Mi cuerpo descansa sobre el suelo, el frío traspasa la fina tela de mi camiseta al mismo tiempo que mis labios notan el sabor salado de mis lágrimas.

Intento mover mis manos, mis piernas, alguna parte de mi cuerpo. Pero no puedo hacerlo, estoy paralizada y tengo miedo, mucho miedo. Quiero abrazar a Bonnie, ¿dónde está mi osito?
—Mami... —Mi voz no sale de mi garganta, es como si alguien me la hubiera robado.

—Mami, Bonnie... —En la piel de mi mano siento un contacto, algo cálido. Una figura borrosa aparece delante de mi rostro.
No puedo verlo, no distingo más que la ropa blanca que lleva.
—Tranquila mi niña, no llores, vamos a lograrlo. Vas a estar bien. —Su dedo pulgar limpia la piel de debajo de mis ojos.

—Papi... —Papá, es mi papá.
—Anna por dios, no aguantará demasiado tiempo —no grita porque sé que no pretende asustarme. Pero, ¿qué van a hacerme? ¿Me voy a morir?

—¡Aguanta, hija! Vamos a sacarte de aquí, resiste. —Desde el otro extremo de esa habitación oigo una voz femenina, mamá me habla. Y entonces, noto una presión en mi pecho, es como un dolor, una quemazón.

Es tan intenso que grito, grito con fuerza. Me duele, me duele mucho. ¿Dónde está mi osito? Quiero a mi osito. El oxígeno no alcanza mis pulmones, comienzo a notar que el calor de mi pecho se extiende por el resto de mi anatomía, no puedo respirar. Me ahogo.

—¡Se ahoga, Anna! ¡Se está muriendo! —papá grita. No grites papi, mi cabeza duele cuando lo haces.
—¡Laurie aguanta! Dame un minuto, casi está. —¿Qué me ocurre? ¿Por qué no puedo sentir mis piernas?

—Papi... papi no puedo r-
Es lo último que logro decir. Me sacudo de una manera intensa, no puedo detenerme, choco contra el suelo una y otra vez.
—¡Tráela aquí, Neil! ¡Vamos a hacerlo ya! —Mi papá me toma entre sus brazos, oigo sus sollozos.

Está llorando. Mamá también está llorando y yo lo hago porque ellos lo hacen y porque todo me duele. En sus brazos me retuerzo, siento como si una corriente de electricidad me estuviera atravesando. Veo a la mujer de mi vida, consigo distinguir una pequeña sonrisa en su difuminada imagen.

—Te quiero, hija. Nos veremos pronto. —Después, una aguja atraviesa mi brazo y mis párpados se van cerrando poco a poco. No, espera mami. No quiero dormir, no quiero estar sin ti, ni sin papá ni Bonnie.

¿Mami?