Capítulo 17
—Debí suponer que no podía confiar en vosotros... —La mujer cierra los ojos y niega. A cada lado de mi cuerpo, los hombres que me acompañan levantan sus respectivas armas en el aire. Yo también levanto mis brazos pero no para apuntarla con nada sino para ponerlos en cruz, sobre la mano de cada uno de los chicos y evitar que ataquen.
Ella ve mi gesto y ríe, esa desagradable, estruendosa y enfermiza risa que sólo puede provenir de una mente loca y manipuladora como la suya.
—Podría tener a mil hombres apuntando a tu cabeza y tú seguirías siendo piadosa...
—Vuelve a reír.
—Nosotros no somos como usted, no somos asesinos. —Eso la acalla pero sólo momentáneamente.
—¿Estás segura de eso? Tú misma has matado a varios de mis guardias, Ariel también lo ha hecho y este... ¿perrito de Anna? él es tan culpable de todo como ella. —El joven da un paso al frente, ofendido.
Pero cuando su lengua escupe el veneno en forma de palabras, yo les doy a los chicos un golpe suave para que bajen sus armas.
No lo haría pero esta vez está sola y como bien he dicho; no soy una asesina.
—Tú sabes la verdad, ¿no es así? me conoces y aún así, creías que trabajaría para ti. —Ella asiente, como si por una vez me diera la razón.
—Quería creer que eras un poco más inteligente. Me equivoqué pero al menos ahora sé algo; no serán mis cazadores quienes te maten ni tampoco los guardias.
Los otros defectatos deberían matarte. —Arrugo las cejas y veo como el rubio me lanza una mirada.
Ella nota ese pequeño gesto y esta vez, deja de observarme a mí para observar al chico. Se acerca a él y estiro mi mano para ponerla delante del joven. No sé si quiero evitar que haga algo estúpido o protegerle. O tal vez las dos cosas.
—La pobre Gina murió protegiéndote y tú proteges a esta mujer que es la culpable de todo. ¿No lo ves, Ariel? Tu «pequeña» será tu perdición.
—Tiene una sonrisa que permanece incorruptible. Me gustaría hacerla dejar de sonreír pero necesito entender de que habla.
—¿De qué habla? ¿Qué dice de mí? —Ahora soy yo quien se adelanta hacia ella, intentando adivinar sus acertijos. Me dedica una única mirada llena de picardía y vuelve a los ojos de Ariel.
—Laurie Riley es la responsable directa de que cada defectato esté en la situación que está. Sé que estás furioso y crees que Anna es la responsable. Pero la responsable está justo a tu lado... —Lo deja caer con simpleza.
—¿De qué soy responsable?
¿Por qué yo? —Empujo un poco al chico, poniendo mi mano sobre su pecho y trato de que ella ponga su atención en mí y mis preguntas.
—Yo puedo llevarte hasta tu madre, Laurie. —Sus ojos brillan con maldad. Intenta manipularme.
—Mi madre está en Binhtown.
Manténgase alejada de nosotros. —Agarro la tela de la camiseta de Ariel y tiro de él. Nos damos la vuelta, aunque seguimos mirando por encima de nuestros hombros.
—Vas a pagar por esto, Laurie.
Los traidores están marcados a fuego —casi grita. Trago en seco.
—Buen trabajo, pequeña. Acabas de poner una diana en tu espalda. —El rubio habla pero yo no puedo hacerle caso, mi cabeza está muy confusa. Y tengo miedo de que la de Ariel también lo esté.
—Estaré fuera, vigilaremos por turnos. —Anuncia el guardia, asentimos y él abandona la cueva. Me siento en el suelo y tengo mis iris clavados en Ariel.
Tanto así que acaba mirándome de la misma manera.
—¿Tengo sangre de cazador en la cara o...? —Mi rostro se queda de la misma forma.
—¿Crees en sus palabras, Ariel? Lo que esa mujer ha dicho sobre mí, sobre G-
—No digas su nombre. —Suspiro y cubro con mis manos mi cara cuando soy interrumpida.
—¿Lo crees o no? ¿Crees que yo soy la culpable? —Ríe con sarcasmo.
—Yo no soy igual que tú, Laurie. A mi nadie me manipula. —Esa frase es como un dardo directo a mi alma y me ofende profundamente.
—Yo no soy manipulable. —Me defiendo.
—Pues para no ser manipulable, crees todo lo que sale por su boca de serpiente. —Tiene un punto pero ¿acaso no es normal que yo dude?
—Eso no es justo, sólo quiero descubrir la verdad.
—Contraataco.
—Ese es tu problema, Laurie; crees que hay una verdad que descubrir. —Pongo los ojos en blanco.
—¡La hay, Ariel! Quiero respuestas. —Me pongo de pie según la discusión aumenta de ritmo.
—¿Y si no hay una jodida verdad que descubrir, Laurie? —Alza el tono de su voz y voy a responder pero entonces, Ariel se vuelve una mancha borrosa frente a mí.
Tengo que apegarme a la pared para no caer al suelo.
—¿Laurie? —Su voz es un eco lejano. Me siento igual que cuando tenía esas visiones -recuerdos- en Binhtown pero en esta ocasión, no hay ningún recuerdo. Sólo esta sensación de vértigo y esta opresión en mi pecho.
—Laurie. —Ariel sujeta mi cintura. Me mira a los ojos pero tengo la mirada perdida y no puedo verle. Me ayuda a regresar a mi posición anterior en el suelo. Cuando vuelvo a la normalidad, le miro.
—¿Te ocurría esto cuando tenías las visiones en Binhtown? —Su cara es todo un cuadro, parece asustado de verdad.
—No. A veces estaba en clase, cerraba los ojos sin querer, veía esos recuerdos extraños y luego los abría de nuevo. Pero no sentía... eso. —Eso provoca que algo se altere dentro de mí.
—¿No? —no me responde, sólo me mira con extrañeza.
—¿Ahora entiendes porque necesito respuestas? —Asiente, volviéndose comprensivo con mi situación.
—Si necesitas esas respuestas sólo hay una persona que puede dartelas y no es esa vieja loca.
Y aunque no dice nada más, no me hace falta para saber de quien habla. La única persona capaz de brindarme lo que necesito es la líder del muro, Anna. Y haré lo que sea para conseguir esas respuestas.
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