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Capítulo 7: Chichén Itzá

—¿Al menos tienes alguna idea de cómo ir?. —Fany está buscando por internet

—No... Pues es que el profesor no dijo nada, solo mencionó que nos reuniríamos aquí. —Confiesa Jesús mientras llama al profesor que aunque es la tercera vez, no contesta.

—Y haya van nuestros 1600 pesos... —Alejandro está muy decaído.

—Pues tampoco es para tanto. —Luis Angel parece ser el más tranquilo de todos.

—A ver wey... —Dyllan se dirige con Luis. —¡Estás pagando!.

—Pues si... Pero, dicen que las cosas pasan por algo. —Lo dice en broma para tratar de alivianar a todos aunque nadie lo interpreta de esa forma y solo niegan ante su comentario. —Además, ¿Nos la estábamos pasando muy bien no?. —Argumenta.

—¡Ay, hijo de la chingada!. —Grita Jesús por su molestia. —El profe no contesta y ya no voy a esperar a que lo haga.

—¿Entonces? ¿Qué sugieres?. —Pregunta Magali.

—Vamos a ir en taxi. —Jesus comienza a caminar hacia la entrada del hotel.

—¿¡Qué!?. —Fany camina con el y todos empiezan a seguirlos.

—Pues si, ¿O esperas que la 72 Xilotzingo venga por nosotros y nos deje ahí enfrentito?.

—Claro que no, ¿Pero que le vas a decir?.

—¡Qué nos lleve a Chichen Itza!, No es la gran cosa.

Ahora están afuera del hotel.

—Pues si queremos ir, creo que es nuestra única alternativa. —Afirma Alejandro.

Mientras los demás platican en qué deberían de haberse salido de la alberca mucho antes, Jesús pone atención en un carro ya que parece ser un taxi.

Cuando está seguro de su suposición, levanta la mano y el coche atiende su llamado.

Si es.

—¿Disculpe cuanto nos cobra de aquí a la zona arqueológica de Chichén Itzá?. —Jesus pregunta apresurado.

El señor que conduce frunce su ceño. —Pero ahorita ya está cerrado por ahí joven.

—¡No!. —Fany interrumpe. —Abrieron una exposición nocturna.

El señor lo duda. —Pues les vengo cobrando unos 80 pesos.

—¡Ochenta!. —Jessi y Dyllan dicen al unísono.

Jesús ve a Alejandro, el asiente.

—Nos vamos.

—¿¡Qué!?. —Dyllan sigue en desacuerdo.

—Yo no voy a pagar...

—Jesus y yo lo pagamos. —Avisa Alejandro.

—Ahora, entra al auto.

Como es un carro de 4 puertas, ocho son demasiados, afortunadamente logran acomodarse y después de eso, el automóvil se arranca hacia la zona arqueológica.

En el camino, Jesús intenta contactar ya no al profesor, si no a un amigo auto que también había ido a la excursión.

Sin problema alguno, contesta.

—¿Jesús?.

—Wey, ¡Por fin alguien contesta!, Necesito que...

—¿Donde pinches estas?, El profe estuvo esperándote a ti y a tus compañeros por 5 minutos.

—¡Si que fue bastante!. —Dice Jesús sarcástico. —No importa, ¿Dónde están ustedes?.

—Nosotros estamos aquí formados, hay mucho gente. Si no avanza la fila, dice el profe que lo mejor sería entonces ir hasta mañana.

—¡Perfecto!. —Grita Jesús. —Llegamos en nada, gracias.

Jesús guarda su celular y ya tiene a todos expectantes por su grito.

Les cuenta que aún hay tiempo e involuntariamente, le pide al conductor que aumente la velocidad para poder llegar a tiempo.

Mientras tanto, Alejandro les habla de lo maravilloso y fantástico que es Chichen Itzá provocando aún más emoción entre todos.

Cuando llegan, a primera vista es justo como el amigo de Jesús lo relato.

Hay mucha gente en la fila y alrededor.

Jesús le pide al conductor que los baje ahí y mientras todos bajan, Alejandro y Jesús se dividen la cuenta y pagan.

El taxi se va y ahora Jesús agarra nuevamente su celular para contactar a su amigo pues no sé ven entre la fila.

Avanzan y se forman para no perder tiempo en caso de que el profe y los demás ya hayan entrado.

Su amigo de Jesús contesta después de una llamada perdida.

—¿Bueno?.

—Ya estoy aquí, ¿Dónde están ustedes?.

—Estamos a punto de entrar.

Jesús mira hacia la entrada y por fin los encuentra.

—Ya te vi.

—¿Tu donde estás?

—Al principio de la fila.

Hay silencio entre ellos dos por algunos segundos.

—No te veo.

Jesús roda los ojos. —Pásame al profe wey.

—A ver espera.

Jesús les hace una señal de que guarden silencio a sus amigos.

—Jesus.

—¿Si?.

—Le explique al profe que ya están aquí pero que están al principio de la fila, me dijo que no pueden meterse entre toda la gente pero que va a dejar una lista con sus nombres para que cuando lleguen a la entrada, ustedes les digan que... ¡Pues son ustedes! Y así ya no tengan que pagar otra vez.

—A bueno, dile que gracias. —Dice sin sonar nada sincero. —Ahorita te vuelvo a marcar para poder reunirme con todos ustedes.

—Si... Y dice el profe que tienes puntos menos por puntualidad. —Su amigo cuelga y Jesús aprovecha que ya no está escuchando para decir unas últimas palabras.

—Y tu dile al profe que chingue a su madre.

Todos miran a Jesús nuevamente expectantes de noticias.

—Pues ya no tenemos que preocuparnos. —Asegura. —Ahora solo tenemos que esperar esta larga fila.

Se escuchan quejidos de algunos, pero es lo único que pueden hacer.

En lo que va pasando la fila y tiempo, todos mencionan cosas relacionadas sobre ser más cuidadosos y más puntuales, aunque siempre que se llega a un punto serio, alguno lo desvía con cosas que pasaron mientras estaban en la alberca.

Era muy difícil para ellos ser serios hasta en situaciones donde se requería.

Cuando finalmente llegan a la entrada, Jesús le explica al guardia de la entrada lo que su amigo le dijo.

El guardia saca una lista y uno por uno van diciendo sus nombres y enseñando alguna credencial que por fortuna, llevaban con ellos.

El guardia les da el visto bueno y los deja entrar.

Todos celebran.

Principalmente Alejandro que no puede creer que por fin se encuentra en Chichén Itzá.

Comienzan a avanzar por el camino pero Luis Ángel los interrumpe.

—Oye Jesús, ¿No ese de ahí es tu amigo?.

Todos voltean y Jesús trata de enfocar su vista lo más que puede.

—¡Si es!.

Esta formados con todo el grupo de excursionistas en una especie de campartas que forman un gran laberinto.

Los chicos corren y los alcanzan.

Jesús habla con su amigo.

—Ya los alcanzamos. —Lo sorprende.

—¡Ay cabron!. —Es lo primero que dice. —¿Oye, no...

—¿Qué se supone que esto?. Interrumpe Jesús.

Su amigo voltea. —Ah, según es una exposición gratis de objetos recién encontrados...

—¿¡Qué objetos!?. —Alejandro emocionado lo interrumpe.

—No lo sé. —El amigo de Jesús lo mira extrañado. —No entre.

—¿Pero es gratis no?. —Pregunta Dyllan.

—Si pero los boletos ya se acabaron, solo el profe y algunos entraron, así que técnicamente te estaba esperando.

Alejandro toca el hombro de Jesús. —Oye, como que ese profesor tuyo si es muy hijo de puta ¿no?.

Jessi ríe. —O sea, pero el profe no tiene la culpa de que los boletos se hayan acabado Alejandro.

El suspira. —¿Y dónde están los vatos de los boletos?.

—Ni idea. —Responde el amigo de Jesús. —Creo que se fueron a contar los boletos hasta el final del recorrido o no se.

Alejandro al no ver rastro de las personas que daban los boletos, además de que nadie estaba cuidando la entrada, solo pudo pensar en una sola cosa.

—Voy a entrar.

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