Parecía que esas palabras fueron un hechizo para que Ink volviera a mirarlo, Error sentía que los papeles se habían invertido sin notarlo, y la sensación de sentirse observado no lo dejaba en paz.

En el salón, en cada receso el albino se quedaba en el salón, el moreno se mantenía en su puesto, sin saber qué decir, solo deseaba tener el valor para sentarse al lado del otro y poder comenzar una amistad.

Pero todo era extraño, tan fuerte para sí, luciría como un acosador, no importa si antes le había ayudado a escapar de los jóvenes de secundaria, la gente no tenía esa visión de él, y no deseaba incomodar al de pupilas coloridas y especiales.

Bastaron tres días, para que Ink se levantara, y se sentara ahora al lado en el puesto que siempre estaba vacío del pelinegro, aquel día Error se había puesto brazos cruzados sobre la mesa y su cabeza entre las mismas, se había quedado hasta tarde en su reflexión diaria.

¿Qué podía creer de la situación? Tan tensa e incómoda, el ajeno pese acercarse no decía nada, y en su posición no podría admirar sus facciones para deducir lo que pensaba.

Patético se sentía, solo quería desaparecer, por ser idiota, por no saber hablar, su orgullo se perdía, y así los días pasaron.