Final: Un parto y una propuesta a una nueva vida
Han pasado varios meses desde que el veredicto falló a favor de Annalisa en el juicio. Gracias a Dios, haber salido libre ayudó a Annalisa a pasar un embarazo más relajada porque está consciente de que nada la va a separar de su hijo que ya sabemos que es un varón. Para todos fue una gran alegría.
Su relación con Donato sigue siendo un caso sin resolver. Por más que Donato lo ha intentado, con la excusa de saber del bebé, no ha tenido avances con Anna. Solo le tiene permitido ir a las ecografías porque a pesar de todo, es el padre de su hijo. Yo he intentado mantenerme al margen de todo eso. Siempre supe que esta historia acabaría así. Por desgracia, en algo Vitale tuvo razón, su objetivo principal, lo cumplió y eso es lo que más le duele tanto a Donato como a Annalisa.
El juicio de Lorenzo tuvo lugar dos meses después. Las pruebas eran irrefutables y ningún alegato suyo o de su abogado hizo dudar al juez de la culpabilidad de los hechos. Annalisa y yo tuvimos que formar parte de los testigos del caso. En un ataque de irá terminó dándome la razón de que fue él quien me amenazó a la salida del bar y quién chocó el carro de Edel donde sabía que estaba. Él se encontraba aún allá cuando yo le pedí a Edel que me llevara. Lo condenaron a cincuenta años de prisión.
El caso de Alonzo y Brina se resolvió más fácil de lo que pensé. La complicidad de Alonzo fue sencilla porque di testimonio de que me apoyó durante la investigación. En el juicio Lorenzo confesó dónde estaba la madre de Alonzo. Fue rescatada y gracias a Dios está sana y salva.
El caso de Brina se tornó más complicado. En esta ocasión Lorenzo no quiso colaborar. Edel pidió encargarse personalmente de ello. Es un gran abogado como nosotros y demostró un gran interés no solo por el caso, sino también por Brina. Logró dejarla libre de cargos, solo con una fianza que él mismo pagó y prometió ayudarla a encontrar a su hijo.
Como la amenaza no era más que un asunto del pasado, Annalisa insistió en regresar a la casa que compartía conmigo que un mes después le di porque yo me mudé de forma definitiva al departamento que tiene Martín. Se está encargando de su bufete desde aquí y me preocupa lo que pueda suceder si decide irse.
En estos meses que llevamos juntos, hemos logrado superar el tema de la desconfianza. Ahora nos contamos casi todo lo que nos pasa y siempre tratamos de resolver todo juntos. Somos una pareja, por primera vez siento que tengo un compañero de vida que sigue mi ritmo, y sobre todo que me quiere, me valora y me hace feliz como no lo fui nunca.
—Antonella, dejaste tu celular en la sala de juntas y no para de sonar —me dice una de las chicas que está haciendo una pasantía en el bufete donde conseguí empleo hace meses. Es una política que tenían descuidada y que logré que volvieran a abrir.
—Gracias, cariño. Ni me di cuenta —admito y tomo el celular.
Reviso y veo que tengo llamadas de Annalisa, Donato y Martín. Enseguida me preocupo y llamo a Martín. Me responde al tercer timbre.
—Cariño, ¿qué sucede? Tengo varias llamadas de Annalisa, Donato y tuyas.
—Hermosa, Annalisa se ha puesto de parto. Gian quiere salir antes de lo previsto. Estaba en casa y Donato fue a verla, discutieron como siempre y le empezaron las contracciones.
—Por Dios, hasta cuando esos dos.
—Voy camino con ella al hospital porque no quiso ir con Donato. Ya rompió fuente. Estamos muy cerca. No tardes.
—Enseguida llego. —Cuelgo y suelto el teléfono para terminar de cerrar mi bolso.
—Chicas —llamo la atención de todas para decirle a la primera que me atienda—, mi amiga está a punto de dar a luz y debo irme. Díganle al jefe. —Sin esperar respuesta salgo corriendo hacia mi auto, rogando por llegar a tiempo.
Gracias a Dios las calles están vacías porque todos están en el trabajo y logro llegar muy rápido. Pregunto rápidamente por información sobre Anna y me dicen que aún no da a luz porque no ha dilatado lo suficiente. Me dice el número cuando le invento que soy la hermana y voy hasta allá. Entro a la habitación y me la encuentro retorcida en la cama, a un costado Martín que la mira sin saber qué hacer y a Donato jalándose el cabello.
—Antonella, al fin llegaste. Te llamé mil veces.
—Perdón, cariño, dejé el móvil en cualquier lado.
—Por favor, no quiero verlo. Sácalo de aquí. —Lo siguiente que se escucha es un grito ensordecedor y saco a Donato del cuarto en lo que voy por un médico.
—Ni siquiera en este momento me permite estar a su lado —me dice Donato llorando, mientras camina a mi lado en busca de algún personal médico.
—Una vez te lo dije. No te lo voy a repetir. No quiero echar más sal a la herida. Ahora concentrémonos en que mi ahijado llegue a este mundo. —Doy con un médico que se apresura a ir a ver a Anna al verme histérica y cuando la revisa, toca un botón para que la preparen para dar a luz.
—Por favor, Antonella, entra conmigo a la sala de partos. —Donato cierra sus ojos por el dolor de su propuesta.
—Anna, sé que lo hizo muy mal, pero no le niegues la dicha de conocer a su hijo. Ustedes deben ser los primeros en verlo. No le quites eso. Al final de cuentas, Donato es el padre de Gian. —Ella comienza a llorar porque sabe que tengo razón y que está siendo muy injusta.
—De acuerdo. Ven conmigo, Donato. —Se seca la cara y sin tocarla, asiente feliz y con la mirada, me da las gracias.
Ambos se pierden entre las puertas de la sala de partos y nosotros nos quedamos afuera. No paro de moverme de un lado a otro. Martín fue por café a la cafetería.
—Cariño, cálmate —me dice Martín entregándome el vaso desechable.
—No salen a darnos noticias y ya entraron hace un buen rato.
—Lo sé, pero tengamos paciencia. En nombre de Donato te doy las gracias por haber intervenido por él con respecto a entrar con Anna.
—Sé que Donato se equivocó, pero Anna por los nervios fue al extremo con esto. Sea como sea es el padre y tiene derechos, y yo no iba a permitir eso por mucha rabia que tenga aún por cómo se comportó.
—Por eso, te doy las gracias. Supiste dejar a un lado los rencores, cosa que Annalisa ni en este momento, pudo hacer. —Eso es cierto.
—Familiares de la señora Annalisa Ferri. —Sale un médico con un traje azul y se quita el gorro y el nasobuco.
—Aquí estamos —digo—. ¿Cómo están Anna y el niño?
—Gracias a Dios todo salió bien. Tuvimos una pequeña complicación, pero al final, todo está bien y ellos están saludables, aunque Anna está muy cansada por el trabajo de parto.
Anna fue trasladada a una habitación para que descanse. Solo pudimos verlas unos minutos y, al bebé, solo a través del cristal. Comprobamos que ellos estaban bien y nos fuimos a casa cuando Anna permitió que Donato se quedara.
—Puede que Gian logre unirlos finalmente —dice Martín luego de dar un trago a su copa de vino. Nos encontramos en nuestro sofá, acurrucados con una manta, lo hacemos cada noche antes de dormir.
—No lo sé, puede que sí, puede que no. Todo depende de Anna —asevero.
—Yo. —hace una pausa como si estuviera nervioso y me levanto asustada para ponerme frente a él y vuelve hablar—. Tengo una propuesta que hacerte.
—Sí es indecente, la respuesta es sí. —Lo hago sonreír a ver si se relaja. Puedo sentir su tensión a pesar de estar a unos centímetros de distancia.
—No es indecente, solo espero que me des ese sí. —Se toca la barba y suspira—. Quiero que te mudes a Francia conmigo. —Tapo mi boca ante el grito que quiere salir de mí—. Sé que tienes mucho qué dejar atrás, que sería empezar una vida nueva desde cero, pero estaré a tu lado, apoyándote, siendo compañeros, además de parejas. Por favor, piénsalo —me pide.
—Yo no tengo nada que pensar, Martín. ¡La respuesta es sí! —grito y se lanza sobre mí, para abrazarme y besarme por todos lados.
Jamás creí que este hombre que tanto me retó al principio, pero a la vez me impulsaba a demostrarle de lo que soy capaz, ahora este haciéndome esta propuesta. ¿Cómo voy a decirle que no? Si lo único que quiero es una vida a su lado.
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