Su defecto número nueve, y tal vez lo que más le gustaba, era tomar todas las decisiones equivocadas.

Si le daban a elegir entre algo beneficiario y entre algo no tanto, elegía la segunda pensando que era mejor que la primera. Era inevitable para él no hacerlo. Al parecer estaba configurado para tomar malas decisiones.

Muy en el fondo él sabía que lo que elegía no era lo mejor. Tal vez, muy en el fondo, le daba terror elegir algo bueno, y que esto al final se convirtiera en malo.

Él me había confesado que yo era su excepción de una buena decisión.

***

Unas semanas después de su confesión, realicé que eso en realidad había sido una mentira.

Una de la cual no se había percatado en absoluto.

Él tenía razón al haberme hecho esa confesión, y al yo estar con él, había logrado inconscientemente que dejara el cigarro y la bebida sin habérselo pedido.

Ahora eran tres buenas decisiones tomadas dentro de todas las malas.