Aquella noche...

Aquel efímero momento, en el que las decisiones y el destino de alguna forma ilógica lograron complementarse de tal manera que acabaría por marcar el comienzo del fin.

Puede sonar descabellado. Lo racional a veces resulta ser irracional. La negación en ocasiones nos lleva a someternos, volvernos esclavos de esas falsas argumentaciones que nuestra mente crea para no aceptar la realidad innegable que vive y nos respira en el rostro, pero... 

¿Arriesgaría todo por él?

¿Sería capaz de abandonarme a mí misma y a los que amo?

Lo que sí está claro es que no puedo abandonarlo. 

No debo hacerlo porque si me rindo, él se perdería y yo... dejaría de ser yo.