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Capítulo 29: Una nueva oportunidad 🧑‍⚖

El agua caliente relaja los músculos tensionados por todas las cosas que están sucediendo. Sin embargo, el agua no hace el mismo trabajo en mi mente. Tengo un dolor de cabeza terrible y no sé si es a causa del alcohol o la amenaza o el hecho de pasar la noche bajo el mismo techo y en la misma cama que el hombre que quiero sacar de mi sistema. Está visto que no es posible, mientras más me empeño en alejarlo, más las circunstancias me acercan a él.

El hecho de mudarme con él me tiene sumamente nerviosa. Sé que es por mi protección, pero resulta una tentación tenerlo todo el día aquí cuando lo que deseo es estar con él. Malditas ganas.

Cierro el grifo de la ducha y agarro la toalla para secarme mientras los nervios empiezan a florecer dentro de mí. Vamos a dormir juntos y eso no es algo que me haya permitido hacer. Con mis compañeros, todo era tan vacío que no sé cómo pude vivir sin problema con ese tipo de relación.

No estabas enamorada, bonita.

Mi cabeza como siempre jugándome malas pasadas diciéndome en silencio lo que yo no me animo admitir en voz alta. ¿Por qué me resulta tan jodidamente complicado? No tengo idea.

Agarro el conjunto deportivo de pantalón y pulóver que Martín me prestó para dormir más cómoda y me lo llevo a la nariz, impregnándome de su olor. Me considero adicta a los perfumes de hombres. Son sexys, varoniles y derriten a cualquier mujer, o por lo menos a mí.

Pongo mi ropa a lavar con todo y ropa interior para poder ponérmela en la mañana. Espero que Martín no note que debajo de su ropa, no traigo nada. El pulóver es lo suficientemente ancho como para notarlo. Tomo entre mis manos el picaporte y abro la puerta.

Al salir, el panorama parece el de las novelas virtuales donde la chica está nerviosa por haber acabado en casa del chico que le gusta y lo ve en la cama, sin camisa y todo comestible. ¿Cómo se le ocurre quitarse la camisa sabiendo que estoy aquí?

Quiere provocarte.

¿Será? Si ese es el objetivo lo está logrando. Ese tatuaje que tiene que va desde su hombre cubriendo parte de su brazo y el pecho le da un aire de chico malote, o bueno, le da un aire no, porque puede ser un cabrón cuando quiere, aunque debo darle créditos de que está intentando cambiar eso.

—¿Te quedarás ahí parada? —me dice sin apartar la vista del libro que, al parecer, no leía.

—¿No estabas leyendo?

—La verdad no. Agarré el libro intentando distraerme y no logré mi objetivo.

—¿Distraerte de qué?

—De saber que en mi baño se estaba duchando la mujer que me gusta y que encima, usará mi ropa. —Un pequeño jadeo escapa de mi boca. Este hombre tiene que dejar de ser tan explícito. No se guarda nada.

—Y tú deberías tener en cuenta que estoy aquí y vestirte adecuadamente.

—Culpable —dice levantando la mano, lo cual me hace reír—. En mi defensa puedo alegar que tengo mucho calor como para dormir completamente vestido. Deberías dar las gracias que esté usando el pantalón.

—¿Por qué? ¿Te gusta dormir desnudo? —Me saca esa sonrisa picarona y ya no necesito que me responda.

—Espero que algún día puedas comprobarlo.

—Vamos a dormir. Mañana tenemos un largo día y estoy muy... —No sé ni cómo catalogar lo que siento—. Estoy muy estresada —digo finalmente.

—Yo te puedo ayudar a relajarte. Ven —dice dando suaves golpecitos al lado libre que queda de su cama King size.

Salgo de delante de la puerta del baño, dejando la toalla cerca de un sillón para acercarme a la cama. Él no se pierde mis movimientos. A medida que me acerco, mi garganta comienza a secarse —por los nervios—. Me siento en la cama, seguidamente me acuesto, tapándome con la colcha y él me mira.

—Ven aquí —me invita, tendiéndome su brazo—. Sé que estás preocupada por todo. Tranquila, ya estás conmigo y haremos todo lo posible para proteger a Anna y yo te protegeré a ti —repite lo mismo que ya me dijo—. Ahora, duerme un poco.

Paso mi mano por encima de su abdomen, notando la dureza que imaginé que tenía gracias al ejercicio que debe de hacer. Él por su parte me acerca más a él, posando su mano en mi cintura y finalmente, caemos dormidos.

Un rayo de luz me despierta, me molesta en la cara adormecida y veo que la cortina se ha corrido un poco, dando paso al pequeño destello de luz solar. Al ver a mi alrededor, todo lo sucedido anoche se vuelve a repetir en mi cabeza como una película de terror. Me muevo tratando de salir de entre los brazos de Martín y no puedo. Me tiene bien sujeta.

—No escaparás de mí, Marchetti.

—No pensaba hacerlo —admito—. Es que el sol se molesta en la cara. —Él estira su mano, sin apenas soltarme y como puede, arregla la cortina.

—Listo.

—Aun así, debemos levantarnos ya. —De repente, en un movimiento rápido, quedo encima de él, con sus ojos cafés mirándome, como si me venerara. ¡Qué sentimiento más acogedor se instala en mi pecho al ver cómo me mira! Es imposible de describir. Cuando pienso que me va a besar, simplemente deja caer su boca en mi frente.

—Buenos días, preciosa. Tienes razón. Debemos levantarnos para hablar con el matrimonio involucrado. —Asiento —. Pero antes, quiero que hablemos de otra cosa.

—¿Qué sucede?

—Sucede que no quiero que sigas negando que entre nosotros no pasa nada. El maldito caso nos une y a la vez nos separa. Sé que actué mal al principio, pero quiero estar contigo. No te voy a endulzar el oído con palabras cursis. —Gracias a dios, no me gusta eso—. Solo quiero que sepas que me gustas y quiero que intentemos tener lo que deseamos. Prometo contar contigo para todo lo relacionado en el caso y no ocultarte más información. —Cuando dice eso voy hablar y me interrumpe.

»—No insistas con lo de Donato, ese dinero no es para fines delictivos, confía en mí con eso, te lo pido. —Asiento. Lo intentaré—¿Me darás una oportunidad de componer mis acciones del pasado y demostrarte que de verdad podríamos funcionar como pareja?

—Nuestro principal problema es la desconfianza. Trabajemos en ello juntos. —Asiente, soltando el aire al tiempo que sonríe, feliz—. Intentémoslo —acepto su proposición.

—No voy a desperdiciar la oportunidad que me estás dando —dice abrazándome—. Vamos a desayunar.

Mientras Martín prepara el desayuno, habla con Donato, diciéndole que debe venir tan pronto pueda. Escucho la llamada porque Martín pone el altavoz. Donato asegura llegar lo antes posible. Seguidamente, hago lo mismo con Anna. Ahora solo queda esperar y rezar porque esos dos logren entenderse. A pesar de que Donato no es santo de mi devoción por lo que le ha hecho a Anna, sé que es capaz de hacer lo que sea con tal de protegerla.

Una hora después, el timbre suena. Me coloco al lado de Martín y él abre la puerta. Por un momento pensé que llegaría uno solo, pero la sorpresa es verlos a los dos uno al lado del otro, confundidos de verse aquí. Anna me observa y sé que debe de tener mil preguntas sin responder. Le sonrío para calmarla.

—¿Qué sucede, Martín? —alega Donato—. ¿Qué significa esto? —dice, señalando todo nuestro alrededor.

—Estamos en peligro y debemos hacer algo. —Ambos abren sus ojos mientras los invito a pasar como si fuera mi casa. Vaya cosa...

Uyuyuiii, ¿la cosa se pone buena o solo yo lo creo? 

¿Qué creen ustedes? ¿Arreglaran las cosas?

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