Capítulo 2: Permiso
El siente un frío.
La atmósfera lo inquieta, lo hace sentirse incómodo.
No dudes.
La voz es familiar, sus latidos se aceleran
No desconfíes.
Quiere gritar, pero no puede. Quiere moverse pero es inútil.
El te eligió, sabes lo que eres...
Eres un...
—AHHHHH. —Alejandro grita y por fin se despierta, está en su salón pero solo se encuentra el y Joselín.
—¿Y ahora a ti?. —la chica lo mira extrañada. —¿Qué te pasó?.
Alejandro aún está agotado y suspira para tratar de calmarse. —Ay no chingues, creo que se me subió el muerto.
Joselín ríe. —Ora tu. Mejor prepárate para informática que si no nos ponemos las pilas, lo que se nos va a subir va a ser un 5 a la plataforma.
Le logra sacar una carcajada. —Chistosa. —Alejandro niega.
Recibe una notificación en su celular.
Alguien mando mensaje en el grupo.
Fany: Pues tendría que pedir permiso, yo te aviso.
—Bueno, al menos ella también respondió. —dice Alejandro en su mente.
A veces creía que sus antiguos amigos jamás se volverán a reunir como en los viejos tiempos de la secundaria.
—¿Y si nos saltamos informática?. —Pregunta el chico mientras bosteza.
—¡No!. —Responde Joselin de inmediato. —¿Quieres que nos pase lo del año pasado que casi nos vamos a extraordinario?.
—Yo si me fui a extraordinario.
Joselín se ríe. —Por wey.
—Ay ya. ¿Qué vamos a hacer aquí?, Nada, solo vamos a platicar y pues si es eso, mejor que nos de el airesito. —Alejandro trata de convencer a su amiga.
Ella lo piensa. —Es que...
—Sabes muy bien que afuera te llega mejor el internet y puedes platicar con...
—Esta bien, esta bien. —La chica se levanta y agarra su celular. —Pero rápido antes de que llegue la profesora.
Alejandro celebra internamente.
Creía fielmente que después podrían recuperarse, parecía que no había aprendido la lección del año pasado.
Y tampoco es que ignorara la posibilidad de reprobar una vez más, pero desde que Alejandro escogió la carrera que cursaría, estaba convencido de que ninguna materia le aportaría algo bueno (sin contar Literatura).
A veces, tenía discusiones mentales.
—"No le eches ganas, no te va a servir en tu futuro y una calificación no define lo que eres".
—"Es cierto, pero para poder cursar la carrera que quieres necesitas terminar tu prepa con un promedio mínimo de 8."
—"Cursare primero la carrera técnica y no necesito de la prepa".
—"Pero vas a querer estudiar la licenciatura después y ahí sí la vas a necesitar, ¿En serio te vas a arriesgar a volver a estudiar la preparatoria cuando ahora la tienes casi terminada?".
A Alejandro no le gustaba llegar a una conclusión de "Tienes que sacar buenas calificaciones", pero aparentemente era la única respuesta.
También tenía otra conclusión. —"La vida de adulto es una pendejada".
En ocasiones como esa, le venía a la mente la letra de una canción.
Cuando estaba chico ya quería ser grande
Y ahora que ya estoy grande prefiero estar chiquito
Clásico, parece que nunca me voy a conformar
Mi presente es lo que en un futuro voy a extrañar
Por pensar en lo que fue
Nunca pienso en lo que tengo
Por pensar en lo que viene
No me centro en lo que estoy viviendo
Y ahora que me escuchó ya estoy entendiendo
La vida es lo que pasa mientras que te vas muriendo.
Y no es que hubiera vivido ya 68 años.
No, tenía 17 y por alguna razón se identificaba tanto con esa canción.
La escuchaba generalmente en las tardes cuando estaba acostado en su cama sin hacer nada.
Pero se detiene por un momento, se medio levanta pues creé haber escuchado su nombre.
Se quita los audífonos y pone atención.
—¡Alejandro!. —Grita su madre con un tono molesto.
—¡Mandé!. —igual grita el chico desde su habitación.
—¡Ya está servido!.
—¡Ya voy!. —Alejandro desconecta sus audífonos, se para y junto a su celular sin olvidar a su cahorrita baja para acompañar a sus padres con la comida.
Cuando llega a la mesa, los saluda comienza a degustar los alimentos al mismo tiempo que observa su celular.
Más concretamente su Facebook.
Sus padres observan la conducta, Su mamá decide ignorarlo, pero su padre está molesto.
—Alejandro, deja el celular. Estamos comiendo y ya te dije más de mil veces que no puedes comer con el celular.
El chico suspira y lo deja por un momento.
Come y ahora ve la televisión.
Están transmitiendo un programa que se llama "Enamorandonos".
Alejandro roda los ojos y piensa. —Si van a ver mierda, al menos déjenme a mi ver mi mierda.
Eso le da el impulso de agarrar su celular otra vez.
Cosa que su padre termina por darse cuenta y la molestia vuelve de nuevo.
—¿Cuántas veces tengo que hablar para que me hagas caso?.
Alejandro está por responder pero su madre interrumpe.
—Por favor hijo, has caso, aunque parezca que te estamos molestando por molestar no es así, solo queremos tu bien, te la pasas todo el día pegado en el celular y no es sano.
—Pero...
—Tu madre tiene razón, ve a tu hermano, el sale, disfruta, vive su vida...
—A bueno. —Interrumpe el chico. —Si lo que quieren ustedes es que diario regrese borracho por qué me fui al antro por qué eso es lo que hace el, entonces creo que va a ser algo imposible por qué a mí no me gusta eso. Mis amigos de la secundaria salen una vez al mes, los de la prepa ni hablar, los que viven por aquí ya ni se si todavía conviven.
Su padre niega. —Yo lo único que escuchó son excusas.
Alejandro se ríe. —Aparte, si me dejan salir, si pero no tan tarde, si pero no tan lejos ¿Como ven entonces viable mi salida?.
—Si tan siquiera te invitaran sería otra cosa. —Responde su papá.
Alejandro entonces, recuerda algo. —O sea, que si me invitaran ahorita a algún lado ¿Me dejarías ir?.
—Te lo juro que lo hago.
Alejandro sonríe. —Un amigo me invitó a un viaje por la zona arqueológica de Chichén Itzá, cuesta 1600 pesos pero suponiendo como son jamás me darían permiso.
Los padres de Alejandro se ven entre sí, su papá frunce el ceño.
—Te lo doy.
Alejandro lo ve fijamente. —¿Qué?.
—Te doy el permiso.
—¿Estás seguro?. —No quiere celebrar antes algún arrepentimiento.
Pero su padre asiente. —Todo por qué salgas y dejes de estar pegado en el cochino celular.
Alejandro quiere estallar de emoción por qué no puede creer que es casi una realidad el que el vaya a visitar esa zona arqueológica con la que tanto había soñado.
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