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Capítulo 5

Cuando mis padres y Shaun salen a cenar, yo busco una excusa para quedarme y poder indagar más en mis visiones. Para ello, requiero los servicios de Helen.
—Helen quiero ver Binhtown desde las alturas. —En la pared lisa frente a mí, se abre un mapa y después, se va acercando hasta que puedo verlo todo.

Busco zonas parecidas al lugar de mi sueño. Veo lo que parece un desierto.
—Helen acerca la imagen de este lugar. —Con mi reloj, apunto la pantalla y ésta se escanea.
—«Binhtown Paradise», ochenta y siete kilómetros de distancia desde este punto —me explica.

Pero en cuanto la imagen se acerca lo suficiente, descarto la posibilidad de que se trate del mismo lugar. En este sitio, el suelo es una espesa y profunda capa de arena. Su color es tan blanquecino que podría apostar a que si tomas un puñado entre tus manos, es casi transparente, cristalino.

Si muevo la panorámica, hay varias piscinas naturales en las que el agua es tan clara que puedes ver los peces nadar. Es una belleza, idílico.

Sin embargo en mi sueño, la arena del suelo es gruesa, está formada de pequeñas piedras y parece desprendida de algo.
El terreno es seco, está agrietado y sin cuidar y no hay una sola gota de agua. Además, tiene esas extrañas rocas negras.

—Helen ¿hay terreno rocoso en Binhtown? —Hago otra prueba.
—Las cataratas de Binhtown, formadas por rocas blancas naturales, cuarenta y nueve kilómetros de distancia desde este punto. —Cuando de su sistema sale la palabra  «blancas» ya he borrado de mi mente la posibilidad. Pero aún así, le pido que me la muestre. Nada.

—Volvamos a las imágenes de Binhtown desde el aire, Helen.
—No sé cuanto tiempo transcurre pero sé que es bastante más de una hora. Miro y miro pero no encuentro nada que se le asemeje lo más mínimo. Más bien, he llegado a la conclusión de que el lugar de mi sueño es como el polo opuesto de mi ciudad.

—Desactivar y borrar las últimas cuatro órdenes del historial, Laurie Riley. —La proyección desaparece y cuando lo hace, dejo caer mi cabeza sobre la barra de la cocina. Noto unas desagradables punzadas dentro de mi cráneo que no puedo explicar. Llevo mis dedos hasta mis sienes para masajearlas y en ese momento, el estómago me ruge.

Son casi las once y todavía no he comido desde esta mañana.
—Helen prepara algo de comida para mí, por favor  —pido.
—¿Algo en especial?
—Algo ligero, no me siento muy bien.
—El plato estará listo en quince minutos y cincuenta y nueve segundos.

Espero con paciencia, con mi cabeza aún recargada sobre el frío mármol. Mis tímpanos captan el sonido de las llaves mezclado con risas y me incorporo, acomodando mi pelo para que nadie sospeche.

—Buenas noches, hija. ¿Has cenado? —papá habla. Mamá, por su parte, manda al pequeño Shaun a dormir. Éste me saluda con su mano antes de retirarse y yo hago lo mismo.
—Estoy a punto de cenar, papá. —Miro al reloj, faltan menos de diez minutos.

—¿Podemos preguntarte algo?
—La voz femenina de la mujer hace que las piernas me tiemblen. Un interrogatorio no, por favor.
—Claro —respondo con un hilo de voz.
—¿Cómo ha ido tu redacción?
—Cuando sus labios disparan el interrogante, noto como un peso cae de mis hombros, liberándome.

—Genial, decidí hacerlo a la inversa.
—¿Hacerlo a la inversa? —Mi padre se sienta frente a mí después de preguntar.
—Sí. No he escrito mi redacción acerca de la información sobre la desaparición de Ariel Cheris sino de la desinformación. —Los adultos se miran entre ellos.

—No te sigo, hija. —Mamá se deshace de sus tacones y pasa por mi lado, acariciando mi espalda.
—He hablado acerca de la poca información que se tiene. De como apenas se le conocía por aquí ni a él ni a su familia, como nadie le vio ese día y como no hay la más mínima pista sobre su paradero. —El hombre frente a mí me brinda una sonrisa.

—¡Menuda idea, Laurie! es tu siguiente sobresaliente, puedo verlo. —Suelto una risa.
—No te adelantes, papá. Mi profesora puede considerarlo una idea genial o una idea muy vaga. —Mi comida está lista y el plato sube por su compuerta.

—Hablaré con esa mujer si lo considera algo vago, es una gran idea. —Me encojo de hombros.
—No era mi plan inicial, papá.
Pero no me quedó otra opción, no había nada sobre lo que escribir. —Muestro las palmas de mis manos en el aire.

Un frágil silencio cubre como un manto la casa de mi familia.
Sé que en las cabezas de mis padres hay una cuenta atrás y cuando llegue a cero, explotará.
Esperan al momento justo pero si hay algo que siempre he sabido hacer es prever, adelantarme.

—Tengo un terrible dolor de cabeza y mañana a primera hora tengo un examen, voy a irme a la cama. Buenas noches a los dos.
—Mi madre suspira, consciente de que ha perdido una nueva oportunidad para descubrir lo que pasa por mi mente.

—¿Laurie? —Me llama.
—Te quiero. Mucho. —Le sonrío.
—Yo también, mamá. A los dos. —Y así salgo del paso como puedo.

Pero al contrario de lo que he dicho, esta noche no soy capaz de dormir. Me levanto para abrir la cortina, miro al cielo y la inmensa luna llena ilumina mi rostro. Sonrío. Es tan hermosa.
Abro un poco la ventana para que la corriente se adentre en mi alcoba.

Me envuelvo entre mis mantas y cuento hasta cien mientras respiro despacio. Normalmente suele funcionar pero no esta noche. Porque esta es una noche especial.De golpe y sin previo aviso, noto un pitido dentro de mis oídos, no sé si es del exterior o algo en mi cabeza.

Una punzada en mis sienes hace que me levante de golpe. Intento sentarme en la cama, más punzadas llegan junto con una presión dentro de mi caja torácica. Agua, necesito agua.

Trato de caminar pero mis extremidades inferiores dejan de sostener mi peso y caigo sobre mis rodillas. Apoyo las palmas de mis manos en el suelo y haciendo un esfuerzo titánico, me pongo en pie. Me apoyo contra la pared y me voy arrastrando hasta el baño. Pero no voy al lavabo, voy directa a la ducha. Abro el grifo y el agua helada se va calentando mientras cae sobre mi anatomía.

Pero el dolor no cesa y cuando abro los ojos, ya no puedo ver nada. Todo está borroso, me llevo las manos a la boca y grito.
Es demasiado intenso, no puedo soportarlo y tengo la sensación de que mi cuerpo pesa demasiado para que mis piernas aguanten. Vuelvo a caer pero esta vez, mis párpados se cierran solos, sin que yo pueda evitarlo.

Los huesos me duelen, noto una desagradable sensación en mi cuerpo. Abro los ojos y miro a mi alrededor. No estoy en mi cama, no estoy en mi casa tampoco sino en la calle. Es de día, el cielo está grisáceo. Me incorporo, estoy sobre un suelo arenoso y lleno de piedras pequeñas.

Tengo la boca seca, me pongo de pie y oigo voces. No estoy sola, la calle está llena de gente pero a pesar de ello, nadie me ayuda.
Una ráfaga de viento frío me hiela y la piel se me eriza.
A mi alrededor, todo parece abandonado aunque haya muchas personas. No tengo ni idea de que es este lugar pero tengo algo muy claro; esto no es Binhtown.

¿Dónde demonios estoy?

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