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Capítulo 35: Un viaje, un accidente 🧑‍⚖


Tras colgar la llamada de Luciano, el cual se encontraba muy preocupado, el único sonido que se escuchaba en aquella calle era el del auto. No paraba de pensar en lo sucedido. Cuando Luciano me dijo que ese hombre desapareció, temí lo peor, sin embargo, él había decidido ayudar por segunda vez dando otro giro a todo esto.

A mi lado, Martín se encuentra igual de pensativo que yo. Maneja concentrado en la carretera y en su propia mente sin decirme nada. Su silencio me alarma.

—Nena, necesito que te cuides. —Es lo primero que dice—. Ese mensaje cifrado a Luciano puede ser tanto una prueba como una trampa. —Lo miro interrogante.

—¿Por qué una trampa?

—No lo sé. No conozco mucho de las trampas de los informáticos, pero con ellos hay que tener cuidado. Puede que te estén dando una mano, para con la otra encontrar lo que buscan. —Ya voy entendiendo—. Solo que no sé por qué se lo envió a Luciano. Sencillamente, no me fío de su buen acto de colaboración —concluye y tiene toda la razón.

—Le diré a Luciano que elimine absolutamente todo. Esperemos que lo que dices no haya sido su plan, si no, estoy perdida.

—Tranquila. Te prometí que te ayudaría con esto. A ti nadie va a perjudicarte —me repite las palabras que me dijo aquel día cuando Luciano me contó todo—. Ahora, con respecto a nosotros...

—Martín, lo que sucedió recién fue... —Me observa expectante, esperando que termine de hablar—. Fue maravilloso —admito. Él sonríe con felicidad—, pero eso no significa que estamos juntos de nuevo. —La felicidad que vi en su rostro desaparece ante mis palabras. Aprieta el volante entre sus manos.

—Te daré el tiempo que necesites, Antonella. Solo espero que cuando te des cuenta, no sea demasiado tarde —me advierte y me erizo, sin embargo, no digo nada más.

Durante el viaje en el que no compartimos siquiera una mirada, se estaciona en la mansión Milano y solo me dice que mi auto lo tendré mañana. Le doy un rápido beso en los labios, donde apenas nos rozamos, pero él me responde y salgo de allí, intentando ser fuerte para no volverme e irme con él sin importar mis malditas dudas.

A la mañana siguiente sigo la misma rutina. Anna continúa encerrada en su cuarto para evitar encontrarse con su esposo y este se la pasa paseando alrededor, pero no se anima a tocar la puerta. No entiende el concepto de "darle tiempo". Si fuera yo, no sería fácil hacerlo, pero él debe pensar primero en Anna más que en él mismo.

En la cocina, una de las muchachas me indica que mi auto llegó temprano en la mañana, que ella firmó porque yo estaba durmiendo. Se tranquilizó cuando afirmé que no había ningún problema.

Mi segundo día en mi trabajo pasa ante mis ojos como una ráfaga. Me sumerjo tanto en el trabajo que apenas noto que ya casi es la hora de salida. Me han asignado un divorcio donde uno de los abogados más experimentados va a asesorarme para que pueda salir victoriosa, puesto que ambas partes habían solicitado nuestro servicio, sin embargo, decidimos aceptar la demanda de la esposa, quien era la más afectada junto con su hija.

A falta de media hora de salida, con un poco de trabajo adelantado, entro a mi correo para checar algunos puntos del caso de Anna. Eso, más la información de Luciano, se me ocurre una idea qué si logro tener lo que quiero, es una prueba más de que Anna es inocente.

—¡Qué agradable sorpresa escuchar a la señorita cabellos de fuego! —Suelto una risita nerviosa ante el saludo de Edel tan efusivo.

—¿Cómo te encuentras, Edel? —pregunto sin saber cómo dar paso a lo que necesito.

—Bastante bien, cariño. No me puedo quejar demasiado —admite—. ¿A qué debo el placer de tu llamada? —Bien, vamos allá.

—La verdad es...

—Venga, dilo sin pena. Yo mismo te dije que si necesitabas algo que me llamaras. —Tiene razón. Aquí voy.

—Necesito viajar a Alemania por un asunto de suma importancia.

—Supongo que eso tenga relación con el caso del matrimonio Milano —afirma.

—Así es.

—También me he enterado que has sido contratada en un bufete —dice con entusiasmo. Vaya que rápido se enteran.

—Qué bien informado estás —digo.

—Tengo ojos y oídos en todas partes. —Ya lo creo. No lo dudo—. Supongo que ahora no puedes negarte a contarme el por qué ese caso se relaciona con mi país.

—El dinero desfalcado está en una cuenta allí y necesito información precisa que no van a darme por teléfono y cómo tú eres de la rama, creo que eres la persona idónea para ayudarme.

—Esa es poca información. Sin embargo, cuando llegues aquí me contarás todo de forma más detallada. —Suspiro. No me queda de otra.

—De acuerdo. Necesito salir más tarde mañana. Como bien sabes, no puedo faltar a mi trabajo mucho tiempo. Sería viajar mañana en la mañana para regresar al día siguiente lo más temprano posible.

—¿Tienes tu pasaporte en regla?

—Por supuesto.

—Vendrás en mi jet. —Oh—. Mi piloto estará allí a las 12 del mediodía. No es un vuelo muy largo. Es alrededor de dos horas o incluso menos, pero como vienes en un vuelo privado y sola, de seguro llegas rápido. Mándame al email el nombre del banco al que tenemos que ir.

—¿Tenemos que ir? —inquiero ante su pluralidad.

—No pienso dejarte ir sola. Como quiera que sea, eres extranjera. Conmigo allí será más sencillo.

—De acuerdo. —Es verdad lo que dice. Soy una extraña allá pidiendo información.

—Bien. Nos vemos mañana

—Hasta mañana.

—Por cierto, ¿Martín sabe que me llamaste?

—No, estamos dándonos un tiempo. —Suspiro y él se queda en silencio.

—Por Dios, chica. Deja de perder el tiempo en nimiedades. Quizá cuando te des cuenta que el resto es basura, sea demasiado tarde —me aconseja y recuerdo las palabras de Martín y tiemblo con el teléfono al oído.

—Gracias por el consejo. Lo tomaré en cuenta.

Durante la noche me la paso pensando en las palabras de Edel, y en que Martín me dio a entender lo mismo con sus palabras finales el día que nos metimos a la oficina de Vitale. Quizás ambos tienen razón y estoy dejando que mis miedos, y sobre todo la situación me hagan dudar de que puede pasarme lo mismo.

Ese es un miedo en silencio que tengo desde que veo a Donato meter la pata hasta el fondo y Anna sufrir a causa de ello. No quiero pasar por lo mismo. Sin embargo, las palabras que Anna me dijo cuando supo todo, sobre arriesgarme, que puede haber un buen resultado de todo aquello. Hablaría con Martín a mi regreso de Berlín.

Salgo de la mansión Milano con un bolso que no parece de viaje sin decirle nada a ninguno de los dos. A la única que llamé fue a Chiara para que me cubriera en caso de que alguien preguntara por mí en estos dos días. Fui lo suficientemente clara de que nadie podría saberlo, incluido el hombre que no sale de mis pensamientos.

Con todo y bolso me dirijo al bufete para adelantar lo que pueda antes de salir a las 11 para llegar a donde me recogería el jet de Edel. Ya mi jefe está enterado. Se lo dije ayer y no puso problema. Está siendo bastante flexible en cuanto al caso.

El vuelo en el avión privado de Edel fue maravilloso. Las dos azafatas tenían órdenes de atenderme como reina. Comí unos aperitivos y dormí el resto del viaje. Los asientos eran tan cómodos como una cama.

Al llegar, un auto negro me espera como en las películas de mafiosos. Edel está dentro del auto. Me saluda con efusividad y me dice que iremos directo al banco. Que luego podría descansar del viaje.

Observo el paisaje a través de los vidrios polarizados. Es una ciudad hermosa. Con edificaciones majestuosas, llenas de lujo. Sería un lugar genial para venir de visita.

A mitad de viaje, Edel me pidió los detalles que me dijo que tendría que darle al llegar. Le cuento lo más importante del caso que son todos los indicios que me trajeron a este viaje.

El banco es tal cual esperaba viendo las construcciones. Es gigante. Las mujeres que trabajan aquí son rubias la mayoría y alguna que otra morena que se ve caminando de un lado a otro por el inmenso lugar con tacones. Son hermosos, pero matadores.

Edel nos dirige hacia una mujer frente a una computadora, que se ve ocupada, pero al ver a Edel, se queda pasmada la pobre. Como ya Edel sabe todo, dejo en sus manos el tener que lidiar con la mujer. Yo le dije lo que necesitaba. La rubia se mostró bastante arisca al escucharlo alegando que no puede dar ese tipo de información, pero con una advertencia de Edel, que todos los conocen en el círculo de abogados reconocidos de Berlín y por supuesto, algunos billetes, nos dio información.

El primer dato importante, es que la cuenta está vacía. Retiró el dinero el mismo día que viajó Lorenzo aquí desde Milán. Lo otro, es que había una suma de quince mil euros. Había logrado sacar más dinero del que percibí en los informes. Hay transacciones que logró disfrazar incluso de la policía. Lo tercero, pero no menos importante, es que crearon otra cuenta a nombre de la mujer con la que Lorenzo sacó pasaje. Definitivamente tengo que investigar a esa mujer. La policía ha tardado demasiado.

Tras dar las gracias a la mujer por su forzada colaboración, Edel recibe una llamada que debe de ir a su oficina y manda a su chofer a llevarme a su casa para que descanse que mañana regresaría a Milán.

Mientras el hombre maneja, observo en mi teléfono el número de Martín, deseo escuchar su voz, sin embargo, un fuerte impacto hace que suelte el teléfono y observo cómo nos golpean y el pobre hombre no sabe cómo controlar el auto y entonces, nos impactan tan fuerte que el auto comienza a dar vueltas y me sumerjo en la oscuridad y mi último pensamiento y palabra, es el hombre al que quiero con mi vida.

¿Y ahora? 

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