal por años por mi mala actitud hacia ellos. Mamá se había enterado de su leucemia en Corea, por eso salía tanto de casa, dejándonos con el abuelo. Al parecer se reencontró con Nicholas en el hospital donde se estaba haciendo sus exámenes. Él había ido a Corea por un viaje de algo y terminó con la mano levemente cortada así que ahí el destino hizo su jugada y los reunió de nuevo. Y por si aún no lo deduces... Nicholas y mi madre ya tienen historia juntos desde mucho antes de mi existencia. —dice con una pequeña risa resignada.

—Ellos estaban destinados a estar juntos ¿No? Tenían un hilo —digo. Ella asiente.

—La primera vez que vi un hilo rojo con total claridad fue en ellos. —abro los ojos con asombro. Ella se encoge de hombros —Era pequeña, no sabía nada de lo que pasaba o por qué, cuando lo entendí ya era demasiado tarde. Tanto que ya ni siquiera estaba en mi país.

—Eso... es horrible. Pasaste por mucho a tan corta edad. —digo abatido y pongo mi otra mano sobre las suyas, que mantiene fuertemente cerradas sobre su regazo. Ella alza su mirada hacia mí y mi corazón se acelera por nuestra repentina proximidad.

—Y eso que no te he contado la peor parte... —dice en un susurro y yo la miro intrigado —La parte donde una niña pequeña presencia la muerte de su mejor amigo, que también era su hilo rojo, pero que también se enteró de eso demasiado tarde.

Algo en sus palabras me deja sin aire y la forma en que me mira, con tanta tristeza y anhelo sólo aumenta el latir de mi corazón.


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