Capítulo 10: Nuevos rumbos 🧑⚖
Quedó claro que ese dinero no fue puesto en la cuenta por Annalisa. El tema está en que está cuenta a su nombre podría ser una prueba. Pedimos al gerente el documento que supuestamente Anna firmó para que un experto corrobore que la firma fue falsificada. Aquí hay más de un culpable. No es posible que una sola persona haya maquinado y ejecutado todo absolutamente solo.
Luego de que dejé ir a Anna con el primo de Donato. Decido llamar a Alonzo Keller, el informático para que empiece a trabajar de una vez. Necesito información contundente. Hasta el momento, no tengo nada documental que libre a Anna del delito.
—Buenos días. —Escucho su voz nerviosa. ¿Qué le pasa a este hombre? Desde que lo conozco jamás lo he visto relajado.
—Buenos días. Soy Antonella.
—Sí, la abogada. —Su respiración comienza a volverse regular. Vaya, ¿quién pensó que sería?
—Exacto. Necesito que comiences a trabajar. —La línea se queda en silencio por un minuto.
—¿Qué debo hacer?
Comienzo a explicarle, lo primero que necesito es saber quién movió el dinero de la cuenta de la empresa a la cuenta que supuestamente, Anna creó hace poco tiempo. El hombre solo responde que sí a todo lo que le digo y doy por concluida la llamada.
Conduzco por las calles concurridas de Milán para encontrarme con Chiara para temas legales de su tienda que necesita que le ayude. Cuando doblo a la izquierda veo que un auto del que no me había percatado sigue el mismo recorrido que yo. Quizás esté loca, pero presiento que este auto me está siguiendo y lo compruebo cuando me sigue por cinco minutos más y entonces, cambio mi rumbo justo en el instante en que memorizo la chapa en mi cabeza.
Cuando me estoy acercando a mi nuevo destino, veo que el auto se desvía en otra dirección. Salgo del auto hecha una furia. Ha llegado demasiado lejos este idiota de Lefevre.
—¿Has mandado a seguirme? —cuestiono al entrar a la oficina sin ser invitada.
—Buenos días, abogada. Cada día demuestra sus pésimos modales, irrumpir en mi oficina sin ser invitada es uno más que agregar a su lista. —Qué borde es este hombre, por dios.
—No son tan buenos como quisiera.
—Diría que lo siento, pero no soy un mentiroso. ¿A qué debo su inesperada visita? —Estoy sorprendida, hasta ahora nada de insultos. Su calma me pone nerviosa.
—Mire, creo que está llevando esto a otro nivel. ¿Pretende asustarme?
—Le repito, no sé de qué me habla.
—Hablo del auto que me está siguiendo.
—No soy yo, Antonella. Te propongo algo. —Arqueo la ceja, sorprendida y con la mirada le indico que continúe—. Yo no voy a continuar interponiéndome en tu trabajo. Te dejaré en paz. Se acabaron las peleas. Por mi parte, todo será profesional y tranquilo. —Esto me ha descolocado por completo. ¿Qué bicho le ha picado a Martín?
—Ya era hora. Por mí perfecto. —Un tema menos del que preocuparme.
—Bien, si no tienes nada más que decir, te pido cordialmente que te retires. Estoy trabajando.
—¿Te puedo pedir un favor?
—¿Qué clase de favor?
—No seas tan duro con Annalisa, cualquier tema respecto al caso, llévalo directamente conmigo. Ella necesita descansar y estar tranquila —le pido.
—Así será —asevera tras un largo suspiro.
No diré que confío en Martín completamente, pero teniendo en cuenta su comportamiento y el hecho de que parece no tener idea de lo que hablo, me hace creer que no es él. Si Martín no tiene nada que ver, ¿quién me está siguiendo? ¿Por qué? Lo único que puedo pensar es que el verdadero culpable me está acechando. Sería muy lógico, yo debo de encontrarlo a él para poder encontrar las pruebas de la inocencia de Anna.
Voy al juzgado y cuando voy a ir a la recepción, veo a la fiscal.
—Antonella, ¿qué te trae hoy por aquí? —me saluda la fiscal.
—Buenos días. Hoy mientras estaba conduciendo noté que un auto me seguía. Logré el número de matrícula y vine a ver si me pueden decir a quién pertenece —explico la situación.
—Tienes que tener cuidado. Nuestra profesión es hermosa, pero también puede ser muy peligrosa.
—Estoy consciente de ello. Por eso decidí venir.
—Hiciste muy bien. Dame el número y veremos de quién se trata. —Asiento al tiempo que anoto el número. Ella sale de la estancia y yo me quedo sola.
Las palabras de Martín me tienen algo inquieta. Estoy tan acostumbrada a que sea un borde, que su cambio tan drástico resulta inquietante. ¿Y si es una trampa para que baje la guardia? Me vuelvo paranoica con tantas cosas.
—Antonella —dice la fiscal trayéndome al mundo real.
—Dígame.
—Este número no existe. ¿Está segura de que viste el número correcto?
—Sí, ese es el número. Esta persona ha resultado ser más inteligente de lo que pensé —murmuro bajito, más para mí que para ella—. Me retiro —digo levantándome y le doy la mano a modo de despedida.
Voy rumbo a mi encuentro con Chiara, lo he retrasado demasiado. Esta vez no veo nada raro durante el viaje. Cuando llego, me saluda con un tierno abrazo y vamos directo a la cita para poder legalizar los papeles del traspaso del local al nombre de Chiara. Enseguida que llegamos, mi amiga me presenta a su gerente, que trae algo en sus manos.
Durante la firma del papeleo veo como la gerente interviene en algunas ocasiones donde no lo veo necesario, distrayendo a Chiara, hasta que finalmente, le pide su firma en unos documentos y algo hace clic en mi cabeza.
La firma de Annalisa, en la empresa todos no tienen acceso a su firma, deben ser personas específicas, así como la gerente tiene acceso a la firma de Chiara. ¿Cómo no lo había pensado antes? Ese será mi siguiente paso para descubrir si alguien de la empresa tomó un documento para falsificarla.
Esa noche, llamo a Anna para preguntarle quiénes son esas personas y ella solo menciona a su secretaria y, además, me da un dato interesante y que realmente es muy obvio. Muchos de esos documentos firmados van a manos de Donato. Por un lado, está bien, él debe de tener control de todo, pero, ¿por qué tras la firma de Anna? Después de colgar, me pongo a revisar los papeles como cada noche y veo que las transferencias con sumas desorbitantes comenzaron hace dos meses.
A la mañana siguiente, llego a la recepción de la empresa y le pido a la recepcionista que me guíe hasta la cabina de las cámaras. El encargado busca las grabaciones y durante la grabación me doy cuenta, en el segundo video que un mes y medio y dos semanas atrás, entraron a la oficina tres personas, la secretaria de Anna, Donato y el abogado y sus respectivas secretarías.
¿Creen que las secretarias, la gerente o el mismo Donato tenga algo que ver?
¿Por qué piensan que el informático se asuste tanto? ¿Ocultara algo?
Comenten, los leo.
Los quiero, Kya 😘💫
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