Capítulo 19
Todo sucede tan despacio que parece grabado a cámara lenta, en blanco y negro. Vemos un grupo de chicos correr en nuestra dirección, una chica dice "¡es ella!" y después, Ariel y James me miran.
—¡Corred! —Y lo siguiente que sé es que mis piernas se ponen en movimiento.
Vislumbramos las diferentes opciones; entrar en el río, en la explanada de los cazadores o volver a la población.
—¿Qué hacemos? —Estoy a un paso de meterme en el agua.
—¡Vamos al muro! —El guardia nos dice y por primera vez, ir allí no me resulta tan mala idea.
No entiendo lo que ocurre, no sé quienes son ellos y mucho menos sé porqué nos persiguen. No he podido detenerme ni a echarles un vistazo antes de emprender la huida.
—¡No van a dejarnos entrar!
—Ariel exclama.
—¡Lo harán! —Pero el guardia le contradice y yo le creo a él.
A lo lejos visualizo el muro y antes de estar a menos de diez metros, James ya les está poniendo sobre aviso.
—¡Necesitamos ayuda, nos persiguen! —gritan, nos abren la puerta y soy la primera en entrar, los otros dos chicos me acompañan después. Pero cuando la puerta va a cerrarse, veo como los guardias caen al suelo, víctimas de un ataque.
—¡No hay sitio donde esconderse! —Los chicos discuten y discuten entre ellos pero yo veo algo; un coche. Con mi codo golpeo la ventanilla y meto la mano para abrir la puerta pero me doy cuenta de mi estupidez; el coche está abierto y las llaves dentro.
—¡Vamos! —Ariel se sube a mi lado, de copiloto y James, detrás.
—¿Sabes lo que haces?
—Suelto una risa nerviosa
—¡No! ¡Lo leí en un libro! —Sus ojos se abren como platos y puedo notar el susto dentro de su cuerpo. En mi cabeza veo las hojas de ese libro, están borrosos y apenas leo lo primero.
Introduzco la llave, el vehículo se enciende, hago paso por paso todo lo que recuerdo y piso el acelerador cuando noto golpes en el capó. El coche sale disparado, quemando rueda sobre el asfalto pero la huida con éste dura apenas unos cuantos metros.
Giro el volante con mucha brusquedad y el vehículo ejerce la acción. Pero entonces olvido que pedal es el freno y mi freno se convierte en el edificio contra el que el vehículo choca.
Noto un pitido dentro de mis oídos y un poco de sangre salir de mi brazo, que ha chocado con los trozos rotos de ventanilla.
Me quedo paralizada por unos cuantos segundos, alguien abre la puerta de mi asiento y tira de mí.
—¡Vamos, Laurie!
—¡Ahí dentro! —No nos da tiempo a avisar a los guardias de la puerta de cristal, directamente pasamos a golpearles y dejarles fuera de juego. De un patada, James abre las puertas y las cierra de la misma manera.
El pasillo de esta instalación es tan resbaladizo que mis zapatillas no tardan en derrapar y caer sobre éste. Noto una presión en mi brazo y alguien tira de mí hacia arriba.
—¡Vamos, cariño! —No es Ariel, tampoco es James. Es la voz de Anna la que habla y es ella quien me ayuda.
—¡Por aquí! —Me guía, empujando con suavidad mi espalda, los chicos nos siguen y en la mitad de una sala, Anna pulsa un botón azul y una clave después. Un campo de fuerza separa en dos mitades el lugar.
Nos miramos los unos a los otros, respiraciones forzadas. Pero yo me siento mucho peor que los demás. El pitido sigue dentro de mi cerebro y respiro tan agitada como si hubiera corrido durante horas.
—Laurie, ¿estás bien? —El rubio se acerca a mí, su mano se cierra alrededor de mi muñeca y me aleja de la mujer. Entonces me doy cuenta de que ella me mantenía metida casi entre sus brazos.
—¿Estás herida? Deja que te mire eso. —Su voz femenina suena junto con sus tacones.
—No la toque —Ariel le ordena.
—No me digas lo que hacer, Ariel. —Sus miradas se desafían entre sí, como dos animales a punto de entrar en una pelea a muerte. Pero no tardan en detenerse cuando oímos a nuestros perseguidores entrar y después, les vemos.
Ahora les veo mucho mejor; son cinco en total.El que va en cabeza es tan rubio como Ariel pero va mucho mejor peinado y sus ojos son de un azul muy claro, muy diferentes a los míos. Todos van vestidos de negro, como si fuera una especie de uniforme pero no lo parece.
—¿TJ? ¿Qué ocurre aquí? —La líder del muro se nos adelanta y le pregunta al joven. Pero él a quien mira es a mí.
—Tienes algo que me pertenece y he venido a recuperarlo, defectata. —Da un paso más y siento pavor. Pero el campo de fuerza me protege.
¿Qué puedo tener yo que él quiera? Le miro confusa, tratando de entender sus palabras. Miro a los demás chicos y chicas en su grupo.
—¿Qué quieres de ella? —Ariel trata de llamar su atención pero el joven no deja de observarme con cautela.
Anna camina hacia mi, me empuja atrás y se interpone.
—¿Qué es lo que tiene ella? —Y mientras la mujer habla por mí, yo me fijo en sus compañeros.
De su cuello, cuelgan colgantes y en ese instante, lo entiendo.
De mi cintura tomo el colgante que encontré en el bosque y lo muestro en el aire, por encima de nuestras cabezas.
—¿Es esto lo que quieres?
—Una sonrisa ladeada se dibuja en su rostro. La líder del muro me quita el objeto de las manos, la miro con el ceño fruncido.
—Voy a salir pero lo haré yo sola, TJ. Te daré esto y luego-
—Luego me iré sin molestar, mi señora. —Hace una reverencia que provoca risas en sus amigos.
Anna abre el campo, usando el botón y clave y lo cierra nuevamente. Le entrega el objeto.
—Tus guardias sobrevivirán, no te preocupes. —Le asegura. Sus ojos regresan a los míos y trago en seco.
—Volveremos a vernos, preciosa. —Se lleva el dedo índice a la boca, posa un beso sobre éste y luego señala en mi dirección antes de guiñarme un ojo.
Se marchan de allí tal y como han prometido.
—¿Quiénes son esos? —Dudo.
—TJ y su grupo, son muchos más de cinco. Les llaman «los locos». —Me explica el moreno.
—Abre esto ya. —Ariel le exige a Anna y ésta, lo hace.
—¿Nos han perseguido por todo el bosque para recuperar un estúpido colgante? —El rubio me mira con una ceja arqueada.
—Por algo les llaman «los locos», Laurie. —Asiento.
—Los locos son ladrones, un grupo de vándalos callejeros que pelean entre ellos para divertirse. Pero no son peligrosos de verdad, no son asesinos. —La morena me tranquiliza con sus palabras. Después de que hable, nadie sabe que decir.
—He estrellado un coche... no importa. —Niego y me encamino al pasillo que me lleve fuera.
—¡Laurie! —Doy media vuelta ante la voz de ella. Entonces me mira fijamente, como si intentara que su mensaje cale hondo dentro de mí.
—Este es tu lugar seguro. —Y no dice nada más. Los tres salimos de allí y de camino al bosque, nos percatamos de que, como dijo TJ, los guardias no han muerto, sólo están heridos de levedad.
Y por alguna extraña razón, recuerdo sus palabras.
—Volveremos a vernos, preciosa.
Y en mi interior, hay algo que me dice que es cierto. Volveremos a ver a TJ.
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